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Análisis sobre el pasado, presente y futuro y su uso en psicoterapia.

Fecha Publicación: 01/01/2004
Autor/autores: Mirta Fajardo

RESUMEN

La siguiente presentación tiene como objetivo analizar los fundamentos filosóficos que llevan a diferentes propuestas sobre el tiempo pasado, presente y futuro, en el marco de una psicoterapia. Cuando se plantea a un paciente que narre su historia de vida, cada terapeuta marca un rumbo diferente a la reflexión, interpretación e incluso al lugar que ocupa en esa psicoterapia el tiempo pasado, el tiempo presente y el tiempo futuro. Se discuten las implicanciones que contienen distintas concepciones filosóficas al adoptarlas o trasladarlas a la práctica psiquiátrica. Cada terapeuta tendrá una propuesta particular y privada, basada en sus certezas y elecciones personales. Este artículo analiza la influencia de la concepción del tiempo en la psicoterapia, así como la eventual tensión entre concepciones del terapeuta y del paciente. Todas las decisiones, los pensamientos, las creencias, las certezas, las elecciones que cada terapeuta adopta en su vida cotidiana, van armando el entramado de su vida.

Esto incluye su práctica profesional, y es por esta razón que proponemos que la discusión de distintos temas en psiquiatría, se realicen tomando en cuenta estas posibles decisiones que conforman el conjunto de las certezas privadas. Esta ponencia tiene como objetivo analizar los fundamentos que llevan a encarar de diferente manera los tiempos (pasado, presente y futuro) en el planteo psicoterapéutico. Se detiene en la presentación y reflexión de distintas concepciones filosóficas, a partir de las cuales, cada terapeuta marca un rumbo diferente a la psicoterapia. Se verá que hay una primera elección por parte del terapeuta; esta es, si considera que debe incluír en la psicoterapia, como reflexión y discusión, sus propios conceptos filosóficos; o hace lo posible por no tomarlos en cuenta, y sólo se basa y se enmarca en el sistema de pensamientos del paciente. O, lo que es lo mismo, si se considera válido contemplar la manera de entender la vida del terapeuta y del paciente, o únicamente la del paciente. También se verá que hay otras fundamentales decisiones que hay que tomar y que definen los distintos caminos que se establecen en una psicoterapia. Dentro de éstas, se propone la discusión sobre cómo se entiende el tiempo pasado, el tiempo presente y el tiempo futuro. Aquí intervienen elecciones del propio terapeuta, elecciones que el paciente realiza, o no hay elecciones conscientes, y por lo tanto hay un uso del tiempo en la psicoterapia que no sabemos si es consistente con las creencias y/o certezas de cada uno. Comenzar a discutir las implicancias de las distintas concepciones que adoptamos o trasladamos a la práctica psiquiátrica, es brindar autenticidad al desempeño de la profesión.


Palabras clave: Filosofía, Psicoterapia, Tiempo
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psiquiatría general .

Análisis sobre el pasado, presente y futuro y su uso en psicoterapia.

Mirta Fajardo.

Médico psiquiatra con práctica privada desde 1997 en Montevideo (Uruguay)

PALABRAS CLAVE: Filosofía, Tiempo, psicoterapia.

(KEYWORDS: Philosophy, Time, Psychotherapy. )

[25/2/2004]


Resumen

La siguiente presentación tiene como objetivo analizar los fundamentos filosóficos que llevan a diferentes propuestas sobre el tiempo pasado, presente y futuro, en el marco de una psicoterapia.

Cuando se plantea a un paciente que narre su historia de vida, cada terapeuta marca un rumbo diferente a la reflexión, interpretación e incluso al lugar que ocupa en esa psicoterapia el tiempo pasado, el tiempo presente y el tiempo futuro. Se discuten las implicanciones que contienen distintas concepciones filosóficas al adoptarlas o trasladarlas a la práctica psiquiátrica. Cada terapeuta tendrá una propuesta particular y privada, basada en sus certezas y elecciones personales.

Este artículo analiza la influencia de la concepción del tiempo en la psicoterapia, así como la eventual tensión entre concepciones del terapeuta y del paciente.

 



Todas las decisiones, los pensamientos, las creencias, las certezas, las elecciones que cada terapeuta adopta en su vida cotidiana, van armando el entramado de su vida. Esto incluye su práctica profesional, y es por esta razón que proponemos que la discusión de distintos temas en psiquiatría, se realicen tomando en cuenta estas posibles decisiones que conforman el conjunto de las certezas privadas.

