«Me pasaría el día durmiendo, como un koala, subido a un árbol, sin preocuparme más que de comer hojas de eucalipto y viendo la vida pasar». . . Este sentir, tomado de un anónimo en las redes sociales, puede ser un reflejo fiel del estado de ánimo de muchas de las personas que sufren fatiga emocional tras dos meses de confinamiento. Los primeros estudios sobre las consecuencias psicológicas de la situación creada por la amenaza del coronavirus indican que un alto porcentaje de los encuestados sufren ansiedad y algunos también han empezado a experimentar síntomas depresivos, según confirma Juan Nieto, experto en psicología positiva y director del centro del IEPP de Madrid.
La incertidumbre en torno a las fases de la desescalada y el hecho de no tener una fecha fija para la vuelta a la «normalidad» (o la «nueva normalidad», como ya ha sido bautizada) mantiene los propósitos vitales en pausa. .
Para algunas personas el confinamiento está resultando tremendamente estresante pues hace que tengan que construir su vida sobre «arenas movedizas». De alguna manera, sienten que su vida no está bajo su control porque sufren un bloqueo en varias áreas vitales y ven día a día cómo disminuye su bienestar psicológico. «Esto conlleva una sensación de vida sin rumbo y hace que la incertidumbre pase a formar parte de su nueva realidad», comenta Nieto
Si además este estado aparece asociado a entornos exigentes o caóticos donde la persona vea agotados sus recursos mentales o donde perciba que no tiene capacidad para cambiar las circunstancias puede producirse la llamada «fatiga emocional». Un ejemplo gráfico que da el experto del IEPP para entender este efecto es el que se produce al estirar una goma elástica durante mucho tiempo: al final acaba perdiendo su forma original.
¿A quién afecta más?
La fatiga emocional, según detalla el psicólogo, se produce cuando alguien encuentra sobrepasada su capacidad para tolerar una situación de estrés prolongado. Algunas de las personas que más sufren este efecto son las que han realizado un sobreesfuerzo físico y/o emocional en un panorama dominado por la incertidumbre, como es el caso de los profesionales sanitarios, los policías, los empleados de supermercado. . . etc.
Pero también sufren fatiga emocional aquellos que han visto interrumpidas o limitadas sus vidas. Así, otros afectados pueden ser, según detalla la psicóloga Toñi de la Puente, los familiares de algún fallecido en la pandemia (que sufren la pérdida además de la imposibilidad de hacer un duelo tradicional), las personas que han sufrido la enfermedad y siguen en aislamiento y la población con exceso de estrés cotidiano constante debido a situaciones derivadas de esta crisis, como las familias que teletrabajan y que simultáneamente tienen que atender al cuidado de menores o ancianos en confinamiento.
Además la psicóloga Toñi de la Puente va un paso más allá al referirse a este estado y prefiere definirlo con la expresión «sobrecarga emocional», cuya causa directa es, según define, un exceso de desnivel entre lo que la persona da y lo que recibe. «Quienes la sufren dan todo de sí mismos en cualquier ámbito de su vida tanto laboral, como familiar, de pareja o en cualquier dimensión personal. También puede ocurrir en entornos con conflictividad o de gran exigencia», afirma De la Puente. En este último caso la experta considera que es importante que esas personas reciban un reconocimiento social de su esfuerzo para compensar este exceso emocional al que están sometidos.
Síntomas de la sobrecarga o fatiga emocional
Algunas de las señales de ese desgaste emocional son, según describe Juan Nieto, psicólogo del IEPP, un bajo estado de ánimo, falta de energía, cansancio, falta o descenso de la motivación o incluso dificultades de concentración
Otros síntomas pueden ser la irritabilidad y la baja capacidad de autocontrol, según explica la psicóloga Toñi de la Puente, quien indica que pueden reaccionar de forma desproporcionada ante pequeñas incidencias.
La ansiedad, el miedo y la angustia debida al estrés por los acontecimientos que se suceden de forma simultánea puede ser otro de los efectos de la sobrecarga emocional.
También pueden darse casos de insomnio (debido a la tensión emocional), de distanciamiento afectivo (que lleva a la persona a que no sienta nada y se aleje de sus vivencias) y de falta de ilusiones, que le lleva a actuar de forma automática y conforme a las exigencias o responsabilidades, según explica la psicóloga.
Por último cabe destacar que la prolongación de esa sobrecarga o fatiga emocional puede arrastrar a algunas personas a un estado de ánimo depresivo. La explicación está en que cuando aparece la fatiga emocional la mente activa la evitación como mecanismo de defensa para protegerse de nuevas fuentes de estrés y de situaciones que anticipan emociones negativas. Pero en ocasiones la evitación, tal como precisa el psicólogo Juan Nieto, se hace extensiva a actividades agradables o placenteras, provocando así una disminución de emociones positivas y un bucle de malestar-evitación que puede arrastrarnos precisamente a ese estado de ánimo depresivo.