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La Depresión: Retos y conflictos en el siglo XXI

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Autor/autores: Ignacio Zarragoitia , Prof. Dra. Miriam de la Osa O’ Reilly, Prof. Dra. Sara Gilda Agudín Depestre, Prof. Dra. Milagros Marot Casañas
Fecha Publicación: 02/05/2018
Área temática: Depresión, Trastornos depresivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

PANELISTAS Claustro de profesores del Servicio de Psiquiatría del Hospital Docente Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras La Habana Cuba. 2018

RESUMEN

Los expositores plantearán los aspectos fundamentales del trastorno depresivo, desde los elementos históricos hasta su manejo terapéutico en el momento actual, proyectando unas pinceladas en poblaciones específicas y de grupos de edades. Con esto quedará abierto el debate para conocer las opiniones y criterios de los colegas en el marco de la comunidad científica internacional. El objetivo de esta Mesa Redonda tiene la finalidad de establecer relaciones en el análisis de los retos propuestos y la forma adecuada de su manejo para en definitiva promover un conocimiento científico elevado que determine la mejoría de nuestros pacientes en una labor preventiva, educativa y asistencial. Puede que muchos de los aspectos aquí planteados sean de conocimiento de nuestros colegas, pero existen otros que obliguen al debate y al análisis con los cuales podemos estar de acuerdo o no, pero de esta discusión científica saldrán ideas, criterios, sugerencias y hasta dudas que en definitiva redundaran en un salto cualitativo para entender, comprender y tratar a aquellos que sufren de este trastorno y que a nuestro modo de ver son de los pacientes menos comprendidos, no solo por los familiares y amigos sino también por otros de nuestros colegas. Si logramos alcanzar estos propósitos creo que nuestro trabajo no sería árido y sentiríamos una gran satisfacción de haber cooperado con un diminuto grano de arena en hacer que esta epidemia del siglo XXI se entienda mejor y tratarla adecuadamente en su justa medida.

Palabras clave: Depresión, psicofármacos, resistencia, adherencia


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LA DEPRESIÓN: RETOS Y CONFLICTOS EN EL SIGLO XXI
Ignacio Zarragoitia Alonso, Miriam de la Osa O' Reilly, Sara Gilda Agudín Depestre, Milagros
Marot Casañas e Ignacio Zarragoitia Alonso.
ignacio. alonso@infomed. sld. cu

INTRODUCCIÓN
Se considera que la depresión ha estado con la humanidad desde el principio de su formación
y a lo largo de su historia. Su símil en la antigüedad recibía el nombre de melancolía y sus
síntomas están en casi todos los registros literarios y médicos de la humanidad.
La Biblia cuenta el fin del rey Antioco Epifanes (Macabeos 1ª, 6), su tristeza y sus palabras
después de una derrota militar: "Huye el sueño de mis ojos y mi corazón desfallece de
ansiedad".
La palabra melancolía nació como término médico, fruto de la doctrina llamada "humorista",
que ocupó la mayor parte de nuestra historia de la Medicina, siendo "humorismo" la doctrina
médica antigua definida ya por Hipócrates, siglo V antes de nuestra era, que explicaba la salud
y la enfermedad por la acción equilibrada o desequilibrada de los humores en el cuerpo. La
crasis era el equilibrio entre los cuatro humores básicos (sangre, flema, bilis y atrabilis -humor
negro o melancolía); y se llamaba crisis a la expulsión de los humores mediante el sudor, los
vómitos, la expectoración, la orina y las deyecciones. En el proceso de la enfermedad los
médicos tenían estudiado cuál era el "momento crítico", es decir aquel en el que se debía
producir la expulsión de los malos humores.
Los antiguos griegos ya hacían mención a un estado de locura delirante con ánimo exaltado.
Soranus (I a. C. ), ya había constatado una posible relación entre el estado de locura delirante
y la melancolía, e incluso describió los episodios mixtos.
Areteo de Capadocia, siglo I de nuestra era (dne. ), escribe: "La melancolía es una alteración
apirética del ánimo que está siempre frío y adherido a un mismo pensamiento, inclinado a la
tristeza y a la pesadumbre", causada también por la bilis negra hizo la conexión entre
episodios depresivos y maníacos: "la melancolía es el principio y parte de la manía". . . "algunos
pacientes después de ser melancólicos tienen brotes de manía. . . de manera que la manía es
una posible variedad del estar melancólico". Para él la melancolía era la forma fundamental de
locura, de la que derivarían las otras variedades. Cuando se agravaba la enfermedad se
producía una afectación del cerebro, por vía simpática, dando lugar a la aparición de la manía.

