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El abuso sexual infantil en la literatura.

Autor/autores: Ana María Martorella
Fecha Publicación: 30/03/2014
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

El Abuso Sexual Infantil forma parte de uno de los capítulos más vergonzosos y traumáticos de
la historia de la humanidad, y no sólo se encuentra en los relatos de las historias clínicas de los
pacientes y en los tratados científicos, sino que, actualmente, se hallan múltiples publicaciones que
incluyen narrativas de víctimas y terapeutas. El diagnóstico de este horror se realiza mediante
técnicas y elementos, que logran mediatizar y/o vehiculizar la palabra, ya que los niños no poseen
habilidades lingüísticas para nombrar tales actos ni sentimientos surgidos de los mismos. Se plantea
reflexionar sobre la inclusión de estos textos al género literario, no sólo científico, sino de la
narrativa, en la que los relatos corresponden a historias personales, cuidando sumamente la
identidad real y datos de sus protagonistas. Dicho discurso literario contiene, además, elementos
que refieren a la subjetividad de quien lo escribe, y se comprueba en su escritura, que se halla
imbuida de las emociones de su autor en cada párrafo. Los géneros literarios se caracterizan por la
calidad en que los autores son capaces de hacer comunicable aquello que desean que el Otro
comprenda. Si el autor posee el atributo de transmitir la escena, las características del o los
personajes, y los matices de las emociones, sensaciones y sentimientos que han percibido y los
invaden, teñidos de su propia subjetividad, entonces, está escribiendo literatura; su narrativa surgió
de su actividad profesional real: simbolizaciones de aquello que la víctima ha vivido e intenta
elaborar para resolver un conflicto.

Palabras clave: abuso


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EL ABUSO SEXUAL INFANTIL EN LA LITERATURA
Ana María Martorella
amartor@intramed.net.ar
Abuso sexual infantil, Literatura, Subjetividad.
Child sexual abuse, Literature, Subjectivity.

RESUMEN:
El Abuso Sexual Infantil forma parte de uno de los capítulos más vergonzosos y traumáticos de
la historia de la humanidad, y no sólo se encuentra en los relatos de las historias clínicas de los
pacientes y en los tratados científicos, sino que, actualmente, se hallan múltiples publicaciones que
incluyen narrativas de víctimas y terapeutas. El diagnóstico de este horror se realiza mediante
técnicas y elementos, que logran mediatizar y/o vehiculizar la palabra, ya que los niños no poseen
habilidades lingüísticas para nombrar tales actos ni sentimientos surgidos de los mismos. Se plantea
reflexionar sobre la inclusión de estos textos al género literario, no sólo científico, sino de la
narrativa, en la que los relatos corresponden a historias personales, cuidando sumamente la
identidad real y datos de sus protagonistas. Dicho discurso literario contiene, además, elementos
que refieren a la subjetividad de quien lo escribe, y se comprueba en su escritura, que se halla
imbuida de las emociones de su autor en cada párrafo. Los géneros literarios se caracterizan por la
calidad en que los autores son capaces de hacer comunicable aquello que desean que el Otro
comprenda. Si el autor posee el atributo de transmitir la escena, las características del o los
personajes, y los matices de las emociones, sensaciones y sentimientos que han percibido y los
invaden, teñidos de su propia subjetividad, entonces, está escribiendo literatura; su narrativa surgió
de su actividad profesional real: simbolizaciones de aquello que la víctima ha vivido e intenta
elaborar para resolver un conflicto.

ABSTRACT:
Child Sexual Abuse is part of one of the most shameful and traumatic chapters in the history of
mankind, and not only found in the stories of the patients' medical histories and scientific treatises,
but of the narrative, in which the stories are personal stories of victims and therapists. The diagnosis
of this horror is done using techniques and elements, who manage to mediate and / or carrying the
word, because children do not have language skills to name such acts or feelings arising thereof.
This paper proposes to reflect on the inclusion of these texts to the literary genre, not only scientific
but the narrative, in which the stories are personal stories, caring very real identity and data of its
protagonists. Such literary discourse also contains elements that relate to the subjectivity of who
writes, and checks in his writing, which is imbued with the emotions of the author in each
paragraph. Literary genres are characterized by the capacity in which the authors are able to
communicate what they want the Other to understand. If the author has the attribute to convey the
scene, or the characteristics of the characters, and nuances of emotions, sensations and feelings
that they have perceived and invade themselves, dyed by their own subjectivity, then, he is writing
literature; his narrative is product of his real business: symbolization of what the victim has lived
and seeks to develop to resolve a conflict.


INTRODUCCIÓN
El Abuso Sexual Infantil forma parte de uno de los capítulos reiterados más vergonzosos y
traumáticos de la historia de la humanidad. Ha sido cometido hasta nuestros días como parte de
prácticas genocidas, como forma de explotación y trata de personas, de tradiciones de iniciación
sexual por parte de familiares y de empleadores de las familias de las víctimas, como medio de
obtención de placer por sujetos que presentan perversiones sexuales, etc.
Por lo tanto, no sólo se encuentra en los relatos de las historias clínicas de los pacientes ni en
los tratados científicos, sino que, actualmente, se hallan múltiples publicaciones que incluyen las
narrativas de las víctimas y de sus terapeutas, donde se describen situaciones y emociones de
ambos protagonistas. Es decir, que el diagnóstico de este horror se realiza mediante diversas
técnicas y elementos, como los gráficos, el juego y los tests proyectivos, que logran mediatizar y/o
vehiculizar la palabra en todos sus códigos posibles, ya que los niños no poseen habilidades
lingüísticas para nombrar tales actos ni sentimientos surgidos de los mismos.
El Abuso Sexual Infantil se encuentra clasificado por la Organización Mundial de la Salud, a
través del CIE 10, y también en el DSM IV, el Manual de Trastornos Mentales Americano (USA),
siendo que, recién en los albores del siglo XX, comenzó a pensarse como algo posible y, aún más,
perpetrado en el seno de las propias familias: en forma incestuosa!!!!
El Abuso Sexual Infantil hasta ha sido y, lamentablemente, sigue siendo narrado en notas de
periódicos tan amarillistas como reales, describiendo trágicas consecuencias para las víctimas:
violación, embarazos precoces, descendencia no deseada, filicidio, aborto terapéutico, muerte....
Nunca se dan pautas de prevención ....
Al Abuso Sexual Infantil corresponden los síntomas de Trastorno por Estrés Postraumático, ya
sea porque las jóvenes víctimas fueron sometidas sexualmente, han sido amenazadas, o han sido
testigos de actos sexuales que la mente infantil no alcanza a comprender ni posee la madurez
necesaria para consentirlo ni tolerarlo; respondiendo con temor, desesperanza y horror intensos,
que pocos oyen e interpretan.
El Abuso Sexual Infantil se reexperimenta, entonces, persistentemente a través de recuerdos
recurrentes e intrusivos, que provocan malestar, incluyendo imágenes, pensamientos y percepciones, que se expresan en los juegos repetitivos de los niños y niñas, donde aparecen
francos indicadores de temor o aspectos característicos del trauma. También, reaparece en sueños
de carácter recurrente, de contenido terrorífico e irreconocible, con sensaciones de revivir el
acontecimiento traumático como si fueran ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos
denominados flashbacks. Provoca malestar psicológico intenso a estímulos internos o externos que
simbolizan o re-evocan un aspecto de la experiencia victimizante, acompañados de respuestas
fisiológicas idénticas a las manifestadas durante el o los episodios dolorosos: taquicardia,
sudoración, angustia hasta el llanto y los gritos, pérdida de control de los esfínteres (enuresis,
encopresis), etc.

