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El impacto del consumo digital en la salud psicológica: Comprender los riesgos y construir un equilibrio saludable

Fecha Publicación: 27/11/2025

Autor/autores: Rebeca Vidal Rodríguez
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La vida moderna transcurre entre notificaciones constantes, mensajes que reclaman atención inmediata y una sensación persistente de que cualquier desconexión implica quedarse al margen. Esta hiperconectividad ha dejado de ser una cuestión de preferencia personal para convertirse en un fenómeno con importantes implicaciones para la salud mental, especialmente entre adolescentes y jóvenes adultos. Investigaciones recientes demuestran que el uso problemático de internet no se mide únicamente por las horas de conexión, sino por el impacto observable en la vida emocional, social y académica de las personas.

Los datos son reveladores: el 29% de los jóvenes europeos presenta un uso problemático de redes sociales, cifra que asciende al 36% en el caso de las chicas. En España, las cifras son ligeramente superiores, y los adolescentes pasan más de cinco horas diarias en internet fuera del horario escolar, mientras que el 46% reconoce tener dificultades para reducir ese tiempo. Un estudio reciente de la Universidad Camilo José Cela señala que el 55% de los síntomas de ansiedad y el 52% de los de depresión están relacionados con la adicción a redes sociales, un hallazgo que subraya la urgencia de abordar este fenómeno desde una perspectiva clínica y preventiva.

El ecosistema digital y sus efectos en el bienestar emocional

El entorno digital actual está diseñado para captar y retener la atención. Las plataformas de redes sociales emplean estrategias basadas en recompensas rápidas, notificaciones personalizadas y algoritmos que alimentan la necesidad de validación externa. Este diseño no es neutral: responde a un modelo de negocio que prioriza el tiempo de permanencia del usuario sobre su bienestar psicológico.

Diversos estudios han identificado una correlación significativa entre el uso intensivo de redes sociales y el aumento de síntomas depresivos y ansiosos, particularmente en población adolescente. Las adolescentes son especialmente vulnerables, dado que el contenido que consumen está frecuentemente relacionado con estándares estéticos idealizados, validación social mediante "me gusta" y la presión constante por mantener una imagen pública impecable. Esta exposición continua favorece la comparación social ascendente, un proceso psicológico donde las personas se comparan con quienes perciben como superiores, lo que intensifica sentimientos de insuficiencia y baja autoestima.

Un análisis realizado en más de 1.000 adolescentes españoles reveló que las chicas puntúan significativamente más bajo en escalas de bienestar psicológico que los chicos (2,99 frente a 3,31), y perciben un impacto emocional negativo mayor derivado del uso de plataformas como TikTok e Instagram. Además, un 17% de los adolescentes europeos afirma que internet les ha generado problemas importantes en su vida cotidiana, cifra que alcanza el 19% en España.

FOMO: El miedo a perderse algo y sus consecuencias psicológicas

El fenómeno conocido como FOMO (Fear Of Missing Out) representa una de las manifestaciones más características del malestar digital. Este síndrome, caracterizado por una ansiedad persistente ante la posibilidad de perderse experiencias gratificantes que otros están disfrutando, impulsa a las personas a revisar compulsivamente sus dispositivos, incluso en situaciones sociales presenciales.

Aunque el FOMO no está clasificado como trastorno clínico en el DSM-5, la evidencia científica demuestra que está asociado con mayores niveles de ansiedad, estrés, baja autoestima, insatisfacción vital, fatiga emocional y síntomas depresivos. Entre los síntomas más comunes se encuentran: ansiedad cuando no se sabe qué hacen amigos y familiares, preocupación al ver que el entorno disfruta de actividades sin uno, frustración cuando no se puede acudir a un plan social, problemas de sueño por la necesidad de revisar el móvil incluso de noche, y dificultades de concentración en el trabajo o los estudios.

Un estudio sobre el FOMO señala que este fenómeno está correlacionado con un uso problemático de redes sociales y smartphones, niveles más altos de ansiedad y depresión, sentimiento de soledad, afectividad negativa, niveles más bajos de calidad de vida percibida, tendencia a la distracción, trastornos del sueño y disminución de la productividad.

Ciberacoso: Daño psicológico amplificado por la conectividad

El ciberacoso constituye uno de los riesgos más graves asociados al uso de internet. A diferencia del acoso tradicional, el ciberacoso se caracteriza por su alcance ilimitado, su persistencia en el tiempo y la dificultad para identificar al agresor, lo que genera en las víctimas una sensación de desamparo y pérdida de control.

Las investigaciones muestran que existe una clara asociación entre sufrir ciberacoso y un mayor riesgo de desarrollar depresión, ansiedad e incluso conductas suicidas, especialmente entre adolescentes. Las víctimas experimentan una variedad de impactos emocionales que incluyen: frustración, ira, tristeza, aumento de la angustia emocional, baja autoestima, aislamiento, estrés postraumático y, en casos severos, ideación suicida.

