Cuando se trata de biomarcadores y "pruebas de estrés", la psiquiatría ha llegado tarde al juego. Durante la mayor parte de la historia humana, el sistema nervioso ha sido una caja negra, invisible e inaccesible. No fue sino hasta el siglo XVII que se entendió que el cerebro era el centro de la emoción, el comportamiento y el pensamiento. Luego, a finales del siglo XVII...
Cuando se trata de biomarcadores y "pruebas de estrés", la psiquiatría ha llegado tarde al juego. Durante la mayor parte de la historia humana, el sistema nervioso ha sido una caja negra, invisible e inaccesible. No fue sino hasta el siglo XVII que se entendió que el cerebro era el centro de la emoción, el comportamiento y el pensamiento. Luego, a finales del siglo XVIII, Luigi Galvani hizo el descubrimiento radical de que las ancas de una rana saltaban en respuesta a la estimulación eléctrica, incluso cuando ya no estaban unidas al cuerpo . Su obra estableció el principio fundacional de que la electricidad era la moneda del sistema nervioso.
Cerrar la brecha entre las ancas de rana y el cerebro humano no ocurriría hasta dentro de más de 100 años cuando un extraño accidente cambió el curso de la neurociencia para siempre. Hans Berger había abandonado la escuela en 1892 para unirse al Calvario alemán.
Durante un ejercicio de entrenamiento, su caballo se encabritó y Berger fue arrojado frente a un cañón de artillería, a centímetros de la muerte. Mientras se recuperaba, recibió un telegrama de su hermana describiendo una sensación inquietante de que estaba en grave peligro. Berger se convenció de que su cerebro de alguna manera había enviado una señal a su hermana.
En el apogeo de la era de los telegramas, la idea de la señalización eléctrica entre cerebros parecía plausible (aunque la transmisión a larga distancia sin cables todavía era inverosímil). Espoleado por esta experiencia, decidió seguir una formación en psiquiatría e investigar las bases fisiológicas de la comunicación psíquica. En 1924, después de décadas de experimentación (incluida la colocación de electrodos directamente en el cuero cabelludo de su hijo), Berger finalmente encontró una forma no invasiva de capturar señales del cerebro. Había inventado el electroencefalograma (EEG).
Para acceder al texto completo consulte las características de suscripción de la fuente original:https://www. biologicalpsychiatryjournal. com/