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Vigencia y actualidad del concepto de narcisismo y su utilidad clínica

Fecha Publicación: 01/03/2010
Autor/autores: José Manuel García Arroyo , María Luisa Dominguez López, Pedro Fernández-Arguelles Vinteño, Olga García López

RESUMEN

La capital obra de Freud ?Introducción al narcisismo? fue publicada coincidiendo con el inicio de la Primera Gran Guerra, tratándose de una etapa convulsa para el incipiente movimiento psicoanalítico, debido a que en su seno se producían las primeras disidencias. Nos referimos a un opúsculo de apenas 17 páginas considerado una de las más grandes aportaciones de su autor y que ha cambiado nuestra comprensión sobre numerosos aspectos de la vida psíquica del sujeto humano. En este trabajo Freud muestra muchas ideas novedosas, pero tres de ellas son básicas: a) que el ?yo? puede tomarse a sí mismo como ?objeto de amor?, b) que si eso sucede en exceso, conduce a una ?incapacidad de amar? y c) que existen ?ideales? cuyas metas se intentan alcanzar, pero se suele caer víctima de esa grandísima presión.

Estas propuestas fueron tomadas de modo original por Jacques Lacan a mediados del siglo pasado dándoles un aire nuevo, de tal modo que conservan plena vigencia y se muestran completamente válidas para estudiar y tratar numerosos fenómenos del hombre moderno. En este sentido, su autor subraya el valor imaginario del ?yo? que da cuenta del imponente culto a la imagen en el que estamos inmersos; así, esta instancia asimilada a los ?ideales?, va a organizarse como el lugar en el que el sujeto se representa a sí mismo sin fallas, quedando por encima de cualquier supuesta deficiencia humana. Se comprende pues que, en este contexto, muchas actuaciones ajenas se vivan como un ataque que intenta mostrar sus fisuras. He ahí la base de las ?actitudes paranoides? que se registran tan frecuentemente en nuestro medio, en las que cada cuál actúa fingiendo y protegiéndose de sus semejantes. Esta dinámica puede registrarse también en nuestras intervenciones psicoterapéuticas.


Palabras clave: narcisismo
Tipo de trabajo: Ponencia
Área temática: Psiquiatría general , Tratamientos .

VIGENCIA Y ACTUALIDAD DEL CONCEPTO DE "NARCISISMO" Y SU UTILIDAD CLÍNICA

VALIDITY AND PRESENT OF THE CONCEPT "NARCISSISM" AND ITS CLINICAL
SERVICE


José Manuel García Arroyo; María Luisa Domínguez López; Pedro Fernández-Argüelles Vinteño; Olga
García López


Departamento de Psiquiatría. Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla.
jmgarroyo@us.es
Narcissism, "I", Ideals, Perfectionism, Image, Psychoanalytical Psychotherapy


RESUMEN:
La capital obra de Freud "Introducción al narcisismo" fue publicada coincidiendo con el inicio de la
Primera Gran Guerra, tratándose de una etapa convulsa para el incipiente movimiento psicoanalítico,
debido a que en su seno se producían las primeras disidencias. Nos referimos a un opúsculo de
apenas 17 páginas considerado una de las más grandes aportaciones de su autor y que ha cambiado
nuestra comprensión sobre numerosos aspectos de la vida psíquica del sujeto humano.

En este trabajo Freud muestra muchas ideas novedosas, pero tres de ellas son básicas: a) que el "yo" puede
tomarse a sí mismo como "objeto de amor", b) que si eso sucede en exceso, conduce a una
"incapacidad de amar" y c) que existen "ideales" cuyas metas se intentan alcanzar, pero se suele
caer víctima de esa grandísima presión. Estas propuestas fueron tomadas de modo original por
Jacques Lacan a mediados del siglo pasado dándoles un aire nuevo, de tal modo que conservan
plena vigencia y se muestran completamente válidas para estudiar y tratar numerosos fenómenos
del hombre moderno. En este sentido, su autor subraya el valor imaginario del "yo" que da cuenta
del imponente culto a la imagen en el que estamos inmersos; así, esta instancia asimilada a los
"ideales", va a organizarse como el lugar en el que el sujeto se representa a sí mismo sin fallas,
quedando por encima de cualquier supuesta deficiencia humana. Se comprende pues que, en este
contexto, muchas actuaciones ajenas se vivan como un ataque que intenta mostrar sus fisuras. He
ahí la base de las "actitudes paranoides" que se registran tan frecuentemente en nuestro medio, en
las que cada cuál actúa fingiendo y protegiéndose de sus semejantes. Esta dinámica puede
registrarse también en nuestras intervenciones psicoterapéuticas.


