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Representan uno de los trastornos psiquiátricos más frecuentes. En ellos, como su nombre indica, la ansiedad es el síntoma más prominente.
El DSM-IV distingue los siguientes trastornos de ansiedad:
trastorno de angustia con o sin agorafobia;
agorafobia sin trastorno de angustia;
fobia social y especifica;
trastorno obsesivo-compulsivo;
trastorno por estrés postraumático;
trastorno por estrés agudo;
trastorno por ansiedad generalizada;
trastorno de ansiedad debido a una enfermedad médica;
trastorno de ansiedad inducido por sustancias;
trastorno mixto ansioso-depresivo y
trastornos de ansiedad no especificado.
En la CIE-10 los trastornos neuróticos comprenden:
los trastornos de ansiedad fóbicos (agorafobia, fobias sociales, fobias especificas, otros trastornos de ansiedad fóbica y trastornos de ansiedad sin especificación);
trastorno obsesivo-compulsivo (con predominio de pensamientos, con predominio de actos, con predominio de obsesiones y actos, otros trastornos obsesivos y trastornos obsesivos sin especificar).
Las reacciones a estrés graves y
los trastornos de adaptación se agrupan en otra categoría, lo mismo que los trastornos somatomorfos y otros trastornos neuróticos.
Incluyen las benzodiacepinas, sustancias afines a las benzodiacepinas (zolpiden y zoplicona), los carbamatos, los barbitúricos, los hipnóticos afines a los barbitúricos (glutetimida, metacualona).
Son sustancias depresoras del Sistema Nervioso Central (SNC).
Para el DSM-IV-TR pueden producir estos trastornos: intoxicación; abstinencia; delirium; demencia; trastorno amnésico; trastorno psicótico; trastorno del estado de ánimo; trastorno de ansiedad; trastorno sexual; trastorno del sueño y trastorno no especificado.
De acuerdo con el DSM-IV-TR los trastornos del control de impulsos comprenden:
el trastorno explosivo intermitente,
la cleptomanía,
la tricolomanía,
el juego patológico,
la piromanía y
otros trastornos.
Los trastornos del control de impulsos se caracterizan por la dificultad en resistir el impulso a realizar un acto perjudicial para sí mismo o para los demás.Los trastornos del control de impulsos son un grupo de condiciones psiquiátricas en las que una persona tiene dificultades para resistir la urgencia de realizar actos que podrían ser dañinos para ellos mismos o para otros.
Estos trastornos pueden afectar significativamente la vida social, laboral y personal de un individuo. Aquí algunos de los más comunes:
Trastorno explosivo intermitente: Caracterizado por episodios de agresión desproporcionada a la situación o provocación. Las personas con este trastorno pueden tener explosiones verbales o físicas hacia objetos, otras personas o ellos mismos.
Cleptomanía: La incapacidad de resistirse al impulso de robar objetos que usualmente no son necesarios para el uso personal o por su valor monetario. Este robo no es cometido para expresar ira o venganza y no se debe a un delirio o una alucinación.
Piromanía: Involucra una fascinación compulsiva por el fuego, así como la impulsividad en iniciar incendios repetidamente sin motivos obvios y sin considerar las consecuencias. Los individuos con piromanía sienten una tensión o activación emocional antes del acto.
Juego patológico o ludopatía: Se define por la necesidad recurrente de apostar, a menudo con apuestas más grandes o asumiendo mayores riesgos para sentir excitación, y con frecuentes intentos fallidos de controlar o detener el comportamiento de juego.
Trastorno de compras compulsivas: Se caracteriza por una compra desmedida e irresistible que resulta en angustia emocional o problemas financieros, sociales o laborales. A menudo se compra durante períodos de sentirse angustiado.
El tratamiento de los trastornos del control de impulsos puede incluir terapia cognitivo-conductual, que ayuda a las personas a aprender a identificar y cambiar los patrones de pensamiento que llevan a comportamientos impulsivos. También se pueden usar medicamentos, como antidepresivos o estabilizadores del estado de ánimo, para ayudar a controlar los impulsos. El apoyo de grupos y la intervención temprana son vitales para manejar estos trastornos efectivamente.
