Los seres humanos somos realmente únicos , entre biología y emociones, entre lo orgánico y el intelecto premiados por la consciente motivación procreativa, atracción del congénere elegido y el apego empático y seguro de la pareja estable y perdurable. Nuestra innata peculiaridad existencial no queda sólo estacionada en el deseo físico como muchos opinan, ya deja de ser un mero instinto inamovible y se transforma en una impulsión controlable pues somos los entes vivientes con plena consciencia racional de nuestro existir terrenal.
Desde el punto de vista psicoanalítico la energía natural de la experiencia sexual es el motor esencial obligatorio para alcanzar la sanidad psicocoporal cuando en realidad el deseo es un derecho y oportunidad muy propios de cada individuo, más no la única motivación.
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