Por su parte, Hipócrates explicaba la salud y la enfermedad por la acción equilibrada o
desequilibrada de los humores en el cuerpo: sangre, bilis amarilla, bilis negra, flema; el fuerte
desequilibrio de alguno de ellos era la génesis de la aparición de distintas enfermedades, el
leve predominio de un "humor" sobre los otros determinaba un temperamento, una manera de
ser. Para los griegos cuatro eran las esencias: tierra, aire, fuego, agua; cuatro los puntos
cardinales; cuatro las estaciones, cuatro eran las edades del hombre, infancia, juventud,
madurez, vejez; a qué escapar de esa armonía, cuatro eran los temperamentos: sanguíneo,
colérico, melancólico, flemático. El temperamento es una predisposición que se manifiesta ante
la impresión producida por una idea, un recuerdo, un acontecimiento exterior; es una manera
repetitiva de reaccionar. El melancólico, si bien sensible, es poco reactivo, pero de guardar por
mucho tiempo sus impresiones, pesimista, pasivo.
Un aforismo de Hipócrates sintetiza la postura griega y que hoy podemos traducir como: "Si el
miedo y la tristeza se prolongan, es melancolía". Lo negro, lo agrio, lo pesado, lo triste,
encerrado en un término, "melancolía". También Hipócrates parece tener razón al haber
relacionado los síntomas propios de los melancólicos con los dos principales: el temor y la
tristeza. Es como consecuencia de esta tristeza que los melancólicos odian todo lo que ven y
parecen continuamente apenados y llenos de miedo.
El modelo imperante del pensamiento médico griego, que influyó por más de dos mil años,
estaba aferrado a las variaciones hereditarias que afrontaban a las diferentes noxas.
Los romanos tenían en latín su propia manera de llamar a la bilis negra (atra bilis). Pero
prefirieron llamarla como les sonaba a ellos la fonética es decir melancholía.
La palabra depresión deriva del latín "de" y "premere" (apretar, oprimir) y "deprimere"
(empujar hacia abajo).
Otros pensadores como Galeno de Pérgamo (131-201) describen a la melancolía como una
alteración crónica que no se acompaña de fiebre y que presenta síntomas como temor, miedo
o desesperación, suspicacia, misantropía y cansancio de la vida, entre otros.
El árabe Isaq ibn Imran, siglo X, Bagdad describe: En la melancolía hay "un cierto sentimiento
de aflicción y aislamiento que se forma en el alma debido a algo que el paciente cree que es
real pero que es irreal. Además de todos estos síntomas psíquicos, hay otros somáticos como
la pérdida de peso y sueño. . . La melancolía puede tener causas puramente psíquicas, miedo,
aburrimiento o ira, de manera que la pérdida de un ser querido o de una biblioteca
insustituible pueden producir tristeza y aflicción tales que tengan como resultado a la
melancolía. "
Constantino, el africano, siglo XI, planteaba: "La melancolía perturba el espíritu más que otras
enfermedades del cuerpo. Una de sus clases llamada hipocondríaca, está ubicada en la boca
del estómago; la otra está en lo íntimo del cerebro. El cuerpo sigue al alma en sus acciones y
el alma sigue al cuerpo en sus accidentes".
Por su parte, Aldous Huxley, entre literario y descriptivo bordea el tema de esta manera:
"Los cenobitas de la Tebaida se hallaban sometidos a los asaltos de muchos demonios. La
mayor parte de esos espíritus malignos aparecía furtivamente a la llegada de la noche. Pero
había uno, un enemigo de mortal sutileza, que se paseaba sin temor a la luz del día. Los
santos del desierto lo llamaban daemon meridianus, pues su hora favorita de visita era bajo el
sol ardiente. Yacía a la espera de que aquellos monjes que se hastiaran de trabajar bajo el
calor opresivo, aprovechando un momento de flaqueza para forzar la entrada a sus corazones.
De repente a la pobre víctima el día le resultaba intolerablemente largo y la vida
desoladoramente vacía. Iba a la puerta de su celda, miraba el sol en lo alto y se preguntaba si
un nuevo Josué había detenido el astro a la mitad de su curso celeste. Regresaba entonces a la
sombra y se preguntaba por qué razón él estaba metido en una celda y si la existencia tenía
algún sentido. Volvía entonces a mirar el sol, hallándolo indiscutiblemente estacionario,
mientras que la hora de la merienda común se le antojaba más remota que nunca. Volvía
entonces a sus meditaciones para hundirse, entre el disgusto y la fatiga, en las negras
profundidades de la desesperación y el consternado descreimiento. Cuando tal cosa ocurría el
demonio sonreía y podía marcharse ya, a sabiendas de que había logrado una buena faena
mañanera.
Por otra parte, en nuestra América, según las narraciones de los conquistadores españoles
recopiladas por Elferink, la depresión era la enfermedad mental más frecuente entre los Incas,
quienes tenían un afianzado conocimiento de las plantas medicinales y de los minerales a usar
contra la enfermedad, así como los ritos mágicos y religiosos para combatirla: El español Poma
describe así a la esposa del tercer gobernante Inca: "La tercera Coya fue miserable, avarienta
y mujer desdichada, y no comía casi nada y bebía mucha chicha y de cosas insignificantes
lloraba, y de puro mísera no estaba bien con sus vasallos; era triste de corazón".
Santo Tomas (1225-1274) sostenía que la melancolía era producida por demonios e influencias
astrales e incluso que era a causa del pecado de pereza.
En la Edad media los líderes religiosos creían que la depresión era causada por posesión de los
espíritus malos. El reformador religioso alemán Martín Lutero escribió: "Toda la pesadez de la
mente y la melancolía vienen del diablo. " A lo largo de los años la depresión ha sido tratada
con diferentes remedios como azotes, sangrías, exorcismo y baños.
A lo largo de la Edad media este demonio fue conocido con el nombre de acedia. Aunque los
monjes seguían siendo sus víctimas predilectas, realizaba también buen número de conquistas
entre los laicos. La acedia o taedium cordis era considerada como uno de los ocho vicios
capitales que subyugan al hombre. Algunos desacertados psicólogos del mal suelen hablar de
la acedia como si fuera la llana pereza. Más la pereza es tan sólo una de las numerosas
manifestaciones del vicio sutil y complicado que es la acedia. Los que pecaban por acedia irían
a encontrar su morada eterna en el quinto círculo del Infierno. Allí se les sumerge en la misma
ciénaga negra con los coléricos, y sus lamentos y voces burbujean en la superficie".


