DEPRESIÓN Y DOLOR
Magdalena Salamanca
Por todos es sabido que ante una pérdida, el sujeto experimenta un estado de dolor que se denomina “duelo” y que es considerado normal. Lo que es menos saludable es el surgimiento, ante una situación similar, de un estado melancólico o lo que conocemos como depresión. De un estado normal, el duelo, surge un estado patológico, la depresión o melancolía.
Una de las características más importantes de la melancolía es un estado de ánimo profundamente doloroso, característica vinculada también al duelo, pero lo que hace que sean estados diferentes es la disminución del amor propio, es decir, un empobrecimiento del yo. Dolor, duelo y depresión, dolor como afectación común ante una perdida, dolor ante la pérdida, como representación de la propia finitud. Cuando el otro desaparece se hace presente la propia desaparición, la muerte propia. La tolerancia ante el dolor de existir, ante la propia muerte, se pone de manifiesto en la elaboración y procesamiento de la enfermedad pero, también, de la salud.
Psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero
DEPRESIÓN Y DOLOR
Magdalena Salamanca
escuela de psicoanálisis grupo cero.
clinica@grupocero. info
RESUMEN
Por todos es sabido que ante una pérdida, el sujeto experimenta un estado de dolor que se
denomina "duelo" y que es considerado normal. Lo que es menos saludable es el surgimiento, ante
una situación similar, de un estado melancólico o lo que conocemos como depresión. De un estado
normal, el duelo, surge un estado patológico, la depresión o melancolía. Una de las características
más importantes de la melancolía es un estado de ánimo profundamente doloroso, característica
vinculada también al duelo, pero lo que hace que sean estados diferentes es la disminución del amor
propio, es decir, un empobrecimiento del yo. Dolor, duelo y depresión, dolor como afectación común
ante una perdida, dolor ante la pérdida, como representación de la propia finitud. Cuando el otro
desaparece se hace presente la propia desaparición, la muerte propia. La tolerancia ante el dolor de
existir, ante la propia muerte, se pone de manifiesto en la elaboración y procesamiento de la
enfermedad pero, también, de la salud.
I. APUNTES SOBRE LA DEPRESIÓN
1. - Introducción (datos sobre la depresión)
Según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud):
La depresión es un trastorno mental frecuente que afecta a más de 350 millones de personas
en el mundo.
La depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy
importante a la carga mundial de morbilidad.
La depresión afecta más a la mujer que al hombre.
En el peor de los casos, la depresión puede llevar al suicidio.
Hay tratamientos eficaces para la depresión.
La depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a unos 350
millones de personas. La depresión puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente
cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar
las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio, que
es la causa de aproximadamente 1 millón de muertes anuales.
Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo
el mundo (y más del 90% en algunos países) no reciben esos tratamientos. Entre los obstáculos a una
atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario capacitados, además de la
estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Las personas con depresión
no siempre se diagnostican correctamente, ni siquiera en algunos países de ingresos elevados,
mientras que otras que en realidad no la padecen son diagnosticadas erróneamente y tratadas con
antidepresivos.
2. - ¿Cómo identificar y diferenciar una depresión de otros padecimientos?
Para esclarecer la esencia de la melancolía, de la depresión, la compararemos con el duelo,
afecto normal paralelo a ella. Las múltiples formas de la depresión, en ocasiones pueden parecernos
afectaciones somáticas, aunque lo que verdaderamente estamos presenciando son los efectos de la
depresión.
El duelo es la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria,
la libertad, el ideal, etc. La melancolía o depresión surge bajo las mismas circunstancias pero en
personas con cierta predisposición morbosa.
Las características de la depresión, psíquicamente hablando son:
1. Un estado de ánimo profundamente doloroso
2. Una cesación del interés por el mundo exterior
3. La pérdida de la capacidad de amar
4. La inhibición de todas las funciones
5. Y la disminución del amor propio
La disminución del amor propio es una característica exclusiva de la depresión, no aparece en el
duelo. Y se pone de manifiesto en reproches y acusaciones, de que el paciente se hace objeto a sí
mismo, y puede llegar incluso a una delirante espera de castigo.
La depresión o melancolía es la reacción a una pérdida, en muchos casos de un objeto amado,
pero también, la pérdida, puede ser más ideal. Por ejemplo, el sujeto no ha muerto pero ha quedado
perdido como objeto erótico (el caso de la novia abandonada). Hay otros casos donde la pérdida no
está tan claramente definida, o aquellos otros donde el sujeto conoce el objeto perdido pero no, lo
que ha perdido con él. Digamos que la pérdida es inconsciente, no como en el duelo que la pérdida es
reconocida conscientemente.
