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Crónica de la segunda sesión de Literariamente 2025: Elogio de la melancolía

Fecha Publicación: 28/05/2025

Autor/autores: Literariamente: Literatura y salud mental
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"La presente crónica recoge el desarrollo de la segunda sesión del ciclo Literariamente 2025, titulada "Elogio de la melancolía", un espacio de encuentro entre la literatura y la salud mental que pone en diálogo la experiencia clínica con la narrativa contemporánea. A través de la conversación entre el escritor Pedro Simón y la psiquiatra Mercedes Navío, se abordan temas como el duelo, la melancolía luminosa, la fragilidad humana, la adolescencia y el envejecimiento desde una perspectiva profundamente humanista.

Este tipo de iniciativas ilustran el valor de la literatura como herramienta de reflexión emocional, acompañamiento terapéutico y elaboración simbólica del sufrimiento. La crónica ofrece un testimonio sensible y riguroso de cómo el arte puede contribuir a la comprensión y abordaje de las complejidades de la vida psíquica, tanto en el ámbito clínico como en el cotidiano."

Fundación Manantial, la Librería Rafael Alberti y el Hospital Ramón y Cajal, con el patrocinio de Lundbeck, han puesto en marcha la nueva edición de Literariamente en 2025, un espacio de encuentro entre destacados escritores y profesionales de la salud mental. En esta segunda sesión, el encuentro giró en torno al tema “Elogio de la melancolía” y contó con la participación del escritor Pedro Simón y la psiquiatra Mercedes Navío.

Mercedes abrió el encuentro explicando por qué se había elegido ese título. Señalóque tenía que ver con ese carácter de letraheridos que comparten los profesionales de la salud mental y los escritores. Aclaró que no se refería a la melancolía en términos clínicos o clásicos, sino a algo que había escuchado decir a Pedro: el elogio de las personas rotas, aquellas que
han experimentado quiebras en sus desapegos existenciales. Lo llamó “esa bendita rotura” de quienes se reconocen con dificultades, frente a aquellos que se posicionan como personas “pétreas”, sin fisuras, que a menudo terminan haciendo daño a los demás. Explicó cómo en la trilogía de Pedro —Los ingratos, Los incomprendidos y Los siguientes— aparece una obra monumental atravesada por esos seres rotos, con los que muchos lectores pueden identificarse.

Pedro tomó la palabra y señaló que intentarían divertirse durante la conversación, a pesar del tema tratado. Se definió más como reportero que como escritor. Comparó el periodismo con el trabajo de un taxista que lleva a la gente de viaje, mientras que el novelista sería como un piloto de avión que lleva a los pasajeros mucho más lejos. Dijo que, como con los libros, algunos evocan, otros se duermen y a algunos les remueve el estómago. Compartió que trabaja con “materia prima averiada”, con personas que necesitan ayuda por múltiples dolores, y que normaliza el hecho de que todos tengamos algo que nos quita el sueño de vez en cuando.

Confesó su fascinación por lo pequeño y lo ordinario, y aseguró que todos podemos ser protagonistas de una novela o reportaje porque todos tenemos algo roto o averiado. Dijo que siempre le ha gustado llevar personas desconocidas a comer a casa, para que sus hijos escuchen otras realidades, porque eso ayuda a resituarse. Habló también de una ejemplaridad
desde lo roto. “Estamos acostumbrados a hablar de ejemplaridad desde la pureza”, dijo, “desde esa ejemplaridad que no te permite un desliz”.
Citó la Tetralogía de la ejemplaridad de Javier Gomá, donde se define al ejemplar como quien inspira a vivir mejor. Según Pedro, una persona ejemplar puede haber estado en la cárcel o haber sufrido violencia. En sus libros, hay personas ejemplares a su manera: en Los ingratos, una persona con discapacidad que vivió una tragedia enorme; en Los incomprendidos, el tío Paco, diagnosticado de esquizofrenia, que le enseñó a amar los libros; en Los siguientes, Antonio, un conductor de autobús con problemas de alcohol que ejercía una gran heroicidad desde el silencio, manteniendo unida a su tribu.