SUMMARY:
The main work of Freud "On Narcissism: An Introduction" was published coinciding with the
beginning of the First World War. That period was a convulsive one for the budding psychoanalytical
movement due to the fact that there were produced the first disagreements in that tendency. We
refer an essay which has barely 17 pages and which has been considered one of the greatest
contributions of its author and that has contributed to alter our comprehension about several
aspects of the psychic life of the human being as well.

In this work Freud shows countless innovative ideas, but there are three of them which are
essential: a) That the "I" can be taken as the "essence of love", b) that if that happens
disproportionally it might lead to the "inability to love" and c) that there are "ideals" whose goals are
aimed to be reached, but one person is used to be the victim of that intemperate pressure.
These suggestions were taken in an original manner by Jacques Lacan during the mid century
providing them with a new look. In that way these ideas retain a full validity nowadays and are
taken as suitable in order to study and deal with diverse phenomenon of then modern human being.
In this sense, its author highlights the imaginary importance of the "I" which gives an account of the
awe-inspiring worship to the image in which we are immersed. Thus, this assimilated example to the
"ideals" is going to organize itself as the place in which the subject represents himself without any
fault, placing himself above any theoretical human deficiency. It is known that, in this context, many
of the intrusive actions can be taken as an attack whose purpose is to make the fissures visible. This
is the foundation of the "paranoid attitudes" which are registered so frequently in our media, those
in which everyone acts feigning and protecting himself from his equals. This dynamics can also be
included in our psychotherapeutic contributions.


1. Introducción.
Introducción al narcisismo es un texto freudiano que tiene como fecha de salida el año 1914
(1) y su contenido supone una revolución en la comprensión del hombre. Surge tras las primeras
disidencias de Freud con sus discípulos (Adler, Steckel y Jung) y de modo paralelo a la Historia del
movimiento psicoanalítico (2), obra llamada "la bomba" porque en ella se pretenden definir los
límites del psicoanálisis, tras la aparición de las ideas divergentes. Los antecedentes se hallan en el
estudio sobre Leonardo da Vinci (3) y el brillante análisis del caso de Daniel Paul Schreber (4),
basado en la autobiografía de este jurista psicótico (5). Tanto en uno como en otro, Freud señala la
regresión narcisista del personaje y concluye la imposibilidad de emplear la terapia psicoanalítica en
ciertos casos, debido a la falta de interés que muestran por el mundo exterior.
El término "narcisismo" deriva de Narciso, personaje mítico que pereció al intentar abrazar su
propia imagen reflejada en el río, siendo empleado por primera vez en 1887 por Alfred Binet y, más
tarde, utilizado por Havelock Ellis en sus Estudios de psicología sexual (6) y puesto en circulación en
lengua alemana por el criminólogo Paul Näcke. Originariamente esta denominación se aplicó a una
perversión, que agrupaba a desviados que solo podían satisfacerse tratando con su propio cuerpo,
pero Freud contempló que tales personajes no tenían el monopolio de este tipo de erotismo.
Realizando múltiples observaciones y lecturas llega a la conclusión de que el narcisismo va más allá
de la perversión, pues se trata de un fenómeno bastante extendido. Como cabe entender, el texto
freudiano no fue escrito para definir un tipo de personalidad y ni siquiera una estructura caracterial
narcisista.

Aparte de lo dicho, la obra aludida contiene novedosas aportaciones teóricas en relación a
elaboraciones precedentes; una de ellas consiste en que el "yo" adquiere un papel preponderante,
hasta el punto de poder tomarse como "objeto de amor" convirtiéndose, a su vez, en el eje del
narcisismo. Se plantea entonces el amor a otro como el "negativo del narcisismo", dado que amar
en realidad supone la renuncia a cierta carga del "yo" para investir al "objeto". Además, en el texto
se presenta el complejo asunto de los "ideales" en tanto patrones a seguir que se convierten en
exigencias implacables.

Este tema tan novedoso no fue comprendido por los seguidores de Freud, ya que su obra fue
malinterpretada. Sucedió en torno a 1920, tras la aparición de El yo y el ello (7) donde el "yo" se
presenta como una diferenciación progresiva a partir del "ello" consiguiendo una supuesta
autonomía en el proceso. Este "yo", centrado en la percepción-conciencia y organizado sobre el
"principio de realidad", en manos de los postfreudianos se transforma en el instrumento de la
adaptación al medio y (erróneamente) la terapia se transforma en una especie de pedagogía en la
que se establece una alianza del analista con el "yo" del paciente para lograr hacerlo fuerte. Como
cabe deducir, si se realiza esta acción se conduce directamente a un incremento del narcisismo,
favoreciendo la patología. Los representantes de esta acción "regresiva" fueron Anna Freud (8) y los
teóricos de la Ego Psychology (9-13) quiénes, asentados en Estados Unidos, pretendían que el
individuo se acomodara al medio y siguiese el ideal de vida norteamericano.
Tuvo que aparecer la figura de Lacan para denunciar estos atropellos y demostrar que el "yo"
no es tan independiente como se creía, pues su origen no puede plantearse en términos de
autonomía sino de identificación. En un conocido seminario impartido en el hospital de Sainte Anne
(14), indica que cuando se habla del "yo" no puede tratarse de una instancia racional, sino que su
característica esencial es el desconocimiento y que en realidad es un efecto del "otro". Precisamente
por ello, se halla embarcado en un campo de tensiones imaginarias que favorecen el autoengaño y
la ilusión.

