El maltrato psicológico. Cómo defenderse del mobbing y otras formas de acoso.
Mª Reyes Núñez.
Doctora en Medicina del trabajo
Licenciada en filosofía y ética
[24/2/2003]
Daniel Goleman narra en su segundo libro sobre inteligencia Emocional su propia experiencia de “mobbing”, en un precioso capítulo titulado “cuando el trabajo se convierte en un infierno”. Todo empezó cuando desembarcó en su departamento un jefe con todas las características del síndrome MIA (mediocridad inoperante activa), tan gráficamente descrito por González de Rivera. Un día, este jefe le explicó que no estaba contento con la calidad de su trabajo –con su anterior jefe había sido seleccionado para varios premios científicos importantes- y le amenazó con el despido si no mejoraba. Esta amenaza le produjo una profunda angustia, pues perder ese puesto le plantearia un problema económico insuperable.
Además, como psicólogo, Goleman sabía que trabajar bajo tal estrés iba a repercutir negativamente en la calidad de sus investigaciones. Asi que se impuso como técnica de afrontamiento media hora de meditación diaria antes de ir al trabajo, con lo que consiguió superar bastante bien su estrés. Pero lo que de verdad le salvó fue que a su jefe le promocionaron a otro departamento, y, a partir de ese momento, el ahora prestigioso Daniel Goleman volvió a respirar tranquilo.
En 1997 fui invitada por la Asociación Francesa de Medicina del Trabajo a sus XXXIV jornadas nacionales, cuyo tema fundamental fue la violencia en los hospitales europeos. Los médicos de los hospitales de Estrasburgo presentaron una ponencia sobre el mobbing (fue la primera vez que oí ese término) en la que explicaron las ideas del profesor Heinz Leymann y nos alertaron ante lo que, afirmaban, seria uno de los mayores problemas laborales del futuro. Aunque yo presenté un trabajo sobre los tipos de violencia registrados en mi hospital en los dos años anteriores, la violencia psicológica en las relaciones laborales era para mi un terreno de arenas movedizas.
Bastantes problemas tenía yo con los riesgos laborales tradicionales como para complicarme más la vida. Además, esto del mobbing me pareció algo propio de la idiosincrasia nórdica, algo tan intangible que dudosamente podria llegar a España. Me equivoqué totalmente: no sólo pasó las fronteras, sino que sufrí personalmente los efectos del acoso.
Dos años después de este congreso, los dirigentes políticos de mi hospital decidieron fusionarse con otros para crear el centro hospitalario más grande de la zona. Esta fusión produjo un clima de precariedad e incertidumbre que, unido a una forma de gestión autoritaria, hizo que el absentismo laboral se disparara. En mi condición de médico de empresa, los gestores me hicieron responsable de la situación, exigiéndome que actuara como inspectora y controlara el absentismo laboral (práctica prohibida a los médicos del trabajo, aunque algunos lo hagan).
Aplicaron sobre mi tales presiones que, si he salido relativamente indemne psicológicamente, es gracias a que desde el principio fui consciente de lo que pasaba. Me encontré de pronto con un grave conflicto de rol, donde tuve que decidir entre sufrir un burn-out o un acoso, riesgos laborales ambos muy frecuentes entre los médicos del trabajo.
Con estos dos ejemplos quiero poner de manifiesto que casi todo el mundo puede encontrarse en esta situación. Basta con que haya un caldo de cultivo ( estrés, tareas mal definidas, estructura muy jerarquizada y autoritaria), que nos topemos con alguien sin escrúpulos, un mediocre inoperante activo o un perverso, y que formemos parte, quizás, del grupo de riesgo que describe Gonzalez de Rivera, para que la pesadilla se ponga en marcha.
La psicoanalista Marie-France Hirigoyen, indignada ante el gran número de enfermos cuyo sufrimiento habia sido causado por quienes ella llama seres perversos, revolucionó Francia con su libro sobre el acoso moral, hasta el punto que consiguió cambiar las leyes: desde enero de 2002, el acoso psicológico ya no se considera sólo como un riesgo laboral, sino también como un delito tipificado en el código penal. Siguiendo su misma linea, el profesor Jose Luis González de Rivera y Revuelta publicó en España ese mismo año “El maltrato psicológico, cómo defenderse del mobbing y otras formas de acoso”, de la editorial Espasa, libro didáctico y ameno, que aclara este tema tan espinoso y difícil con ejemplos de la vida cotidiana y de su propia experiencia clinica.
Analiza en 10 capítulos los distintos tipos de acoso psicológico: en la escuela, en la pareja, en la familia, en el trabajo y hasta en algunas especies animales. De la etología, por ejemplo, extrae Gonzalez de Rivera importantes enseñanzas, como “el olor del clan”, la “redirección de la agresividad” y la “coalición de los débiles”, que nos ayudan a comprender ciertos aspectos, no los mejores, de la conducta humana.
Uno de los problemas que los profesionales aducimos para no implicarnos en esta forma de violencia consiste en convencernos de que es un tema poco objetivable; sin embargo tenemos herramientas que nos pueden ayudar a diagnosticarlo. Uno de los capítulos más interesantes del libro “El Maltrato Psicológico” se refiere al tratamiento del síndrome de acoso, que se define como “una respuesta adaptativa, de lo más normal, a una situación anormal traumática y estresante”. Al igual que otros expertos, Gonzalez de Rivera considera que son muy pocas las personas que pueden conservar su equilibrio psíquico en estas circunstancias. Y aquellas que lo consiguen es gracias a una excepcional fortaleza, y, sobre todo, a una comprensión rápida del problema. Por ello es fundamental que estemos documentados sobre este tema.
En otras páginas de su libro, afirma Gonzalez de Rivera que, “como es médico y no reformador social, no quiere comentar la trágica situación del mundo actual, en el que la gente brillante e inocente se consideran enfermos, y los trepas psicópatas, el parangón de la salud y el éxito social. Sin embargo, todo el libro apunta en la dirección de la ética y de los valores fundamentales del ser humano.
Así vemos, por ejemplo, cómo rinde homenaje a un niño español que se enfrentó solo contra un grupo de vándalos, por defender su derecho a no ser intimidado ni extorsionado en la escuela. Este acto heroico, que estuvo a punto de costar la vida a este niño, desencadenó en Francia una campaña contra el acoso escolar, que acabó con la elaboración de leyes muy severas al respecto.
Resume asi Gonzalez de Rivera su ética social, con la que concurro plenamente: “Lo importante es la decisión formal y colectiva de vivir con justicia y con honor, de proteger el bien frente al mal, de no consentir ni tolerar, cerrando los ojos ante el abuso y la prepotencia, la animalidad del triunfo de la fuerza sobre la razón y la decencia. Entonces, no hará falta denunciar nada. Hasta que esos logros hayan sido conseguidos, denunciar es arriesgarse a la represalia, ante la mirada inhibida, servil, a veces cómplice, de los mismos que están siendo salvados por la rebelión de los héroes”.
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