A pesar de ser una de las complicaciones más comunes y debilitantes del parto, la depresión posparto (DPP) sigue siendo crónicamente infradiagnosticada y poco tratada.
Se estima que la DPP afecta al 17% de la población mundial, y cualquier madre posparto puede verse afectada, aunque los factores de riesgo incluyen antecedentes personales o familiares de trastorno depre...
A pesar de ser una de las complicaciones más comunes y debilitantes del parto, la depresión posparto (DPP) sigue siendo crónicamente infradiagnosticada y poco tratada.
Se estima que la DPP afecta al 17% de la población mundial, y cualquier madre posparto puede verse afectada, aunque los factores de riesgo incluyen antecedentes personales o familiares de trastorno depresivo mayor (TDM), apoyo social deficiente, violencia de pareja y un estatus socioeconómico más bajo.
Los síntomas de PPD incluyen disminución de energía, concentración, memoria y apetito, sentimientos de apatía, culpa e impotencia, y pensamientos de suicidio o de hacerse daño a uno mismo o al bebé.
Estos síntomas a menudo conducen a dificultades para cuidar al niño y establecer vínculos con él, lo que afecta negativamente su desarrollo cognitivo, emocional y conductual y, en ocasiones, puede provocar negligencia grave e incluso infanticidio.
A pesar de su prevalencia, la DPP es difícil de diagnosticar, ya que muchos síntomas, como fatiga, insomnio y ansiedad, son efectos rutinarios del cuidado de un recién nacido y a menudo se pasan por alto. Además, los estudios han demostrado que incluso cuando se sospecha PPD, a la mayoría de las mujeres no se les realiza un seguimiento ni se les ofrece ningún tratamiento.
Las opciones de tratamiento para la depresión posparto incluyen psicoterapia, terapia cognitivo-conductual y medicamentos antidepresivos convencionales; sin embargo, la efectividad varía mucho entre individuos .
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