PUBLICIDAD-

Actividades cotidianas en la institución.

Autor/autores: Liliana Paganizzi
Fecha Publicación: 01/03/2005
Área temática: Tratamientos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

La instrumentación de actividades de la vida diaria bajo un primer lema de ?entrenamiento? se centró durante años en aspectos ligados a utilidad cuya evaluación era exclusivamente a través de la observación, con una metodología de tipo correctiva. Pensamos hoy estas actividades como fenómenos comunicativos que dan cuenta de la subjetividad del sujeto mismo que las realiza y se constituyen además como vehículos de convivencia indispensables para la articulación social.

Palabras clave: Actividad, Institución, Terapia ocupacional


VOLVER AL INDICE

Url corta de esta página: http://psiqu.com/1-2819

Contenido completo: Texto generado a partir de PDf original o archivos en html procedentes de compilaciones, puede contener errores de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.

Actividades cotidianas en la institución.

Liliana Paganizzi.

Master en Salud Pública.
Docente Carrera de terapia Ocupacional.
Universidad Nacional de San Martín.
Argentina

PALABRAS CLAVE: Actividad, terapia Ocupacional, Institución.

(KEYWORDS: Activity, Occupational Therapy, Mental Institutions. )

 

La instrumentación de actividades de la vida diaria bajo un primer lema de “entrenamiento” se centró durante años en aspectos ligados a utilidad cuya evaluación era exclusivamente a través de la observación, con una metodología de tipo correctiva. Pensamos hoy estas actividades como fenómenos comunicativos que dan cuenta de la subjetividad del sujeto mismo que las realiza y se constituyen además como vehículos de convivencia indispensables para la articulación social.

Para Foucault el “mirar” se constituyó como la primera fuente del saber médico; mirar los signos era el eje de la clínica; aquello que no se veía o no era campo iluminado por algún ojo atento y especializado, casi no existía.
A principios del siglo XIX, sin embargo, aparecía cierta sospecha que cuestionó aquel valor absoluto de lo visible y manifiesto. Se asomaba entonces el saber médico a describir lo visible y también lo que aparece en el límite entre lo visible y lo enunciable.

Se percibía que allí donde no llega el ojo atento, eje del mirar, se escondían también poderes de verdad, a los que podría accederse por medio del “decir”. (1)
El nacimiento de la clínica se ubica precisamente como resultante de la relación entre lo visible (el mirar) y el decir.

Esta ecuación entre mirar y decir no resulta fácil ni milagrosa y, en cada situación clínica, aún tomamos posición a favor de los siglos del mirar reduccionista o del apresurado decir sin observación, o la escucha adjudicada de valor absoluto, del que la palabra en si misma está bastante lejos.

Ya un espectáculo digno de observación nos llevara al “¿porque?”, así como una palabra al “¿qué me quiere decir?”; estamos alertados para conceder también a la palabra el valor de interrogante acerca de un significado virtual, inaccesible. Un margen entre palabra y palabra que da lugar al comentario y también al malentendido.

En el campo de la psiquiatría, el mirar ha estado adherido al vigilar: vigilar a los pacientes en su vida en la institución, y con el advenimiento del psicoanálisis ha prevalecido el escuchar, quizás acotado a lo que se dice, o acotado a lo que se escucha dentro de un consultorio.
La forma en que viven los pacientes dentro de la institución, antes asilar ahora también familiar, es una cuestión clínica que merece ser pensada, lo observable además de ser mirado, puede ser interrogado.
La ocupación, preocupación e intervención en el terreno de lo cotidiano institucional ha sido tomado desde distintas perspectivas: Pinel, (2), desde el punto de vista humanitario; Basaglia (3), desde lo político sociológico, y Hochman (4), como espacio propicio para psicoterapia institucional, lugar donde se develan los cambios, avances y retrocesos.

Desde terapia Ocupacional la clasificación formal, ordena las actividades de la vida cotidiana como uno de los tres grandes grupos (de actividades) junto a las productivas y tiempo libre.

En principio nuestras las intervenciones en esta área se centraron en el ámbito intra hospitalario y su objetivo fue el de “entrenar” a los pacientes. Su desarrollo fue evolucionado junto a la historia misma de las instituciones psiquiátricas según sus diferentes momentos: asilares, comunitarios, sociales, que por cierto, coexisten hasta la actualidad. El primer sistema de entrenamiento de hábitos era usado para que enfermos mentales deteriorados y regresivos lograran hábitos corporales y sociales “decentes”. ( 5).

