Autor/autores:
Literariamente: Literatura y salud mental
Fecha Publicación: 26/02/2024
Área temática:
Psicología general .
Raúl Gómez comenzó este encuentro preguntándose qué significa integrar a los locos en la sociedad, ahora que se habla tanto de salud mental. Juan José Millás nombró el libro Historia de la locura en la época clásica, de Michel Foucault para explicar cómo todavía ahora, cuando a alguien se le pone la etiqueta de loco es porque lo que dice no tiene validez ninguna. Pero los locos, según él, dicen muchas verdades acerca del mundo que son incómodas y por eso los recluimos. Son los depositarios de nuestra propia locura, aseguraba. Para él, esto es contradictorio porque hay ciertos tipos de locura que sí son aceptados. A los locos les recluimos mientras vivimos en una sociedad muy loca, mantenía. Para él, la realidad es un delirio consensuado, ya que, sin el delirio la vida sería imposible.
Los grandes hallazgos de la humanidad partieron de delirios. Cuando un delirio alcanza determinado nivel de cantidad de apoyos, se convierte en una creencia. Mencionó la historia de Enric Marco, https://cadenaser.com/programa/2014/11/21/hoy_por_hoy/1416566746_368166.html quien hizo creer que había estado en un campo de concentración. Para él, no era un mentiroso sino un delirante. Hay determinados tipos de delirio que son salvíficos, comentaba. La vida, según él, está atravesada entre la realidad y el delirio, entre lo que existe y lo que no existe. Lo que no existe conforma la existencia más de lo que existe, opinaba. Aseguró que ya que todo lo que pasa por la cabeza pasa por la realidad, lo que habría que hacer es que por la cabeza pasasen cosas buenas para que en la realidad también.David Fraguas aportó su perspectiva clínica para precisar que el delirio no es algo consensuado. “El delirante no quiere asumir el punto de vista del otro. El delirio es la realidad no contaminada por la ficción”, opinaba.
Sin ficción, nuestra realidad nos asfixia, decía. El delirante piensa que su realidad es absoluta y pura. Para David Fraguas, el delirio como ficción es necesario para vivir, pero el delirio como realidad es una condena. El cuerdo duda de adónde va y de dónde viene, pero el loco no duda, aseguraba. Reconoció que había muchas maneras de delirar y grados de delirio, ya que hay muchas necesidades diferentes implicadas. Para Millás, habría delirios colectivos mientras que Fraguas opinaba que no existían. Fraguas decía que en la mentira uno sabe que lo que dice no es verdad mientras en la ficción uno piensa que aquello puede ser verdad en algún escenario. Millás señalaba que su visión, obviamente, no era tan clínica. Siguió afirmando la idea de que la cordura y la locura conviven.
Lo ejemplificó con el caso del matemático John Nash, cuyas neuronas que le brotaron fueron las mismas que le llevaron a grandes descubrimientos. Para él, fue un caso de acogimiento ya que la Universidad le ayudó. Raúl precisó que lo que funciona en la atención a casos graves es el tratamiento psicosocial y laboral complementario al tratamiento. La manera de recibir al que es distinto es acoger, saber escuchar y respetar, decía. Para él, lo que nos vuelve locos es la búsqueda de sentido. El deliro, opinaba, es una defensa o una construcción de un relato para sobrevivir a una crisis que tiene sentido para el paciente. David Fraguas estaba de acuerdo en que el límite entre la locura y cordura es una convención. Acordamos lo que es estar loco o no en función de cuestiones que cambian. Estaba de acuerdo con que no hay que desautorizar al que delira. Pero el delirio, para él, no es sólo el relato sino el mundo que está detrás. El delirante construye un mundo donde ese relato es necesario y posible, continuaba. “En la consulta, hay que acompañar a esa persona en ese mundo y permitir que ese mundo tenga sentido”, concluía.
