Una de las problemáticas que se ha reportado como alarmante por las autoridades de salud es la ansiedad, entendiendo esta como aquel sentimiento desagradable de temor, que se percibe como una señal de alerta que advierte de un peligro amenazante, frecuentemente la amenaza es desconocida (Virgen, Lara, Morales y Villaseñor, 2005). El objetivo del presente trabajo fue identificar los niveles de ansiedad de niños que cursaban entre el 4to y 6to grado de primarias con edades que oscilaban entre los 9 y 12 años de edad de una escuela primaria ubicada en la ciudad de Toluca, Estado de México. La investigación presentada forma parte de un proyecto que analiza los niveles de depresión, ansiedad y estrés en población infantil.
Entre los resultados que se obtuvieron podemos enunciar que en general no existen elementos que indiquen situaciones que generen ansiedad en la población. Los reactivos que aluden al inicio de la interacción con compañeros que no conocen indican que nunca son motivo de ansiedad (con puntuación de 34%), mientras que un 50% de los encuestados expresaron que no les genera preocupación lo que otros compañeros puedan pensar o decir de ellos. También se puede apreciar que no dirigen su conducta buscando agradar a los demás, ya que más del 60% de los alumnos reportaron que nunca o casi nunca les preocupa caerles bien a sus compañeros. Los resultados nos dan pauta para comprender mejor la forma en la que interaccionan los niños con sus compañeros y maestros.
Docentes de la Universidad Autónoma del Estado de México
RESILIENCIA A TRAVÉS DEL ARTE EN UNA VÍCTIMA DEL GENOCIDIO ARMENIO
RESILIENCE THROUGH ART IN THE ARMENIAN GENOCIDE VICTIMS
Ana María Martorella
Médica- Pediatría Especialista en psiquiatría Infanto Juvenil (UBA)
amartor@intramed. net. ar
trastorno por estrés postraumático. Genocidio armenio. Resiliencia. Arteterapia.
PTSD. Armenian genocide. Resilience. Art therapy.
RESUMEN
Este trabajo analiza cómo los recursos creativos promueven la generatividad y el
agradecimiento humanos, favoreciendo procesos identificatorios y el desarrollo cultural de los
sobrevivientes de genocidio que han padecido trastorno por estrés Postraumático. Se ha analizado la
biografía del padre de la música armenia, Gomidás, reconocido internacionalmente, quien pudo
reparar su propia historia infantil de sufrimientos y necesidades, producto de su orfandad temprana,
desplegando su personalidad polifacética y creadora a través de la sublimación, junto a procesos
intelectuales, descriptos por la psicogénesis piagetiana, facilitadores de integración de sus estructuras
yoicas en su adolescencia y juventud. Este mismo personaje puede ser estudiado desde el punto de
vista psicoanalítico culturalista, al comprobarse su profunda fé religiosa que lo llevó al puesto de
archimandrita del Catolicismo Ortodoxo, que podría interpretarse como resolución positiva del primer
conflicto humano, según Erick Erickson, autor investigador de los procesos involucrados en la
construcción de la identidad: Confianza Básica versus Desconfianza en relación a la figura materna
disponible.
ABSTRACT
This paper analyzes how the creative resources promote human generativity and gratitude,
to favor identification procedures and the cultural development of genocide survivors who have
suffered Post Traumatic Stress Disorder. We analyzed the biography of the father of Armenian music,
Gomidas, who is internationally recognized, and who could repair his own childhood history of suffering
and need, owing to his early orphanage. He displayed his versatile and creative personality through
sublimation, with intellectual processes, described by Piaget's psychogenesis, which facilitated his ego
structures development in his teenage years. The same character can be studied from the point of
culturalist psychoanalytic view, checking his deep religious faith that led him to the position of the
Orthodox Archimandrite Catholicism. This fact can be interpreted as a positive resolution of the first
human conflict, as Erick Erickson (author and researcher of processes involved in the construction of
identity) considered: Basic Trust versus Mistrust in relation to the maternal figure available.
INTRODUCCIÓN
Ha resultado interesante poder observar cómo los recursos creativos tendientes a promover la
generatividad en el adulto (Erikson) y el agradecimiento humanos (Melanie Klein) han favorecido la
evolución identificatoria y el desarrollo cultural de los pueblos que padecen secuelas de síndrome de
estrés postraumático a partir de procesos genocidas en sus sobrevivientes. Para tal demostración se
ha analizado la biografía de un artista musical armenio, Soghomon Soghomonian, conocido como el
Padre Gomidás, de invalorable reconocimiento internacional, quien pudo reparar su propia historia
infantil de sufrimientos y necesidades, producto de su orfandad temprana, desarrollando una
personalidad polifacética y creadora a través del mecanismo de defensa de sublimación, junto a los
procesos intelectuales descriptos por la psicogénesis piagetiana, que le habrían permitido la
integración de sus estructuras yoicas, en su adolescencia y juventud. Así mismo, este mismo
personaje puede ser analizado desde el punto de vista psicoanalítico culturalista (Erick Erikson), al
comprobarse su profunda fé religiosa que le permitió alcanzar al puesto de archimandrita dentro del
Catolicismo Ortodoxo, lo cual podría interpretarse como resolución positiva del primer conflicto
humano, descripto por este autor psicoanalista, estudioso del proceso identificatorio: Confianza Básica
versus Desconfianza, en relación a la figura materna altamente disponible a pesar de su pérdida
temprana.
METODOLOGÍA
Para facilitar la comprensión del objetivo de este trabajo, como es la construcción de la identidad
de un individuo sometido a reiteradas situaciones adversas desde su temprana edad; será necesario
conocer la historia vital del personaje propuesto para su estudio, como así también su contexto
histórico, el proceso de duelo desde el punto de vista psicoanalítico, y las características del trastorno
por estrés postraumático y los procesos que favorecen su resiliencia.