La víctima de Abuso Sexual Infantil se esfuerza por evitar, constantemente, los estímulos
asociados al trauma, junto al embotamiento consecuente; evita pensamientos, sentimientos o
conversaciones relacionadas; se evade de actividades, lugares o personas; fracasa en recordar tanto
un aspecto importante del hecho como en interesarse en la participación de acciones significativas,
con sensación de desapego o enajenación frente a los Otros; junto a restricción de su vida afectiva y
sensación de futuro limitado, tanto personal, laboral, académico, profesional.
Presenta dificultad para conciliar o mantener el sueño, irritabilidad o ataques de ira,
dificultades para concentrarse, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto....
Si tiene suerte, y es lo suficientemente inteligente, logra transformar todo esto con recursos
creativos, y se convierte en un personaje heroico de su propia historia: es resiliente!
Son resilientes frente a tan cruel adversidad.
Es por eso, que se plantea reflexionar sobre la inclusión de estos textos al género literario, no
sólo científico, sino de la narrativa, en la que los relatos corresponden a historias personales,
cuidando sumamente la identidad real y datos remitentes a sus protagonistas.
Dicho discurso literario contiene, además, elementos que refieren a la subjetividad de quien
lo escribe, y se comprueba en su escritura, que se halla imbuida de las emociones de su autor en
cada párrafo.

Aún la búsqueda en internet ofrece numerosos trabajos sobre Abuso Sexual Infantil desde el
punto de vista clínico, filosófico y social, pero pocas fuentes dan cuenta del relato de las víctimas
con respecto a sus sentimientos, frustraciones, dolores, debidos al daño padecido y que afecta su
integridad psicofísica.
Quien sufre abusos en la infancia, tiene el recuerdo del abuso grabado en él y el de todas las
emociones que lo acompañaron. Incluso, aunque no sea consciente, aunque no lo sepa, lo que
ocurrió no sólo está grabado en su mente, sino también lo está en el resto de su cuerpo. (1)
La vulnerabilidad de las víctimas de Abuso Sexual Infantil es algo que a veces se nota en los
gestos, en la forma de mirar, en el discurso. (1)
Podemos dirigir nuestros esfuerzos a cambiar lo posible. Para convivir con lo que no podemos
cambiar, debemos ser valientes y creativos. (Virginia Satir).
La escritura de las víctimas de Abuso Sexual Infantil puede simbolizar una carta a su agresor,
no con la idea de enviarla, sino con la idea de poder decir todas las cosas que le hacen daño por
dentro. La cólera es más fácil de tolerar que el dolor, que se vuelve a veces insoportable, pero
debajo de ella siempre hay otras emociones. (1)
Muchas personas usan su imaginación para sobrevivir a situaciones terribles. Imaginar
futuros posibles, desconectar de la realidad, soñar con vidas alternativas, son cosas que han podido
ayudar a sobrevivir. Puede que haya sido soñando despierta o a través del cine o la literatura. (1)
La Caperucita Roja del cuento infantil no es ni más ni menos que una víctima más de los
tantos lobos disfrazados de corderos, aunque aquí sea descripto metafóricamente como una tierna
abuelita que aprovechó la ingenuidad y la curiosidad de una niña, como tantas niñas de ayer y hoy,
como cualquiera de nosotras.
Acaso la Bella Durmiente haya sido también víctima de un abuso que la condenó a disociarse
en la anestesia total, al punto tal de no vivir su propia vida; o Blancanieves envenenada por la
amargura del fruto que la llevó a convivir con los siete enanos, simbolizando falos, en la espesura
del bosque; quizás el mismo bosque donde habitara el lobo voraz de Caperucita...
Ya Federico García Lorca, adscrito a la llamada Generación del 27, es el poeta de mayor
influencia y popularidad en la literatura del siglo XX, y entre sus obras, también recitó episodios de
abuso sexual infantil. Tal ejemplo lo podemos encontrar en "Preciosa y el Aire" dedicada a Damaso
Alonso:

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
Por un anfibio sendero
De cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
Huyendo del sonsonete,
Cae donde el mar bate y canta
Su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
Los carabineros duermen
Guardando las blancas torres
Donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
Levantan por distraerse
Glorietas de caracolas
Y ramas de pino verde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
El viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
Lleno de lenguas celestes,
Mira a la niña tocando
Una dulce gaita ausente.
-Niña, deja que levante
Tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
La rosa azul de tu vientre.
Preciosa tira el panadero
Y corre sin detenerse.
El viento ­hombrón la persigue
Con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría

Y el liso gong de nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
Que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
Con sus lenguas relucientes.
Preciosa, llena de miedo,
Entra en la casa que tiene,
Más arriba de los pinos,
El cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
Tres carabineros vienen,
Sus negras capas ceñidas
Y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
Un vaso tibio de leche,
Y una copa de ginebra
Que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando
Su aventura a aquella gente,
En las tejas de pizarra
El viento furioso muerde.

MATERIAL Y MÉTODO
Con el objeto de demostrar la calidad literaria de aquellos profesionales que asisten a
víctimas de Abuso Sexual Infantil, al igual que la de las publicaciones de las propias víctimas de este
doloroso trauma; se han seleccionado algunos párrafos de autores hispanoparlantes que, a modo de
transmitir un testimonio y/o los modos de intervención diagnóstica y terapéutica en estos casos,
utilizan la palabra y los recursos literarios disponibles.
Es notable la capacidad que los mismos poseen para comunicar los sentimientos que estos
cuadros promueven, tanto en las víctimas como en sus terapeutas que los acompañan en la
tramitación del autoperdón y la reparación de su psiquis profundamente dañada.
Dicho medio expresivo no debe dejar lugar a dudas que lo relatado por las víctimas es real,
que no hay manipulación posible cuando la escucha es comprometida y empática.


RESULTADOS
Entre los relatos elegidos para este trabajo, se han seleccionado párrafos que
categóricamente presentan atributos literarios capaces de sensibilizar al lector, a la vez que lo
remiten al lugar de los hechos y facilitan la internalización de las emociones de sus protagonistas, a
modo de despertar, tanto en los profesionales como en otras víctimas, el interés por la revelación de
los abusos y la mejor resolución de la conflictiva planteada.
Entre la bibliografía referida, encontramos narraciones tales como:
"Sólo interferencias especulativas nos permiten hablar de la niña que todavía lucha por tener
sus propias palabras. Pero en 1895, Freud, ante el relato de las pacientes histéricas, creyó que había
existido siempre, en sus padecimientos infantiles, un abuso sexual concreto, perpetrado por un
adulto, generalmente cercano familiarmente.

