La adolescencia es una edad especialmente complicada. Y una investigación concreta ahora un poco más el porqué. Según un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry, del grupo Nature, la edad en la que aparecen más trastornos mentales es a los 14 años, cuando el cerebro experimenta cambios madurativos importantes. Los expertos reclaman repensar el sistema de salud mental, estructurado en servicios infantiles y adultos según si la persona es mayor o menor de edad.
La investigación, liderada por el hospital Clínic de Barcelona, ha sido realizada con un metaanálisis de otros 192 estudios que incluyen 708. 561 pacientes para determinar la edad en que suelen declararse los diferentes trastornos mentales. Según el estudio, la edad media en que aparece la ansiedad social es a los 13 años, la anorexia a los 17 y la depresión a los 30. Los 17 trastornos analizados afloran antes de los 35 años de media. La edad media es aquella en que el 50% de los casos aparecen antes de esta edad y la otra mitad, después. Los investigadores han observado que la mayoría de los trastornos mentales van apareciendo de forma ininterrumpida durante los primeros 25 años de vida.
Joaquim Raduà, jefe del grupo de investigación del Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (Idibaps), reclama optimizar la prevención para evitar la aparición de los trastornos o un desarrollo grave. “Si fuéramos capaces de detectar a tiempo cualquier cambio que avise de un posible trastorno mental, quizás podríamos corregirlo y conseguir que el cerebro madure de una forma sana, previniendo la aparición del trastorno”, analiza.
Existen diferentes factores de riesgo para los trastornos mentales, según la psicóloga y psicoterapeuta clínica Neus García: “Principalmente es una cuestión genética y una ambiental”, explica. Raduà cita cuestiones sociales, como los “maltratos” o pertenecer a “etnias minoritarias”t, lo que puede generar “discriminación”. “Hay que reducir estas adversidades”, reclama. García asegura que los primeros años de vida son clave para reducir estos riesgos: “El primer año de vida es la base de su personalidad”, analiza, “la disciplina afectuosa es lo que más ayuda a crecer a alguien. A veces se cae en la sobreprotección y esto no les prepara y no se superan las frustraciones. O al revés, los límites son demasiado agresivos y hay una falta de afecto que daña la autoestima”. Silvia Picón, especialista en trauma emocional, señala un concepto concreto: “La seguridad emocional”. “Cubrir las necesidades emocionales es básico”, analiza.
Raduà incide en la importancia de ofrecer un programa de prevención “a la edad concreta” a la que comienza cada trastorno para que sea efectivo. “Ahora podemos incidir más en el momento de hacer tareas de prevención”, reivindica. Picón responde casi al instante: “El apoyo emocional es el mayor factor de prevención”. El director de la Fundació Eulàlia Torras de Beà, de apoyo psicológico a jóvenes, Lluís Diaz, reclama rebajar la edad en los trabajos de prevención. “Invertir en primera infancia es ahorrar sufrimientos a individuos y familias, construir una sociedad más tolerante y, por tanto, mejorar la calidad de vida de la gente”.
Cuando se detectan los trastornos mentales, la reparación debe buscarse cuanto antes, según García. “Es importante buscar un remedio con celeridad, pero depende de cada patología. Los casos de autismo son más complicados de tratar. Los desequilibrios alimentarios son costosos, pero tienen éxito, y las fobias, por ejemplo, tienen mejor solución”, concreta la psicóloga.
El tratamiento de estas patologías, sin embargo, tiene una piedra en el zapato. El sistema de salud mental está dividido mayoritariamente en dispositivos diferenciados entre menores y mayores de edad. “A partir de los 18 años, los jóvenes son derivados a otros centros, y muchos ya no siguen con el apoyo porque el cambio les incomoda”, alerta Raduà. En esta línea, Diaz reclama repensar el sistema. “Hace tiempo que creemos que el corte de 18 años es obsoleto”, lamenta. “No refleja la realidad de la clínica adolescente y de jóvenes adultos”. Diaz, sin embargo, se muestra optimista por el cambio de paradigma que vive el sector tras la pandemia. “Hay más visibilidad de la salud mental. La pandemia lo ha catalizado. Hay más consciencia del sufrimiento mental y de la necesidad de pedir ayuda”, celebra.