Septiembre es un buen mes para plantearse nuevos retos, sobre todo en una época repleta de transformaciones. Para reflexionar sobre lo que queremos conseguir o sobre aquello que nos gustaría cambiar, podemos apoyarnos en una de las herramientas más utilizadas en el desarrollo profesional y personal: la rueda de la vida.
La propuesta corresponde a Paul J Meyer y se ha replicado en múltiples textos. Básicamente consiste en hacer una revisión de los distintos aspectos de nuestra vida. Gracias a esta herramienta podemos valorar nuestra situación actual y la que nos gustaría alcanzar de una manera visual, sencilla. Sería algo así como mirarnos desde un helicóptero. Veamos cómo podemos utilizarla en nosotros mismos gracias a la adaptación de la idea original de Meyer. Quizás nos ayude a comenzar septiembre más centrados y con buen pie.
El primer paso es seleccionar las principales áreas de nuestra vida. Muchas personas, como en el caso del ejemplo, pueden optar por grandes apartados (cuerpo, amistad, pareja, familia, trabajo, aficiones, espiritualidad o dinero), pero podrían elegirse otros que fueran más irrelevantes o, incluso, concretarse aún más: aprender un idioma extranjero, tocar un instrumento… Otra alternativa consiste en escribir conforme a los roles que vivimos: pareja, hermano, amigos, empleado… La selección que hagamos ya es una pista para observar a qué asuntos damos más importancia (si se hace en casa, sería interesante comparar los resultados con los del resto de la familia).
Una vez escogidas las grandes áreas, las situamos en un diagrama circular, y puntuamos de 0 a 10 nuestro nivel de satisfacción actual en cada una de ellas (el cero es poco satisfecho y el diez, plenamente satisfecho. En el caso del ejemplo, la persona ha valorado con un cinco el apartado dedicado al cuerpo, con un siete la amistad. . . Cuando hayamos completado la operación, unimos los puntos. Entonces, veremos cómo queda nuestro radar. El resultado también nos da una pista de lo armoniosa que es nuestra vida.
El tercer paso consiste en puntuar el nivel que deseamos alcanzar en los próximos meses. Pueden ser tres, seis o incluso un año. Es recomendable definir un objetivo temporal no muy lejano. Debemos matizar que lo ideal no significa puntuar todo con un 10, porque eso sería poco realista. No tenemos energía para focalizarnos en todo al mismo tiempo, por lo que siempre existirá algún apartado mejorable. En este paso, debemos valorar con sinceridad y con los pies en la tierra cada una de las fases, unir los puntos y marcarlos en otro color o con algo que lo diferencie del gráfico anterior. En el caso del ejemplo, la persona ha puntuado con un siete el cuerpo y la amistad. Una vez más, conviene echar un vistazo al radar que ha quedado para evaluar lo armonioso entre las distintas áreas. Normalmente suele existir más equilibrio en este radar que en el anterior. El ejercicio también nos ayuda a deducir nuestro nivel de ambición, ya que hay personas más prudentes que otras.
La siguiente fase consiste en seleccionar las dos áreas donde exista una mayor diferencia de puntuación entre la situación actual y la deseada (como hemos dicho, se recomienda que no se amplíe a más de tres áreas, ya que es prácticamente imposible influir al mismo tiempo en todas ellas). La rueda de la vida ofrece una ventaja para llegar a esta conclusión: es un ejercicio muy gráfico y resulta muy sencillo identificarlo a siempre vista. En el caso del ejemplo, se observa claramente que el trabajo es una de las áreas donde el individuo debe centrarse, ya que aspira a algo más de lo que tiene.
Una vez que hayamos seleccionado las dos áreas, definimos nuestro plan de acción en cada una de ellas. Pueden ayudarnos dos preguntas: '¿qué voy a hacer para mejorar?' y '¿qué voy a dejar de hacer?'. En este segundo caso también nos sirve cambiar de prioridades o delegar. Vale la pena escribirlo, ponerlo en un lugar que veamos con frecuencia y comprometernos a dar el paso. Pasado un tiempo, podemos revisar los avances y volver a realizar la rueda de la vida.