Era un suceso acaecido,concreto.

Sólo en Psicopatología de la Histeria, comienza a cuestionarse si siempre es real o son las propias fantasías
que recrean un recuerdo encubridor. Todavía no habla en esos términos, pero ya se vislumbra la
inconsistencia que tiene la "verdad" en esos casos.
Pero 100 años después, los que diariamente trabajamos en discernir escenas que construyan
el relato de la propia vida para proyectar un futuro más placentero, teniendo en cuenta lo real de los
deseos, podemos entrever, discriminativamente, una huella convincente de que algo de lo real ha
pasado cuando esto ha ocurrido. Una huella en la arena donde la relación con Otro no es confusa,
pero la memoria no es clara. Algo ajeno, núcleo no reductible a lo propio, se denuncia, se percibe.
Transferencialmente, no hay confusión con el relato fantaseado.
Los actos perversos, la perversidad (para discriminar de perversión) pueden darse en
cualquier tipo de estructura con alto componente narcisista y defensas proyectivas de la propia
conformación deficitaria. Aquello del perverso polimorfo, a que se refiere Freud en "Tres ensayos de
teoría sexual", es base configurante de toda humanidad. La sexualidad infantil busca el placer con
independencia del objeto; todavía no hay posibilidad de consideración ni empatía, hasta que la
proyección permite discriminación, e identificación con el semejante. Este núcleo infantil es el que
encontramos en las actuaciones adultas, produciendo escándalo, como otras conductas infantiles en
un adulto. Restos larvados que no entraron en la estructura civilizadora esperada por la cultura.
Pero en esto, como en toda conducta humana, son los matices los que confunden: maneras
consideradas "mala educación" pueden ser elecciones mórbidas en gente que tuvo otras
oportunidades; y vemos algunos niños muy carenciados que se esfuerzan por alcanzar altos ideales
y adquisiciones sofisticadas. (4)
Mientras tanto, el papel de la rabia o la cólera queda muy bien resumido en la siguiente frase
de Clarisa Pinkola Estés, en su libro "Mujeres que corren con los lobos" (1998, pág. 379):

"Podemos utilizar la luz de la cólera de una manera positiva para distinguir ciertas cosas que
habitualmente no podemos ver. Un ejemplo negativo de la cólera se concentra de manera destructiva en
un minúsculo lugar que, como el ácido que provoca la úlcera, abre un negro agujero a través de las
delicadas capas de la psique".
Alice Sebold, superviviente de una violación, ha escrito un libro contando su experiencia y
dice:

"Él tenía mi vida en sus manos. Los que dicen que preferirían luchar a muerte antes de ser violados, son
unos necios. Yo prefiero que me violen mil veces. Haces lo que tienes que hacer."
"Alguna vez pensé que tenía que eliminar las partes conflictivas de mí misma. Ahora sé que pueden ser
fieles compañeras, si decido hacerlas mis amigas." (Virginia Satir).
"La comunicación es a una relación, lo que la respiración es a la vida" (Virginia Satir).
"La fuerza salvaje de nuestra psique espiritual nos sigue como una sombra por un motivo. Según un
dicho medieval, si bajas por una pendiente y te sigue una fuerza poderosa, y si esta fuerza poderosa
logra apoderarse de tu sombra, tú también te convertirás en una fuerza poderosa por derecho propio"
(Clarisa Pinkola Estés).
En "Después del silencio", la terapeuta y su paciente, intercalan sus parlamentos para
describir la misma historia desde dos ángulos diferentes, pero ambas comprometidas en la emoción
que la misma historia les provocaba, sea desde la experiencia para la víctima de las agresiones, sea
desde la escucha empática para la observadora que, ante estos crueles relatos sobre una niña
indefensa, no podía ser pasiva ni indiferente.

