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La Literatura como factor de Resiliencia en el Abuso Sexual Infantil

Fecha Publicación:
Autor/autores: Ana María Martorella-Andrea , Beatriz Pérez

RESUMEN

El trabajo en Resiliencia posee un potencial sustancial para aumentar la comprensión sobre los procesos que afectan los individuos en riesgo. La creatividad como expresión de mecanismos de sublimación, favorece el desarrollo de elasticidad o flexibilidad para proseguir el desarrollo de los procesos constructivos. Los casos de abuso sexual infantil no son la excepción, para lograr superar la adversidad del trauma a través de actividades literarias espontáneas o dirigidas. Es así que, en la literatura, se encuentra variada oferta de textos científicos que pueden ser útiles tanto a víctimas como a terapeutas sometidos al estrés postraumático (burnt out), para hacer frente tanto a las propias experiencias traumáticas como a la escucha de su doloroso relato en el espacio terapéutico.

En este trabajo se compartirán párrafos seleccionado de textos publicados por diferentes editoriales, como así también de los aportados por pacientes durante el proceso psicoterapéutico, sea producidos durante la fase psicodiagnóstica y/o psicoterapéutica como de la actividad literaria individual. Se ha podido observar en ambos casos, que este recurso artístico ha favorecido la remisión parcial o total de la signosintomatología compatible con el abuso sexual.


Palabras clave: resiliencia, abuso sexual infantil, sublimación, literatura.
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .

1.- Ana María Martorella *Médica- Pediatría – Especialista en Psiquiatría Infanto Juvenil (UBA) *Ex Concurrente Hospital Pedro de Elizalde *ISPCAN Honorary Membership 1992/ 1996/ 1997/ 2004/2005 *Directora y Docente de Cursos Abuso Infanti

La Literatura como factor de Resiliencia en el Abuso Sexual Infantil

Autores:

1.- Ana María Martorella; 2.- Andrea Beatriz Perez.

1.- *Médica- Pediatría – Especialista en Psiquiatría Infanto Juvenil (UBA)                                      *Ex Concurrente Hospital Pedro de Elizalde                                                                        *ISPCAN Honorary Membership 1992/ 1996/ 1997/ 2004/2005                                         *Directora y Docente de Cursos Abuso Infantil & Educación Sexual Infantil y del Adolescente – Resoluciones DIEGEP 1995/ 1996/ 1997/ 1998- Colegio de Médicos Distrito IX 2006                                                                                                                             *Perito Médico (Práctica Procesal)                                                                                             *Equipo Interdisciplinario Escuelas de Educación Especial del Gran Buenos Aires *Formación en Pedagogía Médica UBA & UNLP desde 1998                                         *Presentación en Congresos                                                                                                 *Premios: FOEA 1997/1998 y Rotary Internacional IGE 1097/1998                                                                           *Médica Psiquiátra Asistente en HIEMI MdP desde 2005.

E-mail: amartor@intramed.net.ar

2.- *Acompañante Terapéutico egresada de IMAT.                                                                      *Estudiante avanzada de Carrera de Psicología en UNMDP                                              *Participación como autor y disertante en Congresos Nacionales e Internacionales de Psiquiatría desde 2009.

Resumen:

El trabajo en Resiliencia posee un potencial sustancial para aumentar la comprensión sobre los procesos que afectan los individuos en riesgo. La creatividad como expresión de mecanismos de sublimación, favorece el desarrollo de elasticidad o flexibilidad para proseguir el desarrollo de los procesos constructivos. Los casos de abuso sexual infantil no son la excepción, para lograr superar la adversidad del trauma a través de actividades literarias espontáneas o dirigidas. Es así que, en la literatura, se encuentra variada oferta de textos científicos que pueden ser útiles tanto a víctimas como a terapeutas sometidos al estrés postraumático (burnt out), para hacer frente tanto a las propias experiencias traumáticas como a la escucha de su doloroso relato en el espacio terapéutico. En este trabajo se compartirán párrafos seleccionado de textos publicados por diferentes editoriales, como así también de los aportados por pacientes durante el proceso psicoterapéutico, sea producidos durante la fase psicodiagnóstica y/o psicoterapéutica como de la actividad literaria individual. Se ha podido observar en ambos casos, que este recurso artístico ha favorecido la remisión parcial o total de la signosintomatología compatible con el abuso sexual.    

Palabras claves: resiliencia, abuso sexual infantil, sublimación, literatura.

Literature as resilience factor in Child Sexual Abuse

Abstract:

Work on resilience possesses substantial potential to increase understanding of the processes that affect individuals at risk. Creativity, considered as an expression of mechanisms of sublimation, favors the development of elasticity or flexibility for further development of the construction processes. Cases of child sexual abuse are not the exception, in order to overcome the adversity of trauma through literary activities spontaneous or directed. Thus, in the literature, there is wide range of scientific texts that may be useful to both victims and therapists subjected to traumatic stress (burnt out) to address both coping with their own traumatic experiences or as listeners to patients’ pain stories in the therapeutic space. In this work, I will share selected paragraphs of texts published by different editors, as well as those reported by patients during the psychotherapeutic process (those produced during psychodiagnosis phase and / or psychotherapeutic one) or their individual literary activity. It has been observed in both cases, that this artistic device has favored partial or total remission of sign symptomatology consistent with sexual abuse.