La inhibición y la falta de interés por el mundo exterior en el duelo se explican por el proceso
mismo del duelo, donde el yo queda absorbido. En la depresión tal inhibición no está tan claramente
definida. La disminución del amor propio nos muestra, no una absorción del yo, sino un considerable
empobrecimiento del mismo.
El yo del melancólico es indigno de toda estimación, incapaz de rendimiento valioso alguno y
moralmente condenable. Se reprocha, se insulta, espera repulsa y castigo. Se humilla delante de todos
y les compadece por estar cerca de él. muestra un cuadro de delirio de empequeñecimiento
(principalmente moral). También parece de insomnio, rechazo a la comida y sojuzgamiento de sus
deseos.
3. - ¿Qué verdad nos muestra un sujeto deprimido?
Los límites entre la salud y la enfermedad quedan definidos por factores cuantitativos. La
inhibición psíquica con emprobrecimiento pusional que sufre el melancólico, provoca dolor. Siempre
que se produce una disolución de asociaciones surge un dolor.
Las acusaciones de las que se hace objeto el melancólico, en algún lugar, deben ser verdaderas.
En algunas de dichas acusaciones, percibe la verdad más claramente que otros sujetos no
melancólicos. Cuando se describe como un hombre pequeño, egoísta, deshonesto y carente de ideas
propias, preocupado siempre en ocultar sus debilidades, se aproxima al conocimiento de sí mismo,
pero no es necesario enfermar para llegar estas verdades. Quien llega a tal valoración de sí propio y
la manifiesta públicamente está enfermo.
En el sujeto deprimido observamos el deseo de comunicar a todo el mundo sus propios defectos,
como si en ese rebajamiento encontrara una satisfacción.
4. - ¿A quién acusa y de qué lo acusa el deprimido?
Hemos dicho que el paciente deprimido ha sufrido una pérdida, observamos que por sus
manifestaciones la pérdida ha tenido efecto en su propio yo. Es como si una parte del yo se situara
en frente de la otra y la valorara críticamente, como si la tomara como objeto. Esta instancia crítica
se denomina conciencia moral. Debemos resaltar en el cuadro depresivo, el descontento por el propio
yo, desde el punto de vista moral, sobre todas las demás críticas posibles. La deformidad, la fealdad,
la debilidad y la inferioridad social no son objeto de valoración para el paciente, pero sí lo son la
pobreza o la ruina, que se ponen de manifiesto como afirmaciones o temores preferentemente.
Pero si observamos más concretamente las autoacusaciones del melancólico nos damos cuenta
que las acusaciones son poco adecuadas a la personalidad del sujeto, pero pueden adaptarse a otra
persona a la que el enfermo ama, ha amado o debía amar.
Los reproches van dirigidos a otra persona, a un objeto erótico, y han sido vueltos contra su
propio yo. Es decir, sus lamentos son quejas. No se avergüenzan ni se ocultan, porque todo lo malo
que dicen de sí mismos se refiere a otras personas.
5. - ¿Qué es lo que sucede para que se instale la depresión?
La reconstrucción del proceso es la siguiente: lo primero que se produce es una elección de
objeto, o sea un enlace libidinal a una persona determinada. Debido a una ofensa real o un desengaño
de la persona amada, surge una conmoción de la relación objetal, pero el sujeto no sigue el camino
normal, sustrayendo la libido al objeto y desplazándola a otro nuevo, sino que sigue otro camino
distinto.
La carga de objeto sin resistencia queda abandonada, pero la libido libre no busca otro objeto
sino que se retrae al yo, donde se produce una identificación del yo con el objeto abandonado.
La sombra del objeto cayó así sobre el yo. El yo es juzgado, desde este momento como si fuera
el objeto perdido. Por este mecanismo, se transforma la pérdida de objeto en pérdida del yo.
6. - La hostilidad del melancólico, una tendencia al suicidio
Cuando el amor al objeto, se refugia en la identificación narcisista, recae el odio sobre el objeto
sustitutivo, calumniándolo, humillándolo, haciéndole sufrir y encontrando en este sufrimiento una
satisfacción sádica.