Esta ponencia tiene como objetivo analizar los fundamentos que llevan a encarar de diferente manera los tiempos (pasado, presente y futuro) en el planteo psicoterapéutico. Se detiene en la presentación y reflexión de distintas concepciones filosóficas, a partir de las cuales, cada terapeuta marca un rumbo diferente a la psicoterapia.

Se verá que hay una primera elección por parte del terapeuta; esta es, si considera que debe incluír en la psicoterapia, como reflexión y discusión, sus propios conceptos filosóficos; o hace lo posible por no tomarlos en cuenta, y sólo se basa y se enmarca en el sistema de pensamientos del paciente. O, lo que es lo mismo, si se considera válido contemplar la manera de entender la vida del terapeuta y del paciente, o únicamente la del paciente.
También se verá que hay otras fundamentales decisiones que hay que tomar y que definen los distintos caminos que se establecen en una psicoterapia. Dentro de éstas, se propone la discusión sobre cómo se entiende el tiempo pasado, el tiempo presente y el tiempo futuro. Aquí intervienen elecciones del propio terapeuta, elecciones que el paciente realiza, o no hay elecciones conscientes, y por lo tanto hay un uso del tiempo en la psicoterapia que no sabemos si es consistente con las creencias y/o certezas de cada uno.

Comenzar a discutir las implicancias de las distintas concepciones que adoptamos o trasladamos a la práctica psiquiátrica, es brindar autenticidad al desempeño de la profesión.

 

 

En primer lugar, decisiones a tomar en las primeras entrevistas con un paciente

Cuando planteamos un contrato con un paciente para la realización de un tratamiento psicoterapéutico, establecemos un conjunto de normas, reglas, planteos, estilos, que avalan y comunican el marco dentro del cual se desarrollará el tratamiento en caso de ser aceptado. En general, aquí se establecen una serie de pautas, algunas operacionales, y otras conceptuales, que nos identifican y particularizan en nuestra labor. También brinda la posibilidad al contratante de elegir por empatía la realización del tratamiento propuesto, y lo pone en alerta de estas particularidades del terapeuta, que en definitiva influirán en la elaboración de la estrategia, de la particular y única forma de ser tratado.

Esto último es importante porque toda relación terapéutica necesariamente está influenciada por las elecciones, decisiones, por las formas de entender la condición humana, por las diferentes concepciones vitales que va adoptando cada paciente y cada terapeuta, y que forman el compromiso que cada uno realiza consigo mismo. En nuestra profesión, esta influencia es especial, porque inevitablemente el terapeuta la ejerce, pero al mismo tiempo, hace lo posible por evitarla, tanto como sea capaz. Hay un equilibrio difícil e importante de lograr; se trata de analizar, comprender, interpretar, sobre la base de lo que se entiende que el paciente es, sobre la base de su particular sistema de creencias y certezas. Este esfuerzo por lograr el equilibrio es realizado por el propio terapeuta, por lo que necesariamente está implicada su particular visión. Por esto es que aunque se aprende a minimizar todo lo posible la influencia que se ejerce sobre el otro, se sabe que esto no se logra por completo. Y es aquí donde se vuelve especialmente importante tratar de dejar explícito en la relación, dejar expuestas las particulares visiones cada vez que se sienta o se entienda que corresponde, para autentificar el vínculo. Para ello, cada terapeuta debe saber acerca de sus fundamentos, y no actuar “como si”. En la relación terapeuta – paciente, el primero es el que necesariamente tiene que ser consciente de su particular núcleo de certezas que lo sitúa en un particular lugar frente a la vida.

Por lo expuesto, se considera importante evaluar en las primeras entrevistas y tomar esta primera decisión: ¿se realiza la discusión explícita de conceptos filosóficos en el marco de la psicoterapia?; ¿o se trata de entender el marco de creencias y certezas del paciente en particular, para que la psicoterapia transcurra únicamente dentro de dicho marco?.

 

 

En segundo lugar, el marco filosófico que define el trabajo clínico

¿Qué pasa cuando se le plantea a un paciente que traiga su historia personal, su historia vivida? ¿Qué se le está prometiendo? Sus grandes dolores, sus equivocaciones, sus decisiones, sus heridas sin sanar. ¿Qué expectativas se le están planteando? ¿Se le puede decir que si trae de las profundidades sus recuerdos, se le reparará el daño que actualmente está sufriendo? ¿Se le puede decir que se le ayudará a sanar heridas viejas que hoy le siguen causando dolor?. Cada terapeuta tendrá su propuesta, basada en sus particulares elecciones personales.