El psicoanalista francés resalta, además, el poder extraordinario de la imagen, tal como
aparece en el mito de Narciso, y toma al pie de la letra la definición freudiana del narcisismo: "amor
a la propia imagen". En este contexto, tiene la audacia de asociar el origen del ego al "estadio del
espejo" (15), una novedosa aportación presentada en Marienbad en 1936, basada en la "prueba del
espejo" de Wallon (16) y en la "dialéctica del amo y el esclavo" de Hegel (17). Estas premisas que
hoy en día tenemos claras resultaron revolucionarias en su época, dado que los postfreudianos
pretendían a toda costa desvincularse de los descubrimientos freudianos para retornar al plano de la
conciencia.

Nuestra objetivo en esta exposición va a seguir esta línea, pues procuraremos explorar, hasta
sus últimas consecuencias, las directrices más modernas acerca del narcisismo, para así comprobar
la actualidad de tales postulados en el siglo XXI. Estos nos permiten explicar numerosos fenómenos
comunes de registrar tanto en la vida social como individual y, al mismo tiempo, nos presta un gran
servicio a la hora de realizar auténticos tratamientos, en los que no cabe el (auto)engaño sino el
descubrimiento y sin cuyas directrices sería imposible conducir adecuadamente la cura.
2. Los fenómenos narcisistas implícitos en el mundo actual.
Este primer apartado lo dedicamos a describir las diversas manifestaciones comunes del
narcisismo, útiles para captar ciertas claves del hombre moderno. Veremos cómo tales elementos
(narcisistas) explican su relación con el medio social que le rodea pero, cuidado, porque aquello que
se muestra en el exterior también es propio del interior y viceversa, existiendo una continuidad
entre ambos planos.
2.1. El imponderable papel de la imagen. El momento presente puede ser definido sin
equívocos como el "imperio de la imagen", significa ésto que la persona tiene que mostrarse ante su
medio a través de una figura impecable de sí misma, que tiene como contenidos: la belleza, la
inteligencia, la actividad, la riqueza, la versatilidad, etc. Esto implica que se ha de recibir del
interlocutor la (imponente) imagen que presenta ante él, de manera que aquel va a actuar como
espejo en el que el "yo" queda reflejado. Pero, al mismo tiempo, los demás pueden influir en la
propia imagen, lo que puede verse en cómo los grupos modifican los comportamientos de las
personas que se integran en él.
Una consecuencia importante de lo anterior consiste en que ha de quedar oculto o fuera del
campo de la interacción todo aquello que no case con la figura mostrada, es decir, que lo que se
considera defectuoso o imperfecto se destierra automáticamente del plano de la imagen, la cuál
tiene que aparecer impoluta.
No se trata solo de una operación social, pues quién se muestra dentro de estos parámetros
acaba creyéndose su propia puesta en escena, cayendo prisionero de tan portentosa efigie. Trátase
de un (auto)engaño común que termina eliminando cualquier forma de experiencia humana (celos,
envidia, temor, miedo, etc), al tiempo que se crea el más absoluto desconocimiento de sí mismo
cuyo último responsable es el "yo".

2.2. La búsqueda incesante de la aceptación. En este campo de tensiones imaginarias
frecuentemente, se requiere la aceptación por parte de los demás de una forma incondicional,
mostrando muchas formas, como la búsqueda de admiración, atención, estima... Esto supone para
el individuo desplegar una gran cantidad de energías para conseguir un imposible: caer bien a
todos, e implica el enorme esfuerzo de adecuarse camaleónicamente a quién se tiene delante,
quedando completamente indefinido o sin carácter propio que lo determine. Añádase que el humor
se modifica en relación a los efectos logrados: si obtienen el apoyo o la aceptación el ánimo se
eleva, en caso contrario, desciende.

En numerosas ocasiones, estos procesos no solo dejan de producir el efecto deseado, sino
que provocan justo el contrario: el rechazo, sobre todo si la necesidad de atención es exagerada o
constante. En tal caso, los demás captan estos intentos denodados de aprobación y acaban
cansándose; a ello se suma que con ese afán incesante de conquistar el afecto de cualquiera, no
hace distinción entre personas, lo cuál aumenta el rechazo ajeno dado que todos son lo mismo para
quién así actúa, no existiendo exclusividad en la elección.