"Viví dos vidas paralelas en una misma existencia. Por una parte, una dulce infancia protegida en casa,
con mis padres y mis hermanos. Por otra, con mi agresor que me privó de libertad.
Durante muchos años no fui capaz de hablar sobre los abusos, ni siquiera conmigo misma. Éstos
ocurrían casi a diario, pero, cuando me marchaba de su lado, yo debía desconectar de aquello y pasar a
mi otra vida, como si eso no hubiera ocurrido. Así que me pasé parte de mi vida como si eso no hubiera
ocurrido. Así que me pasé parte de mi existencia inventando cosas y mintiendo a todos para que nadie
supiese qué es lo que estaba sucediendo. Era algo que él me pedía". (Toñi).
"Por mucho que se *mate* a una mujer, por mucho que se la hiera, su vida psíquica sigue adelante y
aflora en la superficie de la tierra, donde vuelve a brotar con su emocionado canto". (Clarisa Pinkola
Estés).
"...me fracturé el brazo derecho siendo pequeña .....y me pusieron un montón de puntos, pero ahora ya
no me duele. Eso mismo he logrado con los abusos, sé que están ahí, pero he conseguido dejar a un lado
el dolor y la perpetua tristeza, para dar paso a la alegría".
"Casi dos años más tarde, al finalizar mi terapia, Ángela me comentó que cabía la posibilidad de
escribir un libro con mi historia. Desde el primer momento, me pareció una gran idea. En mi vida he
ganado muy pocas cosas y para mí es una tremenda alegría poderle gritar al mundo que, después de
tantos años de silencio, en esto he ganado la batalla y la guerra". (Toñi).
"Érase una vez una niña de ojos grandes. ...Aprendí a combatir las sensaciones de miedo, asco, dolor y
tristeza, todo ese pesar que llevaba siempre a cuestas, creando para mí una vida mágica. En mi
habitación con mis ositos de peluche y mi entusiasmo por los animales, empecé a fabricar una dulce y
maravillosa vida totalmente distinta en mi día a día. Ya no vivía en la ciudad ni en un piso. En mi sueño,
empecé a vivir en una casita en el campo, sola con mis papás, mis hermanos y mis animales, rodeada de
unas maravillosas montañas verdes, donde no podía pasar nada malo, era totalmente imposible. Al más
puro estilo *Heidi* y *La casa de la pradera*.....A mí me fascinaba todo aquello, así que me puse manos
a la obra e inventé la mejor de las historias para mí. Ésto pasó a ser mi gran jardín secreto y gran parte
de mi vida. Tan pronto pasaba de ser una niña inmensamente felíz, a ser el ser humano más triste y
desgraciado del mundo. Para mí se hizo una situación tan normal.....A día de hoy, lo que me asombra es
que la niña que fui hubiese pasado por todo aquello....No era nada complicado acceder a la situación
que él quería. No le resultó difícil embaucar a una inocente criatura con mentiras sobre que *sólo vamos
a jugar, pero no debes decir porque es muy peligroso*.
Urdió para mí una tremenda y terrorífica tela de araña. No tenía suficiente con utilizarme, manosearme
y obligarme a un sinfín de *juegos* sexuales, sino que también ...., contándome historias horribles de lo
que me pasaría si no accedía a sus peticiones. .... Así viví, bajo esa dictadura, con miedo a algo
desconocido, algo peor de lo que ya estaba ocurriendo, hasta aproximadamente los 11 años....Yo
recordaba los tebeos de Zipi y Zape que leía mi hermano y pensaba que, igual que alguien escribía y
dibujaba aquellos tebeos, podría estar haciendo lo mismo con mi vida. Que había alguien escribiendo
una historia de cosas raras. Esperaba y esperaba, porque sabía que si eso era así, tendría un final
cercano, como ocurría con los tebeos....Me paseaba por casa mirando por todas partes, intentando
encontrar algo que me indicara que tenía razón, que sólo era un tebeo, que mi vida era una maldita
historia y alguien cerraría el tebeo y yo y toda mi vida desaparecerían. Lo que ocurría es que alguien
estaba jugando a escribir un tebeo sucio, un libro de malos y por eso pasaban tantas cosas.... En los
tebeos y los dibujos de la tele, las historias casi siempre terminaban con un final bonito.... Encontré un
método de evasión, empecé a pensar que yo era una roca, una piedra que ni siente ni padece. No sentía
frío ni calor, no sentía dolor, ni miedo ni asco, no había nada. Sólo vacío.... Durante la elaboración de
estas páginas, al recordar a la niña que fui, me he sentido orgullosa porque he recordado que era una
niña valiente, luchadora y con una imaginación desbordante. Con sus recursos, con sus historias de niña,
me ha permitido llegar a la mujer que soy hoy. Y no dejo de asombrarme al recordarla.... Ante los
problemas soy un tanque de guerra rosa; ante la duda, recurro a los cuentos infantiles, buscando la
sencillez a la respuesta. .... Cuando veo a alguien intentando ser algo que no es o conseguir algo a costa
de otros, no lo comprendo, porque después de todo ni siquiera se sienten bien con ellos ni consigo
mismos, ¿de qué les sirve? Este planteamiento puede parecer una fábula, pero al fin y al cabo ¿qué es
lo que uno tiene verdaderamente? A uno mismo y es con lo que puede contar. ... Un día hablando con mi
amiga sobre este libro, me dijo: - ¿Sabes, Toñi? Creo que tienes el corazón de un niño y el espíritu de un
guerrero - ... Yo no era otra cosa que la niñez que me quedó por vivir.... No me importó, no quise
pensar en lo que dejaba atrás, solamente sentía que por fin había sido capaz de hacer lo que tantas y
tantas veces deseé, ponerle un pronto final a mi vida. Estaba cansada de imaginarme una vida felíz, de
soñar que todo cambiaría, que yo mejoraría y dejaría de tener pesadillas durmiendo o despierta. Lo
cierto es que no le veía fin a tanta zozobra......".
En "La búsqueda de la espada mágica"(2), tenemos páginas y párrafos, que considero, de un
virtuosismo literario capaz de movilizar las emociones del lector en sus fibras más íntimas, y
remitirlo empáticamente a las vivencias de los dos personajes infantiles, que más allá del dolor de
sus victimizaciones, no pierden el encanto de la espontaneidad y la alegría de los ingenuos
inocentes.

"Gina quiso compartir la sesión, que pasaré a transcribir, con su papá. Sin embargo, cuando Nacho se
sentó dispuesto a jugar con ella, se encerró en la antesala del consultorio, negándose incluso a

hablar. En voz alta, para que pudiera escucharme, interpreté su conducta como un modo de hacerle
sentir a su papá lo mismo que ella sentía cada vez que lo deseaba, y, aún así, no podía conversar con él.
¿Qué sucedió inmediatamente después? Gina se hizo presente. Traía consigo una cartulina en la cual,
hacía un tiempo atrás, había pegado un montón de letras recortadas con la intención de jugar a la "sopa
de letras".
-¡Papá, quiero que me ayudes a entender tantas palabras! ­ le pidió a Nacho.

Aquel juego consistía en ir uniendo letras con el fin de formar palabras. Y, casualidad o no, la primera
palabra que entre padre e hija pudieron formar fue la palabra "hablar". De esta manera, muy contentos
y alegres, ambos continuaron uniendo letras y descifrando palabras hasta finalizar la hora.
Era evidente que, en aquella oportunidad, Gina había elegido el juego más acertado para transmitirle a
su padre la gran necesidad que tenía de comunicarse con él".
Cuando el analista escribe sobre sus pacientes, en realidad debe poder comunicar aquello que
percibe e interpreta de lo que ese Otro no ha podido transmitir en palabras audibles. Así obró la
terapeuta en esta situación de silencio y aislamiento de la niña víctima, al interpretar que Gina
actuaba igual que su padre "sin tiempo para el juego y la escucha compartidos con su hija". Con su
voz, la terapeuta pronunció las palabras ahogadas que la niña no lograba expresar.

....... "Luego de que Greta se fue, Juanita eligió jugar con dos muñecas y quiso que fuera yo quien
manejara a un muñeco varón.
-Que el muñeco le diga a las chicas ­ me ordenó Juanita.
-Hola, chicas! ¿Cómo les va? ­hice hablar al muñeco con voz grave.
Pero las muñecas se escondieron sin responder.
-Chicas, vengan a jugar conmigo ­insistió "el muchacho" sin entender semejante desplante- ¿Chicas
sáquense las remeritas, que hace calor! Sáquenselas ahora que pueden porque no usan corpiños ­
intencionalmente puse en boca del muñeco las palabras de Pedro.
-Me da mucho miedo que me digas eso. ¡No hables más! ­Juana me gritó a la vez que se tapó los oídos
con sus manos como señal de no desear escuchar lo que en realidad ya había escuchado. Luego fue
corriendo velozmente hasta el ventilador y, nuevamente, hizo el intento de meter los dedos mientras yo la
detenía justo a tiempo.
-El otro día Gina metió la mano en el ventilador de techo y se lastimó ­recordó en voz alta.
-Parecería que vos también te querés lastimar las manos a propósito ­le dije mientras desenchufaba el
ventilador.
-Sí ­me contestó.
-Si tenés las manos lastimadas, no podés tocar lo que no te gusta tocar ­interpreté.
-Sí ­nuevamente fue rotunda en su respuesta.