El DSM-IV-TR define a los trastornos disociativos como aquellos trastornos en los que se utiliza el mecanismo de defensa de la disociación. Dentro de ellos se encuentran: la amnesia disociativa; la fuga disociativa; el trastorno disociativo de la identidad o el trastorno de la personalidad múltiple, el trastorno de despersonalización y el trastorno disociativo no especificado.
Los trastornos disociativos son un grupo de condiciones psiquiátricas caracterizadas por una desconexión y falta de continuidad entre pensamientos, memorias, entorno, acciones y la propia identidad. Esta disociación se utiliza como mecanismo de defensa ante el estrés o trauma, permitiendo a la persona distanciarse de experiencias que son demasiado dolorosas para integrar con su conciencia normal. Los trastornos disociativos pueden afectar significativamente la vida cotidiana y el funcionamiento de quien los padece.
Tipos Principales de Trastornos Disociativos
Trastorno de Identidad Disociativo (TID), anteriormente conocido como trastorno de personalidad múltiple: Se caracteriza por la presencia de dos o más identidades o estados de personalidad distintos que controlan alternativamente el comportamiento de la persona, acompañados de la incapacidad para recordar información personal importante.
Amnesia Disociativa: Se caracteriza por la incapacidad para recordar información personal importante, generalmente de un tipo traumático o estresante, que no se explica por el olvido ordinario. Los episodios de amnesia pueden ser específicos para eventos particulares o generalizados, abarcando períodos de vida más extensos.
Trastorno de Despersonalización/Desrealización: Implica una experiencia persistente o recurrente de sentirse separado de uno mismo (despersonalización) o de sentir que el entorno es irreal o distante (desrealización), mientras se mantiene la conciencia de esta alteración.
Otros Trastornos Disociativos Especificados (TDE) y No Especificados (TDNE): Estas categorías se utilizan para los síntomas disociativos que no cumplen con los criterios completos para los trastornos disociativos específicos mencionados anteriormente pero que causan angustia significativa o deterioro en el funcionamiento social, laboral u otras áreas importantes.
Causas
Los trastornos disociativos a menudo se desarrollan como una reacción a un trauma y sirven como un mecanismo de afrontamiento para ayudar a una persona a lidiar con el estrés o el dolor. Los factores de riesgo incluyen experiencias traumáticas, como abuso físico o sexual durante la infancia, guerras, secuestros, torturas, desastres naturales, y accidentes graves, entre otros.
Diagnóstico
El diagnóstico de los trastornos disociativos se basa en una evaluación clínica detallada, que incluye la historia clínica del paciente y una discusión de los síntomas actuales. Los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) se utilizan como guía.
Tratamiento
El tratamiento para los trastornos disociativos puede incluir terapia psicológica, medicación y apoyo educativo:
Terapia Psicológica: La terapia cognitivo-conductual (TCC), la terapia de procesamiento cognitivo y la terapia enfocada en el trauma son comúnmente utilizadas. La terapia psicodinámica también puede ser beneficiosa.
Medicación: No hay medicamentos específicos para tratar los trastornos disociativos en sí, pero pueden usarse para tratar síntomas coexistentes como la depresión y la ansiedad.
Educación y Apoyo: Ayudar a los pacientes y a sus familias a entender la naturaleza de los trastornos disociativos y las estrategias de afrontamiento puede ser muy útil.La recuperación de un trastorno disociativo es un proceso gradual y a menudo requiere el tratamiento de traumas subyacentes.
Con un tratamiento adecuado, muchas personas pueden mejorar significativamente su capacidad para funcionar y llevar una vida más plena.
Se trata de una entrevista semiestructurada destinada a establecer los diagnósticos más importantes del Eje I del DSM-IV (1994). Elaborada por M.B. First, R.L. Spitzer, M. Gibbon y J.B.W. Willians.
