Araceli Muñoz llegó a estar cinco días enteros sin dormir. Cinco días con sus cinco noches en vela, hiperactiva, sin control, sin saber aún que eso que le ocurría tiene un nombre: Trastorno Bipolar. Ella forma parte del más de un millón de personas que lo sufren en España. En términos globales, cerca del 2, 6% de la población mundial padece esta enfermedad mental grave que convierte tu vida en un «Dragon Khan emocional».
A Araceli se la diagnosticaron cuando tenía 23 años. Hoy tiene 45 y ha conseguido «tener una vida estable, normal» a pesar de padecer una patología que afecta a los mecanismos encargados de regular el estado de ánimo y lleva a los que la sufren a alternar fases maníacas con depresivas. En las primeras, no controlan sus impulsos y pueden llegar a poner en riesgo su vida porque no ven el peligro de nada. «Le pierdes el miedo a todo y no haces caso a nadie», recuerda Araceli, que durante sus crisis maníacas llegó a «bailar desnuda en el filo de un acantilado, a caminar sin rumbo durante todo el día, a bailar y cantar en casa toda la noche porque era incapaz de ir a la cama». «Te sientes como si tomaras cocaína cada día, sus efectos son similares a los de una fase eufórica», cuenta Araceli. En esas crisis maníacas, no tienen medida, hasta el punto de gastar todo su dinero, se arruinan, se endeudan, rompen matrimonios. . . La enfermedad les ciega ante el peligro. Tras la euforia, viene la depresión. «Pasan de la azotea al sótano», explica el psiquiatra Miguel Lázaro. Después del descontrol, estos enfermos caen en un pozo negro en el que la vida deja de tener sentido, el riesgo de suicidio es muy alto.
«Se puede tener una vida normal», insiste Araceli. Ella sufrió una crisis por año durante los nueve primeros. Ahora lleva una década estable junto a su pareja: «El apoyo de la familia es crucial, pero sobre todo, no dejar la medicación». «Cuando se encuentran bien, tienden a dejar de tomarla», explica el psiquiatra Lázaro. En torno al 50 % de estos enfermos la abandona por su cuenta a lo largo de la enfermedad, según laFundación Mundo Bipolar. A pesar de su prevalencia, el Trastorno Bipolar es aún una patología poco conocida. «Mucha gente la confunde con la locura, les etiquetan de locos, pero las enfermedades mentales no se eligen», aclara el psiquiatra, mientras explica que el Trastorno Bipolar a veces es difícil de diagnosticar, «porque si un paciente llega a la consulta en la fase depresiva, se puede confundir con una depresión».
Según la Fundación Mundo Bipolar, estos enfermos tardan uno cinco años en ser diagnosticados de este trastorno, que suele aparecer en la adolescencia o en los primeros años de la edad adulta, entre los 18 y los 25 años.
Muchos de estos enfermos pierden el trabajo. El Trastorno Bipolar es la sexta causa de discapacidad en el mundo. Araceli es uno de ellos, es pensionista, sólo pudo trabajar hasta los 26 años. Otros como Joaquín Vergés consiguen mantener su empleo gracias a la comprensión de la empresa, en su caso, una entidad bancaria en la que trabajó hasta los 49 años.
Este barcelonés, de 57, fue diagnosticado a las 20 años y durante mucho tiempo vivió negando su enfermedad, que no aceptó hasta cumplidos los 40. «He aprendido a ver venir las crisis, cuando me lo noto voy en seguida a mi psiquiatra», cuenta Vergés mientras indica que los cambios de estación son peligrosos. Es el llamado «patrón estacional», que les «afecta especialmente». «Nos tenemos que hacer amigos de esta enfermedad», concluye Vergés, apenas un mes antes de que empiece la primavera.