Cuando hablamos de catástrofes, hablamos de desamparo, de un psiquismo devastado por hechos sorpresivos, desbordantes. No se los puede cualificar, nombrar, elaborar. La inundación que invade, ahoga al psiquismo, que ante esta inmensidad que el agua impone, se vio anegado ante la tempestad inesperada. La sociedad de Santa Fé de Argentina, quedó inundada ante las aguas del Río Salado, pero también quedó sumergida en la desesperanza y en el no reconocimiento de esta nueva realidad que se les imponía con toda sus fuerzas.
El traumatismo es efecto de la incidencia singular de esta inundación padecida por la población santafesina, la cual ha atacado la subjetividad e impactado de manera diferente en aquellos que la padecen. Todos los sentidos quedaron abrumados ante el frío del agua, la ausencia de sus pertenencias, el sabor de lo que no se podía ingerir, el dolor de las caídas, el sonido de los llantos, gritos y lamentos, el aroma de lo perecedero que fue dejando el río por su camino. Como así también el sufrimiento intracorporal del hambre y la sed.
En esta presentación se mencionarán diferentes actividades realizadas por Acompañantes Terapéuticos en distintas áreas de desempeño coordinados por Licenciados en psicología del Equipo de Auxilio Psicológico de Cruz Roja Argentina especializados en catástrofes. Además analizaremos los efectos psicológicos producidos por el impacto externo en personas voluntarias que brindan servicio a los damnificados de desastres y catástrofes.
Inundación que inunda el psiquismo.
(Inundation on psyche. )
Sonia Edelstein; Susana Schneerof; Lidia Bordenave; Beatriz Rosa Covello; Silvia Casas.
Cruz Roja Argentina. Filial Lomas de Zamora (Argentina)
PALABRAS CLAVE: Traumatismo psíquico, Acompañantes terapéuticos.
página 1
[16/2/2004]
Resumen
Cuando hablamos de catástrofes, hablamos de desamparo, de un psiquismo devastado por hechos sorpresivos, desbordantes. No se los puede cualificar, nombrar, elaborar. La inundación que invade, ahoga al psiquismo, que ante esta inmensidad que el agua impone, se vio anegado ante la tempestad inesperada.
La sociedad de Santa Fé de Argentina, quedó inundada ante las aguas del Río Salado, pero también quedó sumergida en la desesperanza y en el no reconocimiento de esta nueva realidad que se les imponía con toda sus fuerzas. El traumatismo es efecto de la incidencia singular de esta inundación padecida por la población santafesina, la cual ha atacado la subjetividad e impactado de manera diferente en aquellos que la padecen.
Todos los sentidos quedaron abrumados ante el frío del agua, la ausencia de sus pertenencias, el sabor de lo que no se podía ingerir, el dolor de las caídas, el sonido de los llantos, gritos y lamentos, el aroma de lo perecedero que fue dejando el río por su camino. Como así también el sufrimiento intracorporal del hambre y la sed. En esta presentación se mencionarán diferentes actividades realizadas por Acompañantes Terapéuticos en distintas áreas de desempeño coordinados por Licenciados en psicología del Equipo de Auxilio Psicológico de Cruz Roja Argentina especializados en catástrofes. Además analizaremos los efectos psicológicos producidos por el impacto externo en personas voluntarias que brindan servicio a los damnificados de desastres y catástrofes.
Cuando hablamos de catástrofes, hablamos de desamparo, de un psiquismo devastado por hechos sorpresivos, desbordantes. No se los puede cualificar, nombrar, elaborar.
Son aquellos hechos que por su exceso, impiden responder de una manera acostumbrada; ya que lo sorpresivo de la situación, enfrenta al psiquismo a una no reacción o a una reacción no adecuada.
La inundación que invade, ahoga al psiquismo, que ante esta inmensidad que el agua impone, se vio anegado ante la tempestad inesperada.
La sociedad de Santa Fé quedó inundada ante las aguas del Río Salado, pero también quedó sumergida en la desesperanza y en el no reconocimiento de esta nueva realidad que se les imponía con toda sus fuerzas.
El traumatismo es efecto de la incidencia singular de esta inundación padecidas por esta población santafesina, que ha atacado a la subjetividad o impactado de manera diferente en aquellos que la padecen.
