Desde hace ya muchos años la carrera universitaria para poder ser médico es una de las más demandadas en todo el país. Reflejo de ello son las elevadas notas de corte que se establecen para poder ocupar un sitio en las aulas de cualquier facultad de Medicina. Debido a esto, numerosas comunidades autónomas han decidido unilateralmente aumentar las plazas para estudiar este grado o, peor, abrir una nueva facultad de Mmedicina y comenzar desde cero a formar futuros profesionales del sistema sanitario.
Me gustaría hacer un análisis sobre qué cosas influyen en la formación pre-grado y en las aulas en el estudiantado y debo comenzar por las pruebas de acceso a la universidad, la EBAU.
Desde hace mucho tiempo existe la necesidad del sistema de clasificar a los aspirantes para poder ordenarlos y organizarlos. Por ello, suren estas pruebas de acceso, que ya adelanto que son mucho más objetivas que el examen MIR, que son realizadas por cada universidad bajo un mismo marco normativo estatal.
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¿Verdaderamente estamos evaluando lo necesario para acceder a la universidad? Mi respuesta a esta pregunta es un rotundo NO. No se necesita únicamente evaluar los conocimientos acerca de la matriz mitocondrial, o la constitución de 1812, sino que debemos abordar al estudiante de una forma holística y humana para poder evaluar las competencias transversales que, específicamente, cada grado imparte. ¿Por qué no se evalúa la empatía o, la comunicación entre otras, en un aspirante que quiere acceder a los estudios de Medicina, sabiendo la importancia de estas sobre el día a día médico?. Tanto es así, que muchas facultades de Medicina, sobre todo en regiones del este de España, han decidido implantar el sistema piloto de una prueba previa al acceso a las aulas de sus aspirantes para medir esas competencias de las que estamos hablando que no pueden ser evaluadas durante un examen de historia, de filosofía o de matemáticas.
Quizás estamos en el momento de implementar esas pruebas complementarias para poder evaluar las competencias transversales que tanto nos gusta hablar de ellas pero poco se enseñan en las aulas y, mucho menos, se evalúan actualmente.
El acceso a la formación médica hace que muchos estudiantes, una vez finalizada su época de bachillerato, postulen a una de las plazas. Y es la idiosincrasia de este tipo de estudiantes la que hace solicitar una plaza en todas, o casi todas, las facultades de Medicina del país. Son, y hemos sido, estudiantes que teníamos claro lo que queríamos estudiar y nos daba igual el dónde. Por ello, considero que sería apropiado aprobar un sistema de listado único de prescripción en el que las plazas de Medicina se ofertasen a nivel nacional. ¿Qué beneficios tendría este nuevo sistema? En primer lugar desaparecerían los problemas de salud mental que rodean al estudiante en ese momento. Ya ha pasado por el agobio y el estrés que supone realizar un examen sabiendo que debes dar lo mejor de ti para conseguir una plaza como para aumentarlo en esos periodos de tiempo hasta que ves la palabra “admitido” en alguna de las listas.
Además, supondría un descanso y una facilidad mayor para el estudiante, ya que solo debe inscribirse una vez en este listado y debe seleccionar las facultades a las que quiere aspirar. De esa forma se reducen los trámites burocráticos y mejora sustancialmente las oportunidades del estudiante. Supone un descanso ya que al establecer un calendario estatal se puede organizar de tal forma que haya semanas en las que no haya que realizar nada y el estudiante pueda ejercer su pleno descanso, merecido después del curso tan fugaz que es el último de bachillerato.
Por ello, y a modo de conclusión, considero que beneficiaría a la formación médica unas pruebas de acceso a la universidad únicas a nivel estatal con un sistema de listado único que regule la prescripción y matrícula a nivel nacional, tal y como pasa en otros sistemas de acceso como puede ser la Formación Sanitaria Especializada (el famoso examen MIR).