Es interesante reflexionar en torno a una metáfora que Agnes Heller propone a propósito de elecciones de primer orden, estructurales, definitorias. Es la metáfora de la apuesta. Es una apuesta existencial, una apuesta a cara o cruz, o una apuesta a no apostar. (1)

En esta metáfora, apostar a cara es apostar a la creencia de un Destino, de un Dios, de una causa divina o espiritual que nos guía o que por la cual estamos predeterminados.

Apostar a cruz, es apostar a la creencia del Hombre como fin en sí mismo, y por lo tanto, al objetivo de la Libertad del hombre como fin o como meta que se quiere alcanzar. No hay destino, hay decisiones responsables. No hay determinación, hay libertad para elegir. Al no existir Dios, se reafirma la búsqueda de la libertad absoluta por parte del hombre.

Apostar contra la apuesta, es una alternativa; es experimentar la contingencia; es decidir que no hay apuesta para realizar. Es decidir que la vida de cada uno se va armando con el conjunto de decisiones que se van tomando. Que no hay objetivos divinos ni objetivos últimos para perseguir, sino que el objetivo último de cada vida es vivirla.

“La apuesta restablece la teleología, pero de una manera por completo diferente de la narrativa teleológica. La narrativa teleológica nos cuenta que el desarrollo del Mundo (la Historia) tiene un propósito y que este propósito puede ser conocido; pero no nos conforta a través del ofrecimiento de un propósito para la vida de cada individuo singular en sí mismo. Por el contrario, la inevitabilidad de jugarse a sí mismo proviene de la necesidad de encontrar un sentido y un propósito (felicidad) para nuestra propia vida y existencia individuales y singulares, tanto como de la comprensión de la finitud de nuestro conocimiento”.

“También es posible aceptar la contingencia cósmica como nuestra condición humana. Una vez que ha sido aceptada, se ha descartado la posibilidad de reintroducir alguna clase de teleología en la vida personal propia o en la aritmética del universo. No hay telos alguno, jamás lo hubo; no hay orden alguno, jamás lo habrá. No hay ninguna otra Razón más que nuestra mente falible. ” Plantea que la diferencia entre el ateo y el incrédulo es que el ateo no evita la apuesta. Parafrasea a Pascal: el ateo está “jugando a cruz” que Dios no existe. El incrédulo no apuesta en absoluto, ni a favor ni en contra de Dios o Telos alguno. Creyentes y ateos saben que todo depende de la apuesta. Incrédulos, escépticos, agnósticos no son considerados como miembros de esta fraternidad.

Heller relata que en opinión de Pascal no hay ninguna buena razón para apostarle a la contingencia, y que sí existen tales razones para las personas modernas que no se preocupan por la felicidad eterna, sino sólo por la libertad.

También plantea que existe una apuesta de segundo grado, una apuesta entre apostar y no apostar. “La apuesta de segundo orden no tiene lugar entre “cara” y “cruz”. Exige que hagamos todas nuestras apuestas a favor de no apostar y en contra de las dos apuestas de primer orden (“jugar a cara” o “jugar a cruz”). Se apuesta a no apostar. Se arriesga toda la existencia propia en contra de jugar este juego; también es posible obtener la felicidad si se apuesta en contra de la apuesta. ”

Tal vez sea ésta la gran elección que tomamos. Una elección que seguiremos tomando. Nos sitúa como individuos, nos sitúa como profesionales, y sitúa al otro en su propia y privada certeza. Al hacer consciente nuestra elección, al haber participado de la apuesta y asumido sus consecuencias, podemos alcanzar una comprensión mucho mayor de las decisiones tomadas por otros individuos, por los pacientes.

Para los que apuestan a no apostar, pueden armar su camino individual, pueden crearse y re-crearse, pueden soñar con su futuro, con lo que harán o con lo que lograrán, pero no pretenden conocer de antemano algo así como su destino, no pretenden guiarse por ese supuesto destino, porque no jugaron a cara, no hay destino, y sin destino, no se puede elaborar una verdadera estrategia. Tampoco se engañan sobre el “hacerse a sí mismos”, porque no se pueden hacer infinitas reflexiones completas, ni tampoco como humanos es posible hacer sólo reflexiones racionales que conduzcan necesariamente hacia ése que nos estamos haciendo.

Los que apuestan a no apostar, entienden la contingencia como un término existencial, referido a la condición humana como cualidad intrínseca.