San Isidoro de Sevilla indica cuatro derivadas de la tristeza: el rencor, la pusilanimidad, la
amargura, la desesperación; y seis de la acidia propiamente dicha: la ociosidad, la
somnolencia, la indiscreción de la mente, el desasosiego del cuerpo, la inestabilidad, la
verbosidad, la curiosidad.
Evagrio Póntico, describía al acedioso diciendo que era flojo para la oración y ciertamente
jamás pronunciará las palabras de la oración; como efectivamente el enfermo jamás llega a
cargar un peso excesivo así también el acedioso seguramente no se ocupará con diligencia de
los deberes hacia Dios: a uno le falta, efectivamente, la fuerza física, el otro extraña el vigor
del alma. La paciencia, el hacer todo con mucha constancia y el temor de Dios curan la acedia.
"Dispón para ti mismo una justa medida en cada actividad y no desistas antes de haberla
concluido, y reza prudentemente y con fuerza y el espíritu de la acedia huirá de ti".
De ahí podemos dar un salto hasta el siglo XIV, cuando Paracelso habla tanto de la depresión
endógena como de la exógena.
Robert Burton escribe su libro "La Anatomía de la Melancolía" en 1621, haciendo referencia a
los aspectos, hasta entonces conocidos, sobre el padecimiento donde era fácil identificar los
estados depresivos.
Thomas Willis (1621 ­ 1675) desdeña la teoría de los humores como etiología de la melancolía
y, siguiendo los conocimientos de su época, atribuye a las alteraciones químicas producidas en
el cerebro y el corazón las causas de esta enfermedad. Menciona cuatro tipos de melancolías,
de acuerdo a su origen: a) por desorden inicial del cerebro, b) derivada de los hipocondrios
(bazo), c) la que comprende todo el cuerpo, d) originada en el útero.
Bonetus en 1679 escribe sobre la "Manía de la melancolía" y en otra publicación de 1686 habla
acerca de la relación y significación etiopatogénica existente entre la melancolía y la manía.
Se usó en Inglaterra en el siglo XVII. Así Richard Blackmore, en 1725, habla de "estar
deprimido en profunda tristeza y melancolía".
Robert Whytt, 1764, relaciona `depresión mental' con `espíritu bajo, hipocondría y melancolía.
Chiarugi (1784) propuso y defendió la idea de que en el curso de una misma enfermedad se
pueden suceder diversos estados psíquicos. Estableció la hipótesis según la cual existirían tres
formas de locura: la melancolía, la manía y la demencia, que para este autor era una forma de
delirio con alteraciones cognoscitivas y volitivas.
En 1808 J. Haslam habla de aquellos que están bajo la influencia de pasiones depresivas. Para
ese entonces el término depresión gana terreno y se usa junto al de melancolía para designar
a la enfermedad, mientras melancolía siguió conservando su uso popular y literario.
Wilhem Griesinger introdujo el término estados de depresión mental como sinónimo de
melancolía.


A. Pitcairn al inicio del siglo XVIII explicaba que el desorden de la hidrodinámica de la sangre
afectaba el flujo de los espíritus animales de los nervios produciendo pensamientos
desordenados y delirios en la melancolía.
William Cullen (1710, 1790), asoció el concepto de carga y descarga en los cuerpos sometidos
a electricidad y lo aplicó al cerebro en el sentido de mayor o menor energía (excitación y
agotamiento) cerebral. Y se relacionó a la melancolía con un estado de menor energía
cerebral. Lo que hoy llamamos hipoergia o, más radicalmente, anergia.
A su vez y en relación con las causas de la depresión, Philippe Pinel a principios del siglo XIX,
señaló como causas posibles de la melancolía en primer lugar las psicológicas y en segundo las
físicas.
En el siglo XVI la melancolía ya es aceptada como una enfermedad mental, y Bartolomeus
Anglicus la define como la afección de la parte media de la cabeza con privación de la razón.
Es una afección que domina el alma y que proviene del miedo y de la tristeza que daña la
razón.
Robert Burton la define como "un delirio sin fiebre que se acompaña de miedo y tristeza sin
causas aparentes.
El siglo XIX supondría el período de máximo apogeo en el desarrollo de la psicosis única. Así,
un autor belga, Guislain (1797-1860), defendió la tesis según la cual era la melancolía el
fenómeno inicial. A ésta seguirían la manía, las ideas delirantes y, finalmente, la demencia.
Sus ideas ejercieron una notable influencia en la psiquiatría alemana, destacando tres autores:
Zeller (1840), que consideró que la melancolía era la forma fundamental de la mayor parte de
las enfermedades mentales, por lo que demás enfermedades como la manía, la paranoia y la
demencia supondrían agravaciones sucesivas de la primera.
Después le sucedió Griesinger (1861), un alemán en el que la idea de la psicosis única llegó a
alcanzar su máximo apogeo. Para este autor, sólo se podría hablar de «formas» de trastornos
psíquicos susceptibles de ser agrupados en perturbaciones afectivas y perturbaciones del
pensamiento. Las perturbaciones afectivas precederían, normalmente, a las perturbaciones del
pensamiento. La melancolía y la manía formarían parte del primer grupo. La paranoia y la
demencia, del segundo.
A mediados del siglo XIX y casi de forma simultánea a Griesinger, aparecieron los trabajos de
Hoffmann (1861) y Snell (1865). Dichos autores comenzaron con el ocaso del concepto de
psicosis única, ya que, para estos autores, la paranoia no siempre tendría un carácter
secundario a la melancolía, existiendo la posibilidad de la paranoia primaria. Esta idea obtuvo
su consagración definitiva en el Congreso de Berlín (1893) estableciéndose que la paranoia era
un trastorno en el que los afectos tendrían un papel muy poco relevante.
Kahlbaum, en 1863 acuña y empieza a utilizar el término distimia tan difundido actualmente
entre los profesionales de la Salud Mental.