Biografía de Gomidás
Soghomon Soghomonian, nacido en Keothalia (Anatolia) el 26 de setiembre de 1869, falleció, a
los 66 años de edad, en París, el 22 de octubre de 1935. Su familia era pobre y su madre, poetiza y
música, había fallecido a los 17 años de edad durante el parto (se ponen en juego aquí el papel de la
ausencia de disponibilidad materna como figura maternante, y de la memoria fetal). Su padre, de
oficio zapatero, lo dejó también huérfano a los 11 años de vida. A los 12 años, Soghomon ingresó al
Liceo o Academia Religioso Kevorkián, Etchmiadzin, en el Cáucaso. Era un adolescente con
extraordinaria aptitud literaria y musical. Realizó estudios universitarios en Berlín durante 3 años
donde se destacó por su erudición en composición, piano, órgano, estética y musicología. Regresó a
un célebre músico y arquitecto armenio del siglo VII, al ser nombrado Archimandrita de su iglesia en
Etchmiadzin. Fue maestro de la capilla, profesor de música en la Academia, preparó coros para la
Catedral, estudió teorías de maestros armenios del siglo XVII. En 1906 tuvo la oportunidad de dirigir
su primer concierto en París. En 1910 ofreció conciertos en el Cáucaso con sus alumnos, y en
Constantinopla y Egipto. Se trasladó luego a Constantinopla por ser un importante centro armenio
cultural, donde dirigió un coro de 250 personas como si fuera una orquesta. Viajó varias veces a
Europa (Cáucaso, Cercano Oriente, París, Suiza, Italia) donde creó coros populares, ofreció numerosos
conciertos, difundió conocimientos de música y cultores armenios, participó de Congresos
internacionales sobre música popular y religiosa. Se destacó como compositor y ciudadano artista
dedicado a glorificar al pueblo y a revelar y mostrar su poderosa fuerza creadora.
Su obra consistió en revelar música casi desconocida a la que otorgaba gran valor intelectual (O. Flaisher, musicólogo
e historiógrafo alemán, fin del siglo XIX). En 1914, en París, participó del Congreso Internacional de
Música donde ofreció conferencias, cantos de oficio, y conciertos de música sacra en la Iglesia Armenia.
Fue merecedor de la admiración de Ravel, Debussy y otros músicos de la época.
En 1915, hace casi un siglo, el gobierno Turco se dedicó a aniquilar al pueblo armenio sembrando
la barbarie y el terror, por lo que debió compartir el exilio con otros intelectuales (escritores, poetas
y tribunos como Zohrab, Varuyan, Siamanto, Sevag, Zartarian) en los confines del país, donde fueron
torturados y eliminados muchos de sus compañeros. Sobreviviente del Genocidio, se trasladó a
Constantinopla presentando pérdida de su equilibrio mental debido a la impresión sufrida; de allí fue
trasladado a París donde falleció 20 años después. Su sepulcro se halla en el Panteón de Ereván,
capital de la República Armenia.
Con respecto a su obra artística, Gomidás, poseedor de una personalidad polifacética creadora,
fue compositor musical, músico - pensador, cantor, director de coro, pedagogo, descubridor del
microtono; fue descubridor de la música popular de las diferentes regiones caracterizada por la
heterogeneidad en su contenido emocional y los recursos expresivos, con lo que enriqueció la obra
folklórica musical armenia e internacional. Así mismo, como innovador en la metodología de los
fundamentos de la música popular, le otorgó significado al arte de la composición, y transformó
simples canciones campesinas (cantadas por los Ashug, trovadores ciegos) en dramáticos monólogos,
trágicas y líricas baladas de amor, sublimes pastorales, numerosos escritos expresión de la naturaleza
y de los ritos patriarcales. Su obra se caracteriza por su estilo claro, lenguaje colorido, fórmula musical
pulida, sutileza de matices, vivacidad y finura que le otorgan profundidad al contenido, con alejamiento
de las tradicionales fórmulas de composición. Creador de nuevos métodos de armonía y polifonía con
hondo humanismo, dejó manuscritos de obras litúrgicas, música para coros, danzas para piano, obras
teóricas.
Efectos del Genocidio
Una vez recordada la definición de Genocidio (del griego genos = raza, y del latín cidio = matar)
elaborada por Raphael Lemkin en 1945: "Aniquilación coordinada y planificada de un grupo nacional,
religioso o racial, por una variedad de acciones llevadas a cabo y apuntando a los fundamentos
esenciales que hacen a la supervivencia del grupo como grupo", se debe describir la tipología del
genocidio que lo considera como destrucción total o casi total de grupos de víctimas y naciones; la
destrucción de una cultura sin intención de destruir físicamente a sus portadores; y la selección de
algunos grupos para la aniquilación inmediata, mientras otros son referidos a la asimilación etnocida.
Por otro lado, se deben tener en cuenta los aportes de Frank Chalk y Kurt Jonassohn en "La
Historia y la Sociología del Genocidio" que lo define como ". . . La inclusión de ataques a instituciones
políticas y sociales, cultura, lengua, sentimientos de identidad nacional, religión y a la existencia
económica, más todo aquello que debilita la viabilidad de un grupo . . . Se considera al hecho como una
forma de matanzas de masas unilateral, por el cual un Estado u otra autoridad intenta destruir un
grupo, en tanto este grupo y su membresía, son definidos por los perpetradores . . . Por lo tanto no
hay reciprocidad".