El daño emocional presenta un cuadro sintomatológico muy variado: sentimientos de ira y frustración, inseguridad, impotencia, indefensión, miedo, vergüenza, culpa, baja autoestima, falta de confianza en sí mismos, pérdida de confianza en los demás, irritabilidad, angustia, dificultades de concentración y rendimiento académico o laboral, somatizaciones, fatiga física y psicológica, trastornos del sueño, tristeza, ausencia de motivación por el desarrollo personal, problemas de comunicación, aislamiento y absentismo escolar y laboral.

Un hallazgo particularmente preocupante es que las consecuencias psicológicas negativas de la victimización por ciberacoso aumentan la posibilidad de victimización futura, creando un ciclo de vulnerabilidad donde el daño psicológico previo actúa como predictor de nuevos episodios de acoso.

Atención fragmentada: El coste cognitivo del consumo digital

El uso intensivo de pantallas tiene un impacto significativo en las capacidades atencionales y ejecutivas, especialmente durante periodos críticos del desarrollo cerebral. Un metaanálisis reciente encontró una correlación positiva entre las horas de utilización de pantallas y el riesgo de padecer TDAH, siendo los niños en edad preescolar particularmente vulnerables.

Un estudio canadiense observó que un exceso de pantallas en edad preescolar aumentaba 6 veces el riesgo de desarrollar problemas atencionales y 7 veces de presentar síntomas compatibles con el TDAH. Estos hallazgos sugieren que la exposición temprana a estímulos digitales puede interferir con el desarrollo de las funciones ejecutivas, habilidades primordiales para la autorregulación, el aprendizaje, el rendimiento académico y la salud mental.

En niños y adolescentes con TDAH preexistente, el uso de medios digitales exacerba los síntomas centrales del trastorno —falta de atención, impulsividad e hiperactividad—, pero también intensifica la conducta negativista desafiante, los problemas emocionales (ansiedad, depresión) y genera mayores déficits en la función ejecutiva en comparación con niños con TDAH sin uso problemático de internet.

La alternancia constante entre contenido rápido y estímulos visuales intensos reduce la tolerancia a tareas que requieren concentración sostenida. Este fenómeno explica por qué cada vez resulta más difícil leer sin revisar el teléfono o terminar una tarea sin interrupciones: el cerebro se adapta a lo que recibe de manera repetida, estableciendo un umbral de estimulación cada vez más elevado.

Casos prácticos: Realidades del uso problemático en adolescentes

Caso 1: Daniel, 17 años - Aislamiento y pérdida de rutinas

Daniel pasaba entre 20 y 24 horas diarias frente al ordenador, principalmente jugando a videojuegos, escuchando música y viendo series. "Me lo pasaba tan bien que se me iba el día entero sin darme cuenta. Si estaba 20 horas o más frente a la pantalla del ordenador era como si hubieran pasado veinte o treinta minutos", relataba. Su rutina consistía en levantarse, ocasionalmente ir al instituto, pasar el resto del día en su habitación y acostarse entre las 3 y las 6 de la madrugada.

Sus padres notaron que algo no funcionaba cuando Daniel comenzó a faltar sistemáticamente al instituto. "Nosotros no le pedíamos que sacara buenas notas, solo que cumpliera el horario escolar", explicaban. Pero ni rebajando al máximo las exigencias lograron que asumiera esa mínima obligación. La situación escaló a episodios de violencia verbal cuando intentaban sacarlo de la cama. Finalmente, asesorados por el orientador del instituto, iniciaron un programa de terapia grupal e individual que incluía a toda la familia. Actualmente, Daniel tiene limitadas a dos horas su tiempo de ocio digital y cuenta con un móvil sin datos.

Caso 2: Adolescentes riojanos - Uso de internet como regulador emocional

Una investigación realizada con 1.790 estudiantes riojanos de entre 14 y 18 años encontró que el 35% presenta un uso problemático de internet. Casi tres de cada diez adolescentes recurren a internet para escapar de la tristeza o para aliviar sus sentimientos negativos. El estudio reveló que el uso problemático de internet se relaciona directamente con dificultades emocionales y conductuales, conducta suicida, experiencias psicóticas atenuadas y síntomas depresivos.

Entre los riesgos identificados se encuentran el acceso a contenidos inapropiados (pornográficos, violentos, racistas, incitadores a la comisión de delitos o proclives a la aparición de trastornos de alimentación), la pérdida de privacidad, conductas narcisistas, el aislamiento, el contacto con desconocidos, ciberbullying, grooming y sexting.