No hay nada que prever; ésta es la conciencia de la contingencia. Es lo opuesto de la teleología: “los hombres y las mujeres se tornan en seres contingentes en el momento en que se los ha privado de su telos”. “De ahí en más, hombres y mujeres deben elegir por sí mismos y deben responder, esto es, deben asumir la responsabilidad. ”

En realidad, los que apuestan a no apostar, también saben que son hombres y mujeres que tienen que, mediante decisiones personales y privadas, marcando su camino, yendo y volviendo para volver a ir, cada vez con un rumbo marcado para esa vez, sin destino final, sino con metas deseadas, posibles, ya sea que se arriben o no, metas éstas que además tienen un sentido propio, no se hacen en el marco de algo “más allá”, se deciden por sí mismas, porque es la decisión, en este momento, en este lugar; después vendrán otras y otras, también con finalidad y disfrute propio, como pequeños fines en sí mismos, todo configurando una gran malla que es el camino que se construye, más que una línea progresiva hacia determinado final. Así los hombres y mujeres no se “hacen” a sí mismos pero sí se eligen a sí mismos.

 

 

Sobre estas bases, se puede reflexionar acerca de los distintos significados que para unos y para otros pueden tener el tiempo pasado, el tiempo presente, y el tiempo futuro

Si se juega a cara en la gran apuesta, probablemente ese pasado y el presente, se esté tomando como lo humanamente manejable dentro del marco que permite el destino final. Hay una guía espiritual en el horizonte. Nada sucede que ese espíritu, o energía, o Dios, no esté señalando o marcando. Hay que encontrar el camino para la salvación, que es el máximo equilibrio a que el Hombre puede aspirar, es la máxima armonía, es la paz eterna. En este caso, se revisará el pasado y se procederá en el presente, de acuerdo a ese gran objetivo, de acuerdo a un progreso cada vez mayor hacia la gran meta, el destino fijado para cada quien. Se revisa el pasado vivido, se cierran las heridas, se curan las secuelas de los golpes, se resuelven los conflictos generados y que quedaron sin resolver, hacia la Armonía, la Paz, el Equilibrio, que marca el destino de cada quien. Porque está marcado, porque se perdió en algún momento el camino cierto, porque con la actuación en este presente hay que volver a encontrarlo.

Los valores del pasado y el presente, las vivencias, los sentidos, tienen que ver con grandes finalidades, con la manufactura de otra gran obra que trasciende en importancia cualquier acto vivido e incluso por vivir.
Todo se convierte en encontrar el sentido a las cosas; o dicho de otra manera, puede tratarse de encontrar el sentido perdido, ya que por este motivo aún arrastran la conflictiva al momento presente.

Este terapeuta, puede proponer revisar, repasar, cada vivencia dolorosa del pasado, cada herida abierta, cada relación inconclusa, para darle el sentido perdido, y así sanar en el presente. El concepto es la reparación. El pasado ya fue, ya se vivió; parece que se vivió mal, porque hoy duele. Es en el presente que se repara. Así, el futuro se vivirá con una paz mayor. Se prepara al paciente para dejar de sufrir por el pasado, ahora re-valorado, reconstruido, rearmado, y así poder continuar el camino que tiene trazado, hasta la gran meta final, probablemente, la “salvación”. Pasado, presente y futuro, parecen así ser tres etapas que tienen su independencia. Parece una línea en el tiempo, incluso externa al sí mismo, ya que se puede identificar y restablecer, se puede reconocer y actuar. Parece un tiempo casi separado de la persona. La persona actúa sobre el tiempo. Y cada tiempo, no parecen estar integrados. Una cosa es el pasado hasta un punto en la línea en que comienza a ser presente, hasta otro punto en la línea que comienza a ser futuro. Una etapa diferente, cada una determinando a la siguiente. El terapeuta ayuda a restablecer la armonía en esta línea, perdida en algún momento, para asegurar la continuidad hasta la meta final.

Si se juega a cruz, probablemente el pasado tenga el atractivo de ser excavado para volver a hacerse; en el entendido que, sin Dios que nos marque el camino, sin Destino ya configurado, con la Libertad Absoluta, podremos proponer corregir aquello que no lo hizo feliz, volver a actuarlo, volver a comprenderlo con parámetros del presente.

