Hoy en día existen demasiadas exigencias en cuanto a nuestro tiempo, sin contar con el que creemos que es necesario para descansar o relajarnos. En muchas ocasiones, para intentar abarcar todos nuestros planes y responsabilidades sacrificamos el sueño. Sin embargo, el sueño afecta a la salud tanto física como mental, es fundamental para nuestro bienestar.
La capacidad de formar memoria es imprescindible para la adaptación estratégica de un organismo a las cambiantes demandas ambientales. El sueño se define como un estado natural y reversible de respuesta reducida a los estímulos externos e inactividad relativa, acompañado de una pérdida de conciencia. La privación del sueño y las interrupciones causan graves problemas cognitivos y emocionales, desregulación de temperatura y peso y, en última instancia, infecciones y lesiones tisulares.
Más de un siglo de investigación ha establecido el hecho de que el sueño beneficia la retención de la memoria. Las teorías actuales destacan un papel activo para el sueño en el que los recuerdos se someten a un proceso de consolidación del sistema. Específicamente, los hallazgos más nuevos caracterizan el sueño como un estado cerebral que optimiza la consolidación de la memoria, en oposición a que el cerebro despierto está optimizado para codificar los recuerdos.
Se ha propuesto que el sueño sirva como una función de restauración de los recursos energéticos y la reparación del tejido celular, la termorregulació, la regulación metabólica, las funciones inmunitarias y la plasticidad neuronal.
Las funciones de memoria comprenden tres subprocesos principales: codificación, consolidación y recuperación. Durante la codificación, la percepción de un estímulo da como resultado la formación de un nuevo rastro de memoria, que inicialmente es muy susceptible a las influencias perturbadoras y el olvido. Durante la consolidación, el rastro de memoria lábil se estabiliza gradualmente para fortalecer e integrar la memoria en redes de conocimiento preexistentes. Durante la recuperación, se accede a la memoria almacenada y se recupera.
Mientras que el cerebro despierto está optimizado para el procesamiento agudo de estímulos externos que implica la codificación de nueva información y la recuperación de memoria, el cerebro dormido proporciona condiciones óptimas para los procesos de consolidación que integran la memoria recién codificada en un almacén a largo plazo. A nivel neuronal, se cree que la formación de la memoria se basa en el cambio en la fuerza de las conexiones sinápticas en la red.
Existe la hipótesis, evidenciada de forma consistente, de que el sueño REM contribuye a la consolidación de la memoria. Por tanto, un sueño suficientemente duradero y profundo, que consista en varias fases REM favorece de forma significativa el fortalecimiento de la memoria.
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