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Ciclo Literariamente · Fundación Manantial, Hospital Ramón y Cajal · Patrocinio: Lundbeck Librería Rafael Alberti, Madrid — último encuentro 2025

Fecha Publicación: 07/11/2025

Autor/autores: Literariamente: Literatura y salud mental
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Patricia Fernández Martín, psicóloga clínica, abre la sesión con los agradecimientos: Librería Alberti, Fundación Manantial, Lundbeck, el Hospital Ramón y Cajal. Anuncia que el ciclo Literariamente termina el año —queda una sesión en León— y presenta el tema del día:las fronteras entre la amistad y el amor. Rescata referencias filosóficas (Platón y los cuatro amores: eros, filia, storge, ágape) y literarias (Kundera: peso/amor vs levedad/amistad) para situar el debate. Presenta a las y los invitados: Rosa Molina (psiquiatra, divulgadora) y Mariano Sigman (neurocientífico), y recuerda un texto de Guillermo Altares que dice que “es imposible teorizar científicamente” la amistad.

Mariano toma la palabra casi de inmediato. Empieza rechazando la idea de que haya dominios intocables para la ciencia: “me parece que es casi un oxímoron decir que es imposible teorizar científicamente sobre algo”. Evoca la historia (Galileo) para ilustrar que lo que hoy se considera inexplicable puede ser pensado científicamente. Aclara que la ciencia es humilde, no produce verdades absolutas, y que el ejercicio científico convive con la experiencia, la poesía y el arte. Confiesa que su propósito es aportar ideas humildes, no certezas. Defiende la conveniencia de tratar de pensar la amistad con rigor: “cuando dices ‘para mí la amistad es…’ estás ya haciendo una especie de ciencia”. Mariano insiste en la humildad del científico: no pretende dar lecciones; su objetivo es ofrecer conjeturas útiles.

Habla de la larga tradición de quien afirma que “no se puede” estudiar algo y recuerda que muchas de esas imposiciones fueron luego superadas por la ciencia. Mariano reconoce su propia limitación: no es experto absoluto en amistad, y el libro Amistad: Un ensayo compartido(que coescribió con Jacobo Bergareche) no nació de un saber cerrado sino de la curiosidad y del ensayo con interlocutores diversos.

Rosa toma después la palabra, agradece la invitación y presenta una fórmula provocadora: cita a Albert Camus —“la amistad puede convertirse en amor, pero el amor en amistad nunca”— para abrir la discusión sobre jerarquías entre vínculos. Rosa recuerda también la frase de que “el tiempo corre a favor de la amistad y en contra del amor”. Rosa plantea la jerarquía y pregunta a Mariano por ello.
Mariano vuelve a insistir en desconfiar de las frases taxativas: critica la inclinación a convertir en ley lo que es experiencia personal. Explica que al escribir su libro hicieron un “banquete” con setenta personas de perfiles muy variados para evitar la ceremonia de la anécdota única: niños, ancianos, ricos, pobres, personas famosas y anónimas —un intento de cartografiar la diversidad de experiencias—. De ese trabajo emergió la constatación de que la amistad es poliforme: breve o larga, recíproca o asimétrica, placentera o dolorosa. Rechaza la idealización: lo bello no es necesariamente cierto. Esa idea se encuentra en el libro de Marina


Garceés, La pasión de los extraños.
Rosa retoma el hilo del deseo como prueba de la amistad: cita la frase que les atribuye a Mariano —“el deseo sexual pone a prueba la amistad y cada uno resuelve esa circunstancia aceptando esa tensión como una de tantas pruebas"— y plantea que mucha gente consultada no está de acuerdo: prefieren evitar, distanciarse o cortar. Rosa suma datos: existen diferencias de género en los estudios (los hombres tienden a ver más potencial romántico en sus amigas; en mujeres esa percepción es menor). Mariano responde con calma: no niega la existencia de la tensión, pero subraya que hay muchas maneras de gestionarla. Trae ejemplos históricos (amistades griegas donde los límites son porosos) y comparte hallazgos empíricos:en estudios sociales se observa con frecuencia que personas en grupos mixtos sobreestiman el interés de la otra parte, lo que genera malentendidos pero a veces también vínculos románticos que de otro modo no habrían surgido. “La amistad puede contener deseo; aprender a convivir con esa fricción es parte de la adultez”, dice. Patricia introduce la idea de Pablo Malo, que desde una perspectiva evolutiva, sostiene que «en una amistad entre hombres y mujeres heterosexuales siempre va a haber una tensión sexual que no tiene por qué activarse».

Según él, esta tensión se puede sublimar o llevar de forma platónica. Aporta un dato curioso: que estas relaciones podrían ser «parejas de recambio» o «suplentes» según la hipótesis del cambio de pareja. Esta teoría argumenta que se cultivan esas relaciones de recambio (job husband o work spouse) que podrían pasar a ser reales según fueran las circunstancias de la vida. Parece que habría, de media, tres parejas de recambio y la búsqueda de parejas alternativas seguiría activada incluso entre quienes mantienen relaciones felices. Las personas se sentirían molestas incluso si su pareja «de reserva» se involucrara seriamente en una relación sentimental con otra persona. Sobre si este mantenimiento de parejas de recambio es algo consciente o inconsciente, Pablo Malo opina que hay grados de consciencia y que depende de la personalidad del individuo. Las que cultivan esas amistades/parejas de recambio con toda la intención para tirar de ellas cuando lo necesiten, probablemente tienen rasgos de lo que se llama la tríada oscura como psicopatía, narcisismo y maquiavelismo.