Emil Kraepelin, uno de los más eminentes psiquiatras de su tiempo, habla de la melancolía.
Usa el término de locura depresiva en una de sus clasificaciones nosológicas, sin desprenderse
del término melancolía para signar la enfermedad, y deja depresión para nominar un estado
de ánimo, y consideraba que las melancolías eran formas de depresión mental, expresión que
le pertenece. Pero en 1899 usó como categoría diagnóstica la locura maniaco-depresiva.
Kraepelin, hizo una de las mayores aportaciones a la psiquiatría, al diferenciar la enfermedad
maníaco-depresiva de la "demencia praecox"; además, fue uno de los primeros en señalar que
el estrés psicológico puede precipitar los episodios iniciales de manía y que los episodios
posteriores ocurren de forma espontánea.
Conforme fue avanzando el tiempo los conceptos y términos utilizados para referirse a la
Melancolía o depresión eran más acertados y específicos.
Adolf Meyer propuso eliminar totalmente el término melancolía y reemplazarlo por el de
depresión. Así, en esta puja semántica se llegó a la redundancia de nominar depresión con
melancolía cuando los síntomas eran suficientemente graves como para nominarlos simplemente como depresión.
El término ciclotimia fue usado por Kahlbaum en 1863 para designar las variaciones de las
fases depresiva y maníaca, remedando los ciclos.
Así, finalmente, melancolía es aceptada como concepto de depresión que lleva a otros más que
especifican las diferentes ramas o clasificaciones de ésta; como se demuestra en la primera
cuarta parte del siglo XX en donde los conceptos se desglosaban en ansiedad, depresión,
histeria, hipocondría, obsesión, fobia y trastorno psicosomático entre otros.
Ya en 1911, Sigmund Freud publica su trabajo "Duelo y Melancolía" en el cual establece las
diferencias entre la enfermedad y el proceso de duelo que se da al sufrir la pérdida de un ser
querido y en el que es normal la presencia de depresión siempre y cuando ésta se resuelva en
6 a 12 meses y no incapacite a la persona a desarrollar sus actividades normales.
Bleuler (ya en 1924) se aparta de la línea de Kraepelin, al plantear que la relación entre la
enfermedad maníaco depresiva y la demencia praecox era parte de un continuo sin una línea
clara de delimitación.
Por último, Adolfo Meyer creía que la psicopatología surgía de interacciones "biopsicosociales".
A partir de esta conceptualización, que el DSM I (1952) va a ver reflejada, se produce la
inclusión del término "reacción maníaco depresiva". Leonhard, ya en 1957, observa que
algunos pacientes tienen tanto historia de depresión como historia de manía; mientras que
otros solo manifiestan historia de depresión. En sucesivas observaciones nota que los
pacientes con historia de manía (aquellos a los cuales llamó bipolares) tenían una alta
incidencia de manía en sus familias cuando los comparaba con aquellos que tenían solamente
historia de depresión (a los cuales llamó monopolares). La distinción bipolar - unipolar fue
formalmente incorporada en el sistema americano DSM-III en 1980. Luego, Dunner et al. en

1976, sugieren subdividir el trastorno bipolar: tipo I, pacientes con historia de manía lo
suficientemente severa como para requerir hospitalización (muchos de estos cuadros se
acompañan de síntomas psicóticos) y tipo II, que tienen una historia de hipomanía además de
tener una historia previa de depresión mayor que requirió hospitalización (Goodwin & Jamison,
1990 ; Akiskal, 1995a).
Después, la enfermedad ha recibido el nombre de neurosis Depresiva en una de sus
variedades, mientras que en la otra de psicosis Maníaco Depresiva. Fue a partir del DSM III, el
Manual de diagnóstico y estadística de la Asociación Psiquiátrica Americana, publicado en su
tercera edición en 1981 que se cambian los nombres por trastorno Distímico y Trastorno
Depresivo Mayor.
Esta enfermedad, igual que la tuberculosis, fue elevada a la categoría de sublime por el
romanticismo. Estuvo presente en nuestra cultura y en nuestra lengua desde siempre,
sufriendo diversas modificaciones (melangía, metralgía, melarchía. . . ) que no prosperaron.
Debido a su buena prensa, la melancolía ha sido objeto de obras literarias y pictóricas. Tirso de
Molina compuso la comedia El Melancólico, que tuvo un gran interés para el público porque
veía en el protagonista al enigmático y melancólico Felipe II.
Si bien las teorías etiopatogénicas sobre la depresión continúan girando en espiral a lo largo
de la historia, pasando de la magia a lo religioso, de la química a la mecánica, del animismo a
lo orgánico, del humor a la electricidad, de lo ambiental a lo genético, de lo espiritual a lo vital,
de los ¨espíritu animal¨ a los neurotransmisores, el cuadro clínico, lo descriptivo, permanece
estable.
Prof. Dra. Miriam de la Osa O' Reilly Título: Características clínicas de la depresión.
Desde hace varios años las investigaciones epidemiológicas vienen alertando sobre las
características que matizan este trastorno.
Se ha estimado la depresión de por vida en cifras que pueden oscilar, en estudio realizado en
diferentes países, entre 2, 9% a 15, 4% lo que puede sugerir variabilidad en los criterios
diagnóstico.
La depresión es tal vez la más irreconocida, no diagnosticada y no tratada de las
enfermedades médicas y los costos directos e indirectos son mayores que cualquier otra
enfermedad, excepto las cardiovasculares. Esta es la razón por lo que algunos investigadores
la han llamado la gran "epidemia silente". En estudios de atención primaria se plantea que es
infradiagnosticada en un 31%, aunque algunos llegan a plantear hasta un 50%.
Ocurre entre el 5%-8% de la población, pero en comorbilidad con otras enfermedades médicas
y psiquiátricas puede alcanzar entre el 25%-30%.
En la actualidad esta enfermedad ocupa el cuarto lugar entre las enfermedades discapacitante
y se estima que para el año 2020 ocupará el segundo. Es la primera causa de discapacidad
dentro de los trastornos mentales.