Nuestra práctica bajo el lema del entrenamiento, se centró en aspectos ligados a la utilidad y su evaluación a través de la observación directa, sujeta a corrección.


Es recién a partir de los años 50 que los Fidler a partir de algunos conceptos del psicoanálisis de la época, introducen una dimensión de la terapia Ocupacional que trasciende la “utilidad” a través de la evaluación de lo observable. En 1963 “ terapia Ocupacional: un proceso de comunicación en Psiquiatría” nos presenta el proceso de realización de actividades como un escenario posible de significaciones virtuales otorgándole a los elementos no-verbales el rango de comunicación.

Redundante, además de incompleto, resultaría extenderme en este punto ya que la corriente Psicodinámica inaugurada por los Fidler ha sido y viene siendo suficientemente desarrollada y sistematizada por distintas colegas. (5, 6, 7, 8).

Nos basta considerar que desde esta corriente tomamos las actividades de la vida cotidiana como fenómenos culturales que mediante una innumerable cantidad de signos, dan cuenta del propio cuidado y, a la vez, se constituyen en vehículos de convivencia social. Su realización contiene y trasciende la función “útil” dado que las funciones simbólicas no son menos útiles que las propiamente dichas. Las escenas de la vida cotidiana aparecen como situaciones comunicativas donde coexisten elementos verbales y no verbales, signos para develar o articular con otros signos. Conceptos para su interpretación son aportados por la semiótica (9); como ciencia que estudia los diferentes signos, vinculando a la comunicación y a la significación y como forma de incluir estas dos, a la acción humana (10).

Las actividades de la vida cotidiana como proyectos singulares están atravesadas por distintas dimensiones que propondrán lecturas diversas. (*)

En la dimensión personal – individual, y no solamente aquí, se despliegan aspectos de la subjetividad, resonancia singular de los hechos históricos, biográficos y biológicos de un sujeto dado.

La dimensión grupal implica la interpretación que los “otros” del grupo convivencial (cotidiano- Conviviente) le otorguen a aquellas realizaciones que hacen a la co existencia cotidiana, interpretaciones que estarán atravesadas, en el mejor de los casos por reglas sociales, convenciones, leyes que rigen en una cultura dada que hemos dado en llamar, orden simbólico. (Bélanger. B. , 1997)(10).

(*)Estas tres dimensiones encuentran su fundamento en las propuestas ya planteadas por los Fidler en cuanto a que las actividades utilizadas en TO, deben ser reevaluadas en términos “. . . de su significación en la Comunidad terapéutica, de su propósito para el paciente y en términos de su significado socio - cultural. . . ” (Fidler, 1966).

Tomaré brevemente algunos de estos puntos, de estas particulares situaciones clínicas en un marco institucional que funciona a manera de Hostal, como instancia institucional de convivencia asistida a puertas abiertas, donde se alienta y trabaja en la realización de las actividades mencionadas:

Paciente femenina de 23 años.

Diagnóstico presuntivo: psicosis. Esquizofenia.

Instrucción secundaria incompleta. Sin antecedentes laborales. Familia presente y continente. Madre fallecida durante la adolescencia de la paciente.

Motivo de consulta: Fugas del hogar frecuentes y prolongadas –la última se extendió durante ocho meses -, peso por debajo de lo común.

Alimentación: en los horarios cercanos a la cena, la ansiedad la invade, y procura rápidamente prepararse algún alimento de manera desorganizada, por lo cual usa simultáneamente varios recipientes que deja en diferentes lugares de la cocina.

D. Pareciera huir de este espacio grupal (comunitario); quizás debe alimentarse como quien hurta alimentos y cuenta con poco tiempo, quizás supone que hay lugar ni alimentos para ella, en un espacio con otros; son significados posibles de estos signos observables. La escena da lugar a interrogantes, a algún comentario todavía no enunciable a la paciente; apenas intervenimos, en principio, para acotar el despliegue y con la sugerencia reiterada de que es posible otra forma.

Higiene: D. no se baña habitualmente. Mira su cara y le preocupa su cutis con acné y escamas. La alentamos para que consulte a un dermatólogo y continúe un tratamiento varias veces interrumpido. En espacios dentro de la vida comunitaria, acercamos horarios y días posibles de baño y la sugerencia de algunos artículos de tocador que aún se resiste a comprar, usando los de sus compañeros. Cuando se baña, D. intuye la presencia de su madre (fallecida), dimensión que podrá trabajar en su tratamiento personal; en lo que hace a lo social, su higiene se hace indispensable para no quedar al margen, atrapada en esa relación (con su madre) que anhela y teme.

