La Organización Mundial de la Salud (OMS) y Naciones Unidas ya habían alertado durante la pandemia de la ola de trastornos mentales que generaría el confinamiento. La Sociedad Española de psiquiatría advierte ahora que se ha detectado un aumento importante de trastornos mentales graves y muy graves con necesidad de hospitalización en niños de 10 a 18 años. La asistencia psicológica y psiquiátrica a los adolescentes se ha multiplicado, sobre todo la depresión, que en la juventud conlleva una multitud de síntomas, que a veces, se achacan a problemas hormonales o a problemas típicos de la edad.
Se apunta a que una de las causas de este aumento en la incidencia de trastornos mentales en los jóvenes se debe a que el confinamiento les ha coincidido con un momento evolutivo muy sensible, cuando se empiezan a tomar decisiones, a sentirse autónomos, salir con los amigos, los noviazgos, sentirse realizados… y todo ello se les ha impedido por Decreto.
Por su edad, no tienen capacidad cognitiva para relativizar porque aún no han madurado. No encuentran sentido a su vida, creen que no merece la pena, verbalizan deseos de muerte, su desesperanza, se vuelven más inseguros, tristes, impulsivos, se autolesionan y dejan de comer porque es la única forma en la que sienten que tienen control sobre su cuerpo.
Son seres muy dependientes de su actividad social y se les obligó a romper con todo a una edad complicada. En general, su estado de ánimo se ha visto resentido y algunos han encontrado refugio en las pantallas. Ahora, tras el confinamiento, les cuesta más incorporarse a sus rutinas.
Una gran parte de los jóvenes está dando rienda suelta a una libertad que no tuvieron durante meses, mientras asistían a clases, y están tomando actitudes poco cívicas que han disparado los casos de COVID-19, como ese macrobrote surgido en Mallorca, donde se juntaron demasiados estudiantes de todos los puntos de España.
Y es que hemos educado a los jóvenes en el yo, mi, me, conmigo. Por eso les cuesta tanto ponerse en el lugar de los mayores. Hemos creado sociedades infantilizadas, cuando el mensaje a transmitir sería, que no sean consumidores, sino que sean ciudadanos y que se comprometan con los demás.
Ha faltado pedagogía por parte del Gobierno y las comunidades autónomas para explicar el levantamiento del uso de las mascarillas en el exterior y ha vuelto a repetirse la carencia en cuanto al alcance que tienen actualmente los contagios, con una variante delta que está desplazando a la alfa y que tiene una mayor transmisibilidad. Tanta que hay más supercontagiadores con la nueva variante, tal y como estamos constatando con ciclos de PCR muy bajos, que no habíamos observado en ninguna de las olas anteriores.
Nos movemos entre la dificultad, la inestabilidad y la vulnerabilidad. No estamos gestionando bien este tiempo de incertidumbre, ya que nos gusta anticiparnos y tener controlada nuestra propia vida. Esto genera mucha inseguridad y neurosis que tiene un coste que acabaremos pagando. No todo el mundo podrá superar las consecuencias de la pandemia, hay muchos que sufren lo que ahora se conoce COVID persistente y del que nada se sabe de su evolución a largo plazo.
El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.