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HÉCTOR ABAD FACIOLINCE y MERCEDES NAVÍO.

Fecha Publicación: 03/10/2024
Autor/autores: Literariamente: Literatura y salud mental

RESUMEN

Las traiciones de la memoria fue el tema que abordamos en nuestro encuentro LiterariaMENTE de junio, en el que participaron el escritor HÉCTOR ABAD FACIOLINCE y la psiquiatra MERCEDES NAVÍO. El ciclo LiterariaMENTE está organizado
conjuntamente por la Fundación Manantial y el Hospital Ramón y Cajal, con la colaboración de Cultura en Vena y el patrocinio de Lundbeck.

Mercedes comenzó hablando del privilegio de poder hablar con Héctor. Explicó cómo la literatura ya sea leída o escrita es una forma de recrearse y de contarse de manera distinta el mundo y quiénes somos. Así, según ella, se logra cierta distancia y
perspectiva. Cree que toda la literatura tiene que ver con la recreación de un dolor y una soledad existencial. Héctor continuó diciendo que se sentía tranquilo al lado de Mercedes y que él, aunque tratara de disimular, se consideraba algo ansioso e
inseguro. Aseguró que pone en la escritura un filtro entre su psiquis y lo que él mismo va pensando… Sobre el título del libro de Mercedes, Felices los normales, dice que le recuerda a un poema de Borges: “felices los felices” ... El cree que cuando escribe hay dos movimientos del espíritu: uno hacia dentro, como de ensimismamiento y otro hacia fuera, que le gusta llamar el enajenamiento.

En los lectores, esos movimientos están invertidos. El lector empieza un libro y se aleja de su vida, del ruido, de las
preocupaciones… y luego tiene un movimiento hacia dentro.
Sobre el tema de la memoria, dijo que él era un olvidadizo y que tenía muchos descuidos. Cuando ocurre algo duro en la propia vida, decía, ocurren dos movimientos del espíritu: al principio, querer olvidar y luego cuando ese olvido se consolida
demasiado hay que repasarlo y revivirlo con cierto cuidado. A él le pasó con El olvido que seremos. Mercedes estaba de acuerdo y resumió cómo el pasado es un delicado equilibrio entre los excesos del olvido y los abusos de la memoria. Definió a la consulta como aquel lugar donde se daba la alquimia equivalente a ese doble movimiento del espíritu del que hablaba Héctor. El profesional tiene que descentrarse de sí mismo y tiene que saber colocar el ego y ponerlo al servicio del otro para vincularse, de tal manera que el otro pueda contarse su problema de forma diferente. Se refería a las narrativas saturadas con las que las personas se cuentan su historia con mucho dolor y gran fijeza y donde no es posible el descentramiento ni la versatilidad.
Héctor habló del peligro de los escritores en caer en cierto narcisismo y darle al yo una importancia que no tiene. Aseguró que cuando podemos empezar a reírnos de esta perpetua preocupación por nuestras preocupaciones, todo tiene una nueva
dimensión. La ficción produce un efecto liberador muy agradable para esta finalidad.

En ese sueño de contar una ficción, los lectores se encuentran en ese relato que saben que no es verdad, pero se lo creen. El escritor tiene que convencerlos de que es verdad. Mercedes continuó explicando cómo el profesional de salud mental tiene que
establecer un baile en el que hay un cambio continuo y frecuente entre la lente de cerca y la lente de lejos. El terapeuta tiene que poder objetivar lo suficiente para hacer una formulación de lo que le puede pasar a la persona, pero a la vez subjetivar para
que ese encuentro y vínculo sean palanca de cambio.Decía Mercedes que el dolor es un gran tirano que produce una necesidad de repliegue al mundo interior. Las personas cuando cuenten su dolor en consulta tienen una vivencia de injusticia grande. La elaboración del duelo conlleva la posibilidad de elaborar un relato que rescate lo genuino de ese sufrimiento, pero permita separarse un poco de él, recrearlo y colocarlo de manera diferente. Por eso, es importante ese encuentro intersubjetivo.

