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El reto de la comunicación en las relaciones familiares.

Autor/autores: Begoña Gutiérrez Nieto
Fecha Publicación: 01/01/2002
Área temática: Psicología general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

La comunicación es uno de los elementos clave para el desarrollo de unas adecuadas relaciones. La familia, institución en crisis por los diferentes cambios sociales, es un espacio vital para el posterior desarrollo evolutivo en sus dimensiones cognitiva, afectiva y social. Se abordan aspectos para la mejora de la comunicación verbal y no verbal.

Palabras clave: relaciones familiares


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El reto de la comunicación en las relaciones familiares.

Jacobo Cano de Escoriaza ; Begoña Gutiérrez Nieto

Jacobo Cano de Escoriaza
Orientador psicopedagógico, Terapeuta familiar.
Investigador Universidad Complutense de Madrid.
E-mail: jacobo. cano@cmusp. ceu. es

Begoña Gutiérrez Nieto.
Profesora Asociada de la Universidad de Zaragoza.

[otros artículos] [19/2/2002]


La comunicación es uno de los elementos clave para el desarrollo de unas adecuadas relaciones. La familia, institución en crisis por los diferentes cambios sociales, es un espacio vital para el posterior desarrollo evolutivo en sus dimensiones cognitiva, afectiva y social. Se abordan aspectos para la mejora de la comunicación verbal y no verbal.

 


LA FAMILIA: ¿CRISIS, DESAPARICIÓN O EVOLUCIÓN?

Ha surgido desde hace unos años el debate acerca de la evolución, crisis o desaparición de la familia. No hay que ser negativo ni pesimista, pero conviene ser realista en lo que se refiere al análisis de la institución familiar en nuestros días. La sociedad de la información es influyente en lo que se refiere al intercambio de costumbres, ritos y formas de ser y de hacer en el contexto familiar. Este hecho hace que el aislamiento de los siglos pasados y la transmisión lenta pero segura de dichas costumbres, ahora haya variado de forma significativa. Los hijos están expuestos constantemente a las fuentes de información y a través de estas adquieren nuevas formas de comportamiento. Es preciso señalar que los peces, los anfibios, los reptiles, mamíferos, primates no humanos y los humanos presentan formas de agrupamiento familiar más o menos constantes (Mitchell y Shively, 1984). Sin embargo, la necesidad que éstos manifiestan hay que contrastarla y conjugarla con los cambios de tipo sociológico que se ven en nuestros días.

El apego es la capacidad de desarrollar diversas relaciones interpersonales cercanas con los miembros de la familia. Dependiendo de cómo se va configurando el apego, se irán desarrollando las diversas facetas psicoevolutivas del ser humano: cognitiva o intelectual; afectiva o emocional y social o relacional. Al igual que en el apego humano (Ainsworth et al. , 1978; Bowlby), el apego en los primates tiene una función clara y muy importante de supervivencia, porque aporta al sujeto más débil la proximidad y protección por parte de las figuras más fuertes. El vínculo afectivo que se establece en las relaciones es duradero y tiene que ver con una transmisión intergeneracional y se puede percibir cómo influyen las más antiguas generaciones en las más actuales y jóvenes. Éstas son fruto en gran medida de los vínculos que han establecidos las anteriores generaciones.

Hay que ser conscientes de que la familia ha tenido y sigue teniendo grandes transformaciones. Algunas de ellas describen algunos aspectos como la mortalidad infantil o las posibilidades de acceso al mundo del trabajo. A comienzos del siglo XX eran precisos hasta seis nacimientos por familia para garantizar la reproducción demográfica, mientras que en la actualidad nuestras tasas de mortalidad infantil están entre las más bajas del mundo. Por otro lado, dicha disminución del número de hijos ha ido haciendo posible la incorporación cada vez mayor de la mujer al mundo laboral y las dificultades de los jóvenes para acceder a dicho mundo ha ido retrasando al mismo tiempo la independencia económica de los hijos, y por consiguiente, de formar su propia familia. Son aspectos de índole socioeconómico que, indudablemente, influyen en las pautas y formas de comportamiento familiar.

 

 

Pero no sólo los cambios han venido desde el punto de vista demográfico por el menor número de hijos y el retraso de la emancipación de los hijos, sino que también las formas de organización familiar han variado de una manera clara y dinámica. Podemos citar, por ejemplo, la progresiva disminución del número de hogares multifamiliares, donde convivían más de dos generaciones; la aparición del divorcio como último recurso de solucionar conflictos conyugales, las familias reconstituidas, el incremento de las familias monoparentales y de las uniones de hecho y no matrimoniales propiamente dicho.

Reher (1996) señala que a pesar de que la familia ha tenido numerosos cambios importantes, también es cierto que conserva ciertas tradiciones y formas de siglos de antigüedad. La familia sigue siendo en gran medida una red de asistencia y apoyo, de protección hacia cada uno de los miembros y de solidaridad compartida para con los más débiles.

 

 

¿CAMBIOS EN EL modelo DE FAMILIA TRADICIONAL?