El tormento, placentero para el melancólico, significa que las tendencias sádicas y de odio
infringidas hacia el objeto, han sido orientadas hacia el propio yo del sujeto. Consigue, a través de la
enfermedad, su venganza de los objetos primitivos y atormentar a los que ama, refugiándose en ella
para no tener que mostrar directamente su hostilidad.
La carga erótica del melancólico hacia su objeto experimenta un doble destino. Una parte de ella
retrocede hasta la identificación, y otra, bajo el influjo de la ambivalencia, hasta la fase sádica.
La regresión a la fase sádica es lo da explicación a la tendencia al suicidio, tendencia que tan
interesante y peligrosa hace a la depresión.
El análisis de la melancolía nos muestra que el yo no puede darse muerte sino cuando el retorno
de la carga de objeto le hace posible tratarse a sí mismo como un objeto, cuando dirige contra sí
mismo la hostilidad que tiene hacia el objeto, hostilidad que representa la reacción primitiva del yo
contra los objetos del mundo exterior.
Decimos que: "El suicida es un asesino tímido".
7. - melancolía y manía
Algo singular de la depresión es su tendencia a transformarse en manía. En muchos casos ambas
fases se alternan, aunque no es condición sine qua non. El contenido de la manía es idéntico al de la
melancolía.
La manía se caracteriza por un alegre estado de ánimo, por los signos de descarga de alegría y
por una intensa disposición a la actividad, es la antítesis de la depresión o inhibición propias de la
melancolía.
En la manía el yo ignora nuevamente qué o sobre qué ha triunfado. El maníaco nos muestra su
liberación del objeto que le hizo sufrir, emprendiendo con hambre voraz nuevas cargas de objeto.
II. APUNTES SOBRE EL DOLOR
1. - El dolor psíquico un afecto que se puede expresar en el cuerpo
Cualquier afecto que provoque lo afectos del miedo, la angustia, la vergüenza o el dolor psíquico
pueden actuar como traumáticos. Por ejemplo: Despertar un recuerdo puede procurar una sensación
dolorosa en un paciente, las zonas histerógenas de la histeria así atestiguan.
En psicoterapia (Tratamiento por el Espíritu) Freud relaciona los afectos con su participación
corporal. Dice: "Son por todos conocidas las extraordinarias alteraciones de la expresión facial, de la
circulación sanguínea, de las secreciones, del estado excitativo de la musculatura voluntaria, que
pueden producirse bajo la influencia del miedo, de la ira, del dolor anímico, del éxtasis sexual y de
otras emociones. Menos conocidas, pero absolutamente indudables, son otras acciones somáticas de
los afectos que ya no forman parte de la expresión directa de los mismos. Así, ciertos estados afectivos
permanentes de naturaleza penosa o, como suele decirse, «depresiva», como la congoja, las
preocupaciones y la aflicción, reducen en su totalidad la nutrición del organismo, llevan al
envanecimiento precoz, a la desaparición del tejido adiposo y a alteraciones patológicas de los vasos
sanguíneos. Recíprocamente, bajo la influencia de excitaciones gozosas, de la «felicidad», obsérvase
cómo todo el organismo florece y la persona recupera algunas manifestaciones de la juventud. Los
grandes afectos tienen, evidentemente, íntima relación con la capacidad de resistencia frente a las
enfermedades infecciosas; buen ejemplo de ello es la observación, efectuada por médicos militares,
de que la susceptibilidad a las enfermedades epidémicas y a la disentería es mucho mayor entre los
contingentes de un ejército derrotado que entre los vencedores. Mas los afectos -casi exclusivamente
los depresivos- a menudo son también por sí mismos causas directas de enfermedades tanto del
sistema nervioso -con alteraciones anatómicamente demostrables- como también de otros órganos,
debiendo aceptarse en tales casos la preexistencia de una propensión a dicha enfermedad, hasta ese
momento inactiva. " [. . . ]
[. . . ] "Los procesos de la voluntad y de la atención son asimismo susceptibles de influir
profundamente sobre los procesos corporales y de desempeñar un gran papel como estimulantes o
inhibidores de enfermedades orgánicas. Un celebrado médico inglés ha dicho de sí mismo que consigue
provocar las más diversas sensaciones y dolores en cualquier parte de su cuerpo a la cual dirija la
atención, y la mayoría de los seres parecen tener parecida capacidad. Al considerar los dolores, que
por lo común se incluyen entre las manifestaciones somáticas, siempre debe tenerse en cuenta su
estrechísima dependencia de las condiciones anímicas. Los profanos, que tienden a englobar tales
influencias psíquicas bajo el rótulo de «imaginación», suelen tener poco respecto a los dolores
«imaginarios», en contraste con los provocados por heridas, enfermedad o inflamación. Mas ello es
flagrantemente injusto: cualquiera que sea la causa del dolor, aunque se trate de la imaginación, los
dolores mismos no por ello son menos reales y menos violentos. Tal como los dolores pueden ser
provocados o exacerbados dirigiendo la atención sobre ellos, también desaparecen al apartarse ésta.
