La propuesta de esta ponencia es establecer una breve presentación del trabajo que se realiza en consulta con pacientes con un diagnóstico de trastorno por déficit de atención e hiperactividad desde una perspectiva psicológica cognitivo-conductual. A su vez, se pretende realizar una conexión con el trabajo que se realiza en una consulta privada con orientación psicosomática.
El Trastorno por Déficit de atención e Hiperactividad (TDAH) es un trastorno de carácter neurobiológico originado en la infancia que implica un patrón de déficit de atención, hiperactividad y/o impulsividad, y que en muchas ocasiones está asociado con otros trastornos comórbidos o sintomatologías especificas que pueden dar lugar a patrones psicosomáticos (ansiedad, estrés…). No se puede identificar una sola causa de este trastorno y es por ello crucial realizar un trabajo terapéutico en consulta que trate, no sólo el déficit atencional y la hiperactividad, sino las consecuencias que este trastorno conlleva, así como los síntomas asociados.
Psicóloga habilitada Sanitaria. Centro Médico Psicosomático. Sevilla.
"PERSPECTIVA SISTÉMICA DE UNA ADICCIÓN"
Esther Rodríguez Díaz
estherrodriguez@psicosomatica.net
Terapia, Sistémica, Adicción, Psicosomática
RESUMEN
Una adicción, ya sea a sustancias como el alcohol, cannabis, cocaína... o a internet, trabajo,
juego..., genera un profundo malestar tanto a la persona que lo padece como a la familia,
tanto es así que el sinfín de consecuencias que lleva consigo una adicción puede llegar a
destruir a la persona y a su entorno. Por ese motivo, una perspectiva sistémica que incluya al
individuo, su familia y las personas de su entorno en el tratamiento psicoterapéutico, permite
un abordaje mucho más completo, solucionando las limitaciones que suelen tener los
diferentes modelos psicoterapéuticos centrados en el individuo.
La Terapia Sistémica propone un abordaje integral y eficaz en el tratamiento de las adicciones,
el cual está basado en la observación, comprensión e intervención desde una perspectiva
relacional del paciente identificado y sus familiares, dónde los síntomas son considerados el
producto de una secuencia circular (no lineal) de interacción y de intercambios disfuncionales
del pasado y/o del presente entre cada uno de los miembros del sistema.
ADICCIÓN
Se considera adicción (del latín addictus) a una enfermedad crónica y recurrente del cerebro
que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa y/o alivio a través del uso
de una sustancia u otras conductas. Esto implica una incapacidad de controlar la conducta,
dificultad para la abstinencia permanente, deseo imperioso de consumo, disminución del
reconocimiento de los problemas significativos causados por la propia conducta y en las
relaciones interpersonales así como una respuesta emocional disfuncional. El resultado es una
disminución en la calidad de vida del afectado (generando problemas en su trabajo, en sus
actividades académicas, en sus relaciones sociales y/o en sus relaciones familiares o de
pareja).
Y aunque término "adicción" está excluido de la clasificación del DSM V (Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders: Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana) por su incierta definición y sus posibles
connotaciones negativas, sigue siendo muy comúnmente usado.
En 1969, la Organización Mundial de la Salud (OMS), definió como droga a "toda sustancia
que, introducida en un organismo vivo, pueda modificar una o varia de sus funciones".
En 1982, la OMS determinó como droga de abuso "aquella de uso no médico con efectos
psicoactivos, o sea, capaz de producir cambios en la percepción, el estado de ánimo, la
conciencia y el comportamiento, y susceptible de ser autoadministrada".
Por tanto, cuando nos refiramos a adicciones químicas, estaremos haciendo referencia a
adicciones a sustancias psicoactivas (SP), que son aquellas que agrupan a todas las sustancias
con impacto en el funcionamiento cerebral que poseen acción reforzadora positiva, que pueden
generar dependencia y ocasionar deterioro psicorgánico y social.
No obstante, las adicciones no pueden limitarse exclusivamente a conductas generadas por
sustancias químicas. Existen también hábitos de conducta, inofensivos en un primer momento,
pero que pueden llegar a adquirir un perfil patológico de adicción. Todo dependerá de la
intensidad, la frecuencia, la cantidad o el grado de interferencia que provoquen en la vida del
sujeto.
En las adicciones sin sustancia también existen la tolerancia (necesidad de llevar a cabo dicha
actividad con mayor frecuencia) y abstinencia (malestar cuando no se realiza la acción), la
reiteración de la conducta o actividad, la incontrolabilidad de la ejecución de dicho
comportamiento aun siendo consciente de la gravedad de sus consecuencias a niveles físicos,
psicológicos y sociales.