Key words: resilience, child sexual abuse, sublimation, literature.

INTRODUCCIÓN

El Abuso Sexual Infantil  forma parte de uno de los capítulos reiterados más vergonzosos y traumáticos de la historia de la humanidad. Ha sido cometido hasta nuestros días como parte de prácticas genocidas, como forma de explotación y trata de personas, de tradiciones de iniciación sexual por parte de familiares y de empleadores de las familias de las víctimas, como medio de obtención de placer por sujetos que presentan perversiones sexuales, etc. Por lo tanto, no sólo se encuentra en los relatos de las historias clínicas de los pacientes ni en los tratados científicos, sino que, actualmente, se hallan múltiples publicaciones que incluyen las narrativas de las víctimas y de sus terapeutas, donde se describen situaciones y emociones de ambos protagonistas. Es decir, que el diagnóstico de este horror se realiza mediante diversas técnicas y elementos, como los gráficos, el juego y los tests proyectivos, que logran mediatizar y/o vehiculizar la palabra en todos sus códigos posibles, ya que los niños no poseen habilidades lingüísticas para nombrar tales actos ni sentimientos surgidos de los mismos.

El Abuso Sexual Infantil se encuentra clasificado por la Organización Mundial de la Salud, a través del CIE 10, y también en el DSM IV, el Manual de Trastornos Mentales Americano (USA), siendo que, recién en los albores del siglo XX, comenzó a pensarse como algo posible y, aún más, perpetrado en el seno de las propias familias: en forma incestuosa!!!!

El Abuso Sexual Infantil hasta ha sido y, lamentablemente, sigue siendo narrado en notas de periódicos tan amarillistas como reales, describiendo trágicas consecuencias para las víctimas: violación, embarazos precoces, descendencia no deseada, filicidio, aborto terapéutico, muerte…. Nunca se dan pautas de prevención …. Al Abuso Sexual Infantil corresponden los síntomas de Trastorno por Estrés Postraumático, ya sea porque las jóvenes víctimas fueron sometidas sexualmente, han sido amenazadas, o han sido testigos de actos sexuales que la mente infantil no alcanza a comprender ni posee la madurez necesaria para consentirlo ni tolerarlo; respondiendo con temor, desesperanza y horror intensos, que pocos oyen e interpretan. El Abuso Sexual Infantil se reexperimenta, entonces, persistentemente a través de recuerdos recurrentes e intrusivos, que provocan malestar, incluyendo imágenes, pensamientos y percepciones, que se expresan en los juegos repetitivos de los niños y niñas, donde aparecen francos indicadores de temor o aspectos característicos del trauma. También, reaparece en sueños de carácter recurrente, de contenido terrorífico e irreconocible, con sensaciones de revivir el acontecimiento traumático como si fueran ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos denominados flashbacks. Provoca malestar psicológico intenso a estímulos internos o externos que simbolizan o re-evocan un aspecto de la experiencia victimizante, acompañados de respuestas fisiológicas idénticas a las manifestadas durante el o los episodios dolorosos: taquicardia, sudoración, angustia hasta el llanto y los gritos, pérdida de control de los esfínteres (enuresis, encopresis), etc. La víctima de Abuso Sexual Infantil se esfuerza por evitar, constantemente, los estímulos asociados al trauma, junto al embotamiento consecuente; evita pensamientos, sentimientos o conversaciones relacionadas; se evade de actividades, lugares o personas; fracasa en recordar tanto un aspecto importante del hecho como en interesarse en la participación de acciones significativas, con sensación de desapego o enajenación frente a los Otros; junto a restricción de su vida afectiva y sensación de futuro limitado, tanto personal, laboral, académico, profesional. Presenta dificultad para conciliar o mantener el sueño, irritabilidad o ataques de ira, dificultades para concentrarse, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto…. Si tiene suerte, y es lo suficientemente inteligente, logra transformar todo esto con recursos creativos, y se convierte en un personaje heroico de su propia historia: es resiliente! Son resilientes frente a tan cruel adversidad. Es por eso, que se plantea reflexionar sobre la inclusión de estos textos al género literario, no sólo científico, sino de la narrativa, en la que los relatos corresponden a historias personales, cuidando sumamente la identidad real y datos remitentes a sus protagonistas. Dicho discurso literario contiene, además, elementos que refieren a la subjetividad de quien lo escribe, y se comprueba en su escritura, que se halla imbuida de las emociones de su autor en cada párrafo. Aún la búsqueda en internet ofrece numerosos trabajos sobre Abuso Sexual Infantil desde el punto de vista clínico, filosófico y social, pero pocas fuentes dan cuenta del relato de las víctimas con respecto a sus sentimientos, frustraciones, dolores, debidos al daño padecido y que afecta su integridad psicofísica. Quien sufre abusos en la infancia, tiene el recuerdo del abuso grabado en él y el de todas las emociones que lo acompañaron. Incluso, aunque no sea consciente, aunque no lo sepa, lo que ocurrió no sólo está grabado en su mente, sino también lo está en el resto de su cuerpo.  La vulnerabilidad de las víctimas de Abuso Sexual Infantil es algo que a veces se nota en los gestos, en la forma de mirar, en el discurso. Podemos dirigir nuestros esfuerzos a cambiar lo posible. Para convivir con lo que no podemos cambiar, debemos ser valientes y creativos. (Virginia Satir). La escritura de las víctimas de Abuso Sexual Infantil puede simbolizar una carta a su agresor, no con la idea de enviarla, sino con la idea de poder decir  todas las cosas que le hacen daño por dentro. La cólera es más fácil de tolerar que el dolor, que se vuelve a veces insoportable, pero debajo de ella siempre hay otras emociones. Muchas personas usan su imaginación para sobrevivir a situaciones terribles. Imaginar futuros posibles, desconectar de la realidad, soñar con vidas alternativas, son cosas que han podido ayudar a sobrevivir. Puede que haya sido soñando despierta o a través del cine o la literatura. La Caperucita Roja del cuento infantil no es ni más ni menos que una víctima más de los tantos lobos disfrazados de corderos, aunque aquí sea descripto metafóricamente como una tierna abuelita que aprovechó la ingenuidad y la curiosidad de una niña, como tantas niñas de ayer y hoy, como cualquiera de nosotras. Acaso la Bella Durmiente haya sido también víctima de un abuso que la condenó a disociarse en la anestesia total, al punto tal de no vivir su propia vida; o Blancanieves envenenada por la amargura del fruto que la llevó a convivir con los siete enanos, simbolizando falos, en la espesura del bosque; quizás el mismo bosque donde habitara el lobo voraz de Caperucita… 