Pedro confesó que le inspira más esta gente que los que han ganado trofeos, porque esas personas se parecen más a nosotros. Contó que el periodismo le ha enseñado que la felicidad es la ausencia de dolor. Dijo: “Un día, de repente, suena el teléfono, aparece esa voz de la guardia civil preguntando: ¿es usted el padre de…? Y ahí empieza el horror”. Para él, es
importante desenmascarar ciertos estándares de felicidad que tienen que ver con tener o conseguir cosas.

Mercedes retomó la conversación explicando cómo la trilogía de Pedro está atravesada por elaboraciones del duelo. En Los ingratos, el duelo de la cuidadora del niño, que ha perdido a su vez a un recién nacido que sin querer aplastó con su peso.

Señaló que arrastrarla culpa y la mirada de los demás en sitios pequeños es muy complicado. Recordó una frase que decía su padre: “pueblo pequeño, infierno grande”. Esa mirada puede hacer muy difícilque una mujer ejemplar con ese pasado puedaescapar de los clichés. Habló de esos pasadosque no son inmaculados y afirmó que ninguno de nosotros responde al concepto de “alma bella” de Hegel. En la novela, también hay un duelo del niño que, ya adulto, vuelve la vista atrás en una elaboración nostálgica a mitad de la vida, con una mirada de gratitud, a pesar de los resentimientos. Esa gratitud sería la forma metafórica de la luz.

Pedro compartió que no tenía planeado escribir una trilogía. El libro que más tiene que ver con su vida es Los ingratos. “No soy ese niño, pero tiene que ver mucho conmigo”, dijo.
Aseguró que valora a la gente en función de cómo trata a los que están peor. “Lo que nos define es lo que hacemos, leemos, comemos y lo que no estamos dispuestos a tirar”. Habló del “trastero mental”, o no tan mental, donde guarda cosas desde que nació en 1971: apuntes, medallas, disfraces, cartas… Reflexionó sobre el álbum de fotos: “es ese sitio donde ver a gente muy contenta, te puede exponer muy triste”. Dijo que, cuando llega el domingo y uno sabe que tiene que bajar al trastero y le da pereza o miedo, eso tiene que ver con uno mismo, con el tiempo y con el pasado. Recordó cómo, viendo la película Roma de

Cuarón, se dio cuenta de que esa familia no podía mantenerse sin su cuidadora. A él le cuidó una mujer como la que
aparece en su libro, pero no recuerda su cara. Un día empezó a obsesionarse con esa mujer tras bajar al trastero, y de ahí salió el libro. Habló de la gratitud por algo que se ha dejado atrás, como puede ser una madre, una abuela. El barco de la nostalgia es también el barco de la gratitud.

Mercedes habló entonces de cómo la literatura pone un espejo frente a nuestras oscuridades y fragilidades, y de la importancia de integrarlas para no vivir escindidos. En Los incomprendidos, señaló otro duelo: el de una adversidad temprana y cómo una familia se recompone. Habló de la experiencia de incomprensión que atraviesa la adolescencia, de cómo esa etapa, en la que uno se está descubriendo y proyectando hacia el futuro, está hoy marcada por una exigencia creciente. Se preguntaba de qué forma estamos cuidando y acompañando a los adolescentes. Pedro coincidió. Contó cómo hace unos años, tras las comidas con amigos, el tema recurrente eran los hijos adolescentes. Dijo que Los incomprendidos arranca con el encuentro entre un padre y un hijo adolescente, y que quería hablar de los silencios, de cómo, si no se habla, lo no dicho se convierte en una enredadera.

También quería hablar de la culpa: la que sienten padres y madres por sus hijos, pero también la que sienten los hijos por sus padres. Para él, no envejecemos por los años, sino porque dejamos que nos aplaste el dolor.
Narró que el libro parte de un matrimonio exitoso que se muda de Carabanchel a Boadilla del Monte: “un trasvase que se espera que hagas si te va bien”. Cambian una pequeña casa por un chalet, pero “tocamos a más metros, y a menos gente”. Habló de la adolescente protagonista, atormentada y fría por fuera pero que siente mucho por dentro. Se documentó con una psicóloga para crear el personaje. Al principio no creía que existieran adolescentes tan mal, con el corazón abrasado y desnudo. Opinó que hoy es más difícil ser adolescente: vivimos en la exhibición constante y se exige perfección en una edad donde aún no se ha formado la personalidad. Citó a Sherry Turkle, y su En defensa de la conversación, donde se alerta de cómo la tecnología debilita la empatía. “Para dar el pésame, ahora enviamos un WhatsApp”, lamentó.