Algunos elementos culturales pueden influir sobre el desarrollo y aparición de la depresión
como es el caso de la cultura judía donde un estudio encontró predominio similar de depresión
entre los hombres como entre en las mujeres en una muestra de 339 personas (157 hombres
y 182 mujeres).
La depresión es la más común de las enfermedades mentales y es diagnosticada
aproximadamente en el 40% de los pacientes que acuden a la consulta de psiquiatría.
Es la principal causa de incapacidad (medida en años vividos con incapacidad (Years Lived with
Disability, YLD), y es el cuarto factor más importante que contribuye a la carga global de
enfermedad (medida en años de vida ajustados
Years, DALY), a la incapacidad (Disability Adjusted Life igual a la suma de los años de vida potencial perdidos debido a mortalidadprematura y los años de vida productiva perdidos por incapacidad. En Europa una de cada
cinco personas padecerá una depresión a lo largo de su vida.
En un estudio epidemiológico llevado a cabo en una muestra de 21425 personas de seis países
europeos se observó que la depresión Mayor era el trastorno psiquiátrico más común: el 13%
de los participantes en el estudio afirmaba haber sufrido al menos un episodio de Depresión
Mayor a lo largo de su vida y el 4% en el último año.
Alrededor del 10% de las mujeres y el 4% de los hombres en los Estados Unidos han tomado
un antidepresivo en algún momento.
La prevalencia punto de los síntomas depresivos en la población general oscila entre el 9 y el
20%, y el riesgo de sufrir un trastorno depresivo a lo largo de la vida está entre el 6 y el 10%
en el hombre y entre el 12 y 20% en la mujer.
La mayoría de las depresiones permanecen sin diagnosticar, y por ello, sin tratar. Dado que la
mayoría de los pacientes acuden con sus quejas, frecuentemente inespecíficas, al médico de
familia, éste se encuentra en una posición idónea para diagnosticar, y en muchos casos tratar
la depresión, pero por esta misma razón se puede producir un subregistro.
Incidencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6-8% de personas mayores de 15 años de la población general sufren
Depresión.
Tasa de prevalencia. . . . . . . . . . . 20-25% de la población general sufrirá en algún momento de su
vida un episodio depresivo.
La Organización Mundial de la Salud estima que la depresión a nivel mundial es la causa
principal de incapacidad para personas en la edad media y para mujeres de todas las edades
Alrededor del 10% de las mujeres y el 4% de los hombres en los EU han tomado un
antidepresivo en algún momento. Desde el 2000, los antidepresivos han sido las mejores
ventas en la prescripción de medicamentos de cualquier tipo. Todavía los estudios
epidemiológicos sugieren que hay un vasto número de individuos depresivos no tratados.
Consecuentemente los médicos de atención primaria han sido reclutados como la primera línea
de defensa y algunos de forma rutinaria investigan la presencia de depresión.

Alrededor del 10% de las mujeres y el 4% de los hombres han tomado un antidepresivo en
algún momento de su vda.
La prevalencia punto de los síntomas depresivos en la población general oscila entre el 9 y el
20%, y el riesgo de sufrir un trastorno depresivo a lo largo de la vida está entre el 6 y el 10%
en el hombre y entre el 12 y 20% en la mujer.
La mayoría de las depresiones permanecen sin diagnosticar, y por ello, sin tratar. Dado que la
mayoría de los pacientes acuden con sus quejas, frecuentemente inespecíficas, al médico de
familia, éste se encuentra en una posición idónea para diagnosticar, y en muchos casos tratar
la depresión, pero por esta misma razón se puede producir un subregistro.
Incidencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6-8% de personas mayores de 15 años de la población general sufren
Depresión.
Tasa de prevalencia. . . . . . . . . . . 20-25% de la población general sufrirá en algún momento de su
vida un episodio depresivo.
La Organización Mundial de la Salud estima que la depresión a nivel mundial es la causa
principal de incapacidad para personas en la edad media y para mujeres de todas las edades
Alrededor del 10% de las mujeres y el 4% de los hombres en los EU han tomado un
antidepresivo en algún momento. Desde el 2000, los antidepresivos han sido las mejores
ventas en la prescripción de medicamentos de cualquier tipo. Todavía los estudios
epidemiológicos sugieren que hay un vasto número de individuos depresivos no tratados.
Consecuentemente los médicos de atención primaria han sido reclutados como la primera línea
de defensa y algunos de forma rutinaria investigan la presencia de depresión.
Por todos estos elementos es que el consumo de antidepresivos se ha elevado desde 1990.
No obstante, se ha cuestionado si la clasificación del DSM y sus diferentes versiones tiene en
cuenta todos los elementos para llevar a cabo el diagnóstico de trastorno depresivo mayor.

CLASIFICACIONES DE LOS TRASTORNOS DEPRESIVOS
Las Depresiones se agrupan no sólo en un continuo de gravedad sino que además representa
el paradigma de la dimensionalidad de los trastornos mentales al conectar los trastornos
afectivos con la esquizofrénica siguiendo el criterio de gravedad:

 Síntomas depresivos.

 Síndrome depresivo.

 Depresión melancólica.

 Depresión psicótica.

 Trastorno esquizoafectivo subtipo afectivo.

 Trastorno esquizoafectivo subtipo esquizofrénico.

 Esquizofrenia con síntomas depresivos.