Ya Federico García Lorca, adscrito a la llamada Generación  del 27, es el poeta de mayor influencia y popularidad en la literatura del siglo XX, y entre sus obras, también recitó episodios de abuso sexual infantil. Tal ejemplo lo podemos encontrar en “Preciosa y el Aire” dedicada a Damaso Alonso:

Su luna de pergamino                                                  Frunce su rumor el mar.                   Preciosa tocando viene                                                Los olivos palidecen.                                  Por un anfibio sendero                                                Cantan las flautas de umbría                             De cristales y laureles.                                               Y el liso gong de nieve.                                   El silencio sin estrellas,

Huyendo del sonsonete,                                              ¡Preciosa, corre, Preciosa,              Cae donde el mar bate y canta                                   Que te coge el viento verde!                     Su noche llena de peces.                                            ¡Preciosa, corre, Preciosa!                        En los picos de la sierra                                            ¡Míralo por dónde viene!                   Los carabineros duermen                                           Sátiro de estrellas bajas                 Guardando las blancas torres                                   Con sus lenguas relucientes.          Donde viven los ingleses.                                           Preciosa, llena de miedo,                     Y los gitanos del agua                                                Entra en la casa que tiene,         Levantan por distraerse                                             Más arriba de los pinos,               Glorietas de caracolas                                              El cónsul de los ingleses.                        Y ramas de pino verde.

Su luna de pergamino                                                Asustados por los gritos                                    Preciosa tocando viene.                                             Tres carabineros vienen,                      Al verla se ha levantado                                            Sus negras capas ceñidas                            El viento que nunca duerme.                                     Y los gorros en las sienes.                            San Cristobalón desnudo,                                                                                                           Lleno de lenguas celestes,                                         El inglés da a la gitana                                Mira a la niña tocando                                              Un vaso tibio de leche,                            Una dulce gaita ausente.                                           Y una copa de ginebra                             -Niña, deja que levante                                              Que Preciosa no se bebe.                    Tu vestido para verte.                                                Y mientras cuenta, llorando              Abre en mis dedos antiguos                                       Su aventura a aquella gente,                           La rosa azul de tu vientre.                                          En las tejas de pizarra             Preciosa tira el panadero                                          El viento furioso muerde.                        Y corre sin detenerse.                                                                                                              El viento –hombrón la persigue                                                                                                  Con una espada caliente.

Con el objeto de comprender el propósito de este trabajo, debemos también dedicar unos párrafos al estudio del Trastorno por Estrés Postraumático, presente en todas las víctimas de abuso sexual infantil, y a la resiliencia.

Síndrome de Estrés Postraumático (TEPT )  

El SÍNDROME DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO fue estudiado a partir de las secuelas psíquicas observadas en ex - combatientes de Vietnam en EEUU.

Para poder comprender este cuadro psicopatológico, se debe primero describir el trauma como la presencia de trastornos emocionales en el sujeto, producto de la exposición a eventos de naturaleza grave o catastrófica; por cuanto se considera con esta denominación a cualquier hecho grave, de carácter amenazante, exige un esfuerzo importante de afrontamiento, que se manifiesta en la víctima de distintas maneras: pesadillas o reminiscencias, apatía, irritabilidad, perturbaciones emocionales, trastornos del sueño, ansiedad, preocupación, etc., que provoca desesperanza, pérdida de religión y pérdida de identidad ( identificación con el agresor?, Ferenczi, 1929). También, en el actual Manual de Salud Mental (DSM IV) se encuentra la clasificación de este síndrome en sus diferentes formas de presentación: aguda (los síntomas comienzan en el transcurso de los 6 meses posteriores al trauma, con una duración que no excede los 3 meses);  crónica (los síntomas se manifiestan con posterioridad a los 6 meses de ocurrido el hecho, y dura 3 meses o más); de inicio demorado (inicio de síntomas con posterioridad a los 6 meses de ocurrido el hecho).

