En Madrid, este 11 de Marzo nos vuelven a matar. Los trabajadores, el pueblo llano volvemos a ser víctimas, esta vez de la manera más salvaje de los de la sinrazón. El pueblo, siempre, es las víctimas de los terrorismos.
Implicación emocional del profesional de enfermería en las catastrofes: Experiencia en los atentados.
Maria Rubio Horcajada.
Hospital de Alcalá de Henares. Madrid
En Madrid
En Madrid, este 11 de Marzo nos vuelven a matar. Los trabajadores, el pueblo llano volvemos a ser víctimas, esta vez de la manera más salvaje de los de la sinrazón. El pueblo, siempre, es las víctimas de los terrorismos.
Aquella mañana me despertó una llamada de teléfono , miré el reloj “¡ Las 7: 50, para un día que libro ¿ quién será a estas horas?!” No podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Era mi tío llamaba para ver si estábamos bien y claro yo no entendía nada hasta que ya me lo dijo el “ María, han estallado varios paquetes en los trenes de la línea 2 y pensé que tú o tu hermana podíais haber cogido ese tren”, me quedé sin habla porque justo ese día era huelga y mi hermana no había ido a clase, de lo contrario seguro que ella hubiera estado entre el amasijo de hierros.
Colgué el teléfono y puse la televisión, no podía dar crédito a l lo que estaba viendo, aquellas imágenes me recordaban a las guerras que había estudiado en los libros o alguna pesadilla de la que me hubiera gustado despertar.
Empecé a llorar, no podía permanecer en casa sin hacer nada, aquel día no tenía que trabajar y sin duda no lo pensé. Cogí el teléfono intentando comunicarme con mis padres para decirles que me iba a la calle Téllez a ayudar:
“María quédate en casa, que no sabemos aún si han terminado, puede que tengan más preparadas”, -me dijo mi madre. “
“Mamá, no me puedo quedar en casa viendo como se están muriendo personas sin hacer nada, ¿ sabes mamá? Seguro que en ese tren va mucha gente que conozco y aunque no las conociera sabes de sobra que voy a ir”.
“¿Entonces para que me llamas?, vas a ir de todas maneras”.
“ Simplemente para que sepas donde estoy, me llevo el móvil os mantendré comunicados, os quiero mucho”.
Colgué y llamé a varios hospitales, era inútil, no podía comunicarme las líneas estaban saturadas.
Empecé a acordarme de muchos amigos que tenían que estar en esos trenes, ninguno me contestaba, a todos les salía el contestador. Me estaba poniendo muy nerviosa.
Cogí el coche y me puse rumbo a la masacre, pero me fue imposible acceder al lugar, kilómetros y kilómetros de caravana. En aquel momento me sentía impotente, quería ayudar y aquellos coches no me lo permitían. Por un momento pensé en desviarme para dejar el coche en cualquier parada de metro y acceder hasta el lugar en él, pero la radio escuchaba que muchas líneas habían quedado cortadas.
Muy a mi pesar tuve que regresar a mi casa. Cuando llegue tenía cerca de 20 mensajes en el contestador, había llamado toda mi familia y tuve que contestar uno por uno porque todos suplicaban que diéramos noticias.
De nuevo puse la televisión iban dando nuevas noticias, hablaban ya de mas de 90 muertos( nunca podría imaginar que esa cifra llegó a doblarse), vi a gente que conocía de vista de mi barrio. Poco a poco iban contestándome los amigos a los que les había dejado mensajes en los contestadores. Uno de ellos iba en uno de los vagones “ María, estoy vivo de milagro, he visto la muerte muy cerca “ y los dos nos pusimos a llorar.
Llamé a la Cruz Roja y me dijeron que les diera mi teléfono porque si que iban a necesitar mi ayuda ya que tendría que relevar a la gente que estaba allí.
Las horas pasaban y no me llamaban para ir a ayudarles. Oí que iban a trasladar los cuerpos al Recinto Ferial IFEMA, y pensé en aquellas familias desoladas, yo no era psicóloga pero seguro que podría ayudarles.