-Pero, al final, te perjudicás vos porque las manos lastimadas duelen mucho ­le expliqué tratando de
anticiparle los efectos futuros que ella no estaba considerando.
Esta vez, Juanita no me contestó con palabras; en cambio, tomó unos trozos de plastilina y armó el
*bicho pegajoso*. Comenzó a arrojarlo contra la pared y luego al suelo y a saltar sobre él, mientras
decía: *¡Bicho maldito. Sos un pegajoso de mierda!*. Luego de propinarle varios insultos más, empezó a
realizar algunos malabares y acrobacias que había aprendido en gimnasia. Después sacó sus dos nuevas
muñecas de la mochila y me las mostró. Eran muy lindas y lucían unos trajes de baño hermosos y
coloridos.
-¿Dale que vos manejabas al muñeco varón otra vez? -me pidió y luego tuvo otra idea- ¿Tenés un balde,
María Cecilia?
Así llenamos un balde de agua para que las muñecas se pudieran bañar. Mientras ella metía en el agua a
las dos muñecas, el muñeco (manejado por mí) también se quiso meter al agua para jugar con las
*chicas*. Sin embargo, cuando lo hizo, éstas salieron de inmediato y se escondieron. La historia se
volvía a repetir.
-Ya no me gusta este juego ­me dijo preocupada. Luego tomó un trozo de plastilina y comenzó a
amasarlo en silencio.
-Tu cara me dice que tiene miedo, ¿es eso cierto? ­le pregunté.
-No tengo miedo. Nada más tengo rabia.
-O sea que tenés rabia.
-Sí.
-¿Por qué será que tenés rabia? ­le pregunté.
-Porque Gina se porta mal.
-¿Y por qué se está portando mal Gina?
-Ella tiene bronca y después me pelea ­sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a hacer pucheros.
-¿Y por qué estás haciendo pucheros?
-Es que a mí me da muchos, muchos nervios todo eso ­para entonces su voz era casi inaudible.
-¿Qué cosas te están dando tantos nervios?
-Los secretos ­me contestó muy seria, mirándome profundamente a los ojos.
-¿De quién es el secreto? ­le pregunté intuyendo que me estaba queriendo decir algo muy importante.
-De Gina.
-¿De Gina y de quién más?


-Gina una vez me contó su secreto ­cuando hablaba acerca de los secretos demostraba mucha angustia y
miedo. Y como era de suponer, Juanita comenzó a activar un mecanismo de defensa llamado disociación,
con lo cual su mirada comenzó a tornarse, al igual que la de los sonámbulos.
-O sea que vos también sabés el secreto ­le dije con una voz lo suficientemente suave y calma como para
no asustarla y para que pudiera seguir confiando en mí.
-Sí, pero me lo olvidé ­ me respondió, defendiéndose.
-Mmmm... ¿Cuántos secretos!
-Las familias no tienen que tener secretos ­opinó muy acertadamente.
-¿Qué secretos tiene Gina? ­insistí partiendo de la base que era muy probable que Juanita estuviera
proyectando en la figura de su hermana secretos propios.
-Son bromas pesadas ­finalmente Juana rompió el silencio.
-¿Quién hace bromas pesadas? ­le pregunté, sabiendo cuál sería la respuesta.
-Pedro ­y su cara comenzó a traducir un profundo terror ­A mí me dan muchos nervios esas bromas. Me
pongo muy nerviosa.
-¿En qué consisten las bromas?
-Pedro se baja los calzones. Me muestra el pito y las bolas ­Juanita se largó a llorar desconsoladamente
y yo la abracé.
-¿Pedro te toca o quiere que vos lo toques? ­le pregunté con suavidad, pero no me contestó- ¿Qué es lo
que hace Pedro?
-Él me da besos ­me contestó secándose los mocos con la manga de su remera.
-Los besos son lindos, ¿por qué ponés cara de asustada?
-Yo no estoy asustada. Estoy nerviosa ­me respondió mientras no dejaba de llorar y de temblar- Me da
muchos, muchos besos... A mí no me gusta; me dan nervios.
-Pero seguro que tu papá Nacho también te da muchos besitos....
-A veces. Pero es diferente.
-Tu papá me dijo que siempre que van a su casa se bañan ¿Él las baña? ­la interrogué.
-¡No! Ni siquiera entra al baño ­pero luego, por si acaso, me aclaró- Pedro sí entra al baño y nos mira.
-¿Y Nacho también se baja los calzones delante de ustedes?
-No. ¡Qué ocurrencia! ­me contestó con una sonrisa.

-Pero seguro que Nacho también hace bromas pesadas ­persistí en la idea para ver si en algún momento
se contradecía.
-¡Ya te dije que no! Él nunca tiene tiempo para jugar con nosotras. Es Pedro el que siempre nos está
molestando.
-¿Pero vos le decías a Pedro que no te gusta lo que te hace?
-Sí, pero a él no le importa y sigue con las bromas pesadas ­me contestó con rabia.
-O sea que las bromas pesadas son bajarse los calzones y darte muchos besos.
-Sí. ¡Pero esto es un secreto de Gina que ella me contó y que yo ya me olvidé!
Inmediatamente, después de haberme confiado aquello, Juanita tomó la plastilina y comenzó a jugar al
*bicho pegajoso*. En aquella oportunidad lo arrojó con tanta fuerza contra la pared, que éste quedó
pegado de manera tal que, cuando intentó despegarlo, no pudo y me pidió ayuda.
Entonces, nuevamente, le dije:
-Yo te ayudo a que el bicho pegajoso se despegue.
Después de aquella sesión, entendí mejor por qué Juani insistía tanto en jugar con *el bicho pegajoso*.
Es sabido que el juego, entre otras cosas, es un modo que el niño encuentra para ir elaborando aquello
que de su vida no puede comprender. Juanita no podía entender (ni soportar) el hecho de que Pedro la
obligara a ver sus genitales o la estuviera tocando sin su consentimiento. Y ésa era la causa por al que lo
sentía como a alguien pegajoso. Aún cuando ella le dijera que ya no la sometiera a sus bromas, él
continuaba molestándola.
En otras páginas de "La búsqueda de la espada mágica", se leen los siguientes diálogos:

-Los soldaditos montados sobre sus caballos van a la cabeza y todos los demás animalitos los están
siguiendo, pero.... ­yo hablaba a la manera de un relator de fútbol.
Entonces, Juanita colocó a un payasito de cotillón parado de cabeza, interponiéndose en el camino.
-¿Pero qué estoy viendo? ­expresé asombrada- ¡al parecer, los animales ya no pueden seguir a los
soldados porque el payaso interrumpió el camino!
-Ya lo sé ­me respondió Juanita, quien me estaba escuchando atentamente sentada del otro lado del
escritorio- ¿No te das cuenta de que todo es un gran circo?
Su tono de voz traducía una mezcla de enojo y de renunciamiento.
-En los circos hay payasos... -pensé en voz alta.
-... que hacen bromas pesadas -me interrumpió continuando la frase.
-¿Cómo cuáles? ­le pregunté.