Cuando hablamos de Trastorno de Estrés Agudo, sabemos que éste se refiere a las personas expuestas a un acontecimiento traumático, que han experimentado, presenciado o le han explicado un hecho caracterizado por muerte o amenazas para su integridad física o la de los demás (guerras, terrorismo, catástrofes, desaparición de familiares, secuestros, accidentes, torturas, etc.), y que han respondido con temor, desesperanza u horror intenso. Las alteraciones provocan un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad, o interfieren con su capacidad de llevar a cabo tareas  indispensables como para explicar el hecho traumático. El efecto del trauma en el interior del organismo se cronifica y modifica su neurobiopsicología, y puede durar un mínimo de 2 días hasta un máximo de 4 semanas; y hasta puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático. Se sabe que durante el estrés se atraviesan diferentes etapas: adaptación catabólica (reacción simpática con vasoconstricción muscular, midriasis, taquicardia, aumento de la ventilación y de la frecuencia respiratoria); agotamiento (conduce a la recuperación de energía mediante la reacción parasimpática y se expresa a través de relajación de esfínteres, salivación, bradicardia, muerte); claudicación (alteraciones tisulares importantes). También, se conocen los efectos del estrés sobre el sistema nervioso central como son: la percepción y los circuitos mnésicos que actúan sobre el hipotálamo provocando la respuesta emocional actual; la disminución del flujo cerebral frontal inferior izquierdo (función cognitiva); y la disminución del flujo cerebral en el área de Broca (afasias de expresión).

Además, se reconocen sus síntomas disociativos (3 o más) como un estado psicológico anormal, con percepción alterada de uno mismo y del mundo circundante; un escape para mantenerse apartado de sus recuerdos traumáticos a través de la fragmentación de la memoria; recuerdos intrusivos. Estos síntomas incluyen Numbing o anestesia emocional (embotamiento, desapego o ausencia de respuestas emocionales o anestesia afectiva); amnesia disociativa (inhabilidad para recordar una parte importante del trauma); desrealización (sensación de estar desconectado del mundo y tener la sensación de que el entorno es irreal); despersonalización (percepción distorsionada del propio cuerpo, y de la propia identidad como unidad coherente, sensación de estar fuera de sí mismo); reducción de la atención (pérdida o disminución de la capacidad atencional y aturdimiento); reexperimentación (de imágenes, pensamientos, sueños angustiosos recurrentes, ilusiones, episodios de flashbacks recurrentes, malestar al exponerse a objetos o situaciones que recuerden el trauma; evocaciones recurrentes e intrusivas); evitación de estímulos que recuerdan el trauma (pensamientos, sentimientos, conversaciones, lugares, personas, olores), con sensación de quedarse helado sin posibilidad de reacción para evitar sentimientos asociados al hecho traumático, como si fuera un sentimiento de aislamiento, sensación de futuro acotado, junto a síntomas de incremento de activación (hiperarousal); ansiedad o aumento de la activación (arousal) que se manifiesta como dificultad en el dormir, irritabilidad, falta de concentración, hipervigilancia, inquietud motora, respuesta exagerada de sobresalto, preparación para la lucha o la huida, como respuesta adaptativa del estrés; depresión (ideas suicidas); actos autodestructivos (suicidio, automutilación); daños a terceros (victimización); exposición compulsiva al trauma (el individuo puede jugar el rol de victimario o el de víctima del mismo tipo de violencia); trastornos del sueño (pesadillas, insomnio, etc. por hiperactivación autonómica); irritabilidad, ira (impulsividad, discusiones intensas, gritos, intolerancia, etc.; ira acompañada de culpas, frustración, sensaciones de traición, mal humor); fracaso de los mecanismos de defensa (culpa por la supervivencia) que puede conducir a la psicosis. Es por todo esto que, los rasgos asociados al hecho traumático y al trastorno de estrés postraumático se caracterizan por auto recriminación con desvalorización; supuestos o creencias frustradas con inseguridad y desconfianza; alteraciones del humor; adicciones; comportamientos impulsivos; quejas somáticas; sobrecompensaciones; ansiedad de morir; compulsión a la repetición; automutilación; otras adicciones y conductas autodestructivas; alexitimia (incapacidad para comprender las emociones de otros); cambios en la personalidad. Como el trastorno de estrés postraumático comprende un trastorno adaptativo, debemos primero ocuparnos de la comprensión del proceso adaptativo según los estudios psicogenéticos de Jean Piaget, quien define a la adaptación como la función mediante la cual, durante el desarrollo normal de la inteligencia, se protegen las estructuras (reflejos) a través de la asimilación del medio (incorporación de experiencias nuevas a esquemas o conocimientos previos) y de la acomodación al medio (esfuerzo para enfrentar experiencias no asimilables), por lo que tiende a la equilibración (complejización y estabilización de las estructuras con el tiempo) y a la organización (explica comportamientos inteligentes particulares). Cuando este proceso adaptativo se altera, el trastorno adaptativo que surge se manifiesta a través de síntomas ansiosos, reacciones de duelo, etc., que se desarrollan como consecuencia de factores estresantes externos a partir de una patología preexistente (trastornos de personalidad), de origen multifactorial que depende de la intensidad y severidad de la experiencia personal frente al trauma y el estrés que le ocasiona. Incluye sucesos traumáticos de una magnitud o gravedad inusitados y violan conceptos previos acerca de la seguridad. Respuestas de miedo persistente y fácilmente accesibles dentro de la memoria, son responsables de un estado de severa ansiedad e hiperalerta que implica distorsiones cognitivas acerca de la repetición del trauma. Como se puede observar, este síndrome depende, para su instalación, de la comorbilidad basada en las series complementarias. Dicha comorbilidad incluye neurosis fóbicas; ansiedad obsesivo compulsiva; sumatoria de síntomas; disociación; depresión.