Como cabe suponer, estos sucesos pueden alcanzar tal grado que el implicado busque atraer
hacia sí la mirada ajena de forma casi constante o bien, está tan pendiente de cómo se desarrolla el
proceso que sin hacer nada, los demás pueden depositar en él la mirada. Puede tener un matiz
"positivo", donde piensa que lo estiman porque los demás se creen la portentosa imagen mostrada
o "negativo", en cuyo caso los demás se darán cuenta de los defectos existentes tras la fachada,
sintiéndose retraído y molesto. En ambas circunstancias, se trata de una actividad narcisista al
creerse objeto de la atención de desconocidos, lo que implica la gran autoimportancia en la que se
sumen.

2.3. La autoestima en juego. Uno de los aspectos psicológicos más comentados hoy en día
es la autoestima, tema que ha dado lugar a la aparición de numerosos libros, tratándose de un
asunto ínsito en el narcisismo.
En la constitución del "yo" intervienen juicios positivos y negativos sobre uno mismo que se
han denominado "representaciones narcisistas del yo" y pertenecen al terreno de las valoraciones
(18). En este sentido, muchas veces el afecto buscado en los demás implica un problema de
autoestima pues la valía se precisa que venga del exterior, lo que implica que quién así actúa cae en
una falta de valoración personal, es decir, estamos ante un autorrechazo, debido a que el afectado
se siente incompleto, tiene fallas y no es como quisiera ser. De ahí parten numerosas conductas que
buscan la puntuación favorable externa: presumir, mostrar los logros propios, acicalarse, ... y de
ahí, vuelta a recibir la ovación desde fuera.

Pero, las cosas son un poco más complejas pues el "yo" se halla conformado por multitud de
representaciones relacionadas con diferentes territorios: el trabajo, el cuerpo, la pareja, los amigos,
etc; pues bien, como esta instancia se halla unificada y funciona como una totalidad (14), cualquier
ataque (propio o ajeno) a alguna de estas áreas (p. ej. "no haces bien tu trabajo") automáticamente
se transmite al resto de los atributos concluyendo finalmente "no hago bien nada" o "no sirvo para
nada". Esto explica cómo un suceso de relativa importancia (p. ej. finalización de un contrato) puede
provocar una crisis personal de cierta envergadura (18).

Estos mecanismos pueden acentuarse y la autovaloración producirse tan solo cuando se es
reconocido, en cuyo caso se teme extraordinariamente el rechazo, pudiendo retraerse socialmente o
bien, se buscan aquellos contactos en los que no exista riesgo alguno pues la aceptación se halla
garantizada, aunque en ellos se aburra. También puede precisar un adorador incondicional con el
que formar una "relación narcisista", como tuvimos ocasión de estudiar en otro lugar (19).
Uno de los temores relacionados con la autoestima es a la crítica, al tiempo que puede
buscarse el elogio. La primera de ellas refleja los aspectos personales que se consideran molestos,
mientras que las alabanzas resaltan aquello que se da como positivo. Evidentemente, mientras más
acentuados sean los fenómenos narcisistas, menos será capaz la persona de recibir críticas, aspecto
que puede llegar a un extremo cuando se muestra una particular sensibilidad a las mismas,
tomándose como tal cualquier insinuación por leve que sea y hallándose en un particular estado de
alerta. Estas personas piensan que no valen nada o quieren mantenerse a ultranza en un lugar de
gloria personal en sí mismo imposible y frecuentemente sienten que los demás se hallan
expectantes de sus imperfecciones, como lo están consigo mismos. Más allá, encontramos a
aquellos que no soportan los elogios, lo que se debe a la creencia de que son adulados falsamente,
pues no ven en sí mismos esos atributos que los demás les atribuyen.
Por lo tanto, en bastantes ocasiones las actuaciones de una persona tienen que ver con las
críticas/elogios que reciban, sin llegar a elaborar un criterio propio o personal, por lo tanto
hallándose a merced de su medio.

2.4. El protagonismo. Parejo a lo dicho hasta aquí se produce el afán por destacar, basado
en la procura de ser único en su género; de esta forma, ser "uno más" o ser confundido con el resto
muchas veces se constituye en un verdadero calvario para estos personajes. Hablamos de la
necesidad de sentirse especiales, lo que puede lograrse colocándose por encima o por debajo. En el
primer caso, realizan numerosos comportamientos que vistos desde fuera resultan ridículos,
llegando a caer en extravagancias si la necesidad es muy acentuada, como: vestir de modo
diferente, buscar personas extrañas o realizar exhibiciones. Si muestran rasgos que se consideran
"positivos" para destacar no significa que los posean, a menudo presumen de aquello que carecen.
La ubicación en el plano de la inferioridad significa que estamos ante las mismas condiciones, pues
quién así se siente se encuentra por fuera del conjunto de sujetos, como tuvimos ocasión de
demostrar en otro lugar (20, 21).