Las formas más graves responden mejor al tratamiento que las formas más leves (pero más
crónicas), lo que evidencia una incongruencia entre la gravedad de la sintomatología y la
evolución, lo cual es consistente con la práctica clínica.
En psiquiatría se utilizan de manera generalizada dos sistemas clasificatorios, la Clasificación
Internacional de la Enfermedades de la OMS (CIE), y la de la Asociación Norteamericana de
Psiquiatría (DSM), que van por su décima edición (CIE-10) y por el Texto Revisado de su
Cuarta Edición (DSM-IV-RT) respectivamente. Habría que agregar a las anteriores el aporte
cubano con el Tercer Glosario Cubano de psiquiatría.
Para el diagnóstico de depresión, primero, hay que establecer la presencia de un episodio
depresivo según la clasificación internacional estadística de enfermedades y problemas
relacionados con la salud, décima edición (CIE-10).
F32 Episodios depresivos
En los episodios depresivos típicos el enfermo que las padece sufre de:
un humor depresivo,
una pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas,
una disminución de su vitalidad que lleva a una reducción de su nivel de actividad y a un
cansancio exagerado, que aparece incluso tras un esfuerzo mínimo.
También son manifestaciones de los episodios depresivos:
a) La disminución de la atención y concentración.
b) La pérdida de la confianza en sí mismo y sentimientos de inferioridad.
c) Las ideas de culpa y de ser inútil (incluso en los episodios leves).
d) Una perspectiva sombría del futuro.
e) Los pensamientos y actos suicidas o de autoagresiones.
f) Los trastornos del sueño.
g) La pérdida del apetito.
La depresión del estado de ánimo varía escasamente de un día para otro y no suele responder
a cambios ambientales, aunque puede presentar variaciones circadianas características.
La presentación clínica puede ser distinta en cada episodio y en cada individuo. Las formas
atípicas son particularmente frecuentes en la adolescencia.
En algunos casos, la ansiedad, el malestar y la agitación psicomotríz pueden predominar sobre
la depresión.
La alteración del estado de ánimo puede estar enmascarada por otros síntomas, tales como
irritabilidad, consumo excesivo de alcohol, comportamiento histriónico, exacerbación de fobias
o síntomas obsesivos preexistentes o por preocupaciones hipocondríacas.
Para el diagnóstico de episodio depresivo de cualquiera de los tres niveles de gravedad
habitualmente se requiere una duración de al menos dos semanas, aunque períodos más
cortos pueden ser aceptados si los síntomas son excepcionalmente graves o de comienzo
brusco.
Alguno de los síntomas anteriores puede ser muy destacados y adquirir un significado clínico
especial.
Prof. Dra. Sara Gilda Agudín Depestre Título: Adherencia terapêutica
Hoy se insiste mucho en la necesidad de evitar la suspensión brusca del medicamento. La
reducción gradual de la dosis a lo largo de un plazo mínimo de tres meses permite neutralizar
dos riesgos importantes: el de la instauración precoz de una recaída o una recidiva y el de la
aparición de los síntomas producidos por la suspensión de los medicamentos.
Una vez que se ha determinado la estrategia de tratamiento para los pacientes deprimidos, se
hace necesario preciar una temática, que en gran medida ayuda a que dicho tratamiento sea
eficaz.
Se definirán primero los conceptos de órdenes clínicas y adherencia.
Frecuentemente, cumplimiento de las órdenes clínicas y adherencia terapéutica se utilizan
como sinónimos. Cumplimiento es la aceptación de ciertas conductas de salud recomendadas
por el clínico. Usualmente, el cumplimiento de las órdenes clínicas se refiere a la toma de los
medicamentos pero puede incluir otras conductas como cambios en la dieta o en el estilo de
vida.
Alrededor de un tercio de todos los pacientes con enfermedades crónicas no cumplen con las
órdenes clínicas, al punto que esta conducta interfiere con una respuesta clínica satisfactoria.
Factores como el autodesconocimiento (más típico de los desórdenes conductuales) no explica
completamente esta conducta pues puede observarse en enfermedades médicas crónicas. La
falta de aceptación del diagnóstico y/o el tratamiento que resulta en la toma irregular o nula
de los medicamentos se reconoce como síndrome conductual paraclínico y es actualmente
objeto de intensos estudios.
El cumplimiento suele entenderse como una aceptación pasiva de las órdenes clínicas.
En la adherencia terapéutica, el paciente entiende mejor la razón de las recomendaciones, las
acepta con mayor comprensión o entusiasmo y por lo tanto su participación es más activa. El
cumplimiento sugiere duración corta; la adherencia es más sostenida.
Un paciente con miedo a los medicamentos (temor a los efectos adversos, a su potencia o con
malas experiencias medicamentosas) puede aceptar el diagnóstico y la necesidad de
tratamiento pero aun así no toma los medicamentos, lo que resulta en un síndrome conductual
paraclínico.
O sea, un paciente puede no aceptar el diagnóstico pero sí el tratamiento por lo que suele
tener cumplimiento pero no adherencia.
Sobre el tema de la adherencia terapéutica se han escrito abundantes materiales que en cierta
medida reflejan la importancia del tema. Se parte del hecho que entre el 30% y el 83% de los
pacientes descontinúan el tratamiento antidepresivo prematuramente. Esto hace que el
pronóstico de la depresión Mayor está asociado, en última instancia, a la toma del
medicamento.
La adherencia terapéutica es un proceso complejo y cambiante que depende de múltiples
factores.
Uno de ellos es el deseo del paciente de tomar sus medicinas. A su vez, este deseo está muy
ligado a las creencias particulares del paciente sobre los medicamentos. La mayoría de
pacientes reportan que: a) la efectividad del medicamento; y b) la facilidad para conseguirlo;
son los aspectos cruciales para iniciar y continuar con el tratamiento.
Las percepciones sobre el beneficio terapéutico a lograrse y la solución de las barreras para
obtener el medicamento predicen claramente la adherencia terapéutica inicial. Por otra parte,
los pacientes atribuyen la descontinuación temprana del medicamento a la percepción de que
ya no necesitan un antidepresivo.
Es necesario diferenciar los mecanismos que gobiernan la adherencia terapéutica temprana de
los que rigen la adherencia en la fase de mantenimiento. En esta última fase, los pacientes
están menos deprimidos que en la fase aguda y por ello sus percepciones pueden ser menos
negativas. En cambio, el abandono temprano de los medicamentos está relacionado con sus
efectos secundarios y con la percepción de que el medicamento no es efectivo.
Estos factores posiblemente no influencian a los pacientes con uso antidepresivo continuo
cuyos efectos adversos han desaparecido o que tienen una respuesta terapéutica favorable.
Sin embargo la adherencia terapéutica a largo plazo disminuye gradualmente a medida que los
pacientes mejorados llegan a la conclusión de que ya no necesitan el medicamento o
presentan menos tolerancia por algunos efectos anteriormente aceptables como los efectos
sexuales secundarios. También pueden desarrollar temor por los efectos adversos a largo plazo
o por los efectos acumulativos o insidiosos como los cambios de conducta, la adicción o la
toxicidad crónica.