Resiliencia

La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro, a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad. Es probable que esta capacidad sea tan antigua como la humanidad misma, sin embargo, ha sido en los últimos años que la psicología le ha hincado el diente a fondo, pues se la considera un concepto fundamental de prevención en salud mental. Las investigaciones actualmente apuntan a alcanzar un conocimiento más sistemático de la resiliencia, con el propósito de darle una aplicación más práctica (Kotliarenco). Los autores de los primeros estudios vieron con asombro cómo ciertos niños expuestos a condiciones de pobreza y de vida altamente estresantes, lograban salir adelante de manera constructiva. La resiliencia es una característica que puede aparecer como producto de una interacción positiva entre el componente personal y ambiental de un individuo. Al respecto, el vínculo afectivo que se establece en los primeros años de vida es fundamental. No se sabe muy bien cómo, pero la interacción y las relaciones de apego entre un cuidador (madre, padre) y un bebé desarrollan en ésta ciertos mecanismos psicológicos protectores (Lecannelier).  A cualquier estudioso en ciencias físicas no le llamaría especialmente la atención escuchar la palabra resiliencia, porque es un término institucionalizado para referirse a la capacidad de un cuerpo para recuperar su forma y tamaño original después de haber sido comprimido, doblado o estirado. Muchos seres humanos pese a que han sido "comprimidos y estirados" por sus circunstancias, vuelven a recuperarse. En español y en francés (resilience) se emplea en metalúrgica e ingeniería civil para describir la capacidad de algunos materiales de recobrar su forma original después de ser sometidos a una presión deformadora.

Resilire en buen latín quiere decir “volver a entrar saltando” o “saltar hacia arriba”.

Posee 2 elementos importantes:

Ø  resistencia o capacidad de proteger su propia integridad frente a los efectos de estrés o tensión negativos

Ø  elasticidad o flexibilidad para proseguir el desarrollo de los procesos constructivos.

La resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida "sana" en un medio insano. Estos procesos se realizan a través del tiempo, dando afortunadas combinaciones entre los atributos del niño y su ambiente familiar, social y cultural. (Rutter, 1992). Consiste en una habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva (ICCB, Institute on Child Resilience and Family, 1994). La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles (Vanistendael, 1994). Es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformados por ellas (Grotberg, 1995); y significa una combinación de factores que permiten a un niño, a un ser humano, afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida, y construir sobre ellos (Suárez Ojeda, 1995). Puede ser producto de una conjunción entre los factores ambientales y el temperamento, y un tipo de habilidad cognitiva que tienen algunos niños aun cuando sean muy pequeños (Osborn, 1996). La resiliencia es una respuesta global en la que se ponen en juego los mecanismos de protección, entendiendo por estos no la valencia contraria a los factores de riesgo, sino aquella dinámica que permite al individuo salir fortalecido de la adversidad, en cada situación específica y respetando las características personales (Infante 1997).

Son pilares de la resiliencia:

a) Intropespección: arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.

b) Independencia: saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas, de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento.

c) Capacidad de relacionarse: habilidad para establecer lazos e intimidad con otra gente, para equilibrar la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a los otros.

d) Iniciativa: gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más complejas.

e) Humor: encontrar lo cómico en la propia tragedia.

f) Creatividad: capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden.

g) Moralidad: consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad y capacidad de comprometerse con valores; este elemento ya es importante desde la infancia, pero a partir de los 10 años.

h) Autoestima consistente: Base de los demás pilares y fruto de cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por parte de un adulto significativo.

 

La resiliencia puede ser fomentada debido a que a los factores temperamentales (que vienen con el nacimiento, pero pueden ser moldeados) se suman los factores ambientales, los cuales pueden ser adquiridos, promovidos y modificados. Cualquier adulto puede promover la resiliencia, ya que como tal tiene la responsabilidad de cuidar y proteger a niños y adolescentes, asegurarles afecto, confianza básica e independencia. La resiliencia se funda en una interacción entre la persona y su entorno. Para que se desarrolle requiere que se pongan en marcha los recursos propios del niño/adolescentes y que se trabaje sobre su ambiente o medio cultural. Una persona puede ser resiliente en un medio y en otro no. (REDES INFORMALES). La resiliencia no es una capacidad absoluta ni estable. Si las circunstancias mejoran, la protección es mayor para el niño. Si empeoran, habrá más factores que pongan en riesgo la fortaleza del pequeño y lo vuelvan más vulnerable. La resiliencia es una capacidad universal. Todo niño tiene el potencial de desarrollar y mostrar su resiliencia. Todo niño cuenta con ciertos recursos que lo pueden ayudar a sobrellevar la adversidad.