Aunque las temáticas del delirio pueden cambiar de un lugar a otro, no lo hace la sensación de sentirse observado o aludido, opinaba según su experiencia clínica.Millás comentaba que, en su libro Desde las sombras, el personaje se mete en un armario donde se queda a vivir. Es un fantasma y nadie de la familia advierte su presencia. La única persona que lo percibe es la mujer de la casa. Para él, era una delirante, ya que percibe una presencia que no es real y sí es real. Fraguas, sin embargo, opinaba que el delirante no vive la realidad con extrañeza, al contrario de lo que le ocurre a la protagonista. Se continuó hablando de la lógica interna y los delirios. Si vemos un dragón en Juego de Tronos no nos sorprende, decía Fraguas, pero si lo vemos en Los Soprano, sí. Millás explicaba que cuando hacía talleres literarios, buscaba la lógica interna. Explicaba que un buen relato está marcado por una lógica interna que no permite dos finales. Nos reímos cuando contamos un chiste, pero el final del chiste está incluido en la primera parte, explica.
Millás habló de la identidad como una construcción frágil. El libro, Tu nombre no es tu nombre, retrata una niña que fue robada en la dictadura argentina. A los 20 años, descubre que sus padres la robaron. Ese tránsito es interesante y te das cuenta de que la identidad es una construcción. Hizo una alusión ingeniosa en cuanto a que habría que llevar al psicólogo a los que tienen autoestima. Lo ideal sería una sociedad con gente sin autoestima, decía.Raúl Gómez hablaba del papel del lector en esta frontera entra realidad, fantasía, delirio y delirio. Un lector entra y sale de la lectura. Raúl decía que asemejar la experiencia lectora como un delirio nos sirve. Muchas veces estamos en casa, perplejos, salimos de la realidad alternativa y tardamos en engancharnos en ese tránsito, opinaba. Millás estaba de acuerdo en que cuando uno lee, está en un delirio en el que sale y entra. Nombró a Mariano Sigman y su libro El poder de las palabras, en el que explica que los seres humanos somos anfibios que nos movemos con idéntica comodidad en el agua y fuera. Para él, vivimos en una especia de entrada y salida de un delirio con versatilidad tremenda. Fraguas sí veía relación entre el delirio y la lectura. Pero más allá de eso, opinaba que el delirio es como un lugar del que ya no se vuelve.
Para él, el que no delira va y vuelve, pero el que delira va y no vuelve. Explicaba que a veces con terapia, se logra salir del delirio. Le sorprendía cómo los jóvenes deliran hoy una narrativa poco rica que les permita dar sentido a lo que les pasa, como si fueran vídeos de Tik Tok. El delirio en jóvenes se parece a los microcuentos de Monterroso. Opinaba que quizás, los cambios en la manera de delirar tenían que ver con nuestra manera de leer. “Las formas de hablar de nosotros mismos y escuchar a los demás han cambiado. Hoy es difícil escuchar un relato largo y hablar de uno mismo de forma larga. La dispersión quizá sea una consecuencia de esto”, aseguraba.Se terminó hablando de hasta qué punto, los delirios forman parte de las relaciones humanas y los necesitamos para vivir, como, por ejemplo, en el amor.
La https://www.fundacionmanantial.org/ Fundación Manantial, la librería Rafael Alberti de Madrid https://www.libreriaalberti.com/ y el Hospital Universitario Ramón y Cajal están organizando, con la colaboración de la Fundación Cultura en Vena https://www.culturaenvena.org/ y el patrocinio de Lundbeck https://www.lundbeck.com/es, el programa LiterariaMENTE. Se trata de un ciclo que profundiza en los problemas de salud mental a través de la literatura. Los profesionales de la salud mental invitados aportan su visión científica como especialistas, mientras los literatos ofrecen su visión narrativa.
Hasta ahora, se han llevado a cabo siete encuentros que han servido de oportunidad para abrir nuevas vías de diálogo y acercarse a los trastornos mentales desde un planteamiento más ecléctico.Un resumen de estos encuentros puede verse íntegramente en esta página: https://www.youtube.com/@libreriaalberti7663/featured
Palabras clave: literatura y salud mental
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