Existen conductas que pueden reflejar la no adherencia al tratamiento y que puede ir desde el
olvido ocasional de la toma de las medicinas hasta el abandono completo.
Cuando se indicaba como proceso cambiante se refiere a que varía entre diferentes pacientes e
incluso en el mismo paciente. Dicha variación puede explicarse por cambios en las
percepciones de necesidad de tomar el medicamento y el temor a tomar el antidepresivo. Las
creencias sobre los medicamentos (generales o sobre medicamentos específicos) tienen dos
aspectos: 1) el requerimiento personal de tomar el medicamento (necesidad); y 2) el potencial
del medicamento de causar problemas (temor).
Las creencias generales sobre los medicamentos no afectan la fase de mantenimiento; estas
creencias son más relevantes en la fase aguda. En cambio, las creencias sobre daño causado
por los antidepresivos o sobreutilización de los antidepresivos aparecen en la fase de
mantenimiento.

Hay cuatro actitudes de los pacientes hacia los antidepresivos:
1. Escepticismo
2. Indiferencia
3. Ambivalencia
4. Aceptación
Lo que no está claro es si estas creencias predicen el pronóstico de la adherencia terapéutica o
si pueden alterarse para mejorar el manejo clínico o si responden a la terapia cognitivaconductual. La adherencia terapéutica relacionada con estas creencias se distribuye así: Es
necesario como parte del plan terapéutico desarrollar en los pacientes una creencia basada en
la necesidad de adherencia terapéutica como una manera práctica de controlar los prejuicios
individuales contra los medicamentos. Existen creencias socio culturales que presenta el
paciente que pueden en gran medida hacer que la adherencia sea menor.
Pero es necesario destacar un aspecto particular cuando en pacientes por la ansiedad que
puede acompañar a la depresión pregunta si ese tratamiento lo mejorará. Aunque nos lleve
más tiempo la atención de este tipo de paciente es de obligatoriedad aclarar todas sus dudas,
desesperación y angustias
En el momento mismo que el paciente cuestiona la necesidad o el tipo de tratamiento, el
pronóstico cambia. El paciente que no reconoce la eficacia o no acepta el tipo de tratamiento
propuesto por el terapeuta debe manejarse con extremo cuidado desde el inicio. Este es un
problema de concordancia terapéutica, cuando todavía ni siquiera se considera la adherencia
terapéutica.
Los problemas clínica, relacionados con el diagnóstico y el sido poco estudiados y escasamente este complejo camino clínico reconocimiento, tratamiento se son búsqueda extremadamente caracterizados. pueden la encontrar

Y sin todos comunes embargo,  los errores de ayuda pero han dentro y de todos los aciertos en el manejo de los pacientes
Cronológicamente pudiéramos acercarnos al problema esquematizándolo. Quedando de la
siguiente manera:
1. Primeros síntomas.
2. Emersión clínica.
3. Autorreconocimiento (paciente).
4. Búsqueda de ayuda (asistencia).
5. conocimiento (terapeuta).
6. Diagnostico
7. Aceptación diagnostica
8. Tratamiento
9. Concordancia terapéutica
10. Seguimiento de las órdenes clínicas
11. Adherencia terapéutica

La concordancia terapéutica es el grado de aceptación que tiene el paciente del plan de
tratamiento propuesto por el terapeuta. En el seguimiento de las órdenes clínicas, el paciente
sigue el plan terapéutico por el simple hecho de que fue propuesto por el terapeuta. En la
adherencia terapéutica, el paciente entiende y está de acuerdo (en concordancia) con el plan
terapéutico y con el terapeuta.
Prof. Dra. Milagros Marot Casañas Título: Las depresiones resistentes
En la actualidad, empleando antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina, el abordaje psicofarmacológico de las Depresiones Resistentes se puede resumir en
cuatro conductas terapéuticas específicas:

1. OPTIMIZACION
2. POTENCIACION*
3. SUSTITUCION
4. COMBINACION*
(*): Potenciación y combinación se usan, a veces, de forma indistinta.
Optimización
Los métodos de optimización incluyen el aumento de la dosis del medicamento, la prolongación
de la duración del tratamiento y la adición de un medicamento, todos considerados
procedimientos válidos para mejorar la respuesta terapéutica. Los pacientes que reciben
tratamiento con un solo antidepresivo pueden desarrollar resistencia parcial o total en 10% a
30% de los casos. Cuando hay resistencia parcial, el manejo se puede optimizar prolongando
el tratamiento por un período mayor del promedio o ajustando las dosis de dos antidepresivos
diferentes. Sin embargo, todavía no existen criterios unánimes entre los psiquiatras respecto a
cuales son las dosis y la duración óptimas de tratamiento.
Todavía existe la discusión sobre el incremento específico de la dosis y sobre la prolongación
concreta del tratamiento. El uso de dosis altas está indicado con fármacos antidepresivos que
hayan demostrado tener una farmacocinética lineal dosis-respuesta. Los niveles sanguíneos de
antidepresivos no se correlacionan bien con la respuesta terapéutica. Por ejemplo, del 5 al
10% de los pacientes que toman antidepresivos a dosis adecuadas, muestran niveles
subterapéuticos. Es clásica la descripción de la "ventana terapéutica" de nortriptilina con
características farmacocinéticas tales que no producen respuesta alguna ni a dosis altas ni a
dosis muy bajas.
En relación a los ISRS, se ha encontrado igual respuesta a fluoxetina con dosis de 20 como de
60 mg diarios, al cabo de 8 semanas.
Trazodona y bupropión han demostrado mejorar la respuesta en depresión severa en dosis
altas, pero esta estrategia se ve limitada por los efectos secundarios de tales dosis.

