Autor/autores:
Julia B. Cano-López , Frederick Anyan , Esperanza García-Sancho...(et.al)
El modelo metacognitivo de los trastornos psicológicos sugiere que la angustia emocional persiste debido a estrategias metacognitivas disfuncionales, las cuales están influenciadas por creencias metacognitivas subyacentes. Aunque existe una base empírica sólida que respalda el papel de las metacogniciones en la psicopatología, pocos estudios han examinado en prof...
Estás viendo una versión reducida de este contenido.
Para consultar la información completa debes registrarte gratuitamente.
Tan sólo te llevará unos segundos.
Y si ya estás registrado inicia sesión pulsando aquí.
El modelo metacognitivo de los trastornos psicológicos sugiere que la angustia emocional persiste debido a estrategias metacognitivas disfuncionales, las cuales están influenciadas por creencias metacognitivas subyacentes. Aunque existe una base empírica sólida que respalda el papel de las metacogniciones en la psicopatología, pocos estudios han examinado en profundidad las conexiones específicas entre creencias metacognitivas, estrategias metacognitivas y los síntomas emocionales a nivel individual. El análisis intrapersonal permite una mejor comprensión de cómo estos procesos interactúan día a día, ofreciendo evidencia más precisa sobre los mecanismos de cambio a nivel personal en lugar de las tendencias generales en poblaciones.
El objetivo del estudio actual fue poner a prueba las principales hipótesis del modelo metacognitivo desde una perspectiva intrapersonal, utilizando el modelo de Ecuaciones Estructurales Dinámicas (DSEM). Para ello, se reunió una muestra de 222 participantes a conveniencia, quienes participaron en una evaluación diaria durante 26 días consecutivos. Los participantes informaron sobre sus creencias metacognitivas, las estrategias metacognitivas que utilizaron y su afecto negativo (emociones relacionadas con el malestar) cada día. Este diseño longitudinal permitió examinar tanto la precedencia temporal como las relaciones bidireccionales entre estas variables, además de explorar el papel mediador de las estrategias metacognitivas entre las creencias metacognitivas y el afecto negativo, tanto dentro de un mismo día como de un día para otro.
Los resultados mostraron que, al controlar los efectos de las variables del día anterior, las creencias metacognitivas y el afecto negativo se predijeron mutuamente de un día para otro, revelando una relación recíproca entre estas dos variables. Esto significa que las creencias metacognitivas negativas influyen en el afecto negativo del día siguiente y viceversa, creando un ciclo que podría perpetuar la angustia emocional en los individuos. Sin embargo, las estrategias metacognitivas no mostraron el mismo patrón de influencia directa en días posteriores.
A pesar de esto, se encontró que las estrategias metacognitivas actuaban como mediadores significativos dentro de los días y entre los días en la relación entre las creencias metacognitivas y el afecto negativo. Esto sugiere que las estrategias metacognitivas juegan un papel crucial en la forma en que las creencias metacognitivas afectan el estado emocional de una persona, aunque sus efectos sean más inmediatos (dentro de un mismo día) que prolongados (de un día a otro).
Estos hallazgos tienen importantes implicaciones para la comprensión de cómo las creencias metacognitivas y las estrategias metacognitivas contribuyen a la persistencia de la angustia emocional. Las intervenciones basadas en el modelo metacognitivo deberían centrarse no solo en modificar las creencias metacognitivas disfuncionales, sino también en interrumpir el uso de estrategias metacognitivas que perpetúan el malestar. El hecho de que las creencias metacognitivas y el afecto negativo se influyan mutuamente sugiere que intervenir en cualquiera de estas áreas podría tener efectos positivos en la reducción de la angustia emocional.
En cuanto a futuras investigaciones, sería útil realizar estudios adicionales que incluyan muestras más diversas y evaluar el papel de otras variables psicológicas, como la resiliencia o el apoyo social, que podrían influir en las interacciones entre las metacogniciones y las emociones. También sería interesante explorar si estas relaciones se mantienen a lo largo de períodos más prolongados o en contextos clínicos, donde los niveles de afecto negativo pueden ser más severos.
En resumen, el estudio proporciona evidencia valiosa sobre la relación dinámica entre las creencias metacognitivas, las estrategias metacognitivas y el afecto negativo, subrayando la importancia de considerar estos factores en el desarrollo de tratamientos psicológicos más eficaces.
Para acceder al texto completo consulte las características de suscripción de la fuente original:https://www. sciencedirect. com/
