Las fechas especiales, como es la Navidad, suelen ir de la mano de la nostalgia, del recuerdo de aquellos que ya no están. Sentarnos a la cena y ver que su asiento está vacío, ese lugar que ocupaba nuestro marido, nuestro padre, nuestro abuelo. En un año marcado por la pandemia y el dolor asociado de muchos, esta sensación se experimentará con tristeza en muchos hogares. A este proceso, se le denomina el síndrome de la silla vacía.
“Este síndrome se da cuando fallece uno de los miembros de la familia”, explica Xavier Savin, psicólogo. “Normalmente, en las casas nos sentamos siempre en el mismo sitio, lo cual no tiene mucho sentido, pero acaba pasando”, prosigue, “y entonces, fallece mi padre y todos seguimos sentándonos en el mismo lugar, y esa silla queda vacía. Hace referencia al momento en el que las emociones se intensifican, normalmente, porque se acerca alguna fecha señalada”, sostiene. Según mantiene el experto, esa silla que sigue vacía en esa cena de Nochebuena, esa Navidad o ese cumpleaños, coge un peso más importante: “Se refiere a la muerte, a una pérdida permanente”.
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“Después de explicar todo esto, he de decir que para mí el nombre está mal puesto, porque, por ejemplo, ese sitio en mi casa está siempre ocupado porque si no se sienta nadie y hacemos mención a mi padre, miramos hacia a la silla. Está siempre ocupado por alguien o por un recuerdo de esa persona con el que llenamos ese espacio, esto último se da cuando aceptamos de manera saludable su muerte”, sostiene Savin.
“Cuando se acercan las fechas y estamos enfrentando un proceso de duelo, se da mucho la culpabilidad, ese desbarajuste entre estar triste y pasarlo bien continuando nuestra vida como si ya no estuviera”, añade Alba Valle, también psicóloga. “Y esto es totalmente normal, y es por esto que cuando se habla del síndrome de la silla vacía parece que fuera algo patológico, como si alguien estuviera enfermo y no, simplemente es como una descripción de toda esa serie de vaivenes emocionales”.
“Y esa silla ya implica una culpabilidad, no solo porque está vacía, normalmente estamos sentados en una mesa, celebrando algo, y una parte de nosotros no quiere hacerlo sin esa persona”, explica la experta. Según mantiene, es por eso que cuando pasamos unas navidades sin esa persona, las primeras suelen ser las más difíciles, “tenemos esa sensación de nostalgia, pero es una parte imprescindible para poder afrontar el duelo, exponernos a esas experiencias internas que de hecho tenemos que pasar”.
En este 2020 se ha producido un mayor número de fallecimientos y, además, hay que sumarle que también estamos más solos. “Tanto las muertes por covid, como las que no, han generado unos duelos muy difíciles porque no hemos podido hacer el duelo correctamente. No hemos podido verles, no hemos podido ir al tanatorio, no hemos podido hacer los rituales para afrontar su muerte e integrar lo sucedido de una forma sana”.
Trabajar con los niños el síndrome de la silla vacía
Según retoma Savin, existen varias pautas que nos pueden ayudar a trabajar con los niños el síndrome de la silla vacía. Según explica, es imprescindible ser honesto con los más pequeños de la casa: “Normalmente no nos gusta dar malas noticias. Por ejemplo, anteayer atropellaron al gato de mi madre, y yo se lo tengo que decir a mi hija. Pues todavía no lo hecho, No nos gusta dar malas noticias. Y esto nos hace que usemos eufemismos, y decimos cosas del tipo “el abuelo se ha ido”. Pues no, el abuelo no se ha ido, el abuelo se ha muerto”. Savin explica que por norma las personas somos empáticas, por lo que decir algo que sabes que le va a hacer daño o provocar dolor, cuesta: “Por lo que no es que los niños no entiendan el duelo, sino que somos nosotros los que a veces no se lo explicamos bien”.
El experto señala que es fundamental que seamos conscientes de la emoción que queremos expresar cuando demos la noticia: “La emoción adecuada no tiene por qué ser la alegría, puede ser la melancolía. Por ejemplo, ahora con la covid puedo estar enfadado con el gobierno, con los hospitales, con la gestión, pues no. Debo asegurarme que lo que transmito es lo que quiero, no le puedo transmitir una emoción con el enfado que llega de un agente externo, debo trasladarle lo que me hace sentir ese fallecimiento, de esa persona querida. La pena. La tristeza”. El siguiente paso es dar información real al niño: “Por ejemplo, el martes pasado, el abuelo, no se encontraba bien y se puso muy malito, siempre hay que tener en cuenta el lenguaje, y ha fallecido”. “Si yo evito el relato de los acontecimientos”, prosigue, “si no soy asertivo, es más difícil que el niño o la niña acepte la muerte”.
Además, todas las tradiciones nos ayudan a gestionar el duelo. Según mantiene Savin, “es bueno que los peques participen, como ir un ratito al tanatorio para ver que la gente está triste y que ellos mismos puedan expresarlo y se den afecto. No hay que dejarles al margen. Las tradiciones que están ligadas a los ritos funerarios nos viene muy bien para saber que hay lugares en los que yo me puedo expresar libremente, no me siento juzgado y estoy acompañado. Y te hace poder despedirte”.
Por último, no debo esconder a mis hijos, o a nadie, cómo me siento. “Si me pongo triste en casa porque me acuerdo, pues lloro, y luego le explico a mi hija qué me ha pasado, por qué me he acordado del abuelo”. Todo esto no implica que porque yo esté triste no puedo hacer cosas que me divierten, “es algo que también deben entender”: “Yo estoy triste, pero van a seguir viniendo los Reyes o vamos a seguir cantando villancicos, por ejemplo”. El experto recomienda dos libros que nos pueden ayudar a trabajar con los niños el duelo de un ser querido: Vacío, habla sobre el duelo y Para siempre, es bueno para explicar esta expresión tan definitiva a los niños.
En relación con los niños, aunque suene muy espiritual, “para poder mantener esa energía de la persona que se ha ido entre nosotros, es también esencial hablar de ellos, mantenerles presentes. Tratar de conectar esa ausencia con algo positivo, con lo que esa persona aportaba. Y, simplemente, tener la precaución de no quedarnos ahí, en el amargor de la pérdida, sino conectar con el presente y lo que queremos hacer en 2021, en el futuro”, añade Alba Valle. “Obviamente, no se trata de convertirlo en monotema o, al otro extremo, pasar a ser un tema tabú. Hay que normalizar la pérdida. No están ahí, la silla está vacía, pero siguen formando parte de la familia. Y es bueno para el duelo. Nos conecta como miembros de una misma familia”, concluye Valle.