El sueño se define conductualmente por la suspensión normal de la consciencia y electrofisiológicamente por criterios específicos de ondas cerebrales. Es decir, es una serie de estados fisiológicos controlados con precisión.
Diferenciamos distintas fases; reposo, sueño superficial, sueño ligero, sueño profundo y sueño REM. Este último ocupa un 20% del tiempo, es un sueño no muy reparador y se asocia a sueños de gran vigor.
Una privación a largo plazo del sueño implica disminuciones en la capacidad cognitiva y la memoria, cambios conductuales, inmunosupresión y alteración de la homeostasis metabólica.
A partir del electroencefalograma (EEG) se ha podido estudiar el registro de la actividad eléctrica neuronal de la corteza cerebral.
Se han llegado a cabo análisis con EEG en pacientes con depresión y se ha observado alteraciones en el sueño REM clínicamente significativas.
También se han hecho otros estudios, que han demostrado que más del 70% de pacientes con trastornos de ansiedad tienen perturbaciones en el sueño y anormalidades en el sueño REM.
Por otro lado, también se ha estudiado el efecto del estrés y los hábitos del sueño a partir de un cuestionario base que media el estrés en una escala de 5 puntos. El resultado fue que las personas con más estrés tenían mayores alteraciones durante el sueño, en comparación eran personas que se despertaban muy pronto, se acostaban muy tarde y tenían problemas para quedarse dormidos.
Debido a esto se concluyó que la percepción del estrés durante el día se asociaba a perturbaciones en el sueño.
En otros estudios también se ha visto, que en muchos casos, los trastornos psiquiátricos están acompañados de desórdenes del sueño clínicamente relevantes, como el síndrome de la obstrucción de apnea del sueño, y este tipo comorbilidades requieren un tratamiento, ya que sin buenos patrones del sueño será más difícil la mejora de las personas.
En los últimos años, se ha empezado a utilizar la terapia cognitiva del comportamiento como tratamiento a los pacientes psiquiátricos que tuviesen alteraciones del sueño.
Esta terapia consiste en ayudar a las personas a identificar y cambiar los pensamientos o conductas que les afectan, para mejorar sus hábitos de sueño.
Es una buena opción como tratamiento, siempre consultándolo antes con un profesional, y combinado con fármacos si fuese necesario, ya que podría ayudar a restaurar unos buenos patrones de sueño, lo cual es fundamental para nuestro bienestar.