Elaborada por B.J. Carrol y J. R.T. Davidson. Evalúa los trastornos de ansiedad generalizada según el DSM-IV. Consta de 12 ítems. Autoaplicada.
Escala de Discapacidad de la organización Mundial de la Salud (Psychiatry Disability Assessment Schedule) (WHO/DAS)
Entrevista semiestructurada elaborada por A.W.Loranger, N. Sartorius, A. Andreoli y cols. (1994). Evalúa los trastornos de la personalidad según los criterios
de la DSM-IV y/o CIE-10. Es heteroaplicada.
trastornos del habla específicamente relacionados con dificultades en la articulación de sonidos, conocidos como trastornos fonológicos o de articulación. Cuando se menciona la sustitución de sonidos, como usar [T] en lugar de [K], se refiere a un patrón común en estos trastornos donde el hablante reemplaza sistemáticamente un sonido por otro que le resulta más fácil de pronunciar.
Estas dificultades de habla no se deben a discapacidad intelectual, deficiencia sensorial o motora, o privación ambiental, indicando que los problemas de articulación son más pronunciados de lo que uno esperaría dadas estas condiciones. Esto apunta hacia un trastorno del habla de origen funcional, es decir, aquel que no tiene una causa física, sensorial o intelectual identificable.
En el contexto de la evaluación y el diagnóstico de los trastornos del habla, es importante considerar la edad del niño y el desarrollo típico del habla y el lenguaje, ya que algunas "sustituciones de sonidos" pueden ser parte del desarrollo normal del habla en ciertas edades. Sin embargo, cuando estos patrones persisten más allá de las etapas típicas del desarrollo, pueden indicar un trastorno de articulación o fonológico.
La intervención temprana es clave para ayudar a los niños con trastornos del habla a mejorar su pronunciación y habilidades de comunicación. Esto generalmente implica terapia del habla y lenguaje con un patólogo del habla y lenguaje (logopeda), quien puede proporcionar estrategias y ejercicios específicos para ayudar al niño a aprender a producir los sonidos correctamente.
Inventario de valoración de los trastornos de la alimentación (anorexia y bulimia). Elaborado por D.M. Garner, M.P. Olmsted y J. Polivy. Consta de 64 ítems. Autoaplicada.
Nomenclatura oficial de la Asociación Americana de Psiquiatría. Aparece por primera vez en 1952 con su primera edición DSM-I, en el se aprecia el influjo de Adolf Meyer y su concepto de reacción; en 1968 aparece el DSM-II, en el que se aprecia la influencia del psicoanálisis; en 1980 el DSM-III, donde la Escuela de San Luis introduce sus criterios operacionales y se elimina el término neurosis; en 1987 el DSM-III-R; en 1994 el DSM-IV y en el año 2000 el DSM-IV-TR. Se trata de un sistema multiaxial que consta de 5 ejes: Eje I (trastornos clínicos); Eje II (trastornos de la personalidad); eje III (enfermedades médicas); eje IV (problemas personales y ambientales) y eje V (Escala de Evaluación Global). Este sistema de clasificación para el diagnostico psiquiátrico tiene como propósito principal establecer un lenguaje común entre todos los profesionales de la psiquiatría utilizando enfoques descriptivos e intentando que sea valido y fiable. Junto con la Clasificación Estadística Internacional de las Enfermedades y Problemas de salud relacionados (CIE-10) constituyen las dos clasificaciones más importantes.
Generalmente el opiáceo administrado es la heroína, ya sea por vía parenteral o, lo que hoy es más frecuente, fumada o calentada en un papel de aluminio e inhalada. Produce una frecuente dependencia. Los trastornos inducidos por
los opiáceos, según el DSM-IV-TR son: la intoxicación; la abstinencia; el delirium por intoxicación; los trastornos psicóticos; los trastornos del estado de ánimo; los trastornos sexuales; los trastornos del sueño y el trastorno no especificado.