Vestido.  D. tiene predilección para sí misma por ropas usadas, algunas regaladas por la esposa de su padre. Se interesa, sin embargo, por revistas de modas, y cuando sale mira interminablemente vidrieras y precios que regatea hasta el cansancio explícito de los vendedores. Compra siempre las medias más económicas, uno o dos pares por semana. Trabajamos lo costoso de lo barato, su derecho a solicitar dinero para algún vestido y quizás el temor atrayente, de ser atractiva ante la mirada de los otros.


Manejo del dinero.  D. intenta pedir dinero a los terapeutas, y obtener objetos (flores, caramelos) sólo con insistencia tenaz a los comerciantes de la zona. Se le señala la posición particularmente precaria en que se coloca en el medio social, que podría ser atenuada si fuera una niña, pero que ya no es.
Se conviene una cuota semanal con su padre, que le será administrada desde la institución; haremos cuentas conjuntamente de gastos posibles durante el fin de semana para intentar que se desplace de la mendicidad encubierta o cierta marginalidad.

Traslado independiente: D. se maneja en la calle de forma especialmente provocativa, a veces algo violenta, con miradas insistentes ante cualquier muchacho o grupo que encontrara. Su imposibilidad de verse la hace sorprenderse de las respuestas que obtenía. Sólo señalamos esta actitud y algunos riesgos que conllevan.

Seguimiento: D. mantuvo sus sesiones individuales en el consultorio de su terapeuta al que concurría con acompañantes, al igual que las posibles salidas de fin de semana. Durante el resto del día podía salir de la institución durante un tiempo y radio geográfico acotados. Al atardecer solía tener el impulso de salir, a manera de huida, con la excusa de alguna compra imprescindible; se trabajó en cada oportunidad el carácter impulsivo de la salida organizando para ella alguna propuesta especial dentro de la institución.

La paciente se alojó en el Hostal durante aproximadamente un año y medio. Realizó un tratamiento individual, familiar y psicofarmacológico (suspendido luego) y Clínica de día. Terminó sus estudios secundarios e inició un curso terciario acorde con los intereses que planteó el primer día que llegó a la institución. Actualmente vive con su familia, continuando su terapia individual.

En síntesis

La oportunidad y forma de comer, vestirse, higienizarse, manejar dinero y trasladarse soportan funciones subjetivas y sociales cargadas de connotaciones simbólicas que se tornan indispensables para la co-existencia comunitaria y la participación social.


Bibliografía

1. Foucault, M. O Nacimento da Clínica. Forense Universitaria. Río de Janeiro. 1era. Ed. 1977.

2. Hopkins, Helen. Una perspectiva histórica en terapia Ocupacional. En Willard y Spackman. Occupational Therapy. 6ed. Philadelphia: J. B Lippincot Co. 1984.

3. Basaglia, F. ¿Qué es la Psiquiatría? Ed. Guadarrama. Barcelona . 1977.

4. Hochman, J. Hacia una psiquiatría comunitaria. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1971

5. Vena Nuñez y otros. Actividades de la vida diaria. En Rehabilitación Psicosocial de personas con trastorno mental severo. Compilador Alberto Rodriguez. Ed. Pirámides. Madrid. 1997

6. Benetton, J. Trilhas associativas. Lemos Editorial. Saô Pablo. 1991

7. Benetton, J. A terapia Ocupacional como instrumento nas açoes de Saúde Mental- Tese de Doutorado. Facultade de Ciências Médicas da Universidades Estadual de Campinas. Campinas. 1994 ( S/E)

8. Revistas do CETO. Centro de Estudios de terapia Ocupacional. Año 3. Nro. 3. Vol. 3-1998;
Año 4. Nro. 4-1999; Año 6. Nro. 6-2001. Saô Pablo. Brasil.

9. Eco, U. La Estructura Ausente. Introducción a la semiótica. Ed Lumen. España. 1986.

10. Serrano, S. La semiótica. Ed. Barcelona 1981.

11. Bélanger. B. Trabajo de restauración del orden simbólico. En Tratar la psicosis. Apollon y otros. Polemos Ed. Buenos Aires. 1997.

Comentarios/ Valoraciones de los usuarios



¡Se el primero en comentar!

La información proporcionada en el sitio web no remplaza si no que complementa la relación entre el profesional de salud y su paciente o visitante y en caso de duda debe consultar con su profesional de salud de referencia.