“Lo no simbolizable de la situación tomó el comando en el devenir del cuerpo social y de los individuos que lo componen, y a las fuertísimas sensaciones de inermidad se le suman un terror sin nombre, la percepción de que los recursos disponibles no alcanzarán para proteger al psiquismo del derrumbe, la imposibilidad de imaginar un futuro construido sobre los pilares de un presente desorganizante”1.
Todos los sentidos quedaron abrumados ante el frío del agua, la ausencia de sus pertenencias, el sabor de lo que no se podía ingerir, el dolor de las caídas, el sonido de los llantos, gritos y lamentos, el aroma de lo perecedero que fue dejando el río por su camino. Como así también el sufrimiento intracorporal del hambre y la sed. El padecimiento por lo que no se sabe, por aquellos que no se sabe, como por lo que se empieza a saber.
Como señala Silvia Bleichmar (1) las inundaciones no son sólo efectos de las lluvias, sino de políticas urbanas que no priorizan el bienestar de los habitantes, unidas a la negligencia e improvisación de los gobernantes. Por ello es importante señalar que en las catástrofes naturales también inciden factores sociales. Con lo cual el psiquismo se ve obligado a un trabajo que no solo debe dar cuenta del daño sufrido, sino que debe al mismo tiempo encontrarle un sentido.
No nos olvidemos la crueldad de algunos seres humanos que usurpaban lo poco que se podía rescatar de las aguas, lo cual es potencialmente desorganizante.
En esta presentación se mencionarán diferentes actividades realizadas por un grupo de Acompañantes Terapéuticos que fueron convocados para este fin. Se desempeñaron en distintas áreas y fueron coordinadas por Licenciados en psicología del Equipo de Auxilio Psicológico de Cruz Roja Argentina especializados en catástrofes.
Estas acciones fueron efectuadas dentro del marco de atención de esta institución. Dentro de las cuales podremos destacar el trabajo realizado en Sede Central, en el Almacén de calle Moreno, ambos dentro de la Ciudad de Buenos Aires, desde donde se reorganizaban las acciones de todas las filiales del país para los fines de responder a la catástrofe, también se brindó acompañamiento a los socorristas, en quienes sus horas de desempeño eran incontables, generando situaciones de agotamiento significativas. Asimismo se respondió a numerosos llamados de personas desesperadas por la pérdida de contacto con familiares que habrían sido víctimas de la catástrofe.
Además se realizaron diferentes actividades en la Ciudad de Santa Fé, en los centros de evacuados, con los damnificados, con los socorristas y con los profesionales que de diferentes lugares del país llevaron adelante una tarea valiosísima en cuanto a la contención, atención y sostén ante el desborde no solo del río sino de los individuos desbordados por el propio desborde.
Trabajo con los socorristas en el almacén central y Santa Fé
Se trabajó sobre la necesidad de contención de los voluntarios que entregan sus tiempos y cuerpos, desconociendo sus propios ritmos.
Por ello se les indicó:
1) Fomentar el trabajo en equipo para sentir el respaldo de sus pares y de la Institución.
Se realizaron charlas coordinadas por un Médico y dos Acompañantes Terapéuticos, donde las consignas eran: conocer sus límites físicos, prevenir accidentes, cuidar al compañero, reforzar la importancia de la tarea que realizan. Se recomendó pausas para descanso y alimentación. Se les remarcó que la presencia del Equipo era para generar un espacio de escucha. Durante varias semanas posterior a este primer acercamiento, se tuvo charlas con los voluntarios de manera individual y grupal, para solucionar algunos problemas. Se pudo observar que estaban desbordados por las donaciones como en Santa Fé los damnificados estaban desbordados por las aguas.
2) Reuniones antes y después del evento crítico con todos los que participaron en él, generando una apertura hacia el diálogo y promoviendo de esta manera compartir experiencias, sentimientos y temores relacionados con la tarea de socorros. Tales grupos de apoyo para el personal permiten la expresión de sentimientos relacionados con el trabajo y ayudan a dominar la impotencia producida por estas preocupaciones, reconociendo sus temores, inquietudes y quejas.
3) Evitar implicarse excesivamente con los damnificados, si bien es necesario generar un vínculo empático con los inundados, éste puede operar como traumatizante para el socorrista al compadecerse de ellos. Por ello se les brindó información acerca de las consecuencias posibles de su actividad para que puedan diferenciarse de las personas traumatizadas a las que atienden en emergencias. Y se promovió el uso de herramientas que posibiliten Disociar Instrumentalmente (Bleger, 1984). Esta capacidad se debería ir incorporando a su modalidad personal durante su formación, como una manera de adaptación psicológica a una práctica tan estresante como lo es la atención en emergencias.
