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CHARLA ENTRE YOLANDA ZAPICO Y NOEMÍ SABUGAL. INTERIORES Y EXTERIORES
La Sala Región Leonesa del Instituto Leonés de Cultura acogió el tercer encuentro literariamente, en León. La psiquiatra Yolanda Zapico, jefa de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital del Bierzo, y la escritora y periodista Noemí Sabugal, autora
de Hijos del carbón y Laberinto de agua, conversaron largamente sobre minería, identidad, memoria, salud mental, catástrofes recientes y sobre el papel de la escritura en la reconstrucción personal.
Fue un diálogo íntimo, sincero y profundo en el que ambas se reconocieron en la experiencia compartida de haber crecido en territorios mineros, lugares donde el trabajo bajo tierra configuró no solo economías, sino formas de vida, emociones, miedos y estructuras sociales que todavía hoy se dejan sentir.
Un origen marcado por el carbón
La conversación comenzó con una confesión que resumía la biografía de Yolanda Zapico en una imagen poderosa: “Nací literalmente a cien metros de una bocamina”, recordó. Su abuelo era vigilante de la mina, su abuela trabajó en el exterior de joven, y su hermana vivió el declive minero desde dentro de una gran empresa. La minería, explicó, no es para ella un asunto teórico: es un paisaje emocional y familiar que le ha acompañado desde el nacimiento.
Noemí Sabugal respondió con su propia genealogía: “Soy de Santa Lucía de Gordón. Mi padre fue minero, mis abuelos también. Vengo de una cuenca minera y eso marca la vida y las dificultades”.
En seguida quedó claro que ambas, desde la literatura y la psiquiatría, comparten una mirada doble: personal y profesional. Y desde ahí se lanzaron a explorar las huellas que la minería ha dejado en el territorio y en las personas.
Lo que la mina construyó: identidad, orgullo y comunidad
Cuando Yolanda Zapico propuso pensar en los efectos emocionales del “durante” y el “después” de la minería, Sabugal recuperó una idea central: la fuerza identitaria del oficio. En las zonas mineras, explicó, ser minero era ser algo más que un trabajador. Era formar parte de una comunidad fuertemente cohesionada por la dureza del trabajo, la dependencia mutua y una historia compartida. “En casi todas las cuencas —dijo Sabugal— se repite lo mismo: la mina articula la vida entera. Las relaciones
familiares, la economía, las costumbres. Todo gira alrededor de ella”. Esa identidad era tan intensa que, con el cierre de los pozos, la sociedad se vio sumida en una pregunta desestabilizadora: “Si ya no somos mineros, ¿qué somos?”, planteó Sabugal. Unapregunta que no es retórica: define hoy el vacío que sienten muchas zonas de León y del Bierzo.
El declive: cuando el trabajo desaparece y con él el mundo
Yolanda Zapico introdujo el concepto de “doble duelo” para explicar lo que sucedió tras la reconversión y el cierre de la minería: Un duelo económico por la pérdida de trabajos, de ingresos y de estabilidad. Un duelo identitario por el derrumbamiento del modo de vida, dispersión de la comunidad, ruptura del tejido social. “El Bierzo pasó de la ciudad del dólar a la ciudad del céntimo”, lamentó. La pérdida no afectó solo a la economía: afectó a la autoestima colectiva, al sentido de pertenencia y a la posibilidad de imaginar futuro.
Las sombras emocionales de un trabajo extremo
Yolanda Zapico profundizó en los efectos psicológicos del trabajo minero. Sus palabras fueron claras: “No hacía falta ser minero para sufrir el estrés del pozo. Lo sufría toda la familia”. Las minas eran entornos hostiles: humedad, oscuridad, claustrofobia, ruido, cansancio extremo, riesgo permanente de explosiones o desprendimientos. Ese riesgo constante no desaparecía al salir de la galería: se filtraba en las casas, en las conversaciones, en las mujeres que esperaban, en los hijos que crecían con miedo. Zapico recordó que durante décadas pedir ayuda psicológica era casi imposible: “Un minero no podía decir que estaba deprimido. Se veía como una debilidad o incluso como una mentira”. Estudios actuales en países con minería activa confirman lo que la experiencia ya sabía: tasas más altas de depresión, ansiedad, alcoholismo y estrés postraumático.
