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Confesiones de un psiquiatra en torno a lo público y lo privado y la psicosis



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Noticia | 31/08/2022

Mi madre fue sin duda la persona que más me enseñó del lenguaje. Seguramente esta aseveración la podrían hacer la mayoría de los seres humanos. En mi caso, tiene un matiz especial, pues mi progenitora dedicó su vida profesional a la enseñanza de la lengua castellana a alumnos de secundaria y bachillerato. Había estudiado Filología Hispánica y creo que fue tan buena profesora como madre y persona. Eso sí, estricta. Que no se te escapase un laísmo comiendo que la bronca era mayor que si lo que se te escapaba era un regüeldo.


Mi padre es, con diferencia, la persona de la que más psiquiatría he aprendido. La muerte y la locura, dos de las cuestiones que más aterran al ser humano, resultan en cierto modo fascinantes. También suelen ser tabús en prácticamente todas las culturas y la mayoría de ámbitos. Sin embargo, si te dedicas a la psiquiatría o a las pompas fúnebres, los muros lingüísticos que suelen aislar estos sórdidos temas, se encuentran resquebrajados y resulta que mi padre se ha dedicado a la psiquiatría.


Desde niño me he encontrado rodeado de conversaciones relacionadas con la dichosa especialidad médica, lo que sin duda ha tenido una influencia crucial en mi elección de estudiar, la carrera de medicina primero y de especializarme en psiquiatría después. El aderezo de la pasión por la lengua castellana transmitido por vía materna, ha debido incentivar en mi persona la atracción y deriva hacia las psicoterapias en general y hacia las enseñanzas del galo Lacan en particular.



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Hace unas semanas, en una conversación con mi padre, dije “dijere”. Un tanto sorprendido, me replicó que no existía tal forma verbal; yo le insistí en que sí y finalmente, fue el omnipresente google (permítanme que le robe al menos la mayúscula) quien nos sacó de dudas, confirmando que el palabro es, efectivamente la primera persona del singular del futuro simple subjuntivo del verbo decir. O sea, algo no dicho pero que potencialmente se dirá. Los sujetos parlantes hemos dicho esto o aquello: yo ahora digo “digo”, pero mañana ¿qué dijere? Tal vez debiera eliminarse el futuro simple conjuntivo, pues no puedo saber lo que diré (ni siquiera si estaré para decirlo), o cuando menos sería deseable restringir su uso al máximo, empleando mucho más la presunción de que algo va a ser dicho, y ojo, que hoy digo esto y es probable que en cuatro días estuviere diciendo justo lo contrario, pues así somos también los sujetos parlantes: dialógicos, contradictorios, duales, en definitiva humanos.


Este introito léxico tiene por objeto ir penetrando en un pensamiento que me gustaría compartir, habiendo surgido la oportunidad recientemente cuando un colega de Navarra me ofreció publicar algo en una newsletter que tiene. Newsletter: sustantivo desconocido para mí hasta que me lo mencionara el colega. Vuelvo nuevamente al buscador cibernético por antonomasia y descubro que se trata de un boletín informativo que envía publicaciones de forma periódica a quienes estén suscritos a la tal “noticiascarta”. La invitación del colega surge a raíz de que contacta conmigo tras leer una entrevista que me hicieron hace poco en la Voz de Galicia. A su vez, la entrevista, nace del deseo de un periodista de conocer mi opinión acerca de la terapia electroconvulsiva y de las contenciones mecánicas. Entrevista telefónica grabada, en la cual le expongo al periodista que creo que está mezclando churras con merinas. Lo entiende a la perfección y decide separar las publicaciones, momento en el que me plantea que una de ellas puede ser la entrevista que hemos mantenido. Doy mi conformidad, se publica la entrevista y empiezo a recibir opiniones diversas.


El colega de Navarra de la newsletter me habla de identificación conmigo en un momento vital de su pasado, alaba mis decires en la entrevista y me propone escribir algo, que viene siendo esto, con objeto de que las nuevas generaciones de personas que ejercen la psiquiatría, sean conscientes de la importancia de las psicoterapias frente al modelo imperante en las dos últimas décadas: el organicista, cartesiano, clasificatorio, biologicista y, sobre todo, científico.