Disociación implica la capacidad de separarse o dividirse internamente, dejando de lado determinados aspectos de la personalidad y asumiendo otros, sin que se mezclen o comuniquen entre sí. El mecanismo de disociación instrumental permitiría al socorrista dejar de lado aspectos de su personalidad que lo identifiquen con los avatares anímicos de la víctima, sus temores o sufrimientos, para poder conectarse con otras partes propias que lo habiliten para realizar su tarea con eficiencia. Como el modelo del cirujano que Freud menciona en 1912, como aquella frialdad de sentimiento que permite cuidar la propia vida afectiva y que para el afectado implicaría el máximo socorro que se le pueda proporcionar.
Pero se debe tener en cuenta que cuando esta negación es muy marcada, el socorrista puede llegar a desatender sus temores o preocupaciones lo que conllevaría a no actuar frente al damnificado acorde a las necesidades urgentes, además imposibilitará que pueda captar adecuadamente el estado psicológico de estas personas. También puede aparecer una excesiva actividad en la tarea y sentimientos de omnipotencia, que puede poner en riesgo las actitudes a tomar durante su desempeño. (Eduardo Giacamonte, Alberto Mejía, 1997)
4) Posibilitar la utilización de recursos para manejar los efectos de la situación disruptiva Para lo cual se implementaron técnicas de Auxilio Psicológico utilizadas habitualmente en situaciones de emergencia y catástrofes. Aquí es importante diferenciar que una víctima no es un paciente, sino una respuesta del psiquismo ante el impacto del evento disruptivo (Benyacar, 1973) este evento se refiere a toda situación con la capacidad potencial de irrumpir en el psiquismo y producir reacciones que alteren su capacidad integradora y de elaboración.
5) Lograr mantener el sentimiento de voluntad hacia el trabajo, combatir la desesperanza, mantener la motivación, disminuir la autocensura, establecer expectativas reales. Para este fin de debería evaluar los posibles riesgos futuros como por ejemplo síndrome de Burnout. Este síndrome va desde un alto optimismo, expectativas poco realistas y dedicación exagerada, luego una demanda de recompensas tangibles, y posteriormente insatisfacción, inutilidad, culminando en la implementación de defensas frente a la frustración, con manifestación de pesimismo y hostilidad sobre sí y en el afuera y además evitación de las responsabilidades, limitando la dedicación. Esta sobrecarga traumática se expresa con un cansancio emocional con agotamiento de los recursos y un sentimiento de que no se ha dejado nada para dar a los demás; y despersonalización con desarrollo de actitudes negativas y una desvalorización de los éxitos personales y hasta complicaciones orgánicas. “Es un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por implicarse en situaciones emocionalmente agobiantes durante un tiempo prolongado” (Pines y Aronson)
6) Permitir la creación de espacios para la simbolización y acceso a una historización simbolizante que restablezca y permita interpretar lo vivenciado. Para ejemplificar el trabajo que se realizó vamos a mencionar un Taller de Reflexión y Acción que se implementó en la Ciudad de Santa Fé, a donde asistieron 40 personas, dentro de las cuales se encontraban profesionales de la salud, docentes, operadores sociales, estudiantes de enfermería profesional, voluntarios de Cruz Roja y guardavidas que habían realizado rescates. Este taller intentó primero estimularlos, luego reflexionar acerca de los temores y pensamientos ligados a la tarea, como así también la detección de líderes potenciales entre los participantes y evaluar la necesidad de contención psicológica. Luego mediante técnicas de collage, los subgrupos produjeron afiches canalizando hacia el exterior, lo sentido internamente.
En la última etapa se implementaron grupos de discusión para elaborar conclusiones, sobre sus sentimientos y además brindarles herramientas de acción en el trabajo de campo.
Acompañamiento terapéutico a víctimas de catástrofes
Coehn (2002) dice que víctimas son todas las personas y familias afectadas por un desastre o sus consecuencias, que experimentan un evento estresante e inesperado y que hasta el momentos de la catástrofe habían funcionado adecuadamente. Una vez ocurrida la situación que los sorprende y sobrepasa como en el caso del desborde del Río Salado estas personas no pueden ser consideradas pacientes, sino víctimas que presentan síntomas de estrés físico o psicológico y que tienen limitada su capacidad para tomar decisiones y resolver problemas.
