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Noticia | 24/09/2021

La resistencia a la insulina duplica el riesgo de padecer un trastorno depresivo mayor, según un estudio



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Científicos de la escuela de Medicina de la Universidad Stanford, en Estados Unidos, han relacionado la resistencia a la insulina con un mayor riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor, según una nueva investigación que publican en el 'American Journal of Psychiatry'.


"Si eres resistente a la insulina, tu riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor es el doble que el de alguien que no es resistente a la insulina, incluso si nunca has experimentado depresión antes", explica Natalie Rasgon, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento.


Algunos factores que contribuyen a esta enfermedad profundamente debilitante -traumas infantiles, pérdida de un ser querido o el estrés de la pandemia de COVID-19, por ejemplo- son cosas que no podemos prevenir. Pero la resistencia a la insulina se puede prevenir: Puede reducirse o eliminarse mediante la dieta, el ejercicio y, si es necesario, los fármacos.


Los estudios han confirmado que al menos uno de cada tres de nosotros padece resistencia a la insulina, a menudo sin saberlo. Esta afección no se debe a una deficiencia en la capacidad del páncreas para segregar insulina en el torrente sanguíneo, como ocurre en la diabetes de tipo 1, sino a la disminución de la capacidad de las células de todo el organismo para atender las órdenes de esta hormona.


La función de la insulina es indicar a las células que ha llegado el momento de procesar la glucosa que inunda nuestra sangre debido a la ingesta de alimentos, a su fabricación en el hígado o a ambas cosas.


Todas las células del cuerpo utilizan la glucosa como combustible, y cada una de ellas tiene receptores en su superficie que, al unirse a la insulina, indican a la célula que debe ingerir la preciada fuente de energía. Pero una proporción cada vez mayor de la población mundial es resistente a la insulina.


Por diversas razones -como la ingesta excesiva de calorías, la falta de ejercicio, el estrés y la falta de sueño-, sus receptores de insulina no se unen a la insulina correctamente. Con el tiempo, sus niveles de azúcar en sangre se vuelven crónicamente elevados. Una vez que esos niveles superan un determinado umbral, se diagnostica la diabetes de tipo 2, una enfermedad tratable pero incurable que puede provocar trastornos cardiovasculares y cerebrovasculares, neuropatía, enfermedades renales, amputaciones de extremidades y otras consecuencias perjudiciales para la salud.


Ya se han establecido asociaciones entre la resistencia a la insulina y varios trastornos mentales. Por ejemplo, se ha demostrado que alrededor del 40% de los pacientes que sufren trastornos del estado de ánimo son resistentes a la insulina, recuerda Rasgon.


Pero estas evaluaciones se han basado en estudios transversales, es decir, instantáneas de poblaciones en un único momento. La cuestión de si un acontecimiento fue la causa o el resultado del otro -o si ambos fueron resultado de algún otro factor causal- se resuelve mejor con estudios longitudinales, que suelen hacer un seguimiento de las personas durante años o incluso décadas y pueden determinar qué acontecimiento se produjo primero.


Como parte de una colaboración multiinstitucional en el marco de una red de investigación que Rasgon estableció en 2015, los científicos obtuvieron datos de un estudio longitudinal en curso que hace un seguimiento escrupuloso de más de 3000 participantes para conocer las causas y consecuencias de la depresión: el Estudio Holandés de depresión y ansiedad.


"El estudio holandés, con su meticuloso seguimiento de una gran población de sujetos durante nueve años y aún en ascenso, supuso una gran oportunidad para nosotros", señala la autora principal del estudio, la doctora Kathleen Watson, becaria postdoctoral del grupo de Rasgon.


El equipo de Stanford analizó los datos de 601 hombres y mujeres que sirvieron de sujetos de control para el estudio holandés. En el momento de su inscripción, nunca habían tenido problemas de depresión o ansiedad. Su edad media era de 41 años.


Midieron tres indicadores de resistencia a la insulina: los niveles de glucosa en sangre en ayunas, el perímetro de la cintura y la relación entre los niveles de triglicéridos circulantes y los de lipoproteínas de alta densidad (HDL), conocidas como colesterol "bueno".


Analizaron los datos para ver si los sujetos que presentaban resistencia a la insulina tenían un mayor riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en nueve años.


Según las tres medidas, la respuesta fue afirmativa: descubrieron que un aumento moderado de la resistencia a la insulina, medido por la relación entre triglicéridos y HDL, estaba relacionado con un aumento del 89% en la tasa de nuevos casos de trastorno depresivo mayor.


Asimismo, cada aumento de 5 centímetros de grasa abdominal se relacionaba con una tasa de depresión un 11% mayor, y un aumento de la glucosa plasmática en ayunas de 18 miligramos por decilitro de sangre se asociaba con una tasa de depresión un 37% mayor.


Los investigadores restringieron la siguiente fase de su análisis a los aproximadamente 400 sujetos que, además de no haber experimentado nunca una depresión mayor, tampoco mostraban signos de resistencia a la insulina al inicio del estudio.


En los dos primeros años del estudio, casi 100 de estos participantes se volvieron resistentes a la insulina. Compararon entonces la probabilidad de este grupo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en los siete años siguientes con la de los participantes que aún no se habían vuelto resistentes a la insulina en el punto de los dos años.


Aunque el número de participantes era demasiado pequeño para establecer una significación estadística en el caso del perímetro de la cintura y la relación triglicéridos-HDL, los resultados de la glucosa en ayunas no sólo eran estadísticamente significativos -lo que significa que es poco probable que hayan surgido por casualidad- sino clínicamente significativos, es decir, lo suficientemente importantes como para preocuparse:


Los que desarrollaron prediabetes en los dos primeros años del estudio tenían un riesgo 2, 66 veces mayor de sufrir una depresión grave en el punto de seguimiento de los nueve años, en comparación con los que tenían resultados normales de la prueba de glucosa en ayunas a los dos años.


El resultado final es que la resistencia a la insulina es un importante factor de riesgo de problemas graves, entre los que se incluyen no sólo la diabetes de tipo 2, sino también la depresión.


"Es hora de que los proveedores tengan en cuenta el estado metabólico de quienes sufren trastornos del estado de ánimo y viceversa, evaluando el estado de ánimo en pacientes con enfermedades metabólicas como la obesidad y la hipertensión --alerta Rasgon--. Para prevenir la depresión, los médicos deberían comprobar la sensibilidad a la insulina de sus pacientes. Estas pruebas están disponibles en laboratorios de todo el mundo y no son caras. Al final, podemos mitigar el desarrollo de enfermedades debilitantes de por vida", recuerda.

Fuente: Europa Press
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