Con la ciencia hemos topado, amigo Sancho, creo yo que dijere Don Alonso de Quijano de haber vivido sus gestas en esta época y no en la suya, pues parecería que ha venido, la ciencia digo, a sustituir a la iglesia en esto de ostentar la verdad oficial. En fin que conectamos muy bien el colega de Navarra y yo y además coincidimos en la especial eficacia que ambos percibimos en las grupales dentro de todas las terapias. Un grato encuentro y un sí a su propuesta de escribir lo que tú, lector, ahora lees. Me sugiere que hable de lo que me ha motivado a dejar de ejercer la psiquiatría en el sistema sanitario público y dedicarme más a la psicoterapia y me parece bien.


Me siento frente al ordenador para empezar el escrito y una primera resistencia aparece: pero si esto que voy a escribir ya está dicho en la entrevista. No voy a repetir lo mismo y, además, no siento que tenga nada que decir ahora mismo respecto a esta cuestión. Me dispongo a mandarle un wasap al colega explicando lo que me ocurre, pero en ese momento, aparece el diálogo interno que nos convierte en eternos sujetos parlantes: bueno, sí, sí que hay algo que decir. Al fin y al cabo, la entrevista se hizo, se publicó, se comentó, y mi “ahora” no es el mismo que el “ahora” en el que el periodista y yo estuvimos charlando un par de horas. Tiro del hilo.


Me pregunto ¿qué te parece lo que ha opinado la gente de la entrevista? Me escucho. La mayoría de mensajes recibidos por canales diversos me hablan de valentía, de honestidad y de gratitud por denunciar un sistema que fracasa al atender a los psicóticos. También hay algunas críticas: “no se vale bajarse del barco y luego criticar sus defectos”. Se me señalan contradicciones: “tú decías que había que priorizar la atención a los psicóticos más desfavorecidos cuando trabajabas en la pública y ahora generas un espacio terapéutico del que esas personas están excluidas”.


Intento contemplar las opiniones poniendo toda la distancia que puedo del ego. Releo la entrevista desde esta perspectiva. Encuentro yo mismo ciertas contradicciones que no me han señalado, pero que están: hace algo más de dos años estaba dando cursos de contención mecánica en un Hospital General y ahora salgo en un periódico diciendo que esta es una técnica a extinguir. Mi ego se avergüenza, el yo desde el que estoy mirando todo el asunto se ríe y compadece: otro sujeto parlante en su eterna contradicción.


Buceo un poco más en la autocrítica y me viene a la cabeza un paciente con una psicosis muy grave que he visto la semana pasada. Le están poniendo un inyectable de antipsicótico cada 28 días. Tiene un pensamiento desorganizado, muy escasa conciencia de enfermedad, una conducta claramente autodestructiva y los padres confirman que desde que se empezó a poner el inyectable todo eso ha mejorado. No me sorprende. Lo he prescrito yo decenas (tal vez centenas) de veces. Y en la entrevista le llamo a eso “camisa de fuerza química”. Y a este paciente, y a sus padres les digo que no creo que una terapia conmigo vaya a ayudar porque creo que es lo más honesto que les puedo decir, y les recomiendo que sigan con la presunta camisa de fuerza química. Mi yo más desapegado se descojona ya llegados a este punto de mi ridículo ego. ¿Dijo dijere o diré que no dije? Igual da, el lenguaje seguirá vivo, contra-diciendo al margen de los deseos, miedos y vergüenzas del ego que encarno.


Y todo ese diálogo tiene un sentido en sí mismo, pues no son sino las ideas de Platón jugando a través de nuestros decires, de nuestras réplicas, de nuestros hashtags, de aquel escrito que publicó fulano, del comentario malicioso de mengano o del silencio del de enfrente. Me intereso por el tono de mi ego en la entrevista. Por el afecto. Es agrio. Hay crítica y hay un cierto enfado. Y miedo, escondido, pero también está asustado ese ego. Parece que me marcho del sistema público de salud porque no trata bien a los enfermos mentales. En parte puede ser, pero no es lo más genuino desde donde lo veo ahora, y además no es del todo justo. En los veinte años que he trabajado en esto he tratado, junto a muchos colegas de mejorar y dignificar la vida de los psicóticos.