La inflación narcisista camina por senderos muy particulares en los que todo queda ocupado
por el "yo" y ahí existe una delgada línea que conduce directamente a la patología; en este sentido,
aspectos como: creer que merecen privilegios especiales, actuar como si se hallaran "por encima del
bien y del mal" o pensar que no deben hacer nada para suscitar el afecto ajeno, son muy
sospechosos.

2.5. La competencia. Sobre el sustrato narcisista se desarrolla la competitividad más
absoluta, para intentar determinar quién es el mejor: el más guapo, el más inteligente, el mejor
vestido, el que tiene más dinero, ... Se produce entonces una lucha implacable consistente no solo
en copar la escena, sino en superar a los demás y que tiene la forma de disyunción excluyente "el
otro o yo". En esta rivalidad, en la que se despliega una enorme agresividad (se muestre o no)
mediante la que se procura ganar terreno al "otro", aparecen una serie de conductas particulares
que desde el exterior parecen estúpidas: comprarse el mejor coche, vivir por encima de las propias
posibilidades, ocupar el mejor puesto, perseguir la gloria, buscar riqueza, posición o prestigio, etc.
Como es lógico pensar, aquí se derrocha bastantes energías y, si el mecanismo es muy acusado,
puede abocar al desastre.

Estas actitudes también quedan reflejadas en la comunicación, compuesta a base de
soliloquios en los que nadie escucha a nadie, pues cada cuál trata de demostrar sus méritos, que
han de ser los mejores o más interesantes y con ellos superar al rival. No es extraño que se de
rienda suelta a fantasías grandiosas, sobre hazañas diversas (viajes extraordinarios, conquistas
amorosas, aventuras, ...) que pueden ser creídas por el propio actor, acercándonos a la
archiconocida "pseudología fantástica".
La agresividad también se desarrolla en la conversación que tiene por finalidad lograr la
destrucción del competidor, de muchas formas posibles: criticarlo, desprestigiarlo, despreciarlo,
calumniarlo, etc. En dichos actos el "yo" queda calificado con los predicados contrarios a los
utilizados con el rival (22).

2.6. La perfección. El narcisismo se mueve en términos absolutos ("valgo o no valgo") y no
muestra matizaciones (22). En el polo del "valor", el implicado se encuentra en la aceptación o
perfección a la que aspira sin límites, mientras que en el "disvalor", se halla en una posición de
rechazo o denigración. Este tema fue analizado por Freud en el trabajo que venimos mencionando
(1), donde lo relaciona con los "ideales", si bien éstos fueron matizados en otros textos (7, 23).
Trátase de dos instancias bien diferenciadas: el "yo ideal" y el "ideal del yo", refieriéndose ambos a
modelos de cómo debe ser alguien para ser valorado o preferido.
La búsqueda de la perfección se asocia al "yo ideal", asimilado por Lacan al registro
imaginario, y como copero del "yo", se relaciona con la ausencia de fallas. En tal sentido, producen
continuos desplazamientos de esta instancia, aumentando sus exigencias e intentando llevarlo a
lugares imposibles. Cuando en sus empeños, el "yo" se acerca al "ideal" se experimenta como
autosatisfacción y aumento de la autoestima. Aquellos que se creen en posesión del "yo ideal" se
hallan en una posición de superioridad, seguridad, autoconfianza, orgullo, arrogancia,
autoimportancia, omnipotencia, ostentación de logros que no son tales, etc, que se aproximan
bastante al "trastorno narcisista de la personalidad" (24). Estas personas a menudo denigran a
quiénes no poseen el "ideal", considerándolos por ello imperfectos.

Mas, las circunstancias (internas o externas) promueven situaciones en las que por fuerza se
producen sentimientos contrarios a los expuestos y el implicado sufre un alejamiento del "ideal",
entonces se autocensura, autoreprocha y hasta se autocastiga. No son extrañas ahí las reacciones
de tinte paranoide en las que se culpa, no al "yo" por intentar aspiraciones imposibles, sino al "otro"
por frustrarle en sus pretensiones extraordinarias.

El "ideal del yo", que pertenece para Lacan al registro simbólico, se relaciona con los valores
transmitidos por los mensajes procedentes de personas significativas (el "Otro") y su posesión
coloca al sujeto en una posición de privilegio que oculta sus fallas. Su contenido (significante) puede
referirse a: la fortaleza, la virtud, el honor, la bondad, etc.
Hay que hacer constar que los "ideales" petrifican al sujeto en un lugar del que le es
imposible escapar, al tiempo que oculta sus defectos (la "división" lacaniana).

2.7. El vacío sustancial. Las manifestaciones en el plano de la imagen crean una gran
superficie pero muy poca (o ninguna) profundidad. Esto se debe, como dijimos, a que se deja fuera
de su campo todo aquello que contraviene la puesta en escena imaginaria y que son precisamente
los elementos que nos aproximan a la especie humana, lo que conduce directamente a un
vaciamiento sustancial de la persona.

