Mucho se ha escrito sobre el proceso de aceptación de un hijo/a con discapacidad. De los sentimientos de desesperanza, desolación, desencanto, culpa, rabia y tristeza que, casi inevitablemente, se produce en los padres al enfrentarse a diagnósticos tales como:
Parálisis Cerebral Infantil, Discapacidad Intelectual, Autismo, Síndrome de Down y otros. Suele aconsejarse a los padres y madres que atraviesan estas situaciones tener ?conformidad?, ?resignación?, ?asumir el sacrificio?.
La meta es la risa.
Mucho se ha escrito sobre el proceso de aceptación de un hijo/a con discapacidad. De los sentimientos de desesperanza, desolación, desencanto, culpa, rabia y tristeza que, casi inevitablemente, se produce en los padres al enfrentarse a diagnósticos tales como:
Parálisis Cerebral Infantil, discapacidad Intelectual, Autismo, síndrome de Down y otros. Suele aconsejarse a los padres y madres que atraviesan estas situaciones tener ?conformidad?, ?resignación?, ?asumir el sacrificio?.
En fin, con estas frases se les insinúa que no hay alternativas felices, que están condenados a la tristeza irremediable de por vida. Sin embargo, lo que ni siquiera imaginan esos padres y madres es que cuando aprenden a reírse de si mismos, cuando resurge la risa en la familia, cuando los quehaceres se pueden realizar con alegría, se encuentran formas inauditas de resolver las difíciles situaciones diarias que se presentarán en sus vidas y la de sus hijos.
En nuestro trabajo con padres y madres de niños/as especiales hemos podido constatar como la alegría, la risa, el sentido del humor de los padres y de la familia en general, son elementos que indican que se ha realizado la aceptación del hecho, y mas aún, de que se ha realizado la reconciliación con la vida misma, de que se han encontrado los mecanismos personales para asumir el reto y hacer más felices la vida de los niños. En la película ?La Vida es Bella? sobre el holocausto de los judíos, hay una escena memorable donde el padre, camino a ser fusilado, desfila con gracia y complicidad frente a su hijo, haciéndole creer que todo es un juego.
Indiscutiblemente que hay una gran enseñanza en esa manera de enfrentar las situaciones difíciles. La realidad es que los padres y las madres pierden la alegría por un tiempo, y a veces, por demasiado tiempo, sin hacer conciencia de que su hijo/a dependerá emocionalmente del estado de ánimo y del temple afectivo de los que le rodean y le cuidan diariamente.
Es por eso que la meta en la crianza de un niño/a con discapacidad, es la risa. No la sonrisa de la decepción o el desencanto, no la risa por despecho. Me refiero a la risa que produce la aceptación plena de una situación que no se puede cambiar, pero a la que le hemos encontrado sentido, la que sentimos que de alguna forma ha enriquecido nuestras vidas. La risa que se produce cuando podemos apreciar y disfrutar los mínimos progresos del niño/a, porque sabemos le ha costado un gran esfuerzo. Disfrutemos la risa que nos contagian los propios niños/as ajenos a las dificultades con la que han nacido.
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