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La actividad física compensa los graves riesgos para la salud ocasionados por la falta de sueño



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Noticia | 06/09/2021

Realizar o exceder la cantidad semanal recomendada de actividad física puede compensar los riesgos graves para la salud asociados con la mala calidad del sueño, incluido el fallecimiento, sugiere una nueva investigación.


Los investigadores analizaron datos sobre cerca de 400. 000 adultos de mediana edad y encontraron que durante un periodo de 11 años, aquellos con mala calidad de sueño junto con bajos niveles de actividad física tenían un 57 % más de riesgo de mortalidad por todas las causas, un 67 % más de riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular, un 45 % más de riesgo de muerte por cualquier tipo de cáncer y un 91 % más de riesgo de fallecimiento por cáncer de pulmón, en comparación con sus contrapartes con buen sueño y niveles altos de actividad física.


"Nuestro estudio encontró que la falta de actividad física aumenta los riesgos de mortalidad prematura de la falta de sueño de una manera sinérgica, y a la inversa, el cumplimiento de las recomendaciones de la actividad física contrarrestaba la mayoría de los riesgos de la falta de sueño", comentó a Medscape Noticias Médicas el investigador del estudio, Emmanuel Stamatakis, Ph. D. , profesor de la Facultad de Medicina y Salud del Centro Charles Perkins de la Universidad of Sídney, en Sídney, Australia.


El estudio fue publicado en versión electrónica el 29 de junio en British Journal of Sports Medicine.


¿Efectos combinados?


La actividad física y el sueño son fundamentales para la buena salud, pero a nivel mundial muchas personas no obtienen los niveles necesarios de ninguno de los dos, lo que provoca una enorme carga de enfermedad y compromete la calidad de vida, dijo Stamatakis.


La actividad física y el sueño afectan cada uno de forma independiente el estado de salud. También es posible que "influyan en el estado de salud a través de vías relacionadas. Sin embargo, sabemos muy poco sobre los efectos combinados de estos dos aspectos clave de nuestro estilo de vida", señalaron los autores.


Para investigar los posibles "efectos combinados", los investigadores utilizaron datos de participantes de la base de datos del Biobanco del Reino Unido, una cohorte prospectiva de más de 500. 000 adultos que fueron reclutados entre 2006 y 2010, así como información de mortalidad de series de datos nacionales.


Los niveles semanales normales de actividad física de los participantes se midieron en equivalentes metabólicos de minutos de tarea (MET/min), que son aproximadamente equivalentes a la cantidad de energía gastada por minuto de actividad física, según Stamatakis.


La actividad física se clasificó como baja (0 a < 600 MET/min/semana), media (600 a < 1200 MET/min/semana) o alta (≥ 1. 200 MET/min/semana). Los investigadores también crearon una categoría denominada: "Sin actividad física moderada a vigorosa".


La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad física vigorosa a la semana, anotó Stamatakis.


Los investigadores crearon una "nueva puntuación de sueño saludable" que se basó en cinco características de sueño saludable: cronotipo matutino, duración adecuada del sueño (7 a 8 horas/día), no experimentar insomnio de manera usual, no roncar, y no presentar somnolencia diurna frecuente.


Los participantes recibieron una puntuación de sueño de 1 a 5, con ≥ 4 indicando "sueño saludable", 2 o 3 indicando "sueño intermedio" y ≤ 1 indicando "sueño deficiente".


Las covariables incluyeron edad, sexo, índice de masa corporal (IMC), nivel socioeconómico, consumo de frutas y verduras, comportamiento sedentario, estado de salud mental, tabaquismo, estado laboral, consumo de alcohol y puntuación del sueño o actividad física.


Se excluyó a los participantes con antecedentes de enfermedad cardiovascular o cáncer. Los investigadores también excluyeron a los pacientes que fallecieron por COVID-19.


Los participantes tuvieron seguimiento durante una media de 11, 1 años hasta mayo de 2020 o hasta el deceso (todas las causas, enfermedad cardiovascular, cardiopatía isquémica, ictus hemorrágico o isquémico, cáncer de cualquier tipo y cáncer de pulmón).


Efectos sinérgicos


De los que cumplieron con los criterios de inclusión (n = 380. 055; edad promedio [DE]: 55, 9 [8, 1] años; 45% integrado por hombres; IMC promedio: 26, 9 kg/m2 [4, 1]); un 3 % tenía sueño deficiente, un 42 % sueño intermedio y un 56 %sueño saludable.


Más de la mitad (59 %) presentaba niveles elevados de actividad física; un 16 % no realizaba actividad física moderada a vigorosa, un 10 % tenía actividad física baja, y un 15 % tenía actividad física media.


"Los participantes que eran más jóvenes, de sexo femenino, más delgados, enfrentaban menos privaciones socioeconómicas, consumían más frutas y verduras, se sentaban menos, no tenían problemas de salud mental, no fumaban, no estaban empleados en trabajos de turnos, bebían menos alcohol y tenían más actividad física, tendían a tener puntuaciones de sueño más saludables", informaron los autores.


Después de ajustar los factores de confusión y los niveles de actividad física, el sueño deficiente e intermedio se asoció con mayores riesgos de mortalidad, en comparación con el sueño saludable:

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