La vivencia de ese dolor se actualiza en ese lugar seguro donde una persona no es tu agresora. Eso permite, en parte, aminorar el sufrimiento.
Lo peor del sufrimiento es que no haya testigos, esa es la mayor experiencia traumática. La literatura y la psiquiatría son medios para que esa alquimia pueda darse y podamos sentirnos acompañados. En definitiva, recrear los puentes que se han roto con nosotros mismos y con los demás, aseguraba.
Héctor explicaba cómo, a veces, existe una sensación de culpa cuando nos pasa algo. A veces el trauma es fruto de la maldad de alguien que te hizo algo malo y violentó a varios de tu alrededor. El hecho de sobrevivir a eso hace que uno se pregunte por qué yo sigo y otros no. Pareciera que no nos merecemos estar vivos por la injusticia de que otros estén muertos, comentó. Por su parte, Mercedes contestó la necesidad de la recreación de los tres puentes: con nosotros, el otro, y el mundo como un lugar seguro en el que injusticias de este tamaño no se produzcan. La vivencia de trauma conlleva una culpa independientemente de si ha habido una intención. El sentimiento de culpa forma parte de ese repliegue interno en el que nos refugiamos y forma parte de dinámicas de chivo expiatorio. Cuando una injusticia así se produce, alguien debe tener la culpa. Amos Oz, cuando relataba en Una historia de amor y oscuridad el suicidio de su madre, dijo: “primero culpé a mi padre, luego me culpé yo y
luego la culpé a ella”. La vivencia de culpa es algo que se activa de manera instintiva. El fenómeno de culpa es una experiencia universal con tintes diferentes. La alquimia entre memoria y olvido que decía Primo Levi es el recorrido de un camino difícil. En el proceso terapéutico hay un baile entre paciente y terapeuta en el que se transita de la culpa a la responsabilidad. Una transición que permite abandonar el relato de víctima por otro de nosotros mismos, como supervivientes, donde abrazamos la pérdida desde la responsabilidad y no desde la culpa.
Héctor habló de la necesidad de alegría y de felicidad que se encuentra uno en un libro. Habló de lo necesario de ser capaces de meternos en el camino de risa, alegría, de disfrutar de la vida. No quedarse siempre metidos en la ofensa. Ser capaces
de sobrevivir y refugiarse en el baile, de conversar o de comer juntos. Hay cosas maravillosas en la vida, aseguraba. Es responsabilidad de la literatura no estar siempre en el movimiento quejumbrosos del espíritu, sino en el movimiento gozoso de la vida. Mercedes se apunta al secreto de la vida con sentido, se apunta a esa alegría y no a la felicidad como imperativo; sino a la alegría que es la experimentación de un descentrarse y dejar el ego en un ladito. No se apunta a vivencia de compasión que
tiene que ver con la condescendencia donde hay una asimetría: uno está a una altura y
el otra a otra. La celebración de la vida es una celebración horizontal. Héctor dijo queCervantes nos dio esa lección maravillosa, el caballero de la triste figura no va siempre cargado de amargura, sino que conversando en pareja. A veces, los apalean, pero se ponen a la orilla de un rio bajo unos árboles con queso y vino se sienten felices… Hay un momento en los libros buenos que son esos momentos de esa emoción y entusiasmo.

Gracias a la lectura y a la capacidad de algunos escritores de contar lo más íntimo, uno llega a tocar partes que ayudan mucho a seguir viviendo. Mercedes señaló que el regalo de la literatura es que puedes compartir una intimidad con el autor, y es
fuente de potencia sanadora porque da la sensación de pertenecer a un mundo. Al hilo de esto, Héctor comentó que una vez fue a la farmacia y un señor le dijo: “Yo me siento enfermo, leo una página suya y me alivio”… Mercedes hizo alusión a los versos
de José Hierro que dicen: “llegué por el dolor a la alegría, supe por el dolor que el alma existe”… Le gusta la imagen de la alegría y una esperanza vitalista que asegura que se siente cuando leemos a Héctor.


Palabras clave: literatura y salud mental
Tipo de trabajo: Post/Entrada de Blog
Área temática: Psicología general .

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