Dicha experiencia se aplica comúnmente para calmar a un niño dolorido; el guerrero adulto no siente
el dolor de sus heridas en el febril ardor del combate; es muy probable que el mártir, en la exaltación
de sus sentimientos religiosos, en la sumisión de todos sus pensamientos hacia la recompensa celestial
que le espera, se torne totalmente insensible al dolor de su tormento. No es tan fácil abonar por medio
de ejemplos la influencia de la voluntad sobre los procesos morbosos orgánicos pero es muy posible
que el propósito de sanar o la voluntad de morir no carezcan de importancia para el desenlace de
algunas enfermedades, aun graves y de dudoso carácter. "
2. - El placer en el dolor: sadismo y masoquismo
Sadismo y masoquismo. -La tendencia a causar dolor al objeto sexual o ser maltratado por él es
la más frecuente e importante de las perversiones, y sus dos formas, activa y pasiva, han sido
denominadas, sadismo y masoquismo. El término masoquismo resalta el placer de sufrir toda clase
de humillaciones y sometimiento.
La sexualidad de la mayor parte de los hombres muestra una mezcla de agresión, de tendencia
a dominar, cuya significación biológica estará quizá en la necesidad de vencer la resistencia del objeto
sexual de un modo distinto a por los actos de cortejo.
El sadismo corresponderá entonces a un componente agresivo del instinto sexual exagerado,
devenido independiente y colocado en primer término por medio de un desplazamiento. El concepto
del sadismo comprende desde una posición activa y dominadora con respecto al objeto sexual hasta
la exclusiva conexión de la satisfacción con la humillación y mal trato del mismo. En sentido estricto,
solamente el último caso extremo puede denominarse perversión.
De un modo análogo, el concepto de masoquismo reúne todas las actitudes pasivas con respecto
a la vida erótica y al objeto sexual, siendo la posición extrema la conexión de la satisfacción con el
voluntario padecimiento de dolor físico o anímico producido por el objeto sexual. El masoquismo, como
perversión, parece alejarse más del fin sexual normal que la perversión contraria; es dudoso si aparece
originariamente o si más bien se desarrolla siempre partiendo del sadismo y por una transformación
de éste. Con frecuencia puede verse que el masoquismo no es otra cosa que una continuación del
sadismo, dirigida contra el propio yo, que se coloca ahora en el puesto del anterior objeto sexual. El
análisis clínico de los casos extremos de perversión masoquista lleva siempre a revelar la acción
conjunta de una amplia serie de factores que exageran la predisposición original pasiva y le hacen
experimentar una fijación (complejo de castración, conciencia de la culpa). El dolor que en esta
perversión ha de ser superado constituye, como antes la repugnancia y el pudor, la resistencia que se
coloca enfrente de la libido. El sadismo y el masoquismo ocupan entre las perversiones un lugar
particular, pues la antítesis de actividad y pasividad que constituye su fundamento pertenece a los
caracteres generales de la vida sexual.
3. - Sadismo y masoquismo como extremos de la sexualidad normal: actividad-pasividad
La historia de la civilización humana nos enseña, sin dejar lugar a dudas, que la crueldad y el
instinto sexual están íntimamente ligados; pero en las tentativas de explicar esta conexión no se ha
ido más allá de hacer resaltar los elementos agresivos de la libido.
La particularidad más singular de esta perversión está, sin embargo, constituida por el hecho de
que sus dos formas, activa y pasiva, aparecen siempre conjuntamente en la misma persona. Aquel
que halla placer en producir dolor a otros en la relación sexual está también capacitado por gozar del
dolor que puede serle ocasionado en dicha relación como de un placer. Un sádico es siempre, al mismo
tiempo, un masoquista, y al contrario.