Así mismo, la ONU lo define como "Negación del Derecho a la vida por los seres humanos" y
agrega que "Contraria a la moral y al espíritu de la ONU, son una pérdida para la humanidad en la
forma de contribuciones culturales, por lo tanto el castigo del genocidio le concierne a la Humanidad.
Se lo considera un crimen bajo la ley internacional, que el mundo civilizado por lo tanto condena; los
culpables, y sus cómplices - individuos privados, hombres de Estado - que han cometido crímenes en
terreno político, religioso, racial o cualquier otro, son merecedores de castigo" (Kuper, 1981).
También, a partir de autores tales como Chalk y Jonassohn, se deben señalar los indicadores
de alarma de un genocidio: una sociedad totalitaria que ostenta un poder tiránico y absoluto, a lo que
se suma una cultura nacional dispuesta a la discriminación, a la violencia y al racismo que se
corresponde con la ideología de Estado; sumado a esto, cabe detallar los factores concurrentes como
la desigualdad de poderes, el poder económico crítico, el poder bélico, y el factor sociedad
representado por fuerzas capaces de desatar violencia, odio, furia homicida contra los "potenciales
enemigos" considerados diferentes, la minoría sindicada como comunidad agraviante, que "amenaza"
la seguridad de la sociedad mayoritaria.
Según la explicación psicoanalitica aparecida en la obra de Azaduhie Telecemian, ". . . La
protección del Estado para la supervivencia de la sociedad funciona debido a que los Estados con
abuso de poder proyectan en las víctimas indefensas sus impulsos tanáticos y se invierte así la
polaridad del peligro, y es depositada, en la minoría, la cualidad de peligrosidad . . . De este modo se
mata sin culpa y con la plena vigencia de los mecanismos de negación . . . A través de un nacionalismo
exacerbado en una sociedad que no admite la diferencia, se instalan la denigración, las vejaciones,
las persecuciones, el amedrantamiento, la segregación, que son precursores y precondiciones que van
minando las resistencias y la autoestima del grupo sindicado como víctima, en quienes se va
desarrollando un sentimiento de resignada impotencia y fatalismo de su trágico destino".
A continuación, no debe faltar el análisis del genocida potencial, aportado por Israel Charny,
quien se caracteriza por denominar "infrahumanos" y "animales" al grupo víctima, con lo que justifica
sus demenciales pulsiones homicidas; requiriendo del recrudecimiento de su patología bajo
determinadas circunstancias y condiciones que
pueden desencadenar y conducir a los pueblos o
grupos humanos a incurrir en genocidio; requiere así mismo del adoctrinamiento de las masas para
ejecutar las masacres y sostener el "Orden establecido", basado en la cancelación de los Derechos
Humanos, que para éste son deberes; se cuestiona, por lo tanto, qué ocurre en este caso con la
pulsión de vida - pulsión de muerte, y si es una agresión reactiva frente a la frustración.
En lo que respecta a los conceptos elaborados por Azaduhie Telecemian como consecuencias del
genocidio, esta autora se refiere al repudio de la comunidad internacional y pago de indemnizaciones
como fue el caso de Alemania; al ataque atómico contra Japón; a la continuidad del genocidio por
falta de reconocimiento, perpetuando las fuerzas tanáticas en una compulsión a la repetición; a los
sentimientos de futilidad, desaliento, fragmentación, falta de sentido en la víctima; al uso de
mecanismos de defensa psicológicos: escisiones, disociaciones como respuesta a la represión del
mundo interno frente a las angustias aniquiladoras, negaciones, fragmentaciones, bloqueos afectivos
(anestesia), despersonalizacón, rigidez, obsesiones compulsivas (trabajo) en la víctima; a la
transmisión transgeneracional de depresión cultural a hijos y ñietos: carga de muerte, de duelos
inelaborables, de martirio y sufrimiento, que lleva a la vulnerabilidad del sistema inmunológico y a
enfermedades psicosomáticas, como así también enriquecimiento de la personalidad junto a
ambigüedad y confusión identificatoria con la consiguiente dificultad en la toma de decisiones; a la
culpa inconsciente en el sobreviviente; a las identificaciones fragmentarias: identificaciones con el
objeto dañado; y a las identificaciones miméticas con el agresor que impiden un mayor
enriquecimiento porque conllevan estereotipos y remiten a la compulsión, a la repetición.
Duelo
Recién en este punto, se puede comenzar a presentar todo lo relacionado con el tema del duelo
a partir de marcos teóricos psicoanaliticos como el de Sigmund Freud en "Dolor y melancolía", donde
se lo describe como una reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción
equivalente como patria, la libertad, un ideal, etc. ; como el proceso de sufrimiento que acompaña a
toda pérdida debido a que, para el sujeto, el mundo se ha quedado vacío, lo que expresa a través de
llanto, desesperación, tristeza, recuerdos que surgen hasta la aceptación de la realidad (la pérdida) y
la resignación. Un proceso de duelo que incluye frustraciones, deseos insatisfechos, proyectos
abortados, aspiraciones malogradas, que desencadenan malestar y pesadumbre, que a su vez sacuden
y amenazan la identidad y dan lugar a cuadros depresivos. Un duelo cuya resolución se realiza
mediante microprocesos que van fortaleciendo, madurando y estabilizando el YO a través de la
aceptación, elaboración e integración de todos los sentimientos que acompañan las diferentes etapas
de la vida. Siendo este proceso lento, difícil, doloroso en el que los recuerdos son el vínculo que une
al doliente con sus seres queridos; en el que la separación de cada recuerdo con su gran contenido
emocional requiere tiempo y genera ansiedad y sufrimiento; siendo casi una constante la necesidad
de aferrarse a la ilusión de que la persona perdida aún vive, desarrollando mecanismos como la
incorporación y posterior identificación de algunos aspectos parciales de la personalidad del sujeto
fallecido (ej. modos de ser, de actuar, de sentir, de hablar, de comer de la persona perdida). Pero
cuando las relaciones han sido fuertemente ambivalentes, las emociones de amor, odio, tristeza y
dolor son más intensas, trabando las reacciones normales debido a que el odio trata de desligar la
libido del objeto y el amor trata de evitarlo; desde lo inconsciente y lo reprimido, la libido regresa al
YO, de donde había partido; el conflicto entre sujeto y objeto pasa a formar parte del YO y el Superyó
- conciencia moral -; la hostilidad dirigida a los objetos frustradores se vuelve hacia el YO; el Superyó
ataca sádicamente al YO, como éste anteriormente había actuado contra el objeto. Ocurre la
internalización del conflicto a través la introyección del objeto, y el sujeto, con la pérdida de la
autoestima, sus cargas de culpas, remordimientos, desvalorización y reproches, es atacado
despiadadamente haciéndolo sentir que no es merecedor de bondad, amor ni privilegio alguno, por lo
que, en personalidades con estructuras narcisistas, el duelo normal se transforma en patológico
(melancolía) debido a que los reproches son en realidad imputaciones dirigidas a la persona fallecida.