Los que se quedan y lo van a seguir intentando tienen mucho mérito. Y se merecen todo mi reconocimiento. Y mi persona se va porque siente que está siendo dañada por la impotencia de no conseguir un objetivo: ver resultados claros de mejora en la asistencia a los psicóticos.


Se podrían mejorar cosas, se podrían implementar medidas determinadas y, de hecho, se está intentando. Un amigo que ejerce en Barcelona está siendo pionero en nuestro país en la creación de Unidades de Corta Estancia de puertas abiertas. Un ejemplo para quitarse el sombrero. También hay otras que se podrían poner en marcha pero están estancadas, y sí, eso es denunciable. Pero no es eso lo que más asusta y enfada al ego del entrevistado, no. Lo que más moviliza ese ego es la impotencia frente a la psicosis.


En la entrevista se desplaza buena parte de mi frustración hacia el sistema, pero, si profundizo en la idea, lo que me asusta, me da miedo y me hace sentir completamente impotente a nivel profesional es la falta de respuesta (mía y generalizada) ante esta grave entidad que padece aproximadamente una de cada cien personas y que ni siquiera me atrevo a describir como una patología.


Así pues, no sé lo que dijere en un año o dos, pero hoy, lunes ocho de agosto de dos mil veintidós, a todos los que estáis en la trinchera, lidiando con las personas y sus familias afectadas por ese bárbaro monstruo que modifica de un modo incomprensible la mente de no pocos humanos, os digo: GRACIAS por seguir ahí, alguien tiene que hacerlo. LAMENTO no poder seguir acompañándoos en este momento, pero he de cuidarme yo. POR FAVOR, no olvidéis que se sabe muy poco del enemigo al que os estáis enfrentando. Y CUIDAOS, que esta lucha pasa factura y a veces no nos damos cuenta en nuestro afán por cuidar al prójimo. No os olvidéis de vosotros mismos. HASTA SIEMPRE.
 

Enlaces:
https://www.gogrupos.com/


Palabras clave: psicosis, psiquiatría
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Comentarios de los usuarios


La psiquiatría en general y los que nos dedicamos a los comportamientos problemáticos como es mi caso, las adicciones y sus comorbilidades, que compartimos frecuentemente. Sois o somos quizás los primeros llamados a cambiar y seguir empujando hacia un cambio de paradigma de las llamadas enfermedades crónicas humanas, porque todo es comportamiento o respuestas ya sean visibles o conductuales o sean en apariencia invisibles físicas u orgánicas (obesidad, asma, enfermedades auto inflamatorias, diabetes, hipertensión, etc). En este enfermar crónico con millones de victimas, la ciencia médica moderna ultra especializada nos colocan como observadores de las diferentes caras de este enfermar crónico, tras ser acordado entre las mas de 100 diferentes especialidades. Separaciones artificiales de lo que parece solo evidente y cada día hay mas demanda para continuar troceando aún mas este enfermar, nadie va a ver o entender de verdad el bosque, que es lo que está enfermando. Este parece ser el camino de la llamada Ciencia de precisión que no tiene sentido, salvo que trabaje para un bien superior, como que nadie mire hacia el sistema antisocial y estresor que nos controla. Mientras mas nos reduzcan la mirada, solo veremos un punto y que será el punto final. La ciencia médica de precisión parece haberse convertido en la bíblica Torre de Babel donde nadie se entendía. Bienvenido tus reflexiones sobretodo muy humanas y por desgracia reales. Saludos alegres del neandertal de Sevilla

Jose Luis Frias Pulido
Médico - España
Fecha: 01/09/2022


Buenas noches, muy interesante, y entendible incluso a dar la razón, al momento un tratamiento aceptado y adelante en el tiempo hay mejores ofertas, nada es estático, creo q todo cambia para bien

Norma Morán Molina
Médico - México
Fecha: 01/09/2022



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