En la actualidad, la neurociencia considera que la adicción a sustancias y a comportamientos
comparten las mismas bases neurobiológicas. Siendo considerada, hoy, una "enfermedad
cerebral", pues el uso repetitivo de las drogas y conductas adictivas modifica la química, la
estructura y el funcionamiento cerebral. Los circuitos de "freno" de las conductas se deterioran
al punto que los impulsos adictivos no pueden ser detenidos.
Según el DSM-V, los trastornos adictivos incluyen:
Trastornos relacionados con sustancias:
Alteración crónica que causa síntomas fisiológicos, clínicos, comportamentales y cognitivos
atribuibles al uso de cualquiera de las 10 diferentes clases de drogas (alcohol, cafeína,
cannabis, alucinógenos, inhalantes, opiáceos, sedantes, hipnóticos y ansiolíticos,
estimulantes, tabaco y otras sustancias (desconocidas)).
La repetición del consumo, mantenida a pesar de los significativos problemas que produce,
puede evolucionar hacia niveles de severidad extrema, siendo la adicción el estado más severo
del trastorno, en el cual se evidencia la pérdida de autocontrol y la búsqueda compulsiva de
drogas, a pesar del deseo de la persona de interrumpir el consumo.
Trastornos no relacionados con sustancias:
Representan una novedosa incorporación debida a los resultados de las investigaciones más
recientes. Las llamadas "adicciones comportamentales" no dependen químicamente de un
agente externo sino de la interacción de una gratificación recurrente con la personalidad del
adicto. Debido a la repetición conductual selectiva de los circuitos cerebrales de gratificación
y del stress, al igual que en la adicción a sustancias, pueden llegar a imponerse sobre el
funcionamiento normal de la persona provocando adicciones. En ellas se comprueban síntomas
similares a lo anteriormente mencionado (Trastornos relacionados con sustancias) en su
expresión clínica, cambios cerebrales, comorbilidades, fisiología y tratamiento.
En el DSM-V, solamente está reconocido el Trastorno por juego (312.31) (F63.0), no estando
aún incorporados otros trastornos comportamentales como por ejemplo la adicción a la comida
(y su contribución a la obesidad) o la adicción a juegos por internet, etc.
El Dr. Rubén Baler (2015), científico de la Salud de la Oficina de Políticas Científicas del NIDA,
afirma que la adicción es una enfermedad que progresa por etapas: En la primera etapa las
personas utilizan sustancias para alcanzar una "euforia", pero el consumo repetido y frecuente
de drogas se convierte muy rápido en enfermedad en quienes las utilizan en forma crónica.
En esos casos, el cerebro se adapta gradualmente a la sustancia y aparecen los primeros
signos de dependencia.
Por otro lado, Washton (1991) también describió unas etapas generales del proceso adictivo,
que son:
·Enamoramiento: "flechazo" en la primera experiencia con la sustancio o actividad.
·Luna de miel: gratificación sin consecuencias negativas.
·Traición: dependencia y comienzo del declive.
·Ruina: consecuencias negativas.
·Aprisionamiento: desesperación y destrucción personal.
Para este autor, las dos condiciones mínimas necesarias para que una conducta se convierta
en adictiva serían, por un lado, la existencia de una necesidad incontrolada y reiterada de
realizar esa conducta, y por otro lado, la acción nociva que esa conducta posee.
Y así fue como León (1998) consideró la adicción como una dependencia, a una sustancia o
actividad, de tal intensidad que altera el habitual funcionamiento fisiológico, psicológico y
comportamental de la persona.
TERAPIA SISTÉMICA
En la década de los años 50, la visión predominante, apoyada por los profesionales de la salud
mental de aquella época, ponía el énfasis en que todos los problemas de comportamiento eran
manifestaciones de trastornos individuales y que requerían por tanto una terapia centrada en
el individuo. Sin embargo, poco a poco comienza a desarrollarse el movimiento de la terapia
familiar. Surge en parte como respuesta a las propias limitaciones del tratamiento individual:
el fracaso de las terapias centradas en el individuo para proporcionar una solución a los
problemas de pareja y a los problemas de padres e hijos; la observación de recaídas que a
veces ocurrían cuando pacientes que habían sido tratados regresaban a sus familias; el
entorno inestable y problemático que se observaba en una gran mayoría de pacientes; y la
observación de que este entorno se relacionaba estrechamente con la evolución del paciente,
hasta el extremo de que cuando las familias estaban pasando por una situación conflictiva, de
crisis, sucedía que la mejoría del paciente se acompañaba de un empeoramiento de la familia
y viceversa.