El modelo de familia tradicional es un agrupamiento nuclear compuesto por un hombre y una mujer unidos en matrimonio, más los hijos tenidos en común, todos bajo el mismo techo. El hombre trabaja fuera del hogar, es el que trae el sustento y los recursos económicos para subsistir, mientras la mujer cuida de la casa y se centra fundamentalmente en la educación de los hijos. En algunas ocasiones, este tipo de familias no han sido sólo compuestas por los padres e hijos, sino por los abuelos, que convivían con éstos y eran cuidados por los más jóvenes, como una responsabilidad razonable. Pero nos encontramos en nuestros días que el modelo de familia tradicional que anteriormente habíamos descrito, y desde el que se puede hacer una análisis crítico interesante, ha ido cambiando de una forma vertiginosa. Los absolutos que antes se consideraban ahora han tornado en convenciones sociales mucho más relativas y cambiantes. Lo que antes era fijo e inamovible ahora se ha convertido en algo totalmente voluble, dinámico e inestable. Veamos algún ejemplo al respecto.

Algunos afirman que el matrimonio no es necesario para que se pueda hablar de familia en términos generales, se dan uniones no matrimoniales que cada día son más frecuentes. Sería interesante hacer un análisis más exhaustivo al respecto y ver qué condicionantes y factores intervienen para este cambio. El matrimonio tradicional sigue siendo la forma más común, pero el compromiso que se adquiere con éste parece que puede asustar más a las nuevas generaciones que parecen rehuir en ocasiones ciertos valores que en la sociedad se ponen en tela de juicio como la fidelidad, el compromiso para toda la vida, etc.

Aumentan también las familias monoparentales, en las que uno sólo de los progenitores se hace cargo de la custodia y cuidado de los hijos. En la mayoría de los casos, todo la responsabilidad de dicha educación recae sobre la madre.

La llegada de los hijos es otro de los temas que tiene una gran relevancia en nuestros días. Los hijos que vienen del matrimonio común era la vía tradicional, de siempre, la más frecuente, si no la única. Sin embargo, en nuestros días, otras vías van siendo más conocidas como por ejemplo la utilización de las modernas técnicas de reproducción asistida o los hijos que vienen de parejas anteriores, formando así lo que se denomina en la literatura psicológica como familia reconstituida. Las familias de hijos únicos van creciendo en nuestros días perdiendo de este modo el valor de la fratría, las relaciones tan especiales que se pueden generar entre hermanos, los valores que se adquieren en el propio núcleo familiar como el compartir, el comprender y empatizar, el jugar en tantos momentos, el sabr discutir y saber comunicarse, el defender los propios espacios vitales y no dejarse invadir por los otros, etc. Los hijos únicos, por lo general, son exageradamente deseados. El objetivo del matrimonio, en su mayor parte, es la nueva criatura, y sólo ella. Por lo tanto, todas las atenciones, los cuidados y bienestar recaen sobre él. Tras este análisis, podemos preguntarnos qué es lo que nos queda del concepto de familia con el que comenzábamos el presente trabajo. Rodrigo M. J. y Palacios J. (1998) señalan que la familia es “la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”.

 

 

CONCLUSIONES

La familia es un ámbito de desarrollo y socialización, de apertura e intercambio personal entre las distintas generaciones. Es un espacio fundamental para el desarrollo evolutivo de cada una de las personas, lugar de crecimiento personal ligado a la adultez. Del mismo modo, la familia supone un lugar y un tiempo de preparación donde se aprende a afrontar retos, así como a asumir responsabilidades y compromisos.

La familia constituye una red de apoyo social y de mantenimiento para las diferentes etapas que la persona tiene que afrontar y llevar a cabo: la búsqueda de pareja cuando los hijos van creciendo, la incorporación al mundo laboral y la experiencia de las dificultades, mayores o menores, de tipo económico, la compra o alquiler de la primera vivienda, aspecto muy importante ya que es una inversión muy fuerte y al mismo tiempo es una oportunidad para marcar los límites entre los miembros de la familia. Es interesante señalar que cuando las personas tenemos ciertos problemas conyugales que provocan una gran crisis y vivimos en una situación de gran desequilibrio afectivo, al final de todo esto, o mejor dicho, durante esta situación, la familia de origen puede permanecer accesible.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ainsworth, M. D. S. (1973): The development of infant-mother attachment. En B. M. Caldwell y H. Ricciuti (eds. ), Review of child development research 3, 1-94. Chicago: Chicago University Press.

Ainsworth, M. D. S. (1989): Attachment beyond infancy. American Psychologist 44, 709-716.

Alberdi, I. (1994): Informe sobre la situación de la familia en España. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales.

Alberdi, I. ; Domínguez, M. ; Flaquer, Ll. ; Iglesias de Ussel, J. y Lozares, C. (1995): Estilos familiares en España. Documento no publicado. Madrid; Ministerio de Asuntos Sociales.

Andolfi, M. (1984): terapia familiar. Buenos Aires. Paidós.
Bowlby, J. (1958): The nature of the child´s tie to his mother. International Journal of Psycho-analysis 39, 1-23.

Mitchell, G. y Shively, C. (1984): Naturalistic and experimental studies of nonhuman primate and other animal families. En R. D. Parke (ed. ), The family 7, 20-41. Development Research. Chicago: The University of Chicago Press.

Palacios, J. (1988): Las ideas de los padres sobre la educación de los hijos. Sevilla: Instituto de Desarrollo Regional.

Palacios, J. (1996): Representaciones sociales de los niños y las niñas, de sus capacidades y de su proceso evolutivo, por parte de los padres. IV Jornadas de Intervención Social del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid 3, 1705-1716. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales.

Palacios, J. y Moreno, M. C. (1994): Contexto familiar y desarrollo social. En Mª J. Rodrigo (ed. ), Contexto y desarrollo social, 157-188. Madrid: Síntesis.

Reher, D. S. (1996): La familia en España. Pasado y presente. Madrid: Alianza Editorial.

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