La transformación en manía es una reacción de la melancolía tendiente a evitar la depresión, la
angustia y la culpa. La culpa persecutoria frente al objeto y al YO, determinará la aparición de los
cuadros melancólicos y culpa depresiva, que libra de los elementos persecutorios, posibilitando la
reaparición del YO y los objetos durante el proceso de elaboración de la culpa y el duelo, según
Grimberg. La resignación, la conformidad, la adaptación para organizar la desorganización que originó
la tragedia, permiten soportar los afectos dolorosos, desesperanzados, y la inevitable depresión. Es
decir que, las experiencias dolorosas pueden conducir a la destrucción del sujeto o pueden obrar
estimulando la sublimación, conduciendo las energías hacia las actividades creadoras. Ya en 1970,
Kijak describió el "Síndrome del sobreviviente" cuyos síntomas son depresión, insomnio, ansiedad,
pesadillas, enfermedades psicosomáticas, etc. , que se creen organizados en sentimientos de culpa,
por ser únicos sobrevivientes de un desastre en el cual perecen otras personas emocionalmente
cercanas al enfermo.
síndrome de estrés Postraumático (TEP)
Los conceptos descriptos arriba coinciden con lo que hoy conocemos como SÍNDROME DE
ESTRÉS POSTRAUMÁTICO que fue estudiado a partir de las secuelas psíquicas observadas en ex combatientes de Vietnam en EEUU.
Para poder comprender este cuadro psicopatológico, se debe primero describir el trauma como
la presencia de trastornos emocionales en el sujeto, producto de la exposición a eventos de naturaleza
grave o catastrófica; por cuanto se considera con esta denominación a cualquier hecho grave, de
carácter amenazante, exige un esfuerzo importante de afrontamiento, que se manifiesta en la víctima
de distintas maneras: pesadillas o reminiscencias, apatía, irritabilidad, perturbaciones emocionales,
trastornos del sueño, ansiedad, preocupación, etc. , que provoca desesperanza, pérdida de religión y
pérdida de identidad ( identificación con el agresor?, Ferenczi, 1929).
También, en el actual Manual de Salud Mental (DSM IV) se encuentra la clasificación de este
síndrome en sus diferentes formas de presentación: aguda (los síntomas comienzan en el transcurso
de los 6 meses posteriores al trauma, con una duración que no excede los 3 meses); crónica (los
síntomas se manifiestan con posterioridad a los 6 meses de ocurrido el hecho, y dura 3 meses o más);
de inicio demorado (inicio de síntomas con posterioridad a los 6 meses de ocurrido el hecho).
Cuando hablamos de trastorno de estrés agudo, sabemos que éste se refiere a las personas
expuestas a un acontecimiento traumático, que han experimentado, presenciado o le han explicado
un hecho caracterizado por muerte o amenazas para su integridad física o la de los demás (guerras,
terrorismo, catástrofes, desaparición de familiares, secuestros, accidentes, torturas, etc. ), y que han
respondido con temor, desesperanza u horror intenso. Las alteraciones provocan un malestar
clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad, o interfieren con
su capacidad de llevar a cabo tareas indispensables como para explicar el hecho traumático. El efecto
del trauma en el interior del organismo se cronifica y modifica su neurobiopsicología, y puede durar
un mínimo de 2 días hasta un máximo de 4 semanas; y hasta puede desarrollar un trastorno de estrés
postraumático.
Se sabe que durante el estrés se atraviesan diferentes etapas: adaptación catabólica (reacción
simpática con vasoconstricción muscular, midriasis, taquicardia, aumento de la ventilación y de la
frecuencia respiratoria); agotamiento (conduce a la recuperación de energía mediante la reacción
parasimpática y se expresa a través de relajación de esfínteres, salivación, bradicardia, muerte);
claudicación (alteraciones tisulares importantes).
También, se conocen los efectos del estrés sobre el sistema nervioso central como son: la
percepción y los circuitos mnésicos que actúan sobre el hipotálamo provocando la respuesta emocional
actual; la disminución del flujo cerebral frontal inferior izquierdo (función cognitiva); y la disminución
del flujo cerebral en el área de Broca (afasias de expresión).