La persona quedaría determinada por factores externos, aquellos eventos que aparecen en el entorno del individuo y se convierten en una amenaza para su salud y bienestar. Expresión de ello es la aparición en la literatura científica del término eventos vitales, práctico concepto referido a los diversos sucesos que pueden presentarse en la vida cotidiana de una persona potencialmente lesivos para su salud y bienestar. Pero estas consideraciones presentaban limitaciones en tanto obviaban las diferencias individuales en las personas expuestas a estos eventos que podrían tanto amortiguar como intensificar su impacto, y no tomaban en consideración, el cuidado, mantenimiento, restablecimiento u optimización de su salud. Dicen Peñacoba y Moreno, 1998 “...como el individuo puede tanto crear cómo reaccionar ante acontecimientos vitales en su vida y tanto tolerar como enriquecerse de las situaciones estresantes...” Por esta razón, surgen y se desarrollan en el ámbito científico toda una serie de conceptos que resaltan la significación de las diferencias individuales y el papel activo del hombre en sus constantes transacciones con un entorno que es lo percibido como estresante para la persona. Entre estos conceptos resaltan los de expectativa de Autoeficacia (Bandura, 1977), Sentido de Coherencia (Antonovsky, 1990) y Personalidad Resistente (Cobaza, Maddi y Kahn, 1993). No obstante, estamos en presencia de un concepto multidimensional, más amplio que la simple resistencia para hacer frente a las adversidades y que incluye otros componentes que implican la flexibilidad y la habilidad solucionadora de problemas, en estrecha relación con la forma de percibir la situación estresante. De esta misma manera, el concepto de Personalidad Resistente presupone una persona que posee una serie de características y rasgos de personalidad protectores y potenciadores del bienestar y, además, se “auto-construye” a través de sus distintas acciones a lo largo del Ciclo Vital, en el que son inevitables los procesos de cambio, que son percibidos como oportunidades para el crecimiento personal más que como peligros y amenazas al bienestar. Un niño resiliente muestra algunas o varias de estas características a pesar de su exposición a situaciones adversas. Se puede relacionar bien con las personas, tiene amigos; participa de actividades con ellos y con agrado; puede que a veces pelee, pero es capaz de amigarse; tiene en general, una buena relación con los adultos; es creativo, tiene capacidad para usar su imaginación y transformar las cosas, innovando. La creatividad se ve muchas veces reflejada en el juego y en los dibujos. Tiene curiosidad por conocer, y en el caso de niños pequeños, la curiosidad se manifiesta a través del interés por conocer el mundo, explorándolos. En niños más grandes, el interés se manifiesta por el aprendizaje. Le agrada aprender.

En la década de los '60 John Bowlby, psicoanalista inglés, descubrió cuán determinante era para la salud mental de las personas haber mantenido en etapas tempranas un vínculo afectivo y satisfactorio con su progenitora, el padre u otro cuidador exclusivo. Y, al revés, las graves secuelas que podía dejar un mal apego y, más aún, el abandono. Incluso había experiencias que demostraban que bebés bien alimentados y cuidados, pero sin un afecto destinado sólo para ellos, se desarrollaban mal y hasta podían morir; pasaban en hospitales y hogares de menores. A pesar de que el apego es una palabra de moda, muchos lo confunden con el llamado bonding, que consiste en dejar al recién nacido, durante 40 minutos, piel contra piel, sobre el pecho materno. Pero ese primer contacto es el comienzo, sólo una parte del apego, que se va formando a lo largo de los tres primeros años del niño y se puede mejorar o fortalecer con intervenciones preventivas y terapéuticas. Así mismo, en la trasferencia positiva, la víctima de abuso sexual infantil encuentra en su terapeuta una figura de apego seguro, disponible, confiable y buena como para revelarle sus padecimientos y compartir sus incertidumbres, en forma explícita o implícita, sea a través del juego o de sus producciones gráficas acompañadas de su discurso codificado.  