Todas estas investigaciones apoyaban la existencia de unos patrones transaccionales
continuos y repetidos: se observó que las interacciones reales ocurrían en forma de ciclos que
mantenían o reforzaban la conducta alterada en el paciente, y que existía una compleja cadena
de causalidad circular que conectaba las acciones y reacciones de los miembros de la familia.
El principio básico de la Terapia sistémica consiste en asumir que el abuso de drogas acaba
siendo un eje central alrededor del cual se organiza la vida de las familias, y que por lo tanto
cualquier solución a largo plazo requiere que la familia colabore y se implique en el
tratamiento.
Cancrini (1982) desarrolla los primeros estudios en Europa donde se pone de manifiesto la
influencia de los factores familiares en las toxicomanías. Se centra en un mayor número de
aspectos, tanto individuales como familiares y relacionales, concediendo una especial
importancia a los modelos de organización y comunicación familiar. Su hipótesis relativa a la
implicación de la familia y a las posibilidades de un trabajo terapéutico, ampliado a los grupos
familiares completos, ha permanecido intacta hasta la actualidad.
EL MODELO DE BOWEN
Bowen (1978) desarrolló su teoría sobre el sistema emocional familiar y su método de terapia,
basado en el supuesto de que el funcionamiento familiar altera los patrones relacionales
pobremente diferenciados, con alta ansiedad y reactividad emocional, que con frecuencia
generan triangulaciones o bloqueos de relaciones altamente cargadas.
Las presiones sobre el sistema familiar, especialmente las muertes, pueden disminuir la
diferenciación y aumentar la reactividad. Las deficiencias en el funcionamiento, o los síntomas,
pueden estar vinculados y reforzados por el hiperfuncionamiento de otras partes del sistema
en el seno de un ciclo compensatorio.
Se cree que la mejoría del funcionamiento depende de que la reactividad emocional deje de
bloquear el proceso intelectual. Se asume que los problemas actuales familiares o maritales,
o los síntomas de un niño, se resolverán a medida que los padres/esposos se vayan
diferenciando de su familia global.
El objetivo del tratamiento es ayudar a los individuos adultos a modificar sus relaciones con
sus familias de origen, consiguiendo un mayor nivel de diferenciación y reduciendo la ansiedad
del contacto directo. Este proceso difiere de otros modelos intergeneracionales en que
promueve el enfrentamiento directo y el que los miembros de la familia compartan sus
sentimientos durante las sesiones terapéuticas conjuntas. El terapeuta asume un rol objetivo
como consultor o entrenador, guiando a cada individuo a través de etapas cuidadosamente
planificadas. Adopta una postura cognitiva, disminuyendo la reactividad emocional,
desanimando las reacciones de transferencia, y salvaguardándose de su propia triangulación
en el sistema emocional familiar.
CASO CLÍNICO
Paciente de 56 años de edad con una severa dependencia al alcohol de larga duración es
atendido en consulta privada por un médico internista y una servidora, psicóloga experta en
terapia sistémica, desde un abordaje psicosomático.
Tras la evaluación médico-psicológica detectamos un patrón problemático de consumo de
alcohol que provoca deterioro y malestar clínicamente significativo con una duración superior
a 12 meses. La fecha de inicio del consumo en cantidades elevadas (12 latas de cerveza
diaria) se relaciona con la repentina muerte de su padre. En el momento de la primera
consulta, el paciente vive con su madre y consume alcohol a escondidas.
Se detecta una fuerte dependencia psíquica materno-filial, conyugalización, y un duelo no
resuelto. El paciente tiene baja autoestima, siempre ha buscado recompensas inmediatas a
través de conductas impulsivas. La madre tiende a ser sobreprotectora y no refuerza buenos
hábitos de conducta, se observan en ella ciertos rasgos de personalidad perfeccionista.
Se propone un proceso terapéutico familiar desde una perspectiva psicosomática en el que
atendemos a factores bio-psico-socio-eco-espirituales del paciente y su entorno con el objetivo
de otorgarle autonomía y una mejor relación con su familia de origen.
BIBLIOGRAFÍA
Adicción.
(s/f).
En
Wikipedia.
Recuperado el 10 de marzo de 2019 de https://es.wikipedia.org/wiki/Adicción#cite_note-2
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XX Congreso Virtual Internacional de Psiquiatría
www.interpsiquis.com- abril 2019. Psiquiatria.com
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