Además, se reconocen sus síntomas disociativos (3 o más) como un estado psicológico anormal,
con percepción alterada de uno mismo y del mundo circundante; un escape para mantenerse apartado
de sus recuerdos traumáticos a través de la fragmentación de la memoria; recuerdos intrusivos. Estos
síntomas incluyen Numbing o anestesia emocional ( embotamiento, desapego o ausencia de
respuestas emocionales o anestesia afectiva); amnesia disociativa (inhabilidad para recordar una
parte importante del trauma); desrealización (sensación de estar desconectado del mundo y tener la
sensación de que el entorno es irreal); despersonalización (percepción distorsionada del propio cuerpo,
y de la propia identidad como unidad coherente, sensación de estar fuera de sí mismo); reducción de
la atención (pérdida o disminución de la capacidad atencional y aturdimiento); reexperimentación (de
imágenes, pensamientos, sueños angustiosos recurrentes, ilusiones, episodios de flashbacks
recurrentes, malestar al exponerse a objetos o situaciones que recuerden el trauma; evocaciones
recurrentes e intrusivas); evitación de estímulos que recuerdan el trauma (pensamientos,
sentimientos, conversaciones, lugares, personas, olores), con sensación de quedarse helado sin
posibilidad de reacción para evitar sentimientos asociados al hecho traumático, como si fuera un
sentimiento de aislamiento, sensación de futuro acotado, junto a síntomas de incremento de activación
(hiperarousal); ansiedad o aumento de la activación (arousal) que se manifiesta como dificultad en el
dormir, irritabilidad, falta de concentración, hipervigilancia, inquietud motora, respuesta exagerada
de sobresalto, preparación para la lucha o la huida, como respuesta adaptativa del estrés; depresión
(ideas suicidas); actos autodestructivos (suicidio, automutilación); daños a terceros (victimización);
exposición compulsiva al trauma (el individuo puede jugar el rol de victimario o el de víctima del
mismo tipo de violencia); trastornos del sueño (pesadillas, insomnio, etc. por hiperactivación
autonómica); irritabilidad, ira (impulsividad, discusiones intensas, gritos, intolerancia, etc. ; ira
acompañada de culpas, frustración, sensaciones de traición, mal humor); fracaso de los mecanismos
de defensa (culpa por la supervivencia) que puede conducir a la psicosis.
Es por todo esto que, los rasgos asociados al hecho traumático y al trastorno de estrés
postraumático se caracterizan por auto recriminación con desvalorización; supuestos o creencias
frustradas con inseguridad y desconfianza; alteraciones del humor; adicciones; comportamientos
impulsivos; quejas somáticas; sobrecompensaciones; ansiedad de morir; compulsión a la repetición;
automutilación; otras adicciones y conductas autodestructivas; alexitimia (incapacidad para
comprender las emociones de otros); cambios en la personalidad.
Como el trastorno de estrés postraumático comprende un trastorno adaptativo, debemos
primero ocuparnos de la comprensión del proceso adaptativo según los estudios psicogenéticos de
Jean Piaget, quien define a la adaptación como la función mediante la cual, durante el desarrollo
normal de la inteligencia, se protegen las estructuras (reflejos) a través de la asimilación del medio
(incorporación de experiencias nuevas a esquemas o conocimientos previos) y de la acomodación al
medio (esfuerzo para enfrentar experiencias no asimilables), por lo que tiende a la equilibración
(complejización y estabilización de las estructuras con el tiempo) y a la organización (explica
comportamientos inteligentes particulares).
Cuando este proceso adaptativo se altera, el trastorno adaptativo que surge se manifiesta a
través de síntomas ansiosos, reacciones de duelo, etc. , que se desarrollan como consecuencia de
factores estresantes externos a partir de una patología preexistente (trastornos de personalidad), de
origen multifactorial que depende de la intensidad y severidad de la experiencia personal frente al
trauma y el estrés que le ocasiona. Incluye sucesos traumáticos de una magnitud o gravedad
inusitados y violan conceptos previos acerca de la seguridad. Respuestas de miedo persistente y
fácilmente accesibles dentro de la memoria, son responsables de un estado de severa ansiedad e
hiperalerta que implica distorsiones cognitivas acerca de la repetición del trauma.
Como se puede observar, este síndrome depende, para su instalación, de la comorbilidad basada
en las series complementarias. Dicha comorbilidad incluye neurosis fóbicas; ansiedad obsesivo
compulsiva; sumatoria de síntomas; disociación; depresión.
Resiliencia
La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro,
a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces
graves. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología positiva y dinámica de fomento de la
salud mental y parece una realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que, aún
habiendo vivido una situación traumática, han conseguido encajarla y seguir desenvolviéndose y
viviendo, incluso, en un nivel superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en
ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho tiempo las respuestas de resiliencia
han sido consideradas como inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura científica
actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es una respuesta común y su aparición no
indica patología, sino un ajuste saludable a la adversidad.
Es probable que esta capacidad sea tan antigua como la humanidad misma, sin embargo, ha
sido en los últimos años que la psicología le ha hincado el diente a fondo, pues se la considera un
concepto fundamental de prevención en salud mental. Las investigaciones actualmente apuntan a
alcanzar un conocimiento más sistemático de la resiliencia, con el propósito de darle una aplicación
más práctica (Kotliarenco).
Los autores de los primeros estudios vieron con asombro cómo ciertos niños expuestos a
condiciones de pobreza y de vida altamente estresantes, lograban salir adelante de manera
constructiva.
La resiliencia es una característica que puede aparecer como producto de una interacción positiva
entre el componente personal y ambiental de un individuo. Al respecto, el vínculo afectivo que se
establece en los primeros años de vida es fundamental. No se sabe muy bien cómo, pero la interacción
y las relaciones de apego entre un cuidador (madre, padre) y un bebé desarrollan en ésta ciertos
mecanismos psicológicos protectores (Lecannelier).