Este poderoso efecto se demuestra en la conversación en la que solo se tratan aspectos
convencionales y propios de la apariencia, que persigue presentarse lo más atractivo posible ante los
demás. No se mencionan, en cambio, aspectos personales aunque estos sean bastante evidentes.
Las expresiones verbales de este calado provocan el más absoluto aburrimiento a quien las escucha,
a no ser que éste último se halle en la misma onda.
Sobre toda esta "tontería social" se edifican fantasías de tener contactos íntimos y personales
con los demás, cuando la vida sentimental y las relaciones son de la más completa superficialidad.
Refiriéndose al propio análisis, Lacan habló de "palabras vacías", en cuyo caso la cura tiene que
encaminarse a no gastar tiempo en expresiones de este género que llevan a dolosas pérdidas de
tiempo (25).

2.8. Los ídolos. El nihilismo creado por el narcisismo en la propia organización psíquica tiene
que ocuparse por elementos que promuevan o encumbren la propia imagen y justo éste es el lugar
donde los ídolos toman cuerpo, y en la que participan distintos personajes que son elevados a tal
dignidad: el cantante, la actriz, el noble, la modelo, el aristócrata, ...
Cualquiera de ellos resulta idealizado, lo que significa que sus calidades y valores son
elevadas al máximo grado de perfección, de tal modo que su efigie queda engrandecida y exaltada,
al descontársele todo lo humano que no conviene ver. Como consecuencia, se produce una
admiración incondicional y apasionada hacia ellos, desde el momento en que son considerados
grandiosos y se promueve, asimismo, la identificación. Esta última puede tomar numerosos aspectos
en relación con la persona exaltada: imitación de gestos, utilización de frases o vestidos, etc. Con
esto se demuestra, una vez más, el poder cautivante que poseen las imágenes, hasta el punto de
poder caer rendido ante ellas.

3. Estabilización del sistema narcisista.
El sistema narcisista muestra una organización de por sí bastante precaria, es decir, siempre
está al acecho la amenaza de desorganizarse, dado que se basa en muy pocos logros o efectos
reales, casi todos son imaginarios. De ahí que el "yo" tenga que aprovecharse de cualquier arma que
esté a su alcance para lograr mantenerse. Esto le da una estabilidad imponente que lo hace
refractario a cualquier intento de modificación o cambio, al tiempo que intenta que se repitan los
patrones de comportamiento. Detallamos seguidamente algunos modos comunes de protección:
3.1. Los autoengaños. Lacan nos hizo saber que el "yo" es pura ficción; esto puede verse
con toda claridad en una de las ideas más extendidas y compartidas en el presente: que cada cual
se ha hecho a sí mismo y es independiente y que sus creencias, deseos, actitudes, etc, parten de sí
mismo. Esta presunción es tan poderosa que incluso los teóricos de la "psicología del yo" cayeron en
su señuelo (10). Al mismo tiempo, el engaño se hace completo cuando esta convicción yoica se
traslada a toda la persona.

Por contra, el sujeto humano no puede formarse ex nihilo, sino que su origen se halla en
aquellos seres hablantes con los que inicialmente convivió, fuentes de mensajes y de identificaciones
(el "Otro"), pero esas pistas desaparecen. Con ello se produce la creencia cuasi delirante del "yo me
he hecho a mí mismo" o "tengo mis propias ideas". Cuando se analiza esto en los pacientes se
descubre cómo su organización viene de fuera; uno de ellos, aburrido mortalmente de la carrera de
derecho y repitiendo cursos de modo prácticamente constante, tenía la idea de que libremente había
escogido esta titulación, pero más tarde se observaron los mensajes del padre que lo indujeron a la
(penosa) elección.

Las actitudes que hemos revisado en el epígrafe anterior (necesidad de aprobación, hallarse
pendientes de las críticas, dejarse influir, ...) revelan que no se es tan independiente como se cree.
Además, el "yo" inventa razones para autoconvencerse y no descubrir los verdaderos propósitos de
las acciones.

