Diversos estudios muestran que la dieta puede afectar a los resultados físicos y mentales en trastorno mental grave, a través de vías relacionadas con la inflamación.
En la jornada Dieta y salud mental, coordinada Marta Rodríguez Arias, catedrática de psicobiología de la Facultad de psicología de la Universidad de Valencia (UV), y Vicent Balanzá Martínez, se analizaron las posibilidades que el ayuno intermitente o la dieta cetogénica mediterránea, con sus beneficios externos y fisiológicos, podrían favorecer en el campo de la salud mental.
La psiquiatra Eva Garnica de Cos, miembro de la Unidad de Corta Estancia del Hospital Zamudio, y jefa de estudios de la Unidad Docente Multiprofesional de la Red de Salud Mental de Bizkaia (RSMB), analizó la relación entre dieta y trastornos mentales.
A modo de ejemplo, un estudio-revisión publicado en mayo de 2019 en The British Journal of Psichiatry, revisa cómo la dieta puede afectar a los resultados físicos y mentales en trastorno mental grave (TMG) a través de vías relacionadas con la inflamación. En el mismo se apunta que estudios transversales “demuestran que personas con TMG consumen alimentos más proinflamatorios y menos nutrientes antinflamatorios que la población general”. Además, ensayos controlados aleatorizados muestran que las intervenciones dietéticas mejoran la depresión, pero sin testar si se debe a cambios en la inflamación. Pero lo que sí está demostrado también, apunta la especialista, es la inflamación en TMG, ya que “se sabe que dietas altas en carbohidratos refinados, azúcar, ultraprocesados, grasas trans” la aumentan.
García de Cos también recordó el estudio Smiles, publicado en BMC Medicine en julio de 2017, con 67 pacientes con depresión mayor de moderada a severa, tratamiento previo y mala calidad de la dieta (poca fibra, verduras, frutas y proteínas; alta en dulces, carnes procesadas y snacks salados). Tras ser divididos en dos grupos (dieta -grasa 40%, carbohidratos 37% y proteínas, 18%, como bases principales- y control) y una intervención de doce semanas (incluyendo nutricionista o apoyo social), se produjo una remisión del 32% en la escala Madrs (Montgomery Asberg Depression rating scale) en el grupo dieta y de un 8% en el control. De forma gráfica, señala García de Cos: “Sí, la dieta puede mejorar la depresión. Y sí, los deprimidos pueden mejorar sus dietas”.
Bondades
Así pues, Garnica de Cos expuso las bondades que, en mayor o menor medida, están avalando el ayuno intermitente, la dieta cetogénica y las que comparten ambos, tanto a nivel de beneficios externos percibidos como de internos fisiológicos. Según la especialista, “merece la pena estudiar” si este tipo de abordajes contribuyen a abordar o disminuir también el impacto de los trastornos mentales. Respecto a la primera, destacó el menor estrés por la comida, la activación de la autofagia, un mejor perfil lipídico o menos riesgo de enfermedades crónicas. Sobre la dieta cetogénica, hizo hincapié en la reducción del hambre, el mejor perfil lipídico o su valor en el tratamiento de enfermedades crónicas. Y para ambos, valores como la claridad mental, la pérdida de grasa, una energía estable, reducción de inflamación y de estrés oxidativo, la mejora de sensibilidad a la insulina, entre otras.