Lo que sucede es que una de las dos formas de la perversión, la activa o la pasiva, puede hallarse
más desarrollada en el individuo y constituir el carácter dominante de su actividad sexual. Vemos así
aparecer, regularmente, determinadas tendencias perversas como pares contradictorios, hecho cuya
alta importancia teórica comprobaremos más adelante. Es indudable que la existencia del par
contradictorio sadismo-masoquismo no se puede derivar directamente de la existencia de una mezcla
agresiva. En cambio, nos sentimos inclinados a relacionar tales antítesis con la de masculino y
femenino, que se presenta en la bisexualidad; contradicción que en el psicoanálisis queda reducida a
la de actividad y pasividad.
4. - ¿Cuál es nuestra actitud ante la muerte?
La muerte propia es totalmente inimaginable e inverosímil, no existe representación de la propia
muerte. Cuando sufrimos la muerte de un ser querido, convertimos el dolor, en dolor propio, es decir,
de alguna manera, aunque sea un instante, nos damos cuenta de que algún día nosotros también
moriremos. Los muertos amados serán también extraños y enemigos que han despertado en nosotros
sentimientos enemigos.
El conflicto sentimental emergente de la muerte de seres amados es primordial, ya que también
son seres extraños y odiados. De este conflicto sentimental, nos dice Freud, fue del que nació la
psicología. "El hombre no podía ya mantener alejada de sí la muerte, puesto que la había
experimentado en el dolor por sus muertos; pero no quería tampoco reconocerla, ya que le era
imposible imaginarse muerto. Llegó, pues, a una transacción: admitió la muerte también para sí, pero
ante el cadáver de la persona amada, el hombre inventó los espíritus, y su sentimiento de culpabilidad
por la satisfacción que se mezclaba, hizo que estos espíritus fueran perversos demonios, a los cuales
había que temer.
Las transformaciones que la muerte acarrea le sugirieron la disociación del individuo en un
cuerpo y una o varias almas, y de este modo su ruta mental siguió una trayectoria paralela al proceso
de desintegración que la muerte inicia. El recuerdo perdurable de los muertos fue la base de la
suposición de otras existencias y dio al hombre la idea de una supervivencia después de la aparente
muerte. "
5. - Angustia, dolor y duelo, tres posiciones ante la pérdida
La angustia es una reacción al peligro de la pérdida del objeto. También conocemos otra reacción
de este género a dicha pérdida: el duelo.
¿Cuándo, pues, surge angustia y cuándo duelo al perder un objeto? El carácter especialmente
doloroso del duelo, nos impone la explicación de que la separación del objeto resulte dolorosa.
Entonces ¿cuándo la separación del objeto produce angustia, cuándo duelo y cuándo, quizá, sólo
dolor? Buscaremos alguna orientación.
La angustia es una reacción al peligro de la pérdida del objeto. Debemos separar la angustia del
dolor. Diferenciar la ausencia temporal de la pérdida definitiva. Este aprendizaje se constituye en el
sujeto desde su más tierna infancia: La situación en la cual el niño de pecho echa de menos a su
madre no es para él, a causa de su error de interpretación, una situación peligrosa, sino una situación
traumática, o más exactamente, una situación que se hace traumática si el niño experimenta en tal
momento una necesidad que la madre habría de ser la única en satisfacer. Se transforma en situación
de peligro si tal necesidad no está presente en ese momento.
La primera condición de la angustia es la pérdida de la percepción del objeto, la cual es
equiparada a la pérdida del objeto. La pérdida del cariño no entra todavía en cuenta. Más tarde la
experiencia enseña al niño que el objeto puede permanecer existente, pero hallarse enfadado con él,
siendo entonces cuando la pérdida del cariño del objeto pasa a constituirse en una condición, ya
permanente, de peligro y angustia.
El niño «anhela» la presencia de la madre que ha de satisfacer sus necesidades. De esta nueva
carga es de la que depende la reacción del dolor. El dolor es, pues, la verdadera reacción a la pérdida
del objeto, y la angustia, la verdadera reacción al peligro que tal pérdida trae consigo y, dado un
mayor desplazamiento, una reacción al peligro de la pérdida del objeto mismo.
El dolor surge -primera y regularmente- cuando un estímulo que ataca la periferia traspasa los
dispositivos de la protección contra los estímulos y pasa a actuar como un estímulo instintivo continuo,
contra el cual son impotentes los actos musculares que sustraen al estímulo el lugar sobre el que el
mismo recae, actos eficaces en toda otra ocasión. El que el dolor no parta de un punto de la epidermis,
sino de un órgano interno, no cambia en nada la situación, pues se trata únicamente de la sustitución
de un punto de la periferia exterior por otro de la interior.
