Autor/autores:
Edmund Sonuga-Barke y Pasco Fearon
El uso del bloqueo para frenar la propagación de COVID-19 no ha tenido precedentes en su escala, alcance y duración a pesar de las primeras predicciones de que tal medida tendría un impacto negativo en la salud mental y el bienestar de muchos jóvenes y sus familias. Desde una perspectiva de psicopatología del desarrollo, los efectos directos e indirectos de los ...
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El uso del bloqueo para frenar la propagación de COVID-19 no ha tenido precedentes en su escala, alcance y duración a pesar de las primeras predicciones de que tal medida tendría un impacto negativo en la salud mental y el bienestar de muchos jóvenes y sus familias.
Desde una perspectiva de psicopatología del desarrollo, los efectos directos e indirectos de los daños relacionados con el encierro a la salud mental de los jóvenes eran predecibles: los efectos directos, por ejemplo, se deben al impacto psicológico negativo del aislamiento social y el confinamiento en los niños; Los efectos indirectos se ejercen a través de impactos negativos en la salud mental y el bienestar de la familia y los padres.
También se predijo desde esta perspectiva que estos efectos variarían de una persona a otra; con individuos vulnerables con condiciones preexistentes y aquellos que viven en entornos de alto riesgo corren un riesgo particular. Se ha presumido que tales efectos negativos, si ocurren, serían limitados en el tiempo y que todo volvería a la normalidad una vez que terminaran los bloqueos. Pero este no es necesariamente el caso.
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