-Bajarse los ... -Juanita interrumpió lo que estaba por decir y, en cambio, se quedó en silencio durante
unos segundos. Se bajó de la silla donde estaba sentada, rodeó el escritorio y se paró directamente frente
a mí. Sin apartar su mirada de la mía, me dijo con lágrimas en los ojos- Pedro hace bromas pesadas que
a mí no me gustan.
-La última vez que nos vimos me dijiste que él se bajaba los pantalones.
-¿Los pantalones? ¡los calzones se baja! ­dijo indignada alzando su brazo derecho en un ademán de
protesta.
Como faltaban apenas unos minutos para que concluyera la hora de sesión, le comuniqué que la
vendrían a buscar. Pero al oírme, y como si no quisiera perder un minuto de su tiempo, comenzó a imitar
a un cachorrito de perro indefenso y mimoso.
-¡Hola, perrito! ¿Sabías que sos mi mascota favorita? ­le dije- Tengo una idea. Sacate la remerita total
sos un perrito muy chiquitito todavía.
Juanita me mostró los dientes y me ladró. Siempre se disgustaba cuando le repetía la frase de Pedro.
-Cuando al perrito lo quieren engañar y hacerle cosas que lo ponen nervioso, puede defenderse ­le
comenté.
El "perro" reaccionó mostrándome nuevamente los dientes, pero esa vez con la intención de morderme.
Entonces, ante esta conducta, fingí estar enojada. Tomándola por un brazo, le hice saber que era yo
quien tenía más fuerza. Luego de esta escena psicodramática (o teatral), me detuve y volví a mi rol
habitual para explicarle:
-No te olvides de que sos un cachorro y no tenés fuerza física. ¿De qué otra manera podés defenderte?
-No sé. Dame una ayuda ­Juana estaba algo desorientada.
-Con la boca.
-Mordiendo ­atinó a acertar Juanita.
-Mordiendo, no, porque si la otra persona es más grande, puede pegarte ­traté de hacerla reflexionar.
-¿Entonces?
-Gritando con todas tus fuerzas para que los vecinos te escuchen y puedan venir a ayudarte ­le dije.
-¡Sí! ­exclamó contenta mientras comenzó a gritar con todas sus fuerzas. Sin embargo, yo le tapé la
boca.
-A veces gritar no sirve de mucho porque pueden taparte la boca ­opiné mientras ella me escuchaba
atentamente- Pero si quien te hace daño no está presente, no hay manera de que pueda taparte la boca.
Por eso, el mejor modo de defenderte es hablando. Si vos no me hubieras contado las bromas pesadas
que Pedro te hizo y hace, yo no podría ayudarte como lo estoy haciendo. Haber cerrado la boca no te ha
dado muchos resultados. Será, entonces, cuestión de hablar. De decírselo a tu mamá, a tu abuela, a tu
papá.


-Yo ya le dije a mis abuelos, pero ellos no me escucharon ­me dijo tristemente.
-Será porque se los dijiste en un tono de voz muy bajito. Tendrás que decírselos más veces hasta que te
escuchen.
-Decíselo vos ­me pidió.
Al ver que se había sentado en el suelo, fui hasta donde ella y me senté a su lado.
-¿Me das permiso para romper el secreto?
-Sí. Quiero que hables con mamá. Así ella entiende.
Cuando el terapeuta observa el juego de los niños, asume el papel de un traductor de
símbolos lúdicos, para poder llevar a palabras conocidas aquello que el infante no puede nombrar:
experiencias nuevas o intolerables que no logra procesar ni comprender; emociones que, por ser
abstractas, no puede discriminar en sus matices más allá de si le resultan placenteras o no.
En otros párrafos, se pueden encontrar más episodios descriptivos conjugando emociones y
subjetividades.

Cuando aquel sábado Nacho trajo a Juanita, me expresó su molestia frente a la falta de límites que, en el
seno de su hogar, estaban teniendo sus hijas. También, me contó cómo se estaban peleando entre ellas y
lo torpe que Juanita se había vuelto.
-Es tan torpe que a cada rato se está llevando las cosas por delante ­trató de explicarme preocupado, y
luego agregó- Yo no sé, tiene una piel tan sensible que cualquier cosa la deja marcada. Está llena de
moretones.
Juanita había estado escuchando atentamente lo que su padre me había dicho sin emitir opinión alguna
sobre el asunto. Sin embargo, cuando éste se fue, lentamente, comenzó a arremangarse el pulóver y los
pantalones que llevaba puestos. Me mostró cada uno de los veintitantos moretones (según pude llegar a
contar) que aparecían en su delicada piel de niña de ocho años, como si fueran tatuajes mal hechos.
-María Cecilia, ¿tendrías un poco de crema, por favor? -me pidió con un tono absolutamente neutro, sin
que sus ojos transparentaran más que un dejo de resignación, como si ya estuviese acostumbrada a la
ceguera de todos quienes la rodeaban.
-Juani, ¿con qué te hiciste tantos moretones? ­le pregunté alarmada, mientras le alcanzaba un frasquito
de crema de manos que, por casualidad, llevaba en mi cartera.
....
-Los lobos son muy peligrosos ­continuó en un tono neutro, mientras se disponía a abrir el frasquito.
Aparentemente, Juanita había eludido la respuesta, pero, como psicóloga de chicos, yo sabía que era
muy común que éstos hablasen bajo una modalidad simbólica; sobre todo ante temas que solían
causarles temor.
-Es verdad, los lobos son muy peligrosos ­le dije mientras la observaba cómo se pasaba con el dedo
índice un poquito de crema sobre uno de los moretones.


Hizo una pausa y agregó como recordando algo:
-También, son muy mentirosos. En el verano un lobo me quiso engañar y ...
-¡No te puedo creer! Contame cómo fue eso ­la incité a que me confiara aquello que me estaba
queriendo contar.
-Un lobo se me acercó y me preguntó algo ­al decir aquello se puso nerviosa- Me dijo: "¿Querés que te
chupe toda la conchita?". Pero yo no lo dejé. ¡yo no lo dejé, yo no lo dejé, yo no lo dejé!
Se puso de pie y, con todas sus fuerzas, tiró el frasquito de crema al suelo y pronunció el grito más
terrible que pude escuchar jamás de algún niño, mientras se tiraba de los pelos y se golpeaba la cabeza
contra la pared.
-¿Pero no había nadie cerca para defenderte? ­le pregunté a la vez que la abrazaba fuertemente y ella
escondía su cara (deformada por la agonía del recuerdo) en mi pecho.
-Quiero jugar con las muñecas ­en apariencia, Juanita no me había querido contestar; sin embargo, era
seguro que me contestaría jugando.
Efectivamente, caminó hasta uno de los rincones del consultorio, donde había muñecos de todas clases, y
eligió a la bruja. Entonces, le quitó la escoba que llevaba puesta entre las piernas, y comenzó a
clavársela en lo que sería la cola de ésta.
-¡Cuánta rabia! ­interpreté.
Aquella nena parecía estar furiosa contra una mujer, que ella consideraba que se había comportado
como una bruja, cuando un hombre (que así mismo se había comportado como supuestamente lo haría
un lobo) había abusado de ella en el verano pasado.
Pero llegado este punto, vale destacar algo. "El verano pasado" no había sido cualquier verano, sino la
época más terrorífica que Juanita y Gina habían tenido que soportar en sus vidas. Casualmente, había
sido el verano en el cual se había realizado la denuncia penal contra Pedro; en esa época, ella y su
hermana habían sido abandonadas en manos de su principal enemigo y cómplice de éste. Y, como era de
suponer, Juanita había podido elaborar lo que, de seguro, había sido el peor abandono de toda su
existencia. Pero, por suerte, ya se estaba animando a hablar. Y, aunque durante mucho tiempo más lo
haría valiéndose de situaciones sustitutas ­muy semejantes a las grandes fábulas universales-, llegaría
un momento en que ya no necesitaría hablar de lobos para nombrar a Pedro ni de la "cueva de la bruja"
para nombrar a las casa de su propia madre.
-Por suerte, a esta bruja se le cayó la escoba ­finalmente me dijo, luego de haberle propinado una buena
paliza a la muñeca- Pero, la bruja todavía hace cosas muy malas con los niños que van a su cueva. La
bruja es una maldita. ¡Maldita, maldita, maldita!
Nuevamente, gritaba más furiosa que nunca y le clavaba una y otra vez la escoba en la cola.
-La bruja es buena. Sólo que a veces dice o hace cosas sin darse cuenta de que son feas ­intenté
explicarle lo "inexplicable" dentro de sus propios códigos.
-¡Vos decís eso porque no la conocés! -me dijo enojada- La bruja hace cosas malas sabiendo muy bien
que no está bien hacerlas.



