Definición:
Pedro Quirós Corujo (Oviedo, 1933-2021). Falleció en Valsera (Las Regueras) a los 87 años tras sucumbir a una larga enfermedad que lo había tenido alejado de las reuniones en la Real Academia de Medicina de Asturias, de la que era miembro de número y un «titular indiscutible», de su Clínica San Rafael y no ya tanto de la pintura y sus libros. Pionero en la región en la lucha contra las adicciones tras publicar en 1976 'El alcoholismo en Asturias' y más últimamente en estudiar el arte de los diagnosticados con patologías mentales, era el rostro y el conocimiento de la segunda generación de una dinastía de psiquiatras iniciada por su padre, Pedro González-Quirós Isla, fallecido hace ahora veintiún años.
Fue «uno de los grandes de la Psiquiatría en España, sin discusión». Así lo recordó ayer uno de sus colegas, compañero y amigo, el presidente de la Real Academia de Medicina de Asturias, Julio Bobes. «Pedro era un excelente amigo y un profesional muy reconocido que se adaptaba a todos y personalizaba el trato en función de cada diagnosticado», añadió.
Con su esposa, la exprofesora de Literatura del Instituto Aramo y que siempre ha sido su «gran apoyo», Marta Menéndez de Luarca, tuvo seis hijos. La tercera es la psiquiatra Micaela Quirós, encargada de recoger el mismo testigo que cedió su abuelo a su padre hace más de cuatro décadas. Dirige la clínica San Rafael. Una estirpe querida y valorada en el mundo de la Psiquiatría que «afortunadamente no va a desaparecer», elogió Bobes.
En lo que concernía a su profesión, Quirós Corujo se mostraba siempre tajante. «Un buen psiquiatra ha de ser respetuoso ante todo», respondía hace dos años durante una entrevista con este diario. Durante sus últimos años se encargó de supervisar la clínica San Rafael, situada en La Estrecha, donde aportaba seis décadas de experiencia a un equipo del que su hija era ya responsable, y, además, desde donde vio, primero, el cierre de La Cadellada y luego el nacimiento de un HUCA del que le costó convencerse en un primer momento. También fue asesor de la OMS y jefe de Psiquiatría de la Residencia Nuestra Señora de Covadonga. Una «eminencia».
Tampoco le temió a la política y solía gustar de adentrarse en todos cuantos debates de actualidad se le ponían a tiro. Fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento durante la Alcaldía de Luis Riera Posada y diputado regional por las mismas siglas en el primer periodo de la democracia. Una de las cosas que menos le gustaba, que «la política se meta a organizar los hospitales». No le faltaba gracia en ese sentido y dejó sentencias para el recuerdo como: «Pretendo ser religioso y soy monárquico ocasional».
Otro de sus colegas, el psiquiatra y escritor José Luis Mediavilla valoró de él su capacidad para «mostrarse firme en una especialidad tan controvertida como la psiquiatría». «Un profundo conocedor de la clínica con una visión muy práctica de la patología mental», una «referencia».
También como profesor marcó a varias generaciones. Una, la de la catedrática de Psiquiatría de la Universidad, Paz García Portilla, quien quiso agradecerle el «impulso a una vocación». Además, en lo personal, «un asturiano con mucha chispa, de los pies a la cabeza, inteligente y muy agudo», sentenció.
Fuera de su especialidad, más amigos. El cirujano plástico y también miembro de la Real Academia de Medicina, Francisco Menéndez-Graíño, destacó que «era un hombre excepcional y uno de los padres de la Psiquiatría de Asturias. Una persona entrañable y agradable; un hombre muy asequible y humano, muy comprensible», rememoró.