Re-hacer, re-construír; se puede así apoderar del pasado, convertirlo en presente y reconducirlo, con el placer de vivenciar la libertad y el poder que cada uno tiene sobre sí mismo. Porque esto implica un enorme poder. La creencia de poseer un enorme poder. Se cree que hay, con otro sentido que el dado anteriormente, hay un destino final: lograr lo que al Hombre le corresponde por derecho propio, que es su libertad absoluta. Si el hombre tiene en sus manos la conquista de su libertad absoluta, es un ser realmente poderoso. Y lamentablemente, a lo largo del siglo pasado, se ha podido vislumbrar las consecuencias a las que se puede llegar cuando por una enorme causa, se ejerce el supuesto enorme poder.

Aquí también se está marcando una meta más allá de las propias vivencias, la meta de ganar la libertad.
Este terapeuta conducirá la terapia de manera de revisar y rehacer el pasado, para que en el presente, gane en el logro de la gran meta, la armonía de la libertad.
El pasado es una etapa independiente del presente y del futuro. El pasado es excavado para entenderlo mejor, para entenderse mejor, para descubrirlo, desnudarlo, con nuestro inmenso poder, a veces necesitado de una mano profesional, el terapeuta, poseedor también de otro inmenso poder, que ayudará a realizar la gran tarea exploradora y excavadora. Así, en esta otra etapa, el presente, corregir todo lo corregible, para que en una siguiente etapa, que parece ser también independiente, acercarse a la liberación. El futuro anhelado, el futuro posible, el futuro del Hombre, la conquista de la libertad absoluta.

Si se está apostando contra la apuesta, entonces la historia vivida, no es más ni es menos que la historia que se ha vivido. El pasado puede ser recordado y rememorado. Tendrá el valor del recuerdo y de la rememoración.
Tiene un valor en sí mismo, válido en cuanto a historia vivida. No pretende re-parar, no hay un hacia otro dónde ir, no es parte de una línea que lleva a otra parte, tiene el sentido que tuvo. Esto tiene una enorme importancia, porque para colmo, el sentido que tuvo, hoy no se lo puede apoderar tal cual se vivió, porque ya se vivió y esa experiencia es irrepetible. Aquí no hay ni poderes sobrenaturales ni grandes poderes. El Hombre es quien es. Cada uno ha vivido una historia, cada uno está viviendo esa historia que incluye su aún no vivida historia. No hay independencia de los tiempos.
La experiencia de lo vivido pasó a integrarse en el que hoy es.

Seguramente este terapeuta, que apostó contra la apuesta, proponga a sus pacientes tratar sus actuales conflictivas, vivencias, deseos, ilusiones, frustraciones, desesperanzas; tratar el presente, porque éste es en tanto también pasado vivido.
El recuerdo y la rememoración del pasado, tiene la vivencia de formar parte de la actualidad, y así será tratado. Como el futuro, el único posible, el que uno asume como consecuencias de las elecciones y decisiones actuales. Así el presente también incluye el futuro posible para esta elección.
La gran meta no existe; los objetivos son vivir la vida. La vida construída en base a decisiones permanentes, aceptando cada consecuencia de cada decisión, con la certeza de que en cada decisión está uno mismo, quien es, que tiene que ver con quien viene siendo, que tiene que ver con quien seguirá siendo.

Dice Heller: “La historia vivida es la unidad de la temporalidad y de la eternidad. Los hombres y las mujeres modernos persiguen la novedad como si, al atrapar la novedad, también pudieran capturar el futuro. La historia vivida no es una empresa para atrapar novedades. La historia vivida no necesita capturar el futuro pues contiene el futuro. Este es el único futuro viviente que hay. Es el futuro que puede ser rememorado y sobre el que también es posible actuar. ”

Se puede realizar esta misma reflexión sobre los tiempos, con un ejemplo ilustrativo de cómo hay posturas vitales que son trasladadas a todos los ámbitos de la vida: al menos en algunos países de América del Sur, hay un planteo que intenta ser el discurso dominante, y es el discurso de “sólo vivamos el presente”, entendido este presente como la actualidad. Son países que han sufrido dictaduras militares, persecución política e ideológica, encarcelamientos, torturas, desaparición de personas, y seguiría la lista de atrocidades. Ante discursos de parte de estas poblaciones, que levantan la bandera de la “verdad y justicia”, hay una respuesta posible, y es “dejemos de lado el pasado, miremos el futuro”; “no nos quedemos con las heridas de un pasado ya resuelto, no volvamos los ojos hacia atrás, seamos capaces de mirar hacia delante”.