Una revisión de la correlación dosis-respuesta, para todos los antidepresivos seguramente será
realizada en el futuro con el desarrollo de algoritmos dictados por las normas de la nueva
medicina basada en la evidencia.
Potenciación
El tratamiento de potenciación puede resultar eficaz en pacientes depresivos que tienen una
respuesta terapéutica parcial. Con este método se busca el sinergismo de dos medicamentos.
El primero tiene una acción antidepresiva conocida que es amplificada al añadir el segundo
fármaco.
Las ventajas de esta estrategia terapéutica incluyen:
1. conversión de la respuesta terapéutica parcial en respuesta terapéutica, sin tener que
iniciar un nuevo ensayo terapéutico.
2. A menudo, las dosis más bajas de uno o de ambos medicamentos resultan efectivas. Con
esta reducción se minimizan los efectos adversos.
3. El segundo medicamento puede tratar simultáneamente una condición comórbida (por
ejemplo, hipotiroidismo subclínico).

Las desventajas del método de potenciación - resultantes del hecho de usar dos medicamentos
en vez uno - pueden ser:
1. Aumento de los efectos adversos.
2. Menor cumplimiento de las órdenes clínicas.
3. Incremento del costo.
La potenciación se ha estudiado con los siguientes fármacos:
1. Carbonato de Litio
2. Triyodotironina (T3)
3. Hormona Liberadora de la Tirotropina (TRH)
4. Tetrayodotironina (T4)
5. Carbamazepina
6. Acido Valproico
7. Lamotrigina
8. Gabapentina
9. Topiramato
10. Psicoestimulantes
11. Pindolol
12. Neurolépticos Atípicos
13. Buspirona
La potenciación con carbonato de litio ha sido una de las más extensamente estudiadas.
Puede agregarse a pacientes que no han respondido a los antidepresivos tricíclicos, ISRS o
IMAO (inhibidores de las monoamino oxidasas). Debe usarse con precaución cuando se
combina con antidepresivos ISRS por el posible incremento de los efectos serotoninérgicos
adversos. La concentración plasmática debe mantenerse entre 0. 4-1. 0 mmol/l. El litio afecta la
función celular por acción inhibidora de la adenosina-trifosfatasa (ATPasa), la adenosina
monofosfatocíclico y ciertas enzimas intracelulares. Su efecto inhibidor sobre el metabolismo
del inositol fosfolípido afecta la señal de transducción, lo que puede explicar su acción en la
depresin bipolar. El litio también puede alterar la respuesta in vitro de un cultivo de células a la
TRH y puede estimular la síntesis de ADN. De manera similar, el litio inhibe la captación de
yodo por la tiroides y el acople de yodotirosina, inhibiendo así la secreción de hormona
tiroidea. La consecuencia a largo plazo de este efecto puede ser el hipotiroidismo.
Las hormonas tiroideas como triiodotironina también han sido muy estudiadas. En dosis de 2550 microgramos/día se pueden añadir a antidepresivos tricíclicos, a fenelzina o a fluoxetina. El
hipotiroidismo puede aumentar los síntomas depresivos. Los sujetos deprimidos con
hipotiroidismo subclínico o tiroiditis pueden ser tratados como tiroxina. La mayoría de
pacientes con depresión mayor, si bien son químicamente eutiroideos, presentan alteraciones
de la función tiroidea con respuestas aplanadas a la estimulación con TRH. Estos cambios son
generalmente reversibles con la mejoría clínica de la depresión. La práctica de adjuntar
triiodotironina al tratamiento de la depresión resistente no está bien establecida pero los datos
sugieren que puede ser beneficiosa en el 25% de los casos. Sin embargo, hay otros estudios
que niegan totalmente su utilidad. Se ha propuesto que la aparición de respuesta clínica
favorable puede explicarse por un hipotiroidismo cerebral en el contexto de un eutiroidismo
sistémico. En la depresión mayor, hay una desconexión funcional del hipotálamo con inhibición
de la retroalimentación glucocorticoide que resulta en la clásica elevación del cortisol con
alteración de la supresión por Dexametasona. La normalización post-terapéutica de la función
tiroidea podría resultar de la respuesta inhibidora de la hormona liberadora de la tirotropina.
Algunos estudios clínicos han demostrado que la administración intratecal de hormona
liberadora de tirotropina puede inducir remisiones depresivas en dos o tres días. Aunque este
procedimiento no se usa en la práctica clínica, las remisiones pueden iniciarse en forma rápida
en pocas horas. Tanto la hormona liberadora de tirotropina como los péptidos relacionados
tienen efectos reguladores sobre el sistema límbico. Además, estos compuestos son
regionalmente específicos. Datos preclínicos sugieren que los circuitos límbicos subcorticales
glutamatérgicos contienes TRH y péptidos relacionados que actuando como co- neurotransmisores inhibidores moderan la hiperactividad del glutamato.
Los efectos de tetrayodoti

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