-¿Y el lobo? ­le pregunté al percatarme que, luego de haberme dicho aquello, su mirada se había
dirigido por un instante al títere lobo que yacía tirado a su izquierda.
-¿El lobo? El lobo nos pega cada vez que lo vemos ­Juanita fue clara y precisa.
Aparentemente, ella y su hermana continuaban teniendo contacto con quien había abusado de ella.
-¿Y cuándo ven al lobo? ­le pregunté estupefacta, sin poder quitar mi vista de los moretones de sus
brazos.
-Todos los fines de semana, cuando nos quedamos en casa de mamá ­sus ojos se llenaron de lágrimas,
pero no quiso llorar; en cambio, agachó la cabeza- Pedro es muy peligroso.
-¿Le dijiste a tu papá que esos moretones te los hace Pedro? ­le pregunté.
-No.
-¿Por qué?
-Porque él está todo el día trabajando y nunca tiene tiempo para escucharme ­argumentó- Explicáselo
vos, que para algo mi papá te paga. Para que le expliques las cosas y él pueda entenderlas y pueda
defendernos más rápido.
Luego de haber tenido aquella sesión con Juana, me sentí literalmente exhausta. Yo no podía creer que,
después de todo lo acontecido y, sin siquiera habérmelo comunicado, Nacho permitiera que sus hijas se
quedaran a dormir todos los fines de semana en casa de su madre y de Pedro. Aquel hombre me había
señalado los moretones de su hija causados por simples torpezas, cuando en realidad eran el resultado
de golpes. Inmediatamente, después de que se hubo ido Juanita, llamé por teléfono a Nacho y hablé del
tema con él. También, elevé informes correspondientes al Juzgado, para que las chicas pudiesen visitar a
su madre, únicamente, bajo la estricta supervisión de una asistente social.
Y mientras las páginas pasan, las fábulas se real-izan a través del relato de su autora...

....Luego de contarme aquello, muy nerviosa Gina comenzó a sacudir una lapicera de tinta dorada para
que las gotitas fueran cayendo sobre una hoja. Tanto ella como su hermana mayor, cada vez que se
referían al "líquido blanco" de Pedro, optaban por expresarse plásticamente de aquel mismo modo.
-Parece que tus ojitos se llenaron de miedo y prefieren no ver ­le dije al observar como apretaba
fuertemente sus párpados.
Al escucharme decir aquello, tomó a uno de los muñequitos dinosaurios y, con una plasticota de color
rojo, comenzó a mancharle su cola. Finalmente, con cinta de enmascarar, le improvisó un vendaje y lo
metió en un cochecito blanco, representante de la ambulancia.
-¿Qué le habrá pasado al pobre dinosaurio, que tiene la cola lastimada? -pregunté intuyendo de qué
podría tratarse aquel juego.
-Es un dinosaurio bebé... -Gina estaba con la mirada extraviada. Era como que su mente se hubiera ido
a otro lado; muy probablemente a un pasado no tan lejano- Los dinosaurios grandes se aprovecharon de
él y lo lastimaron. Pero, por suerte el bebé se va a curar, va a crecer y... ¡Y cuando sea grande les va a
pegar una cachetada!
Hicimos silencio un rato, pero, de inmediato, nos tentamos de risa. Pero después, Gina hizo el
mamarracho negro de un Batman con cuernos. Luego, se embadurnó las manos con témpera roja y dejó
la marca de sus deditos incrustadas en él, produciendo el efecto de haber construido rejas con la
impronta de dedos ensangrentados. Al finalizar, me dijo muy seriamente:
-Es sangre muerta.
-Pedro tenía unos frasquitos en donde guardaba un polvo blanco parecido al talco ­Juanita me contó un
día mientras dibujaba una casa con un denso humo negro que se elevaba hasta el cielo- No era talco
porque tenía un olor diferente. Además, el talco te hace sentir fresquita pero cuando Pedro se lo ponía en
la colita a Gina, a ella le picaba mucho. Le picaba tanto que no podía parar de rascarse. Pegaba saltos
en la cama y se rascaba la cola como loca...
- ¿Y a vos qué te parece que era ese polvo blanco?- le pregunté, sabiendo que posiblemente pudiera
tratarse de cocaína; lo cual, no me era de extrañar dado que había sido el mismo Pedro el que, en la
primera cita, me había hablado de su "antiguo" problema con las drogas.
A pesar de que yo trataba de mostrarme tranquila y apacible, lo que estaba escuchando realmente había
sobrepasado mi imaginación y todo cuanto había visto en películas. No podía creer que la perversidad
de aquel hombre hubiera llegado al límite de haber utilizado la cocaína para excitar a Gina y excitarse
él mismo, mientras veía cómo ella se masturbaba compulsivamente por el efecto de la droga. Y, entonces,
recordé las reiteradas oportunidades en que, tanto Nacho como Greta me habían informado de las
paspaduras en la cola que ambas criaturas solían tener sin motivo aparente alguno.
-Para mí que era droga ­prosiguió Juanita. A medida que más se iba adentrando en sus recuerdos, más
su rostro iba adquiriendo facciones que denotaban cómo el temor se estaba apoderando de ella-. A veces,
se llevaba ese polvito a la cocina y otras veces, a la noche, se lo llevaba a la pieza y le convidaba a
mamá.
-¿Y vos cómo sabés todo eso?-le pregunté.
-Porque yo los espiaba por la cerradura ­admitió naturalmente.
-¡Cuántas cosas más habrás visto! ­yo no salía de mi asombro.
Pero en otros capítulos, se suman otros personajes no menos dañinos y cómplices por
omisión de sus actos y responsabilidades frente al horror que deben soportar las víctimas infantiles
protagonistas centrales de estas historias de vida y muerte en vida. Tal es el caso del capítulo ¿Y
LOS DERECHOS DEL NIÑO? La denuncia penal.

