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Se desarrolla después del cese o reducción del consumo prolongado de estas sustancias. Cursa con taquicardia, temblor, sudoración, crisis epilépticas y alucinaciones visuales, táctiles y auditivas.
Ácido nucléico que forma bandas en doble hélice formadas por cuatro nucleótidos básicos: dos púricas, la adenina (A) y la guanina (G) y dos pirimidinas, la citosina (C) y la timina (T). La adenina de una banda siempre va emparejada con la tiamina de la banda complementaria y la guanina siempre va emparejada con la citosina de la banda complementaria.Nuestra información genética se encuentra contenida en este ácido.
Los actos obsesivos son comportamientos repetitivos y ritualizados que una persona se siente impulsada a realizar, a menudo como una manera de aliviar la ansiedad o prevenir algún evento o situación temidos, aunque el acto en sí generalmente no tiene una conexión lógica con lo que pretende evitar o neutralizar. Estos actos son característicos de los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC), donde dominan la mente del individuo y pueden llegar a ser extremadamente perturbadores y consumidores de tiempo.
Características de los Actos Obsesivos:
Compulsiones: Los actos obsesivos son esencialmente compulsiones. Pueden incluir lavarse las manos repetidamente, ordenar objetos de una manera específica, verificar cerraduras o aparatos, o repetir ciertas palabras o frases.
Ansiedad y Miedo: Estos actos son generalmente motivados por el miedo o la ansiedad. La persona puede sentir que si no realiza el acto, algo malo ocurrirá, aunque este pensamiento sea irracional.
Resistencia: A menudo, la persona es consciente de que sus comportamientos son irracionales, pero se siente incapaz de resistirse a ellos sin experimentar una gran ansiedad.
Causas:
Biología: Investigaciones sugieren que hay componentes genéticos y biológicos en los trastornos obsesivo-compulsivos.
Ambiente: Factores ambientales, como experiencias de vida estresantes o traumáticas, también pueden desencadenar o exacerbar estos comportamientos.
Psicología: Aspectos psicológicos, incluyendo la tendencia a tener pensamientos intrusivos o una elevada propensión al miedo y la ansiedad, juegan un papel crucial.
Ejemplos Comunes de Actos Obsesivos:
Verificaciones repetitivas: Revisar muchas veces que la puerta está cerrada o que el horno está apagado.
Limpieza y lavado: Lavarse las manos muchas veces o limpiar obsesivamente el entorno para evitar la contaminación.
Orden y simetría: Necesidad de que todos los objetos estén alineados perfectamente.
Acumulación: Recoger y guardar objetos de manera compulsiva, con la creencia de que podrían ser necesarios en el futuro.
Tratamiento:
Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Especialmente la terapia de exposición con prevención de respuesta, donde los pacientes se enfrentan gradualmente a sus miedos sin llevar a cabo el acto compulsivo.
Medicación: Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son comúnmente prescritos para ayudar a controlar los síntomas.
Apoyo y Educación: Ayudar a los pacientes y a sus familias a entender la naturaleza del trastorno puede mejorar las estrategias de manejo y la calidad de vida.
Los actos obsesivos pueden ser debilitantes, pero con tratamiento adecuado, muchas personas logran manejar efectivamente sus síntomas y llevar vidas productivas y satisfactorias.
Es un trastorno formal del pensamiento esquizofrénico. En él el sentido de los conceptos y de las palabras se duplica o cambia de una manera caprichosa o como consecuencia de asociaciones casuales. Por ejemplo, a un paciente de Honorio Delgado, la palabra violento le sugiere un hombre impulsivo y a su vez ver lento, ya que la palabra se compone de vio y de lento.
Luis Barraquer Bordas define a las afasias como trastornos del lenguaje que pueden interesar tanto a la expresión como a la comprensión verbal, así como también a la representación gráfica y que son debidos a una lesión cerebral.(IGF)
A lo largo de la historia el término “afasia” se ha referido a la pérdida del lenguaje causada por una lesión orgánica del cerebro. Este término fue introducido por Trousseau en 1864 reemplazando al término “afemia” que originariamente acuñó Broca en 1961.
Actualmente, se define la afasia como la pérdida total o parcial de los procesos complejos que regulan la interpretación y formulación de los símbolos del lenguaje debido a lesiones cerebrales adquiridas que afectan a las redes neuronales distribuidas en regiones corticales y subcorticales del hemisferio izquierdo, usualmente el hemisferio dominante para el lenguaje.
Las definiciones modernas consideran a la afasia como un trastorno multimodal que afecta no solamente a la comprensión auditiva, la lectura, la expresión oral y la escritura; sino también otros procesos cognitivos que dependen del hemisferio cerebral izquierdo (Berthier, 2007).
Además, la afasia compromete otras áreas de la vida, incluyendo la capacidad para tener relaciones con otras personas, el trabajo y la participación en diversas actividades sociales (González Lázaro, 2012).
En individuos diestros, la afasia es en alrededor del 90% de los casos secundaria a lesiones del hemisferio izquierdo, y de forma excepcional en un 10% de los casos ocurre tras lesiones en el hemisferio derecho, lo que se conoce como afasia cruzada.
Las lesiones del HI que causan afasia afectan a la corteza perisilviana y estructuras subyacentes, como los ganglios basales, la cápsula interna, la sustancia blanca periventricular y otras estructuras irrigadas por la arteria cerebral media (Hilis, 2007).
Algunas de las principales etiologías de la afasia son enfermedades cardiovasculares, traumatismos craneoencefálicos, procedimientos quirúrgicos, epilepsia, tumores intracraneales, y parasitosis e infecciones entre otros (González Lázaro, 2012).
Existen numerosas clasificaciones de las afasias. En general, se han clasificado tomando en consideración tres dominios lingüísticos clásicos de forma dicotómica: fluencia, comprensión y repetición.
Se ha criticado la aplicación de estos criterios para clasificar las alteraciones complejas de procesamiento lingüístico, ya que no reflejan adecuadamente el grado y la naturaleza de la afectación.
Aún así, estos criterios siguen siendo útiles en la práctica clínica.
Se ha encontrado además cierta correlación de signos síntomas con una distribución neuroanatómica relativamente constante, lo que permite delimitar los síndromes afásicos.
De esta forma, se ha encontrado que las afasias “no fluentes” correlacionan con lesiones más anteriores (lóbulo frontal), mientras que las fluentes se asocian a lesiones más posteriores de los lóbulos temporal y parietal.