Amanda tenía solo 4 años cuando su madre se fue de casa.Su papá asumió la responsabilidad de cuidarla.La niña, que vivía en Sao Paulo, Brasil, no entendía completamente lo que estaba pasando, pero tenía una intuición de que algo no estaba bien.Años después, Amanda se enteró de que su madre, Cecília, padecía esquizofrenia. Fue un brote psicótico -uno de muchos- lo que llevó a su madre a salir de la casa.
Después de someterse a un tratamiento, la madre regresó a casa. Para entonces, Amanda ya tenía 8 años. No solo tuvo que reencontrarse con ella, sino que también asumió la responsabilidad de apoyarla en los momentos más críticos a medida que fue creciendo.
Actualmente, Amanda Marton, periodista y editora de la revista Anfibia en Chile, país donde reside, ha decidido contar su historia familiar en el libro “No quería parecerme a ti” (Penguin, 2024). En esta obra íntima, aborda no solo su relación con Cecília, su madre, sino también los prejuicios, mitos y estereotipos que rodean la enfermedad.
El libro incluye también información científica, entrevistas con expertos y testimonios de otras personas que han sido afectadas por la esquizofrenia.En una entrevista con BBC Mundo, la periodista chilena-brasileña repasa algunos episodios de su reciente publicación, reflexiona sobre sus propios miedos y advierte del enorme desconocimiento que existe sobre la esquizofrenia en el mundo.
¿Por qué decidiste contar tu historia?
El punto de partida fue cuando a los 20 años descubrí que por ser hija de mi mamá existía un 13% de probabilidad de que yo también tuviera esquizofrenia. Y según todos los estudios, si no se manifestaba en mí un brote psicótico antes de cumplir los 30 años, la posibilidad de que ocurriera después de eso era muy baja, del 1%, casi al nivel del resto de la población.Ahí, sin quererlo, me obsesioné con el tema.
Me puse a leer muchísimo sobre salud mental desde distintas veredas, la científica, literaria y artística.Cuando estaba cerca de cumplir los 30 años, me empecé a sentir hipócrita.
Porque siendo periodista yo confío en el poder de las historias y veo el impacto positivo que genera publicarlas, y me sentía hipócrita al contar historias personales de otra gente pero no la mía.Y ahí empecé a motivarme para escribir. En el proceso de escritura me di cuenta que yo estaba equivocada en muchas cosas, que quería derribar ciertos tabúes, pero yo misma tenía varios tabúes.
En tu libro, dices: "Quiero hacer y decir todo lo necesario antes de los 30, por si acaso, por si mi mente falla, por si pasa algo". ¿Cómo viviste esos años de incertidumbre?
Entré en un frenesí muy importante antes de los 30 porque si sufría un brote psicótico iba a ser muy difícil ser una periodista fiable.Trabajé en varios lugares al mismo tiempo, quería hacer todo, leía de forma compulsiva. Diría que actué de forma incluso desquiciada, como en un afán de no tener, entre comillas, la locura.
Ahora tienes 31 años, es decir, ya pasaste el límite de edad que dicen los estudios...
Debo confesar que cuando cumplí los 30 años en un principio tuve una sensación de vacío. Es como cuando alguien está pasando por un conflicto muy importante y ese conflicto deja de existir. Hay un alivio, por supuesto, pero también hay una sensación de vacío, de decir ¿y ahora qué? Pero me permite vivir más liviana ya que la esquizofrenia, aunque siempre será un elemento central de mi vida, no quiero que sea el principal de mi vida.
Cuando pienso en mi mamá, no quiero pensar en ella siempre como una mujer con esquizofrenia. Mi mamá es mucho más que eso.
Yéndonos a la historia de tu mamá. ¿Cómo empezó todo?
Yo creía genuinamente que el primer brote psicótico de mi mamá había sido cuando yo tenía 4 años y que por eso ella se había ido de la casa.Como niña, me daba cuenta de que algo andaba mal porque recibía cartas de mi mamá preguntándome por mis hermanas pero yo no tengo más hermanas… Recuerdo eso como el primer quiebre de la ingenuidad en mi infancia.
Pero después, haciendo la investigación familiar para mi libro, me di cuenta de que los brotes habían empezado mucho antes. Es más, el primer brote fue cuando ella estaba embarazada de mí. Saber eso fue muy fuerte porque pensé que quizás todo comenzó en el proceso del embarazo, y entonces la culpable fui yo… no lo sé… es un misterio.
También fue muy doloroso darme cuenta de los tabúes que existían en mi familia y de la poca información que tenían… no sabían cómo actuar. Esto reivindica nuevamente la idea de escribir esta historia porque es la única manera de aprender y derribar mitos.
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