Por otro lado, las neurociencias han realizado aportes importantes para la comprensión del desarrollo de actitudes resilientes frente a la adversidad. Puede observarse que se ha conformado una considerable plataforma en torno a lo que Rutter ha denominado como “la negociación que las personas hacen frente a situaciones de riesgo” (citado en Kotliarenco et al., op. cit.: 3). No obstante, se trata de un acervo inacabado, que se encuentra en el nivel de lo descriptivo. En efecto, aún se desconoce el espectro completo, la jerarquía y las relaciones entre los mecanismos protectores —biológicos, psicológicos, sociales, culturales y ecológicos— del individuo ante lo adverso (Shore 1997). A través de la neurología, sus hallazgos sobre el desarrollo y funcionamiento del cerebro y sobre las relaciones entre éste y el comportamiento, han levantado interrogantes de interés respecto de las bases biológicas del fenómeno de la resiliencia (Shore op. cit.). Recientes investigaciones proponen que el cerebro, dada su responsividad —es decir, plasticidad— a la experiencia ambiental, resulta afectado en su estructura y función por ella (Masten y Coastworth 1998). Esto se explica dado que, en la corteza cerebral, diferentes regiones incrementan su tamaño (al aumentar el número de dendritas en cada neurona) cuando son expuestas a condiciones estimulantes y, mientras más prolongadas éstas, mayor su crecimiento (Shore, op. cit.). Esta actividad cerebral sería dirigida de modo muy grueso por patrones neuronales genéticamente configurados; en tanto, los detalles de dichos patrones (es decir, la cantidad y tipo de conexiones sinápticas) estarían en gran parte condicionados por la interacción con el ambiente (Greenough et al. 1987). Para alcanzar los más altos niveles de desarrollo cerebral a través de la interacción con el ambiente es crucial la oportunidad, es decir, el momento de la vida, en que ésta ocurre: si bien el aprendizaje continúa a través de todo el ciclo de vida, hay tiempos específicos para que se realice en forma óptima. Puesto que las diferentes regiones del cerebro maduran en distintos momentos, cada una de ellas es más sensible a distintas experiencias en diferentes edades y, por esta razón, durante estos períodos críticos, el cerebro es particularmente eficiente ante particulares tipos de aprendizaje y susceptible de ser alterado en su “arquitectura”. En términos concretos, esto quiere decir que al individuo se le abren distintas “ventanas de oportunidades” (“windows of opportunity”) para el aprendizaje en momentos específicos de la vida, los que, de acuerdo a ciertos autores, no se extenderían más allá de los diez o doce años de edad (Hancock 1996). Lo anterior se enmarca dentro de la siguiente idea: no es ningún elemento ni patrón de elementos particulares lo que define el rumbo del desarrollo; antes bien, es la reunión de múltiples factores en un contexto lo que explica este proceso (Sameroff et al 1993). Esto no ocurre mecánicamente: las interacciones entre los factores son complejas en naturaleza y diferentes para el desarrollo de las competencias socioemocionales y cognitivas de los niños (Sameroff y Seifer 1983). Por ejemplo, desde los dos años, entre las distintas funciones de desarrollo, las que resultan más afectadas por las características del ambiente son aquellas de tipo cognitivo; téngase en cuenta que el coeficiente intelectual, nivel educacional y comportamiento maternos, en el período señalado, se encuentran fuertemente asociados al desarrollo cognitivo y verbal de los niños (Bendersky y Lewis 1994; McLoyd 1998). Dichos hallazgos son complementados por los alcanzados en estudios abocados a conocer las relaciones entre el comportamiento y la actividad adrenocortical en infantes. Desde hace ya tres décadas (Anders et al. 1970), esta asociación ha suscitado el interés científico, principalmente por dos razones. La primera es la fuerte evidencia de que el sistema pituitario-adrenal es un indicador extremadamente sensible de la detección de muchos cambios ambientales adversos por parte del organismo. La segunda es la demostración de que la respuesta pituitario-adrenal depende no sólo de la existencia de una situación adversa, sino del grado en que ésta se define como tal (Levine et al. 1987). Las situaciones estresantes producen elevaciones de los niveles de la hormona esteroidal cortisol. En un estudio pionero que intentó relacionar cuatro estados conductuales (llanto, vigilia, movimiento ocular rápido y movimiento ocular no rápido) con los niveles de cortisol- se encontró que el cortisol se elevó marcadamente después del llanto, mientras que en los otros estados permaneció constante (Anders et al., op. cit.). La producción de cortisol en recién nacidos ante una estimulación aversiva-específicamente, circuncisión- mostró que el cortisol se elevaba luego de ésta, aunque, luego de un lapso, volvía a los niveles previos al procedimiento. Junto a esto, se encontró que la angustia conductual se correlacionó positivamente con el cortisol y que el sueño tranquilo previo, negativamente con aquél (Gunnar et al. 1985). Investigaciones en primates infantes en situación de separación materna han revelado que ésta produce elevaciones en los niveles de cortisol, los que se encuentran asociados a la drasticidad de la separación de la madre: en condiciones de separación absoluta o casi absoluta, el cortisol se elevó fuertemente; mientras, aquellas separaciones menos drásticas, produjeron sólo pequeños cambios, los que además no alcanzaban larga duración, contrariamente a lo observado en aislamiento absoluto o casi absoluto (Levine, et al., op. cit.). Spangler y Grossman (1993) muestran que, ante situaciones extrañas, el cortisol se incrementa en los niños catalogados como inseguros-evitantes y en los desorganizados, no así en los seguros. Nachmias et al. (1996) estudiaron el rol moderador de la relación de apego entre la madre y el niño en las inhibiciones conductuales y la reactividad al estrés de éste. Las elevaciones de cortisol fueron encontradas sólo en aquellos infantes inhibidos con relaciones de apego inseguras. Investigando la organización bioconductual en infantes con diferentes tipos de apego, Spangler y Schieche (1998) dan cuenta de que la activación adrenocortical fue más prominente en infantes inseguros con alta inhibición conductual, lo que interpretan como un indicador de la relación de apego segura como amortiguador social contra las disposiciones temperamentales menos adaptativas. Interesa especialmente el estudio elaborado por Gunnar (1996, citado en Shore, op. cit.), que propone que los eventos traumáticos o adversos, sean psicológicos o físicos (nutrición pobre, permanentes niveles elevados de estrés, violencia), elevan los niveles individuales de cortisol, el que, a su vez, afecta el metabolismo, el sistema inmune y el cerebro. De este modo, este tipo de experiencias puede socavar el desarrollo neurológico y deteriorar la función cerebral al reducir el número de sinapsis neuronales en ciertas partes del cerebro, deteriorar el proceso de mielinización y destruir neuronas (Shore, op. cit.). De hecho, los niños que tienen altos niveles de cortisol en forma crónica, pueden mostrar algún retraso en su desarrollo, en comparación con sus pares que tienen niveles de cortisol normal.