Esta autora señala además que las personas que pueden demandar atención son las que devengan particularmente vulnerables a causa de algunas de las razones siguientes:
1) previamente experimentaron “vivencias traumáticas”
2) sufrieron enfermedades que aumentan sus riesgos e indefensión
3) debido a la catástrofe, experimentan pérdidas graves
4) pierden su sistema de apoyo social y afectivo
5) y es habitual que tengan dificultades para decidir y resolver problemas.
Estas personas pueden presentar los siguientes síntomas: hiperexcitación, pesadillas recurrentes, despertar aterrorizado, falta de posibilidad de establecer contacto con el medio circundante, gran tendencia a la irritabilidad, falta de capacidad para desarrollar actividades manuales, tendencia a la somatización y a la hipocondría, desarrollo de fobias específicas (Benyacar y Noy, 1975, 1997)
Según esta autora hay grupos más vulnerables que otros en tanto los desastres acrecientan su indefensión inherente como ser los niños, los ancianos y los enfermos, nosotros agregaríamos las mujeres embarazadas, quienes como en estas oportunidad debieron dar a luz en centros de evacuados. Ante determinadas catástrofes se nota una incidencia mayor (que sería importante investigar) de nacimientos prematuros. Como ocurrió ante el atentado de la AMIA en la Ciudad de Buenos Aires.
En el caso de los niños tienen menor capacidad para comprender y racionalizar lo que les ocurre. Pueden padecer fobias, trastornos del sueño, pierden interés por sus actividades cotidianas y presentan conductas difíciles.
Moty Benyacar (2003)2 menciona que los eventos disruptivos no sólo actúan en forma directa sobre los niños sino que también amenaza y lesionan a los adultos e instituciones que se hacen cargo de los menores: afectan la capacidad de contención, transforman los límites entre el niño y el adulto en difusos y endebles. Las consecuencia es que queda trunca la posibilidad del niño de fantasear y éste queda enfrentado al desamparo, careciente de mediatización ante sus propios fantasmas originarios.
Mencionaremos un acompañamiento con una niña de una escuela de la Ciudad de Santa Fé, que llamaremos María. Ella presentaba síntomas de desequilibrio emocional producido por la situación vivida. Esta niña había sido la encargada por pedido de su madre de evacuar a sus hermanos menores, quedando su mamá en la casa. Por solicitud de la directora del colegio, el cual estaba funcionando como centro de evacuados, acompañé a la niña hasta que ella pudo expresar su dolor, su preocupación, descargando a modo catártico, a través de llantos y gritos. Yo solo estaba a su lado con una mano en su hombro. Luego de este desborde pudo comenzar a hablar acerca de lo sucedido. María repetía una y otra vez que ella era la culpable de haber dejado a su mamá en la casa, porque era de noche e iba a tener frío. Manifestaba que le dolía el corazón, golpeándose el pecho y además decía que le dolía no saber nada de sus vecinos y amigos. Con una mirada inexpresiva y dirigida hacia la nada, decía: no es que a mi no me importa nada, a mí me duele acá y se tocaba el pecho. Mi mamá me dice que tengo que entender la situación, yo sé, a mi me duele acá. . . Luego de 45 minutos de estar, marcando presencia desde la presencia misma, pude hacer la primer pregunta, en este caso, en un intento de observar su noción de la realidad en tiempo y lugar, le pregunté por dónde estaban sus hermanitos. Contestó que un departamento del FONAVI. Esto demostró que no había ya un estado confusional como puede suceder en estos casos en el estado de shock.
Luego comencé a ayudarla a armar su historia: así pudo relatar que cuando el agua llegó, fue tan rápido que no tuvieron tiempo de sacar nada, que su papá no estaba, que estaba trabajando, y que su mamá ya había subido al techo. Ella se fue al barrio del FONAVI y logró entrar a un departamento del primer piso, en el cual vivía gente conocida. Ahí se quedó hasta el otro día, a la mañana siguiente cuando fue en busca de su hogar y sus madre, encontró todo el barrio bajo el agua y su mamá en el techo. Luego siguió en la búsqueda de abuelos y tíos, los que también habían decidido quedarse en los techos para cuidar su lugar, aunque sea solo eso, el techo. Buscó a amigos y vecinos pero no los encontró. Volvió con sus hermanos entonces. Habiendo pasado unos días volvió a su casa, encontrando que el agua había bajado hasta la mitad.