A cualquier estudioso en ciencias físicas no le llamaría especialmente la atención escuchar la
palabra resiliencia, porque es un término institucionalizado para referirse a la capacidad de un cuerpo
para recuperar su forma y tamaño original después de haber sido comprimido, doblado o estirado.
Muchos seres humanos pese a que han sido "comprimidos y estirados" por sus circunstancias,
vuelven a recuperarse.
En español y en francés (resilience) se emplea en metalúrgica e ingeniería civil para describir la
capacidad de algunos materiales de recobrar su forma original después de ser sometidos a una presión
deformadora.
Resilire en buen latín quiere decir "volver a entrar saltando" o "saltar hacia arriba".
Posee 2 elementos importantes:
resistencia o capacidad de proteger su propia integridad frente a los efectos de estrés o
tensión negativos
elasticidad o flexibilidad para proseguir el desarrollo de los procesos constructivos.
La resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que
posibilitan tener una vida "sana" en un medio insano. Estos procesos se realizan a través del tiempo,
dando afortunadas combinaciones entre los atributos del niño y su ambiente familiar, social y cultural.
(Rutter, 1992). Consiste en una habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y
acceder a una vida significativa y productiva (ICCB, Institute on Child Resilience and Family, 1994).
La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad
de proteger la propia integridad, bajo presión y, por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad
de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias difíciles (Vanistendael, 1994). Es
la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive,
ser transformados por ellas (Grotberg, 1995); y significa una combinación de factores que permiten
a un niño, a un ser humano, afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida, y
construir sobre ellos (Suárez Ojeda, 1995). Puede ser producto de una conjunción entre los factores
ambientales y el temperamento, y un tipo de habilidad cognitiva que tienen algunos niños aun cuando
sean muy pequeños (Osborn, 1996). La resiliencia es una respuesta global en la que se ponen en
juego los mecanismos de protección, entendiendo por estos no la valencia contraria a los factores de
riesgo, sino aquella dinámica que permite al individuo salir fortalecido de la adversidad, en cada
situación específica y respetando las características personales (Infante 1997).
Son pilares de la resiliencia:
a) Intropespección: arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.
b) Independencia: saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas, de mantener
distancia emocional y física sin caer en el aislamiento.
c) Capacidad de relacionarse: habilidad para establecer lazos e intimidad con otra gente,
para equilibrar la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a los otros.
d) Iniciativa: gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más complejas.
e) Humor: encontrar lo cómico en la propia tragedia.
f)Creatividad: capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden.
g) Moralidad: consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad
y capacidad de comprometerse con valores; este elemento ya es importante desde la
infancia, pero a partir de los 10 años.
h) autoestima consistente: Base de los demás pilares y fruto de cuidado afectivo
consecuente del niño o adolescente por parte de un adulto significativo.
La resiliencia puede ser fomentada debido a que a los factores temperamentales (que vienen
con el nacimiento, pero pueden ser moldeados) se suman los factores ambientales, los cuales pueden
ser adquiridos, promovidos y modificados. Cualquier adulto puede promover la resiliencia, ya que
como tal tiene la responsabilidad de cuidar y proteger a niños y adolescentes, asegurarles afecto,
confianza básica e independencia.
La resiliencia se funda en una interacción entre la persona y su entorno. Para que se desarrolle
requiere que se pongan en marcha los recursos propios del niño/adolescentes y que se trabaje sobre
su ambiente o medio cultural. Una persona puede ser resiliente en un medio y en otro no. (REDES
INFORMALES).
La resiliencia no es una capacidad absoluta ni estable. Si las circunstancias mejoran, la
protección es mayor para el niño. Si empeoran, habrá más factores que pongan en riesgo la fortaleza
del pequeño y lo vuelvan más vulnerable.
La resiliencia es una capacidad universal. Todo niño tiene el potencial de desarrollar y mostrar
su resiliencia. Todo niño cuenta con ciertos recursos que lo pueden ayudar a sobrellevar la adversidad.
La persona quedaría determinada por factores externos, aquellos eventos que aparecen en el
entorno del individuo y se convierten en una amenaza para su salud y bienestar. Expresión de ello es
la aparición en la literatura científica del término eventos vitales, práctico concepto referido a los
diversos sucesos que pueden presentarse en la vida cotidiana de una persona potencialmente lesivos
para su salud y bienestar. Pero estas consideraciones presentaban limitaciones en tanto obviaban las
diferencias individuales en las personas expuestas a estos eventos que podrían tanto amortiguar
como intensificar su impacto, y no tomaban en consideración, el cuidado, mantenimiento,
restablecimiento u optimización de su salud. Dicen Peñacoba y Moreno, 1998 ". . . como el individuo
puede tanto crear como reaccionar ante acontecimientos vitales en su vida y tanto tolerar como
enriquecerse de las situaciones estresantes. . . "
Por esta razón, surgen y se desarrollan en el ámbito científico toda una serie de conceptos que
resaltan la significación de las diferencias individuales y el papel activo del hombre en sus constantes
transacciones con un entorno que es lo percibido como estresante para la persona.
Entre estos conceptos resaltan los de expectativa de Autoeficacia (Bandura, 1977), Sentido de
Coherencia (Antonovsky, 1990) y personalidad Resistente (Cobaza, Maddi y Kahn, 1993).
No obstante, estamos en presencia de un concepto multidimensional, más amplio que la simple
resistencia para hacer frente a las adversidades y que incluye otros componentes que implican la
flexibilidad y la habilidad solucionadora de problemas, en estrecha relación con la forma de percibir la
situación estresante.
