La psicóloga y sexóloga Ana María Ángel Esteban, habla sobre las secuelas psicológicas de la pandemia
Con tantos contagios que no paran, con tantos problemas añadidos, con tantas impotencias e indefensiones que se mantienen en el tiempo, con tantas prohibiciones y con tanta presión psicológica ante todo esto que no esperábamos y para lo que no estábamos preparados… con todo, se ha creado un cóctel de insoportabilidad que en muchos casos y también de forma inimaginable, se está traduciendo en un aumento de los casos de bulimia, de atracones de comida sin fin. . .
En situaciones de estrés normal, quien ya padecía un trastorno de la alimentación, puede verse afectado manifestando conductas de inhibición con la comida y aumento del ejercicio físico pero también de todo lo contrario, devorar comida sin «ton ni son», como forma de desfogue y «liberación» de la ansiedad.
Esto es en general, en quienes, como digo, presentan un antecedente personal de este tipo de patología o que está activa, con altos y bajos. Pero ahora, en esto últimos meses de la pandemia, estoy viendo en la consulta (y así lo he corroborado con publicaciones porque me parecía muy curioso) que están apareciendo nuevos casos de bulimia, a cualquier edad, sin antecedentes personales ni familiares, pero te das cuenta de que ahora, unos meses después del comienzo del encierro, pesas unos kilitos más, que bueno, en condiciones normales son solucionables si no pierdes el norte de cómo han llegado «hasta ahí».
Existía la excusa al principio de que «joooo, ahora me dedico a cocinar porque tengo más tiempo, no hago deporte porque estamos encerrados. . . » y vas descubriendo que comer es una forma gratificante de liberarse ante situaciones raras, de malestar. . . y si ya te gustaba comer de por sí, ¡apaga y vámonos!
La comida al igual que beber y el sexo, son estímulos incondicionados por naturaleza, se necesitan siempre en las cantidades que sean, racionalizadas o no y sirven para condicionar situaciones consciente o inconscientemente.
El problema empieza cuando te das cuenta de que comer se está convirtiendo en una costumbre (que es distinto que hacerlo por aburrimiento); comes cosas que antes no comías, cosas que no te llamaban la atención, ahora comes a deshora, comes por comer, como respirar, y las imágenes de comida están bastante tiempo en tu cabeza. Pero al igual que está ocurriendo con la comida, también ocurre con el alcohol o fumar y todo lo que produce una gratificación, se queda condicionado, nos engancha, además de que la «sustancia» sea adictiva en sí misma, que acelera entonces el proceso (enganche físico y psicológico). Entonces, cuidado con lo que hacemos o consumimos en momentos de malestar y que sintamos que «nos sirve» porque corre el peligro de quedarse asociado y a repetirse en situaciones similares e incluso a generalizarse a otras.
Todo lo que utilizamos en momentos de malestar y de desesperación, por una necesidad psicológica de desfogar y además sintiendo un efecto de reducción de la ansiedad e incluso de cierto placer, ahí queda eso (lo que hayamos consumido) asociado al momento, al lugar, a las sensaciones previas que nos han empujado a consumirlo, a comerlo. . . y así ya solo basta con que lo repitamos unas cuantas veces y días, para que se haya establecido un problema, porque se ha condicionado «estado psicológico, malestar y solución» aunque ésta sea desadaptada.
Y se siente que es un problema cuando te sientes culpable por hacerlo y ya poco capaz de controlarlo. Este sentimiento de culpa es esencial para darse cuenta de que no es lo que queremos realmente, de que es ya un problema y además para ver que en realidad no sirve para resolver y sí sirve para empeorar una imagen física e incluso algún tema de salud.
Describiendo un poco este proceso, empezamos a pensar más tiempo en comida, incluso sin hambre, descubrimos los efectos del dulce (aunque antes no fuese de tu devoción, ahora ves la gratificación dopaminérgica de comerlo), comes bastante más cantidad y aunque puede llegar a dolerte el estómago, pero sigues…. . ¡es que está tan bueno!…. y aunque luchas contra esa imagen mental y ese sabor que anticipas, no puedes resistirte y decides que mañana será otro día, que ya mañana será de otra manera, . . . pero ahora…me lo comoooo. !!
Te ves más gordita pero piensas: «bueno, ya lo resolveré, estoy encerrada, teletrabajo, a mi marido le gusto de todas formas… y por lo menos disfruto de algo». Te miras al espejo y al poco empiezas a dejar de hacerlo, no quieres pesarte para no ver el número de la desgracia, no abres el armario para no ver esa ropa tan maravillosa que ahora no te puedes poner y con la que te sentías tan atractiva, y que te haría sentir más culpable si intentas probártela, no te pasa de las rodillas, no sube. . . uufff «esto no va bien», te pasas en chandal todo el día, que así ni te ves ni te ven en tus nuevas o nulas curvas. «Ya cuando vuelva a ir a la oficina, ya empiezo otra vez la normalidad, pero qué cruz con tanta mierda, ahora disfuta, te lo mereces». Este autorrefuerzo en forma de autolenguaje puede ser terrible para compensar lo quemada que estás en la vida y que parece que piensas resolver con la comida, y que también sabes que son excusas para seguir haciéndolo y callar a la conciencia que aparece ya en forma de demonia. . . Si encima se descubre algo que compense esos atracones, ya ni te cuento, estás perdida.
Hay personas que descubren vomitar para compensar (con el vómito frecuente se desgastan los dientes y oscurecen y no se llega a compensar un atracón), se empiezan también a hacer dietas de ayuno intermitente (esto lo veo con mucha frecuencia) y lo que entraña es: «me doy el gustazo en lo que me dé la gana y en las cantidade que me den la gana y luego me paso un día sin comer, que puedo hacerlo, (con tal de concluir ahora)».
Si esto se convierte en un bucle, aunque las pacientes dicen «quiero resolverlo, así no puedo seguir, he engordado 8 kilos» en el fondo solo quieren escuchar algo mágico, o quitarse incluso la culpa…. Cuando están en plena espiral de atracón y conducta compensatoria, es muy difícil que se abran a un tratamiento psicológico, porque estas nuevas bulímicas, creen, que podrán controlar el problema, no ahora, pero sí después. Ahora prueban a ver si existe algo maravilloso que les pueda decir el psicólogo para resolver esto.
Los tratamientos típicos para estos casos de bulimia, según mi experiencia ahora, no sirven.
Empezar con una dieta desde mi punto de vista puede ser contraproducente (nueva prohibición de cantidad, de tipo de comida, que se suma a las prohibiciones de la pandemia)
Desfogar con el psicólogo, sentirse escuchada, descubrirle a esa persona otras formas de resolver, liberarle de muchos «tengo que» y, liberarle de presiones internas y externas… sí puede y tiene efecto. Planteárle otros puntos de vista sobre su vida, y quizás descubriendo algo que ni siquiera esa misma persona tiene ahí como un lastre , es muy importante. Hay algo que le ha empujado a descontrolarse así de esta forma desmesurada y desadaptada. De nuevo ahora, la solución es el piscólogo o cambiar de talla de ropa.
Esto sería tirar la toalla definitivamente y comenzar con un futuro lleno de lesiones a la autoestima, depresiones y con la presencia de un otro TU que nunca hubieses imaginado y que no es precisamente el que más te gusta.