Trató de convencer a su madre de que bajara del techo pero ella continuaba negándose a dejar el hogar, además le dijo que tomara conciencia de lo que pasaba, que todo era un desastre, que creciera. La niña se fue hacia su escuela, en el trayecto vio cuando un bombero llevaba atado de un brazo el cadáver de una mujer.
Se la contuvo, se le dijo que había logrado cosas muy importantes como fue salvar a sus hermanos y que había ayudado a su madre a resolver la situación de emergencia, que su mamá había confiado en ella para poner a salvo a sus hermanos menores, que su madre estaba cuidando la casa y que iba a estar bien, porque había personas colaborando y que era una decisión de ella estar ahí. Que las dos hicieron un trabajo muy duro, pero que todo estaba resolviéndose adecuadamente. María comenzó a calmarse, entonces decidí buscar una situación más agradable. Le pedí permiso a la directora del colegio y buscamos ropa y calzado para ella y sus hermanos. Se cambió de ropa y comenzó a embalar lo que elegía para ellos. Con la directora se acordó que la situación de María iba a ser conversada con el equipo de psicólogos que estaban trabajando con los damnificados de la inundación de Santa Fé. Ya más tranquila pero no menos preocupada por lo experimentado me dediqué a acompañar a otras personas ya no tan movilizantes como este caso pero que si requerían de contención.
Como vemos los acompañantes pudieron asumir su rol en el campo de trabajo, con su sensibilidad y capacidad pudieron detectar en qué medida los damnificados y los voluntarios necesitaron ayuda, además determinaron cuándo y en que caso pedir auxilio a otros profesionales. Por ello creemos que los Acompañantes, con la correspondiente capacitación, por su formación y calidad humana pueden desempeñarse como agentes de salud mental en situaciones de emergencias y desastres. Esta apertura permitiría como dice Moty Benyacar desmitificar la problemática de la salud mental y aceptar que las personas afectadas son, en su mayoría, personas normales que se enfrentan a situaciones anormales. No nos olvidemos que ante el ataque de las Torres Gemelas se produjo la paradoja de los desastres, en donde se evidenció que ante cada damnificado físico hay doscientas personas más que requieren alguna asistencia psicológica. Pero por cada profesional de la salud mental hay treinta profesionales médicos atendiendo al aspecto físico.
Por la situación no solo a nivel nacional sino internacional se necesitará capacitar a muchas más personas interesadas en el tema para poder actuar en este ámbito de inserción, nuestra propuesta para este Congreso es que los Acompañantes Terapéuticos, siempre coordinados por profesionales especializados en el tema, pueden cumplir como ocurrió en Santa Fé un rol primordial en este sentido.
Pudiendo hoy reflexionar que esta sensación de extrañeza de los damnificados frente una nueva realidad que no se reconoce como propia, estos nuevos lugares, estas nuevas personas alrededor, esta nueva ropa y vajilla que es sentida en un primer momento como de otros, requerirá de un trabajo muy importante para que comiencen a incorporar como propio esto que es tan extraño al psiquismo.
La necesidad de retornar al lugar de pertenencia sea como sea, fue una constante entre los damnificados, este lugar en donde prácticamente quedará nada, ni fotos, ni muebles, solo quedarán los recuerdos que entre los que si están se podrán reconstruir, una reconstrucción desde la ausencia, en donde el trabajo será facilitar presencias.
Expositoras:
Coordinadora:
Docente, Técnica en psicología y Acompañante terapéutica Susana Schneeroff:
Humahuaca 4239 7 ° A, tel. 48623374, susanaschneeroff@hotmail. com
At. Lidia Bordenave
At. Beatriz Rosa Covello
At. Silvia Casas
Diseño y asesoramiento del trabajo:
Licenciada en psicología Sonia Edelstein: Avda. Medrano 274 7° D. Tel. 49838403, soeh@ciudad. com. ar
Experiencias Institucionales
Grupo de AT convocados por el Equipo de Auxilio Psicológico de Cruz Roja Argentina, Sede Central.
Citas
1 “Clínica Psicoanalítica ante las catástrofes sociales. La experiencia argentina. Autores Varios. Paidós.
2 “Lo disruptivo. Amenazas individuales y colectivas: el psiquismo ante guerras, terrorismo y catástrofes sociales”. Mordechai Benyakar, Editorial Biblos, año 2003.
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