Es un buen ejemplo para analizar cómo influye en todos los órdenes de la vida, cómo determina, cómo marca un rumbo, las posiciones filosóficas que cada uno adopta para su vida, y que necesariamente, son trasladadas a la práctica de su profesión.

Este discurso, el del presente-actualidad, la separación e intento de independencia entre los tiempos pasado, presente y futuro, es un discurso que en cualquier orden de la vida, incluso el político, al terapeuta que ha adoptado la postura existencial de apostar contra la apuesta, le resulta, en el marco de sus privadas convicciones, erróneo, o incluso patético.

 

 

Ocuparse del dolor del alma que tiene sentido hoy porque sólo importa la herida que se produjo hoy. La actualidad, el presente así entendido, no identifica en absoluto al terapeuta que apostó a no apostar.

Lo actual no puede basarse en el simple olvido del pasado, en el “ya fue”, “ya sucedió”, “no hay nada que pueda hacerse con lo que ya se hizo”, por lo tanto, “mejor olvidar”. Aquí el presente está tomado sin historia vivida, y además con un futuro predeterminado, ya que los olvidos impiden activamente el recuerdo reflexivo, impide asumir las consecuencias de las propias elecciones, impide en definitiva una auténtica decisión tomada con el sentido de ser tomada.

Cualquier decisión vale, en forma pragmática, porque si no resulta, pasará a formar parte del pasado olvidado, y seguiremos mirando “hacia delante”. Las decisiones así tomadas, tampoco implican el futuro viviente, sino únicamente el camino que hoy estoy eligiendo para cumplir con la meta, establecida por el Destino (apuesta a cara), o establecida por mí mismo como logro máximo de mi Libertad (apuesta a cruz).

Este discurso no puede ser aceptado por el terapeuta que apuesta a no apostar. Porque este terapeuta no puede imaginar un pasado que no esté implícito en el presente, por lo que la invitación al “no mirar atrás” pasa a ser la invitación a la negación del sí mismo, del presente, y de ese futuro que actuamos. Es un discurso que disgrega y desintegra.

Este último terapeuta, no acepta semejante proposición. Al contrario, invita al paciente, a “hacerse cargo”, a rastrearse en su vivencia actual, a mirar sus funcionamientos, sus posibilidades, porque es con esta integridad que va a poder tomar cada decisión, que va a poder elegir y actuar, seguir desarrollando el gran entramado que es su vida; podrá sobretodo volver a decidir cada vez, sabiendo que su alegría o tristeza se deriva de cada decisión en sí misma. Sabiendo que la finalidad es la propia decisión, por lo tanto, es absolutamente responsable de ella. Cada uno así “sabe” que cada decisión tomada implica hacerse cargo de las consecuencias que genere, o del lugar que ocupa con dicha decisión; implica ser responsable; implica integrarse como individuo; sentir y saber que cada uno es quien es y ocupa el lugar que ocupa por su pasado, por su presente, por el futuro que está armando. En este presente, está integrado su pasado y el futuro viviente.

Está incorporado el pasado del individuo como solo y como grupo en la reflexión de su conflictiva actual. Pasado como parte constitutiva de hoy, inseparable; incorpora el único futuro posible, la vida que se está decidiendo vivir.

De alguna manera, en el curso de una psicoterapia, los terapeutas auténticos deben tener clara su elección, y la elección consciente o no que ha realizado el paciente individual. Así puede tomar al menos dos caminos, como ya fue descrito: tratar de comprender cabalmente las elecciones propias del paciente, y centrarse en ellas cada vez que realice una intervención; o discutir, polemizar con el paciente, mostrar las distintas elecciones que se pueden realizar, siempre dejando explícito los diferentes conjuntos de certezas asegurándose un marco de respeto y autenticidad.

También, los terapeutas auténticos, deben tener clara su elección, porque de lo contrario implica hacerse el distraído respecto a su propio lugar en el mundo. Esta falta de conciencia , esta falta de capacidad para tomar decisiones vitales, lo deja vulnerable ante su profesión; no sabe si está influyendo sobre sus pacientes, no sabe cómo está influyendo, no entiende ni puede respetar las decisiones tomadas por ellos, no puede entender y separar los distintos grupos de creencias; actúa a ciegas, sin poder valorar el peso y el significado de cada una de sus intervenciones; es por esto que se considera importante la discusión de planteos filosóficos en los temas referentes al ejercicio de la práctica profesional.

 

(1)- todas las referencias a Agnes Heller están referidos a “Una filosofía de la historia en fragmentos”, Agnes Heller, 1999.


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