Sabugal añadió que esa tensión generaba formas de vida marcadas por la urgencia: “Cuando no sabes si volverás del pozo, vives el día a día de otra manera. El miedo tenía que ocultarse o liberarse de algún modo”.
Las mujeres: el apuntalamiento invisible
Cuando abordaron el papel de la mujer en las cuencas, ambas coincidieron en que la narrativa pública ha olvidado o minimizado su papel. Zapico lo resumió en una palabra: “Invisibilidad”. Las mujeres trabajaban en el exterior, cribando, transportando, limpiando carbón. Cobraban menos que los hombres por trabajos equivalentes. Además sostenían la economía doméstica, el cuidado de mayores y el bienestar emocional de la familia. “Sin ellas —dijo Zapico— la minería no habría sido posible. Eran las auténticas apuntaladoras”.
Zapico mencionó también algo incómodo pero necesario: las características sociales de estas comunidades —aislamiento, dependencia económica, masculinización, tolerancia cultural hacia el consumo de alcohol— aumentaban la vulnerabilidad a situaciones de violencia de género.
El dolor que aún no cesa: accidentes recientes y resignación
Se habló de las muertes recientes en Asturias. Sabugal expresó un rechazo profundo hacia la idea de que la mina “se cobra su tributo”, una frase que muchas generaciones han asumido como inevitable. “Odio la idea de la fatalidad”, afirmó.
“Esa frase oculta responsabilidades”. Zapico añadió que la resignación cultural era comprensible históricamente, pero no puede utilizarse para justificar fallos actuales en seguridad.
Incendios: el nuevo trauma de las comarcas
El encuentro derivó hacia otro de los grandes golpes recientes en la provincia: los incendios forestales. Sabugal relató testimonios de personas que estuvieron a punto de perder su casa. Zapico explicó que los incendios son una de las catástrofes que más afectan a la salud mental. “El humo, la ceniza, la evacuación, el miedo… todo eso genera ansiedad intensa. Y los problemas pueden aparecer meses después”. Anunció que el Hospital del Bierzo y la Universidad de León han iniciado un estudio para medir el impacto emocional en afectados directos, indirectos e intervinientes (UME, bomberos, brigadistas), un colectivo especialmente vulnerable.
Relato, escritura y salud mental
La conversación fue cerrándose hacia un terreno más íntimo: la escritura como herramienta terapéutica. Sabugal, que imparte talleres de escritura, explicó: “Las personas vuelcan en la escritura cosas que no son capaces de decir. La literatura ordena, da sentido, consuela”. Zapico coincidió plenamente: “En salud mental, sin relato no hay futuro. La persona necesita narrarse para avanzar”. Ambas mencionaron libros recientes que abordan la salud mental desde el arte, reivindicando esa unión entre
creatividad y bienestar emocional.
Una reflexión final: cómo construir futuro
En el turno de preguntas, un asistente planteó la necesidad de construir un relato hacia adelante, no solo hacia atrás. Sabugal y Zapico reconocieron que la autoestima colectiva en León está dañada tras tantos golpes, pero insistieron en que la reconstrucción debe nacer también desde dentro.
Sabugal reivindicó el papel de la cultura como motor: “Tenemos una fuerza literaria y artística extraordinaria. Eso también somos”. Zapico añadió una visión práctica: “No podemos quedarnos esperando a que otros arreglen nuestra vida. Tenemos que generar ideas, proyectos, acciones, desde cada ámbito”.
Palabras clave: libros y salud mental
Tipo de trabajo: Post/Entrada de Blog
Área temática: Psicología general .
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