La conversación gira después hacia la biología y la química del vínculo. Mariano cuenta un estudio clásico (Wedekind) sobre olores y elección de pareja. Las preferencias olfativas parecen buscar complementariedad genética para la reproducción. Cuando se observa la similitud genética entre amigos (estudios comparativos en mamíferos y humanos), lo que emerge es una tendencia a la similitud en amistades, frente a la complementariedad buscada en la pareja. Es una observación que plantea una pequeña —pero sugerente— base biológica diferenciada: el amor reproductivo busca diversidad; los vínculos de apoyo, similitud. Mariano puntualiza que esto no transforma el asunto en determinismo: hay amigos y amores de todo
tipo, pero hay tendencias explicativas interesantes.

Rosa recoge y amplía el terreno reflexivo. Habla de sublimación: la libido no sólo se activa hacia personas, sino hacia ideas (conocimiento, arte) y reflexiona sobre dónde dirigimos el deseo: personas, proyectos, causas. Rosa refuerza el papel del contexto: las circunstancias vitales influyen poderosamente en los vínculos. Cuenta la anécdota que la inspiró —su hija de
7 años que pregunta si, si el padre muriese, la madre se casaría con otro cantante (Benson Boone)— y usa esa pregunta infantil para mostrar lo contingente: muchas relaciones nacen o se transforman por azar, oportunidad o coyuntura. Mariano cuenta otra anécdota que ilustra lo circunstancial: el episodio del entrenador de la selección argentina (Scaloni) visto por casualidad en un Decathlon y lo que ese encuentro provoca en la imaginación de los niños —la confusión entre lo imaginable y lo real—. Esa experiencia deriva en la historia del niño que, tras conocer a Scaloni, quiere invitar a Messi a su cumpleaños: un salto desde la imaginación a la expectativa real. El punto es que lo “imaginario” y lo “real” conviven y a veces se cruzan: los ídolos, las fantasías, los “permitidos” —figuras que en una pareja se guardan en la imaginación— formulan posibilidades afectivas que el azar puede convertir en real.

Se introduce entonces el concepto de “permitidos” (en tono coloquial): la idea de personas que, en la imaginación o con permiso tácito, ocupan un lugar sentimental en la fantasía de una pareja.La conversación pasa a examinar la fluidez generacional: Patricia observa que las generaciones jóvenes tienen menos necesidad de etiquetar vínculos; aceptan la ambigüedad entre “amigos”, “pareja” o “algo intermedio”. Para algunos esto es progreso (más libertad), para otros es riesgo: una “sociedad líquida” (Bauman) donde los compromisos se disuelven y los vínculos pierden profundidad.

Surge la pregunta sobre las “personas tóxicas” y la tendencia social a etiquetar con rapidez. Rosa y Patricia advierten: conviene evitar la simplificación —las personas no son tóxicas per se; son los patrones relacionales los que se vuelven dañinos—. Recomiendan observar conductas repetidas, buscar distancia y reflexión, y practicar la responsabilidad afectiva: nombrar lo que ocurre para poder decidir cómo actuar. No confundir un hecho puntual con un patrón.
Mariano aporta su mapa conceptual: al escribir Amistad: Un ensayo compartido, detectaron “ejes” que ayudan a cartografiar amistades —el tiempo (amistades de toda la vida o de una etapa), la lealtad (y la traición como ejercicio de límite y perdón), la reciprocidad/simetría (las amistades pueden ser asimétricas y aun así ser valiosas), y el reposo vs. la exigencia (amigos que nos calman vs. amigos que nos sacuden). Esa cartografía no intenta encorsetar sino ofrecer una brújula para que cada lector identifique qué quiere cultivar y qué no.

La charla aborda también la dimensión emocional: la amistad no es solo alegría y calma; también atraviesa frustración, enfado, tristeza y melancolía. Se recuerda el ejemplo de personas que sufren gravemente por no poder construir amistades y caen en estados depresivos por esa falta de vínculo —una soledad que la sociedad no siempre reconoce o acompaña. Y también el duelo de perder una amiga, como señala Nuria Labari en La amiga que me dejó.

Hacia el final hay una reflexión sobre la medición verbal de lo vivido: poner palabras (etiquetar la relación, decir “somos amigos” o “somos pareja”) ayuda a organizar expectativas, pero también puede fijar y bloquear una experiencia que era más ambigua y mutable.
Nombrar tiene ventajas comunicativas y riesgos de solidificar una forma que quizá estaba abierta.
Se concluye que depende del fin: a veces las fronteras ayudan a clarificar responsabilidades; otras veces coartan libertades. No hay receta única: hay que ser conscientes y elegir qué funciona para cada persona.

Queda en el aire la misma pregunta del principio: ¿dónde termina la amistad y empieza el amor? La respuesta aparente del encuentro es que no hay una frontera clara: conviven biología, circunstancia, cultura, lenguaje y elección; y, a menudo, la diferencia consiste en cómo cada persona —y cada relación— decide nombrarse y sostenerse.


Palabras clave: Literatura y salud mental
Tipo de trabajo: Post/Entrada de Blog
Área temática: Psicología general .

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