A medida que se profundiza en las causas del alcoholismo, podemos observar la importancia de la experiencia interna de la persona. Con independencia de la gran cantidad de teorías que ofrecen explicaciones de esta problemática, al situamos frente a una persona que consume de una manera no sana, obtenemos de su discurso pistas que nos indican las bases reales de ese comportamiento. “No me siento bien”, entonces bebo y “me siento bien por un rato”. “Me cuesta afrontar los problemas”, entonces bebo y “puedo continuar, me olvido”, etc.
Estas afirmaciones ya indican un nivel de conciencia considerable para la persona, pues en los primeros estadios del consumo problemático de alcohol, los pacientes se caracterizan por esa ausencia de conciencia de que algo no va bien. Es más, una persona puede llevar años consumiendo y obteniendo graves consecuencias para sí mismo y su entorno, y no observar problemática alguna en la situación.
Ser Psicoterapeuta de un amplio grupo de personas en un proceso de recuperación de consumo, me permitió identificar que existe un paso previo y fundamental para la sanación.
Esta premisa fundamental es: «DARSE CUENTA».
Una premisa esencial, que al emerger en la persona, da pie al comienzo del proceso de sanación. Un proceso en el que la voluntad y responsabilidad del paciente son clave, y que a partir de ese “darse cuenta”, los pasos que se den serán más firmes y sólidos.
Cuando este “darse cuenta” no emerge, el paciente está sumergido en un estado de negación. Es incluso posible que el paciente acuda a terapia, pero esta acción suele responder a la obligación impuesta por algún familiar, que en forma de ultimátum, exige a la persona que acuda a la misma. La terapia se convierte por lo tanto, en algo impuesto a lo que el paciente accede “para que le dejen tranquilo”, y como es de esperar, el proceso terapéutico no produce o por lo general, no suele producir ningún tipo de efecto. No es hasta que este “darse cuenta” emerge en el paciente de forma natural y espontánea, cuando se sitúa en la posición de emprender la recuperación.
Cuando una persona, en su proceso de rehabilitación de consumo de alcohol, comienza a tomar consciencia de su propio proceso, sensaciones, pensamientos, emociones, acciones etc., empieza a descubrir como evita, bloquea, interrumpe o falsea todo su propio funcionamiento.
Empezar a conocerse a sí mismo, enfrentar las carencias, aceptar con amor las heridas emocionales pasadas, la inseguridad, estados de tristeza, miedo, rabia, o modos de relación, pasa por darse cuenta de la situación interior y exterior de cada uno.
De hecho, y de una manera paradójica, el consumo de alcohol aleja a la persona de ese darse cuenta de su mundo, ya que anestesia las sensaciones, emociones o pensamientos que pueden emerger. Parece que quieren perder el contacto con una parte desagradable de su vida, arrastrando con ello la posibilidad de poder contactar también con lo que sí es agradable.
Para ganar conciencia, es bueno estar dispuesto a contactar con esas zonas desagradables de la experiencia y redescubrirlas. Esto no es algo sencillo, pues la persona con alcoholismo se encuentra alterada a nivel físico y emocional. El alcohol es el daño y al mismo tiempo la solución a ese daño, creándose un círculo progresivamente destructivo.
No darse cuenta, implica perder el contacto con nosotros mismos y con el entorno. Estas personas saben muy bien cómo es experimentar esto, y en muchas ocasiones, tarde o temprano, la vida les sitúa en un “darse cuenta” repentino que les empuja a buscar el cambio y la recuperación.
Suelen ser los conflictos externos los que les ponen por delante lo que no ven internamente, (conflictos familiares, económicos, laborales, delincuencia, violencia…).
Tal y como describían mis pacientes del grupo de terapia en numerosas ocasiones, sus “darse cuenta” podían consistir en un hecho exterior grave o bien, sin importancia, pero sin embargo para ellos, era algo que superaba su capacidad de afrontamiento, lo que les llevaba a acceder o a pedir la ayuda necesaria. Desde un accidente de coche, quedarse dormidos al volante, un despido del trabajo, el abandono real de la familia, o hasta un pequeño gesto de rechazo de una niña pequeña que no quiere besar a su abuelo por el olor a alcohol que desprende.
Se trata, por lo general de episodios externos que sitúan a la persona en un breve estado de shock donde la ausencia de contacto con uno mismo pasa a contactar precisamente con la necesidad de cambio y de ayuda. Parece ser que sus problemas de salud o angustia psicológica no les causen impacto en un primer momento o se extiendan hasta niveles suficientemente grandes como para generar ese shock.
Una vez llegados a este punto de conciencia, el paciente puede emprender un camino hacia delante, poniendo en marcha acciones y cambios que le beneficien. En el proceso psicoterapéutico, el paciente podrá trabajar en sí mismo, identificando situaciones y emociones a las que necesite prestar atención y podrá hacerse cargo de las mismas, manifestando actos y decisiones funcionales que repercutirán en todos los ambitos de su vida.
AlvaPsico - Psicología, Psicoterapia y PsicoNeuroInmunología.
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