3.2. Expulsión de aquello que no conviene. El ego es el lugar donde el sujeto se
representa a sí mismo, bajo la presión de los "ideales", sin fallas. En este contexto, tiene que
rechazar todo aquello que no sea coherente o que entre en contradicción con sus pretensiones. Este
es el fundamento de la "represión", en la que se opera una modificación sustancial de la
subjetividad, proceso en el que interviene el devenir histórico: mientras antes obedecía más a los
preceptos morales, en la actualidad se conecta con los aspectos estéticos que hieren el narcisismo,
pretendiendo en todo momento mantener las (extraordinarias) pretensiones de los "ideales
narcisistas".
Uno de los aspectos más rechazados es el síntoma (neurótico), que se toma como una
molestia o herida narcisista; de ahí que el paciente acuda a nosotros pidiéndonos que se lo quitemos
sin que él realicen esfuerzo alguno. Análogamente, muchas de las teorías que aquel forja sobre su
síntoma no se hace cargo del mismo, sino que actúa como si no le perteneciera en absoluto, al
tiempo que crea razones aliviadoras (p. ej. "es por culpa de mi marido", "es el cambio de tiempo",
"se trata de una tara genética de mi familia", etc). Es evidente que cualquiera de ellos favorece el
mantenimiento de las valoraciones positivas.
3.3. Lo que no gusta se pasa afuera y viceversa. Las apreciaciones lacanianas nos llevan
a que no existe una división rígida entre uno mismo y los demás; Rimbaud había dejado escrito: "yo
es otro". Esto es fácil de comprobar en la vida diaria, donde se ve que una persona suele
relacionarse con los demás tal como se relaciona consigo misma (p. ej. quién no se acepta a sí
mismo, suele ser inflexible con los demás).

En este sentido, todo aquello que daña el narcisismo se pone fuera y así el "yo" queda libre
de tales elementos perturbadores; así, los aspectos negados en uno mismo, aquellos con los uno no
se quiere identificar, aparecen reflejados en el exterior. En un segundo tiempo, se lleva a cabo una
tabicación entre ambos polos, lo que supone crear una discontinuidad que no existe realmente, para
que aquello que se halla fuera no retorne con facilidad; de esta forma, el material rechazado ya no
es propio, sino de los poseedores de la cualidad eliminada. El psicoanálisis clásico denominó a este
mecanismo "proyección" y son las aportaciones lacanianas las que han sabido elucidarlo
correctamente.

El material proyectado está formado por todo aquello que se considera defectuoso, pero
también es frecuente exculpar al "yo" de cualquier actuación de dudosas consecuencias y así echar
la culpa a los demás de lo que a uno le sucede, sin ver en lo que participa.
Al mismo tiempo, aquello que se desea poseer y creemos no tener (un rasgo, una cualidad)
por imaginarlo maravilloso, nos lo apropiamos mediante la identificación, fenómeno bastante común
y tan fácil de observar como la proyección.
3.4. La búsqueda incesante de objetos o situaciones que aumentan la valía.
Determinados objetos, actividades o situaciones producen júbilo narcisista y tienden a buscarse o a
repetir el encuentro con ellos. Puede tratarse de: a)aquellas actividades que hacen sentirse a uno
bueno en su desempeño (p. ej. tocar el piano) y cuya desaparición hace que se produzca el
aburrimiento o la depresión (p. ej. jubilación), b) objetos que lo hacen sentir exaltado pues su valor
se siente como propio (p. ej. posesión de una obra de arte).
Cualquiera de los mencionados se convierte en una demostración de méritos personales, es
decir, produce un encumbramiento yoico; pero, ninguno de ellos tendría efecto si no se tuviera lugar
la ovación ajena, de hecho, con tal fin se hace un alarde o exhibición de actividades o posesiones.
Añadimos que todos ellos sirven para ubicar al "yo" en posición de superioridad frente a los demás
("yo lo tengo y tú no, por eso no tienes el mismo valor que yo"). Es importante señalar que, debido
al entusiasmo que producen al gratificar el narcisismo, pueden provocar la adicción con mucha
facilidad (p. ej. al trabajo).

3.5. El deseo de ser admirado o de admirar. A veces es necesaria la presencia de
admiradores para preservar la integridad narcisista, pues se logra con ello ensalzar las propias
cualidades y brindar la sensación de perfección. Pero, también es posible buscar a quién admirar
para ser testigo fascinado de su exhibición, encontrando en él lo que falta y deseando poseer sus
cualidades; la identificación es inevitable, lo que significa incorporar sus atributos. Se añade que el
narcisismo yoico puede satisfacerse a través del contacto con objetos desvalorizados, pudiendo
coincidir con cualquiera de estas posibilidades, porque los deficits de éstos permiten al "yo"
representarse de una manera superior.

En los casos analizados, que se conocen como "relaciones narcisistas de objeto" y de las que
dimos cuenta en otro lugar (19), se produce una auténtica mordaza pues no se permite bajar del
pedestal (léase "ideal") a aquel que se encuentra en ese lugar.
4. Elementos narcisistas a tener en cuenta en la terapia.
Hemos visto al "yo" como un elemento que tiende a la estabilidad protegiendo al sistema
narcisista, por consiguiente cualquier intervención analítica es vivida como un ataque y despierta la
resistencia más encarnecida, en lugar de ser recibida como un material nuevo que viene a
enriquecer el sistema. Teniendo en cuenta ésto, debemos pensar con Lacan que no existe una
resistencia propia del paciente, como creían aquellos autores que intentaron hacer del "yo" el centro
de la cura (8-10).