Estamos perdiendo la introspección y la capacidad de estar con el dolor ajeno.

Contó también las incomprensiones generacionales entre padres e hijos. Relató cómo sus padres vinieron de un pueblo de Zamora a Carabanchel, su padre trabajaba noches y no hablaba de emociones. “Ahora, los padres hemos crecido con inteligencia emocional, con manuales de cómo ser buenos padres, pero esa gimnasia emocional a veces no sirve de nada”.

Dijo que hoy las incomprensiones son tecnológicas: el adolescente está a dos metros en el salón pero a 45.000 kilómetros de distancia. Citó a José Antonio Marina: hay que hablar con el adolescente aunque no quiera, ponerle normas y darle cariño.

Mercedes compartió que el personaje adolescente del libro presenta una adversidad temprana que genera una herida,
pero también esperanza. Dijo que los adolescentes hoy viven bajo una mirada amplificada y persecutoria, sometidos a estándares de belleza y perfección inhumanos.

Mercedes continuó con Los siguientes, una novela que gira en torno al ocaso de los “gigantes” sobre cuyos hombros nos hemos construido, cerrando así el ciclo de la gratitud a esa generación. Habló de la dignidad en el derrumbe. Pedro explicó que, aunque escribe desde el dolor, intenta acabar sus libros con luz, con un “beso de despedida al lector”. Le gustan los
finales con esperanza. Opinó que todos los grandes temas de la literatura —amor, soledad, culpa, celos, dolor— están en la familia. Los siguientes cuenta la historia de tres hermanos en
torno a los 50 años que se preguntan qué hacer con su padre. Nació en una sobremesa, cuando la conversación pasó de los hijos adolescentes a los padres envejecidos. La novela comienza así: “El primer día que limpié el culo a mi padre me mentí pensando que era el de mi hijo”.

Contó que esa franja entre los 30 y los 60 es clave: se empieza buscando colegio para los hijos y se termina buscando residencia para los padres. Volvió a hablar de la culpa: siempre se siente que se pudo haber hecho más. Confesó que fue el libro que más le tocó: perdió ocho kilos escribiéndolo. Dijo que se lleva mal con el paso del tiempo, que le obsesiona perder
facultades. Usó una metáfora: una sala de espera donde alguien pregunta “¿quién es el siguiente?”, y tú sabes que eres tú. Reflexionó sobre la muerte: de pequeño, primero debía morir media humanidad antes que uno mismo; con el tiempo, el siguiente eres tú.

Terminó señalando que le gustaría envejecer como sus padres, que siempre dicen estar bien, que no
quieren preocupar. Comparó el envejecimiento con los libros de “elige tu propia aventura”: todas las opciones llevan al mismo final. Y denunció que en 2025, nueve de cada diez personas cuidadoras siguen siendo mujeres.

Mercedes cerró diciendo que la melancolía puede tirar de nosotros hacia adelante, que existe una melancolía luminosa. Habló del elogio de la melancolía como un camino hacia la belleza, a través del arte. Citó La luz de las estrellas muertas de Recalcati: el amor de quienes nos precedieron permanece en nosotros, como luz que no se apaga. Ese dolor puede
convertirse en fuente de amor hacia los demás y hacia uno mismo. No importa el camino que elijamos, sino el sentido que le damos. “Es una buena elección si es la nuestra, si es una elección amorosa”. Pedro concluyó diciendo que esa misma mañana había leído el discurso de John Steinbeck al recibir el Nobel en 1962, donde el autor afirma que la función del escritor es
“declarar y celebrar la probada capacidad del hombre para la grandeza de corazón y espíritu; para la gallardía en la derrota, el coraje, la compasión y el amor”. Y terminó agradeciendo la posibilidad de estar en una librería hablando de estos temas, porque “los libros nos ayudan a viajar con un gesto fácil”.

 


Palabras clave: duelo, adolescencia, melancolía, literatura, salud mental, narrativa terapéutica.
Tipo de trabajo: Post/Entrada de Blog
Área temática: Psicología general .

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