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Actualidad y Artículos | Psicología general   Seguir 52

Noticia | 15/05/2020

Vivir la infancia ingresado: «Tenemos que hacerlos sentir como en casa»



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Se enfrentan a procesos que no son fáciles para nadie, ni tan siquiera para los adultos. Cada día, cientos de niños permanecen ingresados en los hospitales de toda España, o bien porque están siguiendo algún tratamiento o porque sufren una enfermedad crónica. Conforme tienen más edad,  se enfrentan a los mismos miedos que los mayores, a pesar de que hayan tenido que ir descubriéndolos desde una realidad que les ha llegado demasiado pronto. La hospitalización de un niño supone un cambio muy importante en su vida, tanto desde el punto de vista físico como emocional, y su impacto varía en función de su edad, las características de la enfermedad, su entorno y el dispositivo de asistencia que rodea al propio hospital.


Hace ya 34 años que, un día como hoy, el Parlamento Europeo aprobó la Carta Europea de los Niños Hospitalizados. En el documento se reconocían una serie de derechos que hoy parecen asumidos, como el de compartir hospitalización junto a otros niños o el de recibir los cuidados por parte de un profesional cualificado que conozca sus necesidades según la edad. Sin embargo, los sanitarios siguen recordando que en nuestro país, a veces «se vulneran» estos códigos. Por ello, profesionales como el doctor Monteagudo Montesinos,  jefe del Servicio de Pediatría en el hospital La Fe (Valencia) recalcan que en días como hoy «el respeto y la promoción de estos derechos es la mayor aportación que podemos hacer».


Un cambio radical


«La hospitalización conlleva la pérdida del área de confort del niño, de su entorno habitual (casa, familia, escuela, amigos) y el inicio de un periodo de incertidumbre y miedo asociado a la propia enfermedad o a la muerte, a procedimientos dolorosos o cuanto menos molestos cuya finalidad es poco comprensible para el niño pequeño o causa de rebelión en el adolescente», cuenta el doctor Monteagudo. Para este especialista, la familia juega un papel esencial, tanto cuando se convierte en el lugar al que dirigen su mirada (por ejemplo, al examinarlos o someterlos a pruebas) como cuando tienen que contarles por qué pasan las noches en el hospital. «El niño busca en ellos una explicación adaptada a su nivel sobre lo que le pasa y lo que le puede ocurrir en el futuro. En preescolares se sustenta en una visión mágica, para los más mayores ya debe ser un relato racional, y los adolescentes buscan una explicación de mayor complejidad. Es muy interesante incluir en este relato una guía anticipada, pues contribuirá a disminuir la ansiedad derivada de la incertidumbre y miedo», matiza.



En este punto es donde entra en juego el papel de los profesionales sanitarios,  en el llamado proceso de humanización, que es mucho más que proporcionarles un juguete a los niños. «Es la práctica diaria de los profesionales, empezando por el trato a la familia. Se trata de que el niño esté en el hospital lo más parecido a cómo podría estar en su casa, dentro de lo que sea posible», cuenta Concepción Nicolás, responsable de la atención al paciente en el hospital Niño Jesús (Madrid). Aquí se incluyen determinadas prácticas para que el entorno sea lo más agradable posible: desde ajustar la luz hasta disminuir los niveles de ruido en toda la planta, sin perder de vista que «cuando se trata al niño, también se trata a la familia». Una serie de «pequeños gestos» que tienen que proporcionar desde los celadores hasta los pediatras, que hablan, escuchan e incluso juegan con los niños si es necesario, para acompañarlos en sus momentos más complicados. Hoy mismo, los 110 niños que pasarán ingresados este día recibirán «un pequeño detalle» por parte del hospital.


 
Otra parte en la que se apoyan los cuidados hospitalarios es en los voluntarios, que proporcionan el ocio a los más pequeños y también ayudan a sus familias. Desde Pequeño deseo Cristina Pozo, responsable de proyectos de la fundación, cuenta cómo han tenido que buscar, debido al confinamiento, la manera de poder seguir ayudando y colaborando con ellos. «Si esta situación está siendo muy dura para toda la población en general, no es difícil ponerse en la piel de una familia con un hijo enfermo que tiene que continuar yendo al hospital a recibir un tratamiento que no se puede posponer», cuenta Pozo. Pequeño deseo trabaja para hacer realidad los deseos de niños con enfermedades graves, buscando su desconexión, que tiene «efectos muy positivos sobre el bienestar de los niños y el de sus padres. Les da fuerzas para seguir adelante con sus tratamientos y enfrentarse con más recursos y fortalezas a la realidad que les ha tocado vivir», añade.


 

Fuente: ABC
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