En tal sentido, debemos entender la relación terapéutica como una díada, de tal manera que
mientras más presiona el analista, más se defiende el paciente (p. ej. si este no escucha, quién lo
trata se lo repite de forma más clara, lo que le hace escuchar aún menos); de ahí que Lacan indique
que "resistencia hay solo una: la del analista" y la provoca cuando no sabe a qué se enfrenta.
Esto lleva a que el trabajo analítico hay que hacerlo con la paciencia y cautela debidas a fin
de que el "yo" y sus estructuras anexas ("yo ideal", "ideal del yo", identificaciones, ...) puedan
desbancarse, sin tantas presiones y encadenamientos y dando paso al surgimiento del deseo, único
escape del laberinto narcisista. Someramente, podemos indicar que este es el caso de una paciente
mayor que se halla constantemente trabajando y haciendo tareas para demostrarse que "puede con
todo" y sin parar en ningún momento, llegando al agotamiento físico e incluso, a padecer diversas
afecciones psicosomáticas; le bastó para salir de ahí, poder alcanzar aquellas circunstancias que la
hacían sentir más feliz y que escapaban a cualquier demostración.

Un aspecto digno de resaltar consiste en que si la presión ejercida sobre el "yo" es
demasiada, el paciente puede entrar en "transferencia negativa" desconfiando de quién lo trata; de
ahí que Lacan conceptualizara el análisis como una "paranoia dirigida", término propuesto en
momentos muy precoces de su evolución teórica en los que militaba en las filas surrealistas (25,
26).

5. Discusión y conclusiones.
La presente exposición ha versado sobre un asunto candente en nuestro medio social: el
narcisismo, tema surgido a partir de un artículo de Freud que, a pesar de sus apenas 17 páginas,
posee un contenido de valor incalculable. En él su autor revela que nos hallamos ante un asunto
inherente a toda la humanidad y no de un tipo particular de individuos.
Siguiendo esta aportación, el "ego" se ubica en el centro del narcisismo y no en vano existen
numerosas palabras en nuestro idioma que lo utilizan como prefijo y que se refieren al mismo
asunto (egoísmo, egolatría, egocentrismo, ...). Los postfreudianos por su parte, lo designaron con
unas características que no aparecen por ningún lado en el texto freudiano, a saber: centro de la
subjetividad, conciencia, guardián del principio de realidad, elemento a reforzar en la cura,
racionalidad, etc. Hemos intentado demostrar aquí los errores relativos a esta postura, que no son
difíciles de apreciar, al tiempo que los consideramos importantes de tener en cuenta para realizar el
abordaje adecuado de aquellos que confían en nosotros su salud mental.
Pero, este intento no hubiera sido posible sin la lectura que Lacan hizo de la Introducción al
narcisismo con el concurso de la "dialéctica del amo y el esclavo" hegeliana, con la que cambió la
perspectiva y nos libró de introducir en la terapia la tendencia a pensar que paciente y médico
"estamos en armonía, somos uno y nos comprendemos" y que hay que adaptar al primero de ellos a
vivir según los preceptos que imponga la cultura a través de nosotros; por esta vía fácilmente nos
ubicamos en el "discurso del amo" en el que no hay que caer.

Las características del narcisismo, tan extendidas socialmente y que hemos detallado
(aceptación, perfeccionismo, sensibilidad a la crítica, protagonismo, autoexigencias, etc), son
efectos de las mordazas promovidas por el "yo", de las que hay que liberar al paciente, de ahí que
nos sorprendamos de cómo las directrices desviadas pretendían reforzar el "yo" o apoyarse en él, lo
que conduciría directamente a un aumento del narcisismo, a mayor resistencia y a la inevitable
repetición.

Pero, este sistema tiende a ser extraordinariamente resistente a cualquier cambio y, a tal
efecto, despliega múltiples mecanismos para su mantenimiento efectivo y se pone en guardia tan
pronto como se hace alguna presión sobre él. Esto hace que, al decir de Lacan, la resistencia se
halle del lado del analista y no del paciente, como creía Anna Freud. Hay que ser muy cauto a la
hora de realizar nuestras intervenciones, esto es, hacerlas de modo sutil para no despertar al
gigante dormido y que se ponga en marcha la "transferencia negativa" que acabe con cualquier
pretensión de análisis.

La salida de estas trampas (narcisistas) se encuentra en la armonización con el deseo, algo
necesario para convertirnos en sujetos, escapando así a "identificaciones" e "ideales" de carácter
alienante, que pueden echar a perder toda una vida ya que funcionan como verdaderos amos.
Pero atención, el paciente no se va dejar analizar tan ricamente, sino que va a oponer toda
su fuerza en contra de este acto, por muchas razonas aquí estudiadas, pero también por aquello que
decía François de La Rochefoucauld, y que apreciamos claramente en muchos de nuestros
pacientes: "No puedo aceptar el pensamiento de ser liberado por otro que no sea yo mismo".

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