6. - Dolor físico y dolor psíquico. Un único dolor
En el dolor físico nace una elevada carga narcisista del lugar doloroso del cuerpo, carga que
aumenta cada vez más y «vacía», por decirlo así, al yo. Sabido es que cuando padecemos intensos
dolores en los órganos internos surgen en nosotros imágenes espaciales y de otro tipo de tales partes
del cuerpo, inexistentes en nuestra ideación consciente. También el hecho singular de que los dolores
físicos no alcanzan jamás su máxima intensidad cuando nuestra atención psíquica se halla acaparada
por otros intereses (sin que pueda decirse que tales dolores permanecen inconscientes), halla su
explicación en el hecho de la concentración de la carga en la representación psíquica del lugar
doloroso. En este punto parece insertarse la analogía que ha permitido la transferencia de la sensación
dolorosa al terreno anímico.
La intensa carga de anhelo del objeto echado de menos o perdido, carga que no pudiendo ser
satisfecha crece de continuo, crea las mismas condiciones económicas que la carga de dolor del lugar
del cuerpo herido y hace preciso prescindir de la condicionalidad periférica del dolor físico. La transición
desde el dolor físico al dolor psíquico corresponde al paso desde la carga narcisista a la carga de
objeto.
La imagen de objeto, elevadamente cargada por la necesidad instintiva, desempeña el papel del
lugar del cuerpo intensamente cargado por el incremento del estímulo. La naturaleza continua del
proceso de carga y la imposibilidad de inhibirlo dan origen al mismo estado de desamparo psíquico.
Si la sensación displaciente que entonces surge presenta el carácter específico del dolor (carácter
imposible de describir más exactamente) en lugar de exteriorizarse en la forma reactiva de la angustia,
no será muy arriesgado atribuirlo a un factor que antes no estimamos suficientemente; esto es a la
extraordinaria intensidad de la carga y de 'ligazón' en estos procesos que conducen a la sensación
displaciente.
Conocemos aún otra reacción afectiva a la pérdida del objeto: el duelo. Pero su explicación no
nos opone ya dificultad alguna. El duelo surge bajo la influencia del examen de la realidad, que impone
definitivamente la separación del objeto, puesto que el mismo no existe ya. Se plantea así a este
afecto la tarea de llevar a cabo tal separación del objeto en todas aquellas situaciones en que él era
de una elevada carga. El carácter doloroso de esta separación se adapta a la explicación que acabamos
de dar por la elevada carga de anhelo, imposible de satisfacer, y concentrada en el objeto por el
acongojado sujeto, durante la reproducción de las situaciones en las cuales ha de efectuarse un
desligamiento de los lazos que lo mantenían atado a él.
7. - Una conclusión posible
El problema surge cuando al no aceptar la pérdida, el objeto es introyectado al yo, situación que
hemos descrito en la melancolía, el empobrecimiento del yo, provoca un estado profundamente
doloroso, donde la agresividad por dicha pérdida del objeto, es vuelta contra el propio sujeto que se
encuentra empobrecido, deprimido.
La afectación emocional perjudica al sujeto que se ve debilitado psíquicamente, el dolor psíquico
se expresa invadiendo al sujeto en su corporeidad. El dolor es imperativo. Sólo sucumbe a los efectos
de una supresión tóxica o de la influencia ejercida por una distracción psíquica.
En muchos casos de dolor, el tratamiento psicoanalítico es la única vía para resolver dicho
afección emocional, ya que como hemos dicho se trata de un dolor inconsciente que toma al cuerpo
como extensión y como escenario.
La corporeidad del dolor se hace carne en el sujeto, ya que la pérdida del objeto, representa su
propia finitud.
BIBLIOGRAFÍA
OBRAS COMPLETAS SIGMUND FREUD, traducción Luis López Ballesteros.
-Estudios sobre la histeria 1895
-Proyecto de una psicología para neurólogos 1895
-La interpretación de los sueños 1900
-psicoterapia (tratamiento por el espíritu 1905
-Tres ensayos para una teoría sexual 1905
-Los instintos y sus destinos 1915
-La represión 1915
-duelo y melancolía 1915
-Lecciones introductorias al psicoanálisis 1915
-Más allá del principio del placer 1920
-El problema económico del masoquismo 1927
16º Congreso Virtual de Psiquiatria. com. Interpsiquis
2015 www. interpsiquis. com - Febrero 2015
Psiquiatria. com
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