Aumentan los trastornos mentales mientras persiste la falta de recursos y profesionales
Artículo revisado por nuestra redacción
No hay salud sin salud mental. El Informe Nacional de Salud y el Libro Blanco de la Psiquiatría revelan que los trastornos mentales han aumentado casi un 50 % en el mundo desde 1990. España no es ajena a este incremento global. Un 29% de la población padecerá algún trastorno mental a lo largo de su vida. En su mayoría, aproximadamente un 95 %, se...
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No hay salud sin salud mental. El Informe Nacional de Salud y el Libro Blanco de la Psiquiatría revelan que los trastornos mentales han aumentado casi un 50 % en el mundo desde 1990. España no es ajena a este incremento global.
Un 29% de la población padecerá algún trastorno mental a lo largo de su vida.
En su mayoría, aproximadamente un 95 %, se trata de trastornos mentales comunes: ansiedad, cada vez más prevalente entre los jóvenes; depresiones leves, una de las principales causas de discapacidad mundial; trastornos del sueño, que deterioran la calidad de vida y siguen en aumento; y trastornos relacionados con el estrés. El resto corresponde a patologías graves como esquizofrenia, trastorno bipolar, depresiones mayores o trastornos de personalidad.
El aumento constante de los trastornos mentales, exacerbado por la Covid-19, ha disparado las tasas de depresión y ansiedad, aunque ha favorecido una mayor conciencia social y un crecimiento de las consultas especializadas. La Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM) insiste en la contradicción entre este incremento sostenido de los casos y la ausencia de un crecimiento paralelo en recursos .
Celso Arango , director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental, jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y Adolescente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y expresidente de la SEPSM, lo resume en que cada vez hay más ansiedad, insomnio y depresión, pero no más profesionales ni más dispositivos para atenderlos.
Manuel Martín Carrasco , expresidente de la SEPSM, defendió en el Congreso Nacional de Psiquiatría del año pasado, cuando todavía era el máximo representante de la Psiquiatría en España, que es imprescindible asignar recursos específicos para trastornos leves, sin comprometer la calidad de la atención a las patologías graves.
Por su parte, Marina Díaz Marsá , actual presidenta de la SEPSM, aclaró allí que, "el 60 % de los pacientes que necesitan tratamiento no lo están recibiendo", lo que evidencia la urgencia de reforzar el sistema.
Cada año se atienden en torno a 5,5 millones de consultas de atención especializada de psiquiatría en el Sistema Nacional de Salud (SNS). Esto supone que aproximadamente el 95 % de las consultas de psiquiatría tienen lugar en centros públicos.
Cada vez hay más ansiedad, insomnio y depresión, pero no más profesionales ni más dispositivos para atenderlos.
España cuenta con 12 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, frente a los 18 de media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De acuerdo con los datos de la SEPSM, para alcanzar una ratio óptima de 13-15, serían necesarios entre 370 y 565 nuevos psiquiatras al año hasta 2026.Pero, el reto es tanto cuantitativo como cualitativo.
La presión sobre la red asistencial genera listas de espera prolongadas, menor tiempo por paciente y riesgo de cronificación de cuadros que podrían resolverse con una intervención temprana.
Esta tensión estructural marca el trasfondo de todas las iniciativas y debates recientes en psiquiatría, desde los planes nacionales hasta la investigación tecnológica. Y, sin duda, estará presente en el próximo Congreso Nacional de Psiquiatría, que tendrá lugar en noviembre, en Zaragoza.
Psiquiatría digital
El último año ha sido decisivo para lo que se conoce como psiquiatría digital. En el citado Congreso se presentaron varios estudios que aplican inteligencia artificial (IA) al diagnóstico y tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), demostrando que los algoritmos pueden detectar patrones conductuales, anticipar efectos secundarios y personalizar la terapia.
La Semana Mundial del Cerebro, en marzo, abordó el papel de las nuevas tecnologías en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento. Aplicaciones móviles, telepsiquiatría y monitorización en tiempo real ya forman parte del arsenal clínico. No obstante, desde la SEPSM se advierte de que la tecnología no debe sustituir el vínculo terapéutico, sino integrarse con empatía clínica para evitar nuevas brechas de acceso.
En el terreno político, el Plan de Acción de Salud Mental 2025-2027, aprobado en abril, ha generado debate. El Gobierno lo ha impulsado como una hoja de ruta para reforzar la atención comunitaria y reducir internamientos forzosos.