De esta misma manera, el concepto de personalidad Resistente presupone una persona que
posee una serie de características y rasgos de personalidad protectores y potenciadores del bienestar
y, además, se "auto-construye" a través de sus distintas acciones a lo largo del ciclo Vital, en el que
son inevitables los procesos de cambio, que son percibidos como oportunidades para el crecimiento
personal más que como peligros y amenazas al bienestar.
Un niño resiliente muestra algunas o varias de estas características a pesar de su exposición a
situaciones adversas. Se puede relacionar bien con las personas, tiene amigos; participa de
actividades con ellos y con agrado; puede que a veces pelee, pero es capaz de amigarse; tiene en
general, una buena relación con los adultos; es creativo, tiene capacidad para usar su imaginación y
transformar las cosas, innovando. La creatividad se ve muchas veces reflejada en el juego y en los
dibujos. Tiene curiosidad por conocer, y en el caso de niños pequeños, la curiosidad se manifiesta a
través del interés por conocer el mundo, explorándolos. En niños más grandes, el interés se manifiesta
por el aprendizaje. Le agrada aprender.
En la década de los '60 John Bowlby, psicoanalista inglés, descubrió cuán determinante era para
la salud mental de las personas haber mantenido en etapas tempranas un vínculo afectivo y
satisfactorio con su progenitora, el padre u otro cuidador exclusivo. Y, al revés, las graves secuelas
que podía dejar un mal apego y, más aún, el abandono. Incluso había experiencias que demostraban
que bebés bien alimentados y cuidados, pero sin un afecto destinado sólo para ellos, se desarrollaban
mal y hasta podían morir; pasaban en hospitales y hogares de menores.
A pesar de que el apego es una palabra de moda, muchos lo confunden con el llamado bonding,
que consiste en dejar al recién nacido, durante 40 minutos, piel contra piel, sobre el pecho materno.
Pero ese primer contacto es el comienzo, sólo una parte del apego, que se va formando a lo largo de
los tres primeros años del niño y se puede mejorar o fortalecer con intervenciones preventivas y
terapéuticas.
Por otro lado, las neurociencias han realizado aportes importantes para la comprensión del
desarrollo de actitudes resilientes frente a la adversidad.
Puede observarse que se ha conformado una considerable plataforma en torno a lo que Rutter
ha denominado como "la negociación que las personas hacen frente a situaciones de riesgo" (citado
en Kotliarenco et al. , op. cit. : 3). No obstante, se trata de un acervo inacabado, que se encuentra en
el nivel de lo descriptivo. En efecto, aún se desconoce el espectro completo, la jerarquía y las
relaciones entre los mecanismos protectores --biológicos, psicológicos, sociales, culturales y
ecológicos-- del individuo ante lo adverso (Shore 1997).
A través de la neurología, sus hallazgos sobre el desarrollo y funcionamiento del cerebro y sobre
las relaciones entre éste y el comportamiento, han levantado interrogantes de interés respecto de las
bases biológicas del fenómeno de la resiliencia (Shore op. cit. ).
Recientes investigaciones proponen que el cerebro, dada su responsividad --es decir,
plasticidad-- a la experiencia ambiental, resulta afectado en su estructura y función por ella (Masten
y Coastworth 1998). Esto se explica dado que, en la corteza cerebral, diferentes regiones incrementan
su tamaño (al aumentar el número de dendritas en cada neurona) cuando son expuestas a condiciones
estimulantes y, mientras más prolongadas éstas, mayor su crecimiento (Shore, op. cit. ). Esta actividad
cerebral sería dirigida de modo muy grueso por patrones neuronales genéticamente configurados; en
tanto, los detalles de dichos patrones (es decir, la cantidad y tipo de conexiones sinápticas) estarían
en gran parte condicionados por la interacción con el ambiente (Greenough et al. 1987).
Para alcanzar los más altos niveles de desarrollo cerebral a través de la interacción con el
ambiente es crucial la oportunidad, es decir, el momento de la vida, en que ésta ocurre: si bien el
aprendizaje continúa a través de todo el ciclo de vida, hay tiempos específicos para que se realice en
forma óptima. Puesto que las diferentes regiones del cerebro maduran en distintos momentos, cada
una de ellas es más sensible a distintas experiencias en diferentes edades y, por esta razón, durante
estos períodos críticos, el cerebro es particularmente eficiente ante particulares tipos de aprendizaje
y susceptible de ser alterado en su "arquitectura". En términos concretos, esto quiere decir que al
individuo se le abren distintas "ventanas de oportunidades" ("windows of opportunity") para el
aprendizaje en momentos específicos de la vida, los que, de acuerdo a ciertos autores, no se
extenderían más allá de los diez o doce años de edad (Hancock 1996).
Lo anterior se enmarca dentro de la siguiente idea: no es ningún elemento ni patrón de
elementos particulares lo que define el rumbo del desarrollo; antes bien, es la reunión de múltiples
factores en un contexto lo que explica este proceso (Sameroff et al 1993). Esto no ocurre
mecánicamente: las interacciones entre los factores son complejas en naturaleza y diferentes para el
desarrollo de las competencias socioemocionales y cognitivas de los niños (Sameroff y Seifer
1983). Por ejemplo, desde los dos años, entre las distintas funciones de desarrollo, las que resultan
más afectadas por las características del ambiente son aquellas de tipo cognitivo; téngase en cuenta
que el coeficiente intelectual, nivel educacional y comportamiento maternos, en el período señalado,
se encuentran fuertemente asociados al desarrollo cognitivo y verbal de los niños (Bendersky y Lewis
1994; McLoyd 1998). Dichos hallazgos son complementados por los alcanzados en estudios abocados
a conocer las relaciones entre el comportamiento y la actividad adrenocortical en infantes. Desde
hace ya tres décadas (Anders et al. 1970), esta asociación ha suscitado el interés científico,
principalmente por dos razones. La primera es la fuerte evidencia de que el sistema pituitarioadrenal es un indicador extremadamente sensible de la detección de muchos cambios ambientales
adversos por parte del organismo. La segunda es la demostración de que la respuesta pituitarioadrenal depende no sólo de la existencia de una situación adversa, sino del grado en que ésta se
define como tal (Levine et al. 1987).
