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Primeros auxilios psicológicos y prevención de la conducta suicida en el trabajo

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Artículo para difusión | Fecha de publicación: 31/10/2025
Artículo revisado por nuestra redacción

Resumen Enrique Daniel Escobar Gómez y Andrés Lucero Leiva sostienen que la prevención del suicidio en el entorno laboral constituye uno de los desafíos más urgentes para las organizaciones contemporáneas, donde el bienestar psicológico ya no puede considerarse un complemento, sino un componente estructural de la seguridad, la productividad y la &...



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Resumen


Enrique Daniel Escobar Gómez y Andrés Lucero Leiva sostienen que la prevención del suicidio en el entorno laboral constituye uno de los desafíos más urgentes para las organizaciones contemporáneas, donde el bienestar psicológico ya no puede considerarse un complemento, sino un componente estructural de la seguridad, la productividad y la ética organizacional. La Superintendencia de Seguridad Social de Chile (Suseso, 2025) ha señalado que un entorno de trabajo saludable contribuye directamente al bienestar mental y, por tanto, a la reducción del riesgo suicida. Este reconocimiento normativo implica un cambio cultural profundo, en el cual la salud mental pasa a ser una responsabilidad compartida entre instituciones, liderazgos y comunidades laborales. Desde la perspectiva de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2023), los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) son una herramienta esencial para mitigar los efectos de crisis agudas en contextos laborales. Su programa “Apoyo psicosocial en el lugar de trabajo” plantea que los PAP constituyen una oportunidad concreta para reducir o prevenir los riesgos psicosociales. Estos auxilios actúan como primer nivel de contención emocional, permitiendo estabilizar a la persona afectada, escucharla empáticamente y vincularla con los recursos de apoyo adecuados. Inspirados en la tríada propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2011) —“observar, escuchar y vincular”—, los PAP no sustituyen la atención profesional, sino que la preceden y complementan, asegurando una intervención temprana. En este marco, Hernández-Cervantes (2023) subraya que los PAP son una práctica basada en la evidencia, útil para la disuasión del suicidio siempre que se respeten sus componentes esenciales. Los autores los entienden como una estrategia de promoción de la salud y de resiliencia, que permite prevenir secuelas psicológicas en individuos y grupos expuestos a trauma o estrés agudo. En el trabajo, los PAP se transforman en una expresión ética del cuidado, donde reconocer la vulnerabilidad humana no es signo de debilidad, sino un acto de humanidad compartida. El “Manual de prevención del suicidio en el trabajo” del National Office for Suicide Prevention (HSE, 2025) sostiene que las estrategias más efectivas son aquellas implementadas transversalmente en la sociedad y dentro de los lugares de trabajo. Los entornos laborales, por su convivencia diaria, facilitan la detección temprana de señales de riesgo —cambios de ánimo, aislamiento, irritabilidad o disminución del desempeño—. Por ello, la formación en PAP fortalece la capacidad de las y los trabajadores para identificar y responder ante personas en distrés suicida, haciendo de los equipos laborales comunidades de apoyo. La Ley 21.331 sobre derechos en salud mental en Chile reafirma esta obligación al establecer que las instituciones deben asegurar planes de intervención en crisis psicoemocionales y disponer de equipos interdisciplinarios capacitados. En consecuencia, los autores proponen la implementación transversal de protocolos de PAP, de manera que cada nivel jerárquico esté preparado para contener, reducir riesgos psicosociales y activar redes de derivación oportuna. Los resultados empíricos apoyan este enfoque. En una revisión sistemática, Milner, Page, Spencer-Thomas y LaMontagne concluyeron que los programas de prevención del suicidio en el trabajo generan efectos beneficiosos medibles, reduciendo muertes y mejorando el clima organizacional. Modelos como Mates in Construction (Australia) y Working Minds (Estados Unidos) combinan la capacitación en PAP con campañas antiestigma y redes de apoyo entre pares, demostrando que el acompañamiento colectivo salva vidas. La Asociación Estadounidense de Hospitales (AHA, 