Uno de los hallazgos clave de estos estudios es que las emociones de alta excitación, como el miedo, tienden a acelerar el sistema de “reloj interno” tanto en humanos como en roedores. Esta aceleración puede estar vinculada al papel de la amígdala, una estructura cerebral que madura tempranamente y que es crucial para la detección y respuesta rápida a...
Uno de los hallazgos clave de estos estudios es que las emociones de alta excitación, como el miedo, tienden a acelerar el sistema de “reloj interno” tanto en humanos como en roedores. Esta aceleración puede estar vinculada al papel de la amígdala, una estructura cerebral que madura tempranamente y que es crucial para la detección y respuesta rápida a amenazas. En situaciones donde un estímulo es percibido como peligroso, la amígdala no solo procesa su naturaleza amenazante, sino también su dimensión temporal, lo que puede llevar a una sobreestimación de la duración de los eventos.
Sin embargo, la percepción del tiempo bajo miedo no depende exclusivamente de la amígdala. En humanos, factores como la atención y la autoconciencia también desempeñan un papel en la regulación de estas distorsiones temporales. Estas funciones están asociadas con la corteza prefrontal, una estructura que madura más tardíamente y que permite un procesamiento más elaborado de la información temporal. En este sentido, mientras que la amígdala permite respuestas rápidas y automáticas para la supervivencia, algunas distorsiones temporales específicas pueden requerir una intervención de procesos cognitivos superiores.
Los estudios en animales han permitido dilucidar aspectos evolutivos y neurobiológicos de estas distorsiones del tiempo. Comparaciones entre especies ofrecen una vía prometedora para comprender hasta qué punto estos mecanismos son universales o específicos de los humanos. Por ejemplo, aunque en roedores también se observa una aceleración del reloj interno bajo miedo, la falta de una corteza prefrontal altamente desarrollada sugiere que las modulaciones atencionales y metacognitivas en la percepción del tiempo podrían ser exclusivas de los humanos.
En conclusión, la investigación sobre la percepción del tiempo en contextos emocionales sugiere que, aunque la amígdala juega un papel clave en la distorsión temporal inducida por el miedo, la regulación de este efecto varía entre especies y depende del grado de desarrollo de estructuras cerebrales superiores, como la corteza prefrontal. En el futuro, los estudios comparativos podrían proporcionar nuevas perspectivas sobre la interacción entre emoción, percepción del tiempo y evolución cognitiva.
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