Me inspiro modestamente en “el síndrome del quemado”, tan actual en estos tiempos, para determinar un concepto: El quemarse por un me gusta; por un dedito virtual, que te acepta por cuanto lances, digas o hagas, y por anónimos conocidos, pero luego te dejan en el más profundo silencio o desprecio. Tecnologismos, modas y desatinos, para mayor complicación de la mente, se han impuesto de forma obsesiva, engendrados en principio para temas científicos, sociales, distractivos. Un hálito perverso en especial para jóvenes, inseguros, inmaduros, se tornó en un mal reto, donde el valor de nada, y dirigido hacia nadie tan siquiera conocido, tal vez lejano y tan desocupado como quien lo ejecuta y espera premio. Éstos son los actores, aunque sean otros los autores, con intenciones comerciales, los verdaderos culpables.
Los famosos “likes” en las reiteradas y afanosas subidas a las redes sociales (por ello, obsesivo) especialmente de fotos, videos o audios, pueden ser peligrosos. Esos “me gusta”, efímeros y perniciosos por cómo lo aprueban los anónimos con laureles de victoria pueden llevar a excesos y negativos sucesos. Socialmente es una derrota a la verdadera personalidad estructurada por décadas desde la escuela, las aulas, a la propia mente. Podría haber “un rayoncito”; o, más formalmente, podríamos estar asistiendo a y permitiendo una egolatría burda, que invade en forma de TOC a cierto grupo social amplio; jóvenes (ocasionalmente para cubrir falencias) y mayores formados, con cargos y títulos.
Sería una tragedia psicosociosexotranscultural, además de intentar borrar nuestros visos de humanismo, que tal barbarie se impusiera más profundamente. Y es posible porque entró sutilmente en la cotidianidad, en nuestros celulares, ordenadores y demás objetos de impresión mental el “like”, en función de su conceptualización de tales formas, temáticas y conductas; las cuales considero trastornos y no otra cosa, que deben ser apreciados para conocerlos, estudiarlos y determinarlos para tratarlos y expulsarlos como forma de vida.
La ansiedad, la falsa verdad, la angustia que se genera para conseguir ese “me gusta”, la frustración ante una ilusión, en casos llevando a la depresión al no recibirlos o a estructurar corazas y otros fantasmas, más que por voluntad propia, por la imposición de una moda.
Director Cientifico Central Médica de Sexología - Colombia
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