Caso 3: Laura, 19 años - Adicción al móvil y redes sociales

Laura, estudiante universitaria de 19 años, presentaba adicción al teléfono móvil y a las redes sociales, con repercusiones significativas en sus relaciones familiares y su rendimiento académico. El caso evidenció cómo el abuso de la tecnología provoca una pérdida de capacidad de control y regulación emocional, afectando también a la memoria y las funciones ejecutivas.

Padres e hija siguieron inmersos en un programa de 120 horas de terapias grupales, más intervenciones familiares e individuales. El tratamiento integró a la familia en la recuperación, ya que en el caso de adolescentes con adicción a internet es importante la creación de una red social de apoyo presencial si ésta no está presente.

Estrategias basadas en evidencia para un uso equilibrado de la tecnología

Reducción del tiempo de conexión

Investigaciones recientes demuestran que reducir el uso de pantallas durante el tiempo libre a menos de tres horas semanales durante dos semanas mejoró significativamente la salud mental de niños y adolescentes. Un estudio realizado en adultos jóvenes (18-24 años) reveló que una desintoxicación digital de una semana produjo mejoras sustanciales: reducción del 24,8% en síntomas depresivos, 16,1% en síntomas de ansiedad y 14,5% en síntomas de insomnio. El 71% de los participantes reportó una mejor salud mental tras la desconexión.

Desactivar notificaciones, dejar el teléfono fuera de la habitación al dormir y establecer horarios fijos sin pantallas constituyen estrategias iniciales accesibles que pueden implementarse sin necesidad de intervención profesional.

Modificación de patrones de interacción

La calidad de la interacción digital importa tanto como la cantidad. Participar activamente en conversaciones significativas, comentar con criterio, elegir cuentas que aporten bienestar y revisar qué contenidos generan malestar para evitarlos son acciones que modifican el impacto que las plataformas tienen sobre el estado de ánimo.

Un estudio sobre adicción a redes sociales en universitarios encontró que el 40,5% tiene mala salud mental, el 57,5% presentó depresión, 56,4% ansiedad, 70,5% estrés y 77,3% mala calidad de sueño. Estos datos subrayan la importancia de implementar cambios cualitativos en los hábitos digitales.

Priorización del contacto presencial

El contacto físico provoca que el cerebro libere oxitocina, una hormona asociada al bienestar y la conexión social que reduce el estrés, la ansiedad y la depresión, al tiempo que fortalece los vínculos afectivos. La interacción presencial favorece la liberación de hormonas que estabilizan el estado de ánimo de manera más efectiva que la interacción digital.

Reservar tiempo semanal para encuentros reales nutre vínculos que reducen la soledad y el estrés. Actividades compartidas como juegos de mesa, cocinar juntos o pasear en familia fortalecen el apego y ofrecen un entorno emocional más saludable.

Activación de intereses fuera del entorno digital

Si el aburrimiento conduce sistemáticamente a las redes, es necesario identificar alternativas que aporten movimiento o creatividad. El deporte, especialmente en equipo, previene el riesgo de desarrollar ansiedad, depresión, dificultades de atención, aislamiento o problemas sociales. El ejercicio aeróbico de cierta intensidad, como la natación, mejora el estado de ánimo y potencia el aprendizaje y la memoria.

Actividades artísticas, lectura, proyectos manuales o pasatiempos que requieran concentración funcionan como válvula de escape y permiten que la atención respire. Observar la luna y las estrellas, crear un campamento en casa, organizar fotos familiares o realizar visitas a abuelos y tíos son actividades que fortalecen los vínculos familiares y estimulan la imaginación, especialmente en niños y adolescentes.

Prácticas de mindfulness y gratitud

La práctica de mindfulness puede mejorar el bienestar emocional y la regulación emocional, reduciendo síntomas de ansiedad y depresión, así como aumentando la satisfacción general con la vida. Al enfocarse en el aquí y el ahora, disminuyen los pensamientos negativos y las preocupaciones sobre el futuro o el pasado, reduciendo significativamente los niveles de estrés.

La gratitud ha demostrado ser especialmente efectiva para estimular sentimientos de felicidad. Expresar gratitud cambia literalmente la estructura molecular del cerebro, mantiene la materia gris funcionando y mejora la salud física y mental. Las personas que practican la gratitud presentan menos síntomas de ansiedad y depresión, además de mayor satisfacción con la vida. La evidencia científica demuestra la disminución de la frecuencia y duración de episodios depresivos en participantes que practicaron la gratitud, así como una mayor resistencia al estrés.

Recomendaciones específicas por edades

La Organización Mundial de la Salud y las principales asociaciones de pediatría han establecido pautas claras sobre el tiempo de pantalla recomendado:

0-6 años: No se recomienda el uso de ninguna pantalla. No existe cantidad segura de exposición a las pantallas antes de esa edad.

7-12 años: El máximo tiempo de uso recomendable es de una hora diaria, incluyendo el período escolar. No se debe tener acceso ilimitado a internet. Se deben establecer límites de contenido, tiempo y lugar de uso, supervisados siempre por un adulto.