Incluye líneas estratégicas sobre refuerzo de recursos humanos, impulso de la psicoterapia, reconocimiento de la especialidad en Psicología Clínica de la Infancia y Adolescencia, y fomento del apoyo mutuo entre pares. Plantea asimismo actualizar la cartera de servicios, promover la prescripción social y empoderar a los pacientes en sus derechos.
Díaz Marsá ha valorado que, tras el debate, se ha logrado que el enfoque del Plan de Salud Mental esté basado en el modelo biopsicosocial y que este se compromete a hacer grupos de trabajo para fomentar el incremento, en las comunidades autónomas, de unidades docentes acreditadas, así como del número de plazas acreditadas para aumentar la ratio de psiquiatras y psicólogos clínicos. A su juicio, no es un plan perfecto, pero sí mejor de lo que se planteaba inicialmente.
El 29 % de la población en España padecerá un trastorno mental a lo largo de su vida
La presidenta de la SEPSM ha manifestado que "ya solo falta" que la dotación presupuestaria inicial de 39 millones de euros para su despliegue "sea solo inicial", porque "claramente es insuficiente para poner en marcha todas las medidas que nuestro país necesita para subsanar las carencias en la atención de los trastornos mentales". Ha confiado en que, "siendo como es la salud un tema prioritario para todos", las comunidades autónomas redoblen su apuesta económica.
Expertos y sociedades científicas avisan de que, sin un aumento real de psiquiatras, psicólogos y enfermeras especializadas, el plan corre el riesgo de quedarse en papel mojado.
Prevención del suicidio
El suicidio se ha consolidado como el principal problema de salud pública en psiquiatría. Las cifras son elocuentes. Por cada muerte en accidente de tráfico, se producen dos suicidios. Por cada asesinato, hay 15 suicidios.
En el último año se han presentado avances prometedores en investigación en materias de terapia dialéctica conductual online, que podría ser tan eficaz como la presencial en la reducción de conductas autolesivas; biomarcadores en neuroimagen, capaces de identificar patrones cerebrales que predicen el riesgo de conducta suicida; y monitorización a través del móvil, que permite detectar cambios emocionales en tiempo real y activar protocolos de intervención inmediata. El futuro apunta a la combinación de psicoterapia, neurociencia y tecnología para salvar vidas.
El estigma sigue siendo uno de los grandes obstáculos. Afecta al acceso a recursos, a la investigación y a la vida cotidiana de quienes padecen un trastorno mental. La visibilidad en eventos científicos es un paso esencial para revertirlo.
España cuenta con 12 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, frente a 18 de media de los países de la OCDE
El estigma no solo golpea a los pacientes, sino también a los propios profesionales de la psiquiatría, a menudo infravalorados dentro del ecosistema sanitario. Combatirlo es clave para atraer nuevas vocaciones y fortalecer el sistema. La lucha contra el estigma adopta nuevos formatos, como la estrategia audiovisual, apelando a la empatía a través de historias reales más que de cifras. Por ejemplo, la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM) lanzó en febrero el cortometraje
Esto no me puede pasar a mí, que continúa la historia de Clara Dobao iniciada en Primavera intermitente, una actriz con trastorno bipolar que resurge de sus cenizas. Agregue una nueva trama para hacer comprender al espectador que la enfermedad mental no es "cosa de otros".
Todo el mundo tiene momentos en su vida en los que se siente triste o desdichado. Suele ser por un motivo concreto, no interfiere demasiado en la vida diaria y no suele durar más de una o dos semanas. Si estos sentimientos se prolongan durante semanas o meses o se agravan tanto que empiezan a afectar a todas las áreas de su vida, puede que esté ante una depresión que requiera de ayuda especializada. Más de 300 millones de personas la sufren en el mundo.
A pesar de que la prevalencia de la depresión está aumentando, aún existe la percepción errónea de que es un problema de actitud, no una enfermedad . Hay quien percibe a estos enfermos como personas débiles, que podrían hacer más por sí mismos e, indirectamente, vuelca en ellos toda la responsabilidad de lo que les ocurre.
Esta apreciación suele sostenerse en cierta banalización del problema, al confundirse con trastornos más leves del estado de ánimo como la tristeza, por la dificultad de realizar un diagnóstico certero y por el estigma social, que tiende a ocultar la realidad. La depresión es una enfermedad mental crónica que se puede tratar y que, en muchos casos, se cura. El diagnostico temprano y la adherencia al tratamiento son claves.
Con todo, se han dado pasos decisivos en innovación tecnológica, prevención del suicidio y sensibilización social. Eso sí, persisten déficits estructurales graves, como la escasez de profesionales y la sobrecarga asistencial.
