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Por qué no hay que tener prisa por superar un duelo



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Noticia | 01/09/2020

Plantar cara a la muerte es un reto al que todos debemos hacer frente en algún momento de la vida. Sin embargo son pocos los que se preparan para ello. Cuando una enfermedad letal se instala en un ser querido, aparecen la decepción y el sufrimiento, al igual que si una muerte llega de imprevisto, pero también se puede abrir una etapa en la que suceden cosas maravillosas.


El psicólogo Xavier Savin acaba de publicar «El último viaje», un libro que le hubiera gustado leer junto a su padre durante su enfermedad y en él habla sobre cómo afrontar el duelo desde todos los puntos de vista: el del enfermo, el familiar, el amigo y todas las personas que tienen relación con ellos, ya sea por motivos profesionales o personales.
Partiendo del momento en que su padre, enfermo de cáncer, comenzó «su último viaje», y explicando por qué esos dos últimos años de vida estuvieron llenos de esperanza y decepciones, Savin aborda el tema del duelo hablando también sobre la felicidad porque, según opina, «una vida feliz facilita una muerte tranquila».


El autor aboga por no dejarse caer en lo que denomina «la trampa de la felicidad», donde parece que es obligatorio divertirse y sentirse feliz todo el tiempo. Su receta para afrontar la vida de la mejor manera es «procurar estar haciendo cosas que merecen la pena».


Habla en su libro de «cómo no caer en la trampa de la felicidad» y trata de decir que ante la muerte de un ser querido no es necesario esforzarse por estar feliz y contento. ¿Cómo se consigue aceptar ese malestar y no tratar de «recomponernos» lo antes posible?


El objetivo es justamente ese, el no esforzarse. Reconocer la emoción, ponerle nombre, encontrar el motivo e intentar darle sentido. Cuando dejamos de luchar contra el modo en que la pérdida nos hace sentir, es cuando empezamos a recuperar el control.


Sentirse triste porque se ha perdido a alguien a quien se quiere no tiene nada de malo porque no es obligatorio sentirnos siempre bien y felices. Intentar sentirse así cuando se está atravesando un momento como este al final nos hace sentir tristes a la par que culpables, y esa es la trampa de la felicidad, cuando mis ganas de ser feliz me lo ponen todavía más difícil.


Dice que es bonito vivir de manera consciente la muerte de un ser querido. Resulta complicado tener esa visión en un momento tan duro. ¿A qué se refiere?


Se echa mucho de menos a quien se ha querido mucho y eso es algo bonito. A veces confundimos bonito y agradable. No es agradable estar junto a un enfermo pero sí es bonito, del mismo modo que no es divertido acudir a un tanatorio, pero sí puede suponer compartir unos momentos entrañables con quien nos quiere y apoya en un momento tan delicado como este.


Se puede leer en su libro la siguiente cita: «No solo las emociones agradables nos acercan a la felicidad». Si lo divertido, bueno o ilusionante no son de las únicas sensaciones que nos hacen felices, ¿cuáles son esas otras?


Podemos entender la felicidad como el modo de cómo nos sentimos cuando hacemos algo que nos divierte. Pero también hablamos de ser felices cuando hacemos algo que es coherente con nuestros valores. En este sentido, nos hace felices ayudar, estudiar, trabajar duro… y no forzosamente implica que al hacerlo nos divirtamos con ello.


Perdió a un ser querido hace algunos años y eso es lo que le ha llevado a escribir «El último viaje». Ahí procura aconsejar a personas que, como usted, se enfrentan a una despedida. . .


A esas personas les aconsejo no tener prisa por superar el duelo. Todo tiene un proceso y es bueno ir avanzando a medida que cada fase, con su emoción principal, va cobrando sentido. También es importante hacer lo posible por ir recuperando todas las conductas que en el pasado hacía y solía disfrutar. El final del duelo será el momento de intentar sacar alguna lección que pueda aportarnos algo, aunque no hay que sentirse mal si esto se resiste.


Y para aquellos que acompañan a estas personas que viven un duelo, ¿qué consejo les daría?


Deben actuar con paciencia y respetando las emociones de la persona, dándole la posibilidad de hablar de ello cuando le apetezca; no es necesario preguntar, tan solo crear una situación que pueda hacerlo posible. Y proponerle planes que le permitan poco a poco ir recuperando aquellas cosas que solía hacer antes de la pérdida y con las que disfrutaba. En ningún caso se le debe decir cómo debe sentirse, ni se le debe juzgar por no ir a la velocidad que nosotros querríamos. Basta con estar.

Fuente: ABC
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