Es de especial importancia señalar que lo descripto no ocurre en niños que reciben cuidado sensitivo, afectuoso y enriquecedor en su primer año de vida, éstos son menos propensos a responder a la tensión produciendo cortisol en comparación con aquellos niños que no tuvieron ese tipo de cuidados. De modo que, cuando un niño es abandonado o descuidado muy temprano en su vida, funciones cerebrales mediatizadas como la empatía, el apego, la regulación de los afectos, la capacidad de aprendizaje o de resolución de problemas, resultan a menudo dañadas.

MATERIAL Y MÉTODO

Con el objeto de demostrar la calidad literaria de aquellos profesionales que asisten a víctimas de Abuso Sexual Infantil, al igual que la de las publicaciones de las propias víctimas de este doloroso trauma; se han seleccionado algunos párrafos de autores hispanoparlantes que, a modo de transmitir un testimonio y/o los modos de intervención diagnóstica y terapéutica en estos casos, utilizan la palabra y los recursos literarios disponibles. Es notable la capacidad que los mismos poseen para comunicar los sentimientos que estos cuadros promueven, tanto en las víctimas como en sus terapeutas que los acompañan en la tramitación del autoperdón y la reparación de su psiquis profundamente dañada. Dicho medio expresivo no debe dejar lugar a dudas que lo relatado por las víctimas es real, que no hay manipulación posible cuando la escucha es comprometida y empática. Entre el material literario seleccionado, hallaremos párrafos conmovedores como escalofriantes, tanto de parte de las víctimas como de sus terapeutas. Para ello, “La Espada Mágica”, “Después del Silencio”, “La niña del canal” y los escritos inéditos de una paciente particular, servirán para demostrar como lograron facilitar evoluciones saludables en cada uno de los pacientes, aún cuando el terapeuta fuera la voz y la palabra de los mismos. Entre los relatos elegidos para este trabajo, se han seleccionado párrafos que categóricamente presentan atributos literarios capaces de sensibilizar al lector, a la vez que lo remiten al lugar de los hechos y facilitan la internalización de las emociones de sus protagonistas, a modo de despertar, tanto en los profesionales como en otras víctimas, el interés por la revelación de los abusos y la mejor resolución de la conflictiva planteada.

Entre la bibliografía referida, encontramos narraciones tales como:

 “Sólo interferencias especulativas nos permiten hablar de la niña que todavía lucha por tener sus propias palabras. Pero en 1895, Freud, ante el relato de las pacientes histéricas, creyó que había existido siempre, en sus padecimientos infantiles, un abuso sexual concreto, perpetrado por un adulto, generalmente cercano familiarmente. Era un suceso acaecido, concreto. Sólo en Psicopatología de la Histeria, comienza a cuestionarse si siempre es real o son las propias fantasías que recrean un recuerdo encubridor. Todavía no habla en esos términos, pero ya se vislumbra la inconsistencia que tiene la “verdad” en esos casos. Pero 100 años después, los que diariamente trabajamos en discernir escenas que construyan el relato de la propia vida para proyectar un futuro más placentero, teniendo en cuenta lo real de los deseos, podemos entrever, discriminativamente, una huella convincente de que algo de lo real ha pasado cuando esto ha ocurrido. Una huella en la arena donde la relación con Otro no es confusa, pero la memoria no es clara. Algo ajeno, núcleo no reductible a lo propio, se denuncia, se percibe. Transferencialmente, no hay confusión con el relato fantaseado. Los actos perversos, la perversidad (para discriminar de perversión) pueden darse en cualquier tipo de estructura con alto componente narcisista y defensas proyectivas de la propia conformación deficitaria. Aquello del perverso polimorfo, a que se refiere Freud en “Tres ensayos de teoría sexual”, es base configurante de toda humanidad. La sexualidad infantil busca el placer con independencia del objeto; todavía no hay posibilidad de consideración ni empatía, hasta que la proyección permite discriminación, e identificación con el semejante. Este núcleo infantil es el que encontramos en las actuaciones adultas, produciendo escándalo, como otras conductas infantiles en un adulto. Restos larvados que no entraron en la estructura civilizadora esperada por la cultura. Pero en esto, como en toda conducta humana, son los matices los que confunden: maneras consideradas “mala educación” pueden ser elecciones mórbidas en gente que tuvo otras oportunidades; y vemos algunos niños muy carenciados que se esfuerzan por alcanzar altos ideales y adquisiciones sofisticadas. Mientras tanto, el papel de la rabia o la cólera queda muy bien resumido en la siguiente frase de Clarisa Pinkola Estés, en su libro “Mujeres que corren con los lobos” (1998, pág. 379):

“Podemos utilizar la luz de la cólera de una manera positiva para distinguir ciertas cosas que habitualmente no podemos ver. Un ejemplo negativo de la cólera se concentra de manera destructiva en un minúsculo lugar que, como el ácido que provoca la úlcera, abre un negro agujero a través de las delicadas capas de la psique”.

Alice Sebold, superviviente de una vi

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