A pesar de que había trabajado como psicóloga durante varios años, en un instituto de menores internos,
así como en hospitales públicos y colegios, y que tenía experiencia en casos de violencia y abusos de
todas clases; ésta era la primera vez que, dentro del ámbito de mi consultorio privado, me encontraba
ante un caso de semejante envergadura. Aquel día, luego de echar a Greta, me desplomé en el sillón. Lo
que acababa de sucederme, parecía extraído de una película. Greta había estado grabándome a
escondidas. ¡Cómo no me había dado cuenta! Y peor aún, cómo había podido confiar en ella para que
vigilara y cuidara de Juana y Gina. Realmente, tenía que admitir mi error ante el hecho de haberme
dejado llevar por su cara inocente y sus modales refinados.
Al contrario de lo que hasta entonces había supuesto (que ella tenía una personalidad débil y que estaba
poniendo en marcha mecanismos de defensa para negar aquella terrible situación), caí en la cuenta de
que era una mujer por extremo manejadora, con rasgos psicopáticos muy marcados. Por supuesto, Greta
tenía una estructura de personalidad perversa puesto que, como popularmente se dice, quien permite,
concede, y quien concede es cómplice. Era más que evidente que Greta tenía pleno conocimiento de
cómo habían sido las "bromas pesadas" de Pedro, que aún continuaban. Pero, lo más terrible era que
no sólo sabía de aquella situación, sino que, además, todo parecía indicar que también participaba de
ella, puesto que no había hecho nada para prevenirla, sino todo lo contrario.
Cuando, como madre, se vio presionada por el colegio para que Juana se realizara un psicodiagnóstico,
Greta pretendió dar vuelta la situación, acusando a su ex marido del abuso que, en realidad, había
estado cometiendo Pedro. Minimizó mi tarea como psicóloga y creyó que podría convencerme de que el
abusador era otro. Y, aunque ella argumentaba diferentes razones, había sido éste el motivo verdadero
por el que me había prohibido que hiciera intervenir a Nacho en la terapia de su hija.
Si el papá de las niñas quedaba enterado, ella, como cómplice del abusador, quedaría en evidencia y ya
no podría encubrir más la verdad.

Ya habían pasado tres meses desde que había atendido, por primera vez, a Juana y aún no le había
comunicado a Nacho nada acerca de lo que a sus hijas les había estado sucediendo. Yo me sentía
responsable por haberlo citado tan sólo una vez, y, también, por el hecho de no haberle transmitido nada
acerca de mis sospechas. Sin embargo, sabía que el asunto había sido por extremo complejo: no sólo por
las amenazas de que si yo entrevistaba a Nacho, Greta cortaría la terapia de Juana (y ésta quedaría una
vez más al arbitrio del abusador), sino, también, porque yo no tenía realizado el psicodiagnóstico por
completo. Y más tarde, cuando lo hube tenido, creí conveniente hablarlo, en primera instancia, con
Greta, puesto que era ella la que convivía con el abusador.
.... Me había presentado en los Tribunales para realizar la denuncia y había hecho pacientemente dos
horas de cola. Sin embargo, cuando me atendieron, me notificaron de un hecho que, inexplicablemente,
yo no había tomado en cuenta. ¡Era 2 de enero, fecha en que comenzaba la feria judicial que duraría
treinta días!
-¿Usted. Me dice que voy a tener que esperar un mes para hacer una denuncia en la cual está en juego la
vida de dos menores? ­le pregunté a la secretaria que me había atendido.
-Sí ­me respondió imperturbable.
-No estoy para bromas, señorita ­le dije, mientras pude observar cómo, a su vez, aquella mujer me
estaba mirando con cara de nada.
-No es una broma. Hagamos una cosa, regrese...
-¡De acá yo no me muevo! ­comencé a elevar el tono de voz-. Hagamos una cosa, usted va a llamar,
inmediatamente, al juez. Quiero hablar con él en persona.
-Usted no ha entendido, licenciada, el juez está de vacaciones ­me respondió.
-¡Pues entonces quiero hablar con el secretario del juez! ­grité enojada.


-¡No está! Creo que se tendría que tranquilizar.
-¡Nada de tranquilidad! ­mis gritos se escuchaban por todo el juzgado-. ¡De acá no me voy hasta hablar
con alguien que se haga responsable de la vida de dos menores que están en peligro!
-A ver, espere un minuto. Creo que acaba de llegar uno de los secretarios del juez. ¡Qué casualidad! ­
entró en la habitación contigua y, luego de unos segundos, salió junto a él-. Hoy es su día de suerte.
-La señorita acaba de explicarme brevemente, pero debo comunicarle que a usted no le conviene realizar
una denuncia por abuso sexual ­trató de explicarme aquel hombre, que, a pesar del calor agobiante,
vestía impecablemente de traje y corbata-. Yo no sé si usted sabía que es conveniente que este tipo de
denuncias la realicen los progenitores de la víctima y...
-¡Pero si los que están abusando de las criaturas son la propia madre y el padrastro de las chicas! No
entiendo nada, y ahora ¿qué hago? ­le pregunté confundida.
Yo no podía creer lo que escuchaba.
-Nada ­me respondió.
-¿Y con qué cargo de conciencia me quedo yo, si a estas criaturas las violan o las matan? Señor, la
responsabilidad va a ser suya también.
-¿Ud. es la psicóloga de las nenas, no es así?
Antes de que terminara, yo ya estaba asintiendo con un gesto.
-Las nenas están siendo manoseadas por el padrastro y me pidieron ayuda. Aparentemente, aún no las ha
violado, pero...
-Entonces usted estaría exenta del secreto profesional con lo cual entraría a ser una testigo indirecta de
la causa... -se quedó pensando por unos segundos-. A ver, ¿me podría esperar un minuto? Voy a hacer
una consulta y enseguida vengo.
Al regresar, luego de media hora, finalmente me dio su opinión.
-Lo que se recomienda en casos como éste, es que usted realice una denuncia por abuso deshonesto en la
comisaría de la zona en donde aconteció el hecho. Luego, son ellos mismos quienes se encargan de
trasladarnos aquí dicha denuncia.
-Le agradezco su colaboración ­le dije-. ¿Usted qué más me recomendaría hacer?
-Si yo estuviera en su lugar, no haría ninguna denuncia. Le va a traer muchas complicaciones. Yo sé por
qué se lo digo... -me advirtió-. ¿Sabe cuántas denuncias de este tipo se hacen todos los días? Su
denuncia, considerando sobre todo que se trata de un abuso deshonesto, no va a servir para nada. Va a
quedar olvidada en algún cajón.


En un trabajo de mi autoría, sobre el caso de una víctima adulta de abuso sexual infantil,
también se pueden hallar diferentes recursos literarios requeridos para tanto comunicar los hechos
como para promover interés y motivación, en los lectores, por el compromiso y la empatía frente
estas aberraciones incestuosas y abusivas.

(3) El obstáculo más frecuentemente hallado, en el develamiento del ASI, es el silencio, el ocultamiento,
el secreto; que a su vez es causa de las secuelas tanto psíquicas como somáticas observadas en las
víctimas.

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