2022) identifica tres factores centrales en el riesgo suicida del personal sanitario: el estigma hacia la salud mental, la escasez de recursos de apoyo y los estresores laborales crónicos. Recomienda, por tanto, formar a las y los trabajadores en Primeros Auxilios Psicológicos y de Salud Mental, y promover campañas que normalicen el diálogo sobre sufrimiento psíquico. Esta orientación coincide con los principios de programas como Mates en Minería (2023), donde la solidaridad y la vigilancia colectiva son pilares de prevención. El enfoque mateship —ser compañero o amigo— supone un tránsito del modelo clásico de “búsqueda de ayuda” hacia el de “ofrecimiento de ayuda”. En este, los propios compañeros actúan como Gatekeepers (guardianes o centinelas): personas entrenadas para reconocer señales, ofrecer contención y activar la cadena de apoyo profesional. Este modelo fortalece la prevención secundaria, reduce el estigma y construye una cultura de seguridad psicológica. Según Mates en Minería (2023), “aumentar la capacidad de las comunidades laborales para reconocer y responder ante conductas suicidas es esencial para reducir las tasas de suicidio”. La seguridad psicológica, concepto introducido por Amy Edmondson (Harvard Business School), se define como “la creencia de que nadie será castigado o humillado por plantear ideas, preguntas o errores” (OIT, 2023). Escobar y Lucero vinculan esta noción con la ética del cuidado, subrayando que prevenir el suicidio requiere entornos donde sea legítimo y seguro hablar del sufrimiento. La apertura al diálogo sobre el malestar no solo previene crisis, sino que refuerza la cohesión, la confianza y el sentido de pertenencia. En Chile, la Circular N° 3873 de la Suseso (2025) formaliza los PAP como parte del marco preventivo obligatorio. Establece que las empresas deben capacitar a su personal en primeros auxilios de salud mental, prevención del suicidio y apoyo emocional, en coherencia con la Ley N° 21.643 sobre violencia y acoso laboral (Ley Karin). Este paso normativo reconoce explícitamente que el suicidio laboral es un riesgo psicosocial prevenible, y que la resiliencia colectiva puede cultivarse mediante prácticas institucionales de cuidado. Así, los PAP se transforman en un puente entre la sensibilidad humana y la gestión organizacional del riesgo. Hernández-Cervantes (2023) describe los PAP como una ayuda inmediata, práctica y no intrusiva destinada a restaurar el sentido de control y dignidad de quien sufre. Desde esta perspectiva, el PAP no es solo un protocolo técnico, sino una intervención ética y humanizadora. Su eficacia radica tanto en la acción rápida como en la empatía del gesto: escuchar sin juzgar, acompañar sin invadir y ofrecer un camino de apoyo sin imponer soluciones. Los autores enfatizan que la prevención del suicidio laboral exige una alianza entre ciencia, derecho y sensibilidad institucional. En el nivel macro, las políticas públicas deben asegurar regulaciones y financiamiento para programas de PAP; en el nivel micro, las organizaciones deben fomentar liderazgos empáticos y redes de apoyo interno. Cada conversación, gesto o derivación oportuna forma parte del tejido protector que puede salvar vidas, porque, como recuerda la OMS (2006), “la prevención del suicidio es responsabilidad de todos”. En síntesis, Escobar y Lucero argumentan que los Primeros Auxilios Psicológicos constituyen el eslabón inicial de un sistema integral de prevención, al permitir una respuesta inmediata, práctica y humana ante el sufrimiento laboral. Su integración con programas de Gatekeepers y con la formación en seguridad psicológica crea un nuevo estándar organizacional que combina productividad con bienestar. La experiencia internacional y la normativa chilena convergen en una misma dirección: reconocer que hablar del sufrimiento en el trabajo no es una debilidad, sino una forma de cuidado colectivo y madurez institucional. La columna concluye que la verdadera modernización de la gestión de personas pasa por medir no solo el rendimiento, sino también el sufrimiento. Las organizaciones que adopten los PAP como práctica estructural no solo evitarán tragedias, sino que fortalecerán su tejido humano, generando espacios laborales más justos, solidarios y sostenibles. En palabras de los autores, transformar el trabajo en un lugar donde sea seguro hablar del dolor es también transformar la cultura de la productividad en una cultura de humanidad.

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