Las situaciones estresantes producen elevaciones de los niveles de la hormona esteroidal
cortisol. En un estudio pionero que intentó relacionar cuatro estados conductuales (llanto, vigilia,
movimiento ocular rápido y movimiento ocular no rápido) con los niveles de cortisol- se encontró que
el cortisol se elevó marcadamente después del llanto, mientras que en los otros estados permaneció
constante (Anders et al. , op. cit. ). La producción de cortisol en recién nacidos ante una estimulación
aversiva-específicamente, circuncisión- mostró que el cortisol se elevaba luego de ésta, aunque, luego
de un lapso, volvía a los niveles previos al procedimiento. Junto a esto, se encontró que la angustia
conductual se correlacionó positivamente con el cortisol y que el sueño tranquilo previo,
negativamente con aquél (Gunnar et al. 1985).
Investigaciones en primates infantes en situación de separación materna han revelado que
ésta produce elevaciones en los niveles de cortisol, los que se encuentran asociados a la
drasticidad de la separación de la madre: en condiciones de separación absoluta o casi absoluta, el
cortisol se elevó fuertemente; mientras, aquellas separaciones menos drásticas, produjeron sólo
pequeños cambios, los que además no alcanzaban larga duración, contrariamente a lo observado en
aislamiento absoluto o casi absoluto (Levine, et al. , op. cit. ).
Spangler y Grossman (1993) muestran que, ante situaciones extrañas, el cortisol se incrementa
en los niños catalogados como inseguros-evitantes y en los desorganizados, no así en los seguros.
Nachmias et al. (1996) estudiaron el rol moderador de la relación de apego entre la madre y
el niño en las inhibiciones conductuales y la reactividad al estrés de éste. Las elevaciones de cortisol
fueron encontradas sólo en aquellos infantes inhibidos con relaciones de apego inseguras.
Investigando la organización bioconductual en infantes con diferentes tipos de apego, Spangler
y Schieche (1998) dan cuenta de que la activación adrenocortical fue más prominente en infantes
inseguros con alta inhibición conductual, lo que interpretan como un indicador de la relación de apego
segura como amortiguador social contra las disposiciones temperamentales menos adaptativas.
Interesa especialmente el estudio elaborado por Gunnar (1996, citado en Shore, op. cit. ), que
propone que los eventos traumáticos o adversos, sean psicológicos o físicos (nutrición pobre,
permanentes niveles elevados de estrés, violencia), elevan los niveles individuales de cortisol, el
que, a su vez, afecta el metabolismo, el sistema inmune y el cerebro. De este modo, este tipo
de experiencias puede socavar el desarrollo neurológico y deteriorar la función cerebral al reducir el
número de sinapsis neuronales en ciertas partes del cerebro, deteriorar el proceso de
mielinización y destruir neuronas (Shore, op. cit. ). De hecho, los niños que tienen altos niveles
de cortisol en forma crónica, pueden mostrar algún retraso en su desarrollo, en comparación con sus
pares que tienen niveles de cortisol normal.
Es de especial importancia señalar que lo descripto no ocurre en niños que reciben cuidado
sensitivo, afectuoso y enriquecedor en su primer año de vida, éstos son menos propensos a responder
a la tensión produciendo cortisol en comparación con aquellos niños que no tuvieron ese tipo de
cuidados. De modo que, cuando un niño es abandonado o descuidado muy temprano en su vida,
funciones cerebrales mediatizadas como la empatía, el apego, la regulación de los afectos, la
capacidad de aprendizaje o de resolución de problemas, resultan a menudo dañadas.
RESULTADOS
Origen de la Capacidad Creadora
Una vez comprendidos los elementos traumáticos y su influencia en la determinación o no de
una enfermedad mental, debemos comprender como se construye la identidad de un individuo, y
para ello nos basaremos en las teorías de Erikson, un psicoanalista culturalista, discípulo de Anna
Freud, quien se dedicó al estudió de ciencias tales como la Ethología (estudio de las conductas de las
especies) y la antropología. Como este autor, debemos tener en cuenta las series complementarias
(herencia, biología: genotipo y fenotipo; cultura: juegos, idioma, costumbres de crianza, religión,
industria, alimentación, arte, ciencias, deseo, estructura social y familiar; ambiente; interrelaciones
personales; experiencias individuales: satisfacciones, enfermedades y traumas
que pueden convertirse en influencias negativas de miedo o depresión, o en influencias positivas que pueden
contribuir a la procreación o generatividad y la creatividad a través de mecanismos de defensa
como el de sublimación).
Teniendo en cuenta estas variables, Erikson elaboró una teoría sobre el desarrollo del sujeto que
se basa en las ocho edades del hombre que él llamó: Confianza básica versus desconfianza; Autonomía
vs. vergüenza y duda; Iniciativa vs. culpa; Industria vs. inferioridad; identificación vs. confusión de
rol; Intimidad vs. aislamiento; Generatividad vs. estancamiento; Integridad del YO vs. Desesperación.
La etapa de Confianza básica vs. Desconfianza, que transcurre en el primer a&ntild
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