13-16 años: Se recomienda un uso máximo de pantallas de dos horas diarias, incluyendo el período escolar. Es aconsejable la supervisión por parte del adulto, al menos con herramientas de control. Se debe limitar el acceso a internet y retrasar la edad de posesión del primer móvil inteligente.

Actualmente, los menores dedican una media de cuatro horas diarias al uso de pantallas fuera de las aulas, muy por encima de las recomendaciones de la OMS. Las personas en general pasan más de seis horas diarias frente a pantallas, lo que subraya la necesidad de intervenciones preventivas tanto individuales como familiares y escolares.

Programas educativos y prevención en el ámbito escolar

El gran reto en la actualidad es la detección temprana de aquellas personas en riesgo de desarrollar un uso problemático de internet. A diferencia de otras conductas adictivas, la intervención no debe basarse en la abstinencia, ya que muchas de estas actividades online son de uso habitual e incluso necesarias en diferentes contextos de la sociedad digital actual, sino que debe enfocarse hacia el aprendizaje de un uso adaptativo y funcional de la red.

En España se están implementando diversos programas educativos sobre salud digital. El programa Stay Healthy ofrece recursos audiovisuales, material teórico y actividades de trabajo activo adaptadas al currículo escolar de la ESO, con el objetivo de ofrecer herramientas a los adolescentes para promover el uso responsable de las nuevas tecnologías. La iniciativa Pantallas Saludables, impulsada por el Colegio de Médicos de Málaga y Fundación Unicaja, combina acciones de sensibilización, educación, prevención e intervención basadas en evidencia científica, con jornadas para médicos, charlas para familias en colegios y guías prácticas sobre acompañamiento digital.

Un estudio de cribado e intervención breve digital realizado en institutos españoles encontró que el 21,69% de los adolescentes estudiados se encuentra en fase de Acción o Mantenimiento, lo que significa que está intentando cambiar, o ha cambiado ya, su forma de usar internet. Estos datos indican la existencia de un apreciable nivel de motivación para cambiar los eventuales usos problemáticos de internet y muestran una interesante ventana de oportunidad para seguir trabajando en el diseño y aplicación de intervenciones dirigidas a prevenir o a reducir los riesgos del uso de internet en esta población.

Conclusión: Hacia una convivencia digital consciente

El desafío contemporáneo no consiste en demonizar la tecnología ni en promover su eliminación total, sino en desarrollar una relación consciente e intencionada con los dispositivos digitales. Las pantallas ofrecen acceso a información valiosa, posibilitan la comunicación con personas a distancia, facilitan el aprendizaje y proporcionan apoyo emocional en determinadas circunstancias. Sin embargo, cuando el uso se vuelve problemático, las consecuencias para la salud mental pueden ser graves y duraderas.

La evidencia científica es contundente: existe una relación directa entre el uso problemático de internet y el desarrollo de trastornos de ansiedad, depresión, dificultades atencionales y problemas de sueño, especialmente en población adolescente y joven adulta. Las adolescentes son particularmente vulnerables debido a dinámicas específicas como la comparación social constante, la presión por validación externa y la exposición a contenidos que afectan negativamente la imagen corporal y la autoestima.

Los datos también revelan que las intervenciones basadas en la reducción del tiempo de pantalla producen mejoras sustanciales en indicadores de salud mental en periodos cortos de tiempo. Desconexiones de apenas una semana pueden reducir los síntomas depresivos en un 24,8%, los síntomas de ansiedad en un 16,1% y los problemas de sueño en un 14,5%. Estas cifras demuestran que el cambio de hábitos digitales tiene un impacto inmediato y mensurable en el bienestar psicológico.

Construir una convivencia digital más consciente implica reconocer que el uso de tecnología no es una cuestión moralmente neutra, sino una práctica que requiere aprendizaje, autorregulación y, en muchos casos, acompañamiento profesional. Las familias, los centros educativos y los profesionales de la salud mental tienen un papel fundamental en la promoción de hábitos digitales saludables, especialmente durante la adolescencia, periodo crítico para el desarrollo cerebral y emocional.

Una relación equilibrada con la tecnología abre espacio para conectar con otras personas de manera presencial, para cultivar la atención sostenida, para disfrutar de actividades que regulan la mente de manera natural y para desarrollar una identidad basada en experiencias reales y no en la validación digital. En un contexto donde la tecnología es omnipresente, el verdadero progreso consiste en aprender a utilizarla sin que esta determine nuestro bienestar, nuestra autoestima o nuestra capacidad para estar presentes en la propia vida.


Palabras clave: internet, redes sociales, adicción
Tipo de trabajo: Post/Entrada de Blog
Área temática: Salud mental .

Universidad de Psicología de Salamanca

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