Lo comenté en casa, ya estábamos los 4 allí. Mi madre decía que aquello iba a ser muy duro, que me iba a dejar grandes secuelas pero que yo era mayorcita para saber lo que hacía. Mi padre me apoyó , dijo que el me llevaba pero yo no le dejé, “ Papá se cuando me voy pero no se cuando voy a volver, no se lo que me puedo encontrar allí, prefiero llevarme el coche por si me tengo que quedar mas de esta noche”.
Cogí una bata, metí algunas cosas que pensaba que podrían serme útiles y me puse rumbo a aquel inmenso tanatorio improvisado.
El viaje se me hizo eterno, fueron unos 15 kilómetros bastante largos, aunque según me iba acercando veía ya a los familiares, sus caras lo decían todo. Por un momento pensé en regresar a mi casa ¿ estaría yo preparada para ese duro momento?, ¿ me pondría a llorar con ellos? Saque fuerzas no se de donde, aparqué el coche y me dirigí al pabellón 10, nunca se me olvidará aquel pabellón.
Estaba todo lleno de gente llorando, rota por la pérdida de familiares. Muchos ni siquiera sabían si estaba allí su familiar o no. En la puerta me preguntaron que si tenía algún familiar y lo le dije que no, que iba de voluntaria. “ ¿ eres psicóloga?”- me preguntó. Yo le contesté que era enfermera, y me contestó “ a pues ahora mismo no necesitamos enfermeras, si quieres deja tu teléfono y te llamamos” yo me quedé de piedra ¿ cómo que yo no sirvo para esto?. Me di media vuelta y vi abierta una puerta en un lateral del pabellón 8. Estaban llevando suministros de comida y no lo pensé dos veces “ Allá voy”- me dije .
Las piernas me temblaban, sabía que alguien me iba a decir algo y cuando iba a entrar por la puerta había dos chicos que estaban bajando cajas, di las buenas noches y ellos me preguntaban que donde iba “ Voy al pabellón he salido a aparcar bien el coche y me han dicho que entrara luego por aquí para no darme toda la vuelta” ( yo no sabía ni cómo se comunicaban los pabellones pero una vez dentro nadie me iba a echar de allí) Se miraron y parece que les convenció mi “ mentira piadosa”.
Entré pero no sabía a donde tenía que dirigirme y se lo pregunté a ellos “ Bueno, pues ahora si que no se por donde tengo que seguir, ¿ me podéis indicar?” Ellos muy amablemente me lo indicaron, debo de darles las gracias ya que si no hubiera sido por su ayuda nunca lo hubiera encontrado.
Al final encontré aquello, la gente estaba con mantas en el suelo, habían habilitado todo para intentar hacerlo mas acogedor. Estaban separados en salas por apellidos de los familiares fallecidos. El sonido que llegaba a mis oídos fue el mas desagradable que había escuchado, lloraban, suplicaban que alguien les comunicara de una vez dónde estaba su familia.
Me puse a andar y una señora se desvaneció justo delante, fui a socorrerla, al poco llegaron dos personas del SAMUR, y les ayude a trasladar a la mujer a una camilla y así fue como empezó mi trabajo aquella noche.
Me presente ante los compañeros del SAMUR y me adjudicaron a un equipo (el equipo éramos el médico y yo). El médico me dijo que en principio nuestra labor sería estar atentos cuando dijeran el nombre de algún fallecido ya que es en ese momento es cuando empiezan los desvanecimientos, puñetazos, hipoventilaciones, etc.
Aquella noche me tocó dar y pinchar muchos tranquilizantes. Me quedé con una familia que habían perdido a un miembro. El “ desaparecido” era ecuatoriano, había venido a España a buscarse la vida hacía tan solo dos meses y había encontrado la muerte cuando se iba a trabajar, dejaba huérfanos a dos niños y una familia rota. Al principio no querían contarme nada pero conseguí que poco a poco me lo fueran contando, así ellos se sentía mejor.
De pronto alguien me dio en la espalda “¿ María?” – me giré, no podía dar crédito, allí estaba una antigua profesora del colegio. No quería preguntar qué era lo que hacía en aquel lugar porque la respuesta era más que evidente, se puso a llorar y yo la abracé , justo lo que me temía, un sobrino suyo iba en el tren al trabajo, no sabían nada desde que se fue de casa, les ayude a buscar entre los listados pero nada, me decía que habían buscado por todos los hospitales pero que no había noticia de él por ninguno, y que habían ido allí porque ya no tenían esperanza alguna. Estaba intentando tranquilizarla cuando Javier, el médico que me había adjudicado me llamó, “ María, nos tenemos que marchar a la planta de abajo hay dos desmayos “, le pedí el teléfono a mi profesora “ en cuanto pueda te llamo”.
Efectivamente allí había dos personas en el suelo, no reaccionaban ante nuestras llamadas , con rapidez Intente coger una vía, le puse un suero, los pies hacia arriba, aparté a los demás, aquella mujer no reaccionaba, “ Hay que llevarla a la ambulancia”, dijo Javier voy a llamar para que vengan a buscarnos con una camilla y nos vamos a un hospital, ¿te vienes?” – Sí respondí yo.
Cuando la trasladamos a la camilla abrió los ojos y al vernos dijo “ ¿ Por qué me han quitado a mi hijo, el no ha hecho nada. . . me quiero morir, no hagan mas por mí. . . . . ?” Intenté aguantar aquellos momentos tan duros pero las lágrimas casi no me dejaban ya ver. De camino al Ramón y Cajal nos contó que su hijo tenía 27 años, iba al trabajo, su mujer estaba embarazada de 7 meses, ( lo que se les viene encima pensé yo). Cuando llegamos al hospital nos estaban esperando, la dejamos y nos pusimos de nuevo rumbo al IFEMA.
Al llegar allí las cosas no habían mejorado, ya que habían dado nuevos nombres y el caos era mayor. Me encontré de nuevo con mi profesora, su cara había cambiado por completo.
“ María, nos vamos nos han llamado, está en el Doce de Octubre”- fue la mejor noticia que me podía haber dado.
Durante toda la noche atendí a muchos familiares que estaban desolados, todo aquello les parecía un sueño, la gente tenía las miradas perdidas, les hablabas pero no reaccionaban.
Fueron muchas las historias que me contaron de sus familiares pero por respeto prefiero reservármelas.
A las 8 salí a que me diera un poco el aire, estaban todos los alrededores del IFEMA llenos de prensa, nunca había visto tantas cámaras juntas. Algunos periodistas me preguntaron que si no me importaría hacer unas declaraciones y acepté. Mientras me estaban entrevistando me llamaron al teléfono muchos familiares y amigos, todos querían darme la enhorabuena. La verdad no creo que mereciera ningún tipo de felicitación, se que todos querían ayudar y cada uno lo hizo a su manera, yo puse mi granito de arena como pude.
Permanecí en el IFEMA hasta la 13, 00 horas ya que tenía que ir a casa a darme una ducha porque a las 15, 00 horas tenía que trabajar.
He de reconocer que aquella tarde solo estaba presente mi cuerpo en el trabajo porque yo no dejaba de pensar en aquellas familias, todo lo que me habían contado, ¿ habrían encontrado ya a sus familiares? Me pasé la tarde buscando los nombres en Internet, no quería encontrar ninguno nombre conocido.
Fueron unos días muy duros para mí, no quería salir, me pasaba el día llorando, me echaba la culpa por no haber hecho mas de lo que había hecho pero era inútil. Necesité ayuda psicológica y todavía hoy cuando mencionan ese dichoso día o aparecen las imágenes, me pongo a llorar.
Si hoy he escrito esto ha sido porque una persona muy especial me lo ha pedido, pero me cuesta mucho revivir estos duros momentos